383 Zenbakia 2007-02-23 / 2007-03-02

Gaiak

El juego del billar

GARATE GOÑI, Alberto



El palacio de los Príncipes-Obispos de Montenegro, en Cetinje, era conocido, a finales del siglo XIX y principios del XX, como el Palacio del billar. El enorme mueble había atravesado en carreta de bueyes los Alpes dináricos, desde las bocas de Kotor (Cattaro) y un fiordo mediterráneo, hasta el modesto palacio montenegrino, sede secular de un poder espiritual y temporal que había logrado no ser domeñado primero por los otomanos, más tarde por los austro-húngaros, los italianos y, hasta 1918, por los serbios. Era entonces el juego del billar un juego cosmopolita, un juego compatible con la conversación entre los dos contrincantes.

Reinando Alfonso XIII en España jugaban una partida de billar todos o casi todos los días en el Casino eibarrés, el Comandante de puesto de la Guardia Civil y José Aguirre, Pepe Agarre. Este último era un socialista (del PSOE) culto, elegante (un rojo con sombrero) y un buen profesional, probablemente el mejor mecánico de Eibar. Había participado, como parte de su familia, en la huelga revolucionaria de 1917 y se había exiliado, por lo menos en dos ocasiones, en una de las cuales llegó a conocer a Lenin en Suiza, aunque no lo trató. Huelga Revolucionaria de 1917.

Reinando Alfonso XIII, en 1917, probablemente antes, el Comandante de puesto de la Guardia Civil en Eibar recibió, desde el Gobierno Civil de la provincia, la orden de detener a Pepe Agarre y aplicarle la ley de fugas, es decir, fingir que huía y asesinarle. El Comandante se “chivó” y Pepe Agarre huyó. También huyeron Indalecio Prieto, Baza del café de la Concordia y el socialista elgoibarres Urrejola.

Pepe Agarre no participó en la proclamación de la II República española en Eibar, pues su esposa se estaba muriendo. Sí lo hizo hasta 1937, cuando cayó en Bilbao, en la vida política posterior al 14-IV-31. Por cierto, nunca en el siglo XX, se oyó hablar tanto euskara en las calles de Bilbao como cuando entraron las Brigadas de Navarra.

D. Policarpo Larrañaga. Pepe Agarre estuvo bastantes años encarcelado. Volvió deshecho. Cuando Franco iba o venía a San Sebastián era confinado en Martutene, prueba de la burocratización y la ignorancia de la policía franquista. A mediados de los años cincuenta del siglo XX, a parte de su familia se le dio un pasaporte, a otra parte sólo un pase de favor válido para un día, en una ocasión para tres. Pepe Agarre pidió que se visitase en Baiona, a D. Policarpo Larrañaga, sacerdote nacionalista vasco exiliado, como así se hizo. Don Poli, simpático, socarrón, consiliario de Solidaridad de Obreros (luego trabajadores) Vascos (STV), contrincante de la UGT, vivía modestamente en un pequeño piso de la Petite Bayonne. El Comandante, Pepe Agarre, Don Poli... hombres de una época objetivamente, aquí, mucho más dura que la actual. Hombres de ideologías muy diferentes pero todos impregnados bien de un liberalismo cultural, nada post-moderno, bien del humanismo cristiano. Me parece que en cuanto a los valores hemos retrocedido. Caída la Iglesia, caída la Izquierda Internacionalista, hemos construido una fortaleza “bienestante” y alicorta, ignorante de que el mundo es ya una Aldea Global.