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Balmaseda. Mucho más que un puente
El viejo Camino Real, hoy transitada carretera, que unía el pueblo de Bilbao con Castilla tenía una importante cita en Balmaseda. La villa, última parada en tierras de Bizkaia antes de entrar en Burgos, fue durante siglos un imparable trasiego de comerciantes y mercancías. Con el siglo XX, la llegada del tren de la Robla, importante eje de comunicación entre el norte castellano y Euskadi, acentuó aún más el carácter de cruce de caminos de la localidad. Hoy, tantos años de idas, venidas y bonanza económica se traducen en magnífico casco histórico que invita al paseo relajado y a descubrir mil y un vestigios que delatan el rico pasado de Balmaseda. Pero además, la hermosa localidad es una inmejorable puerta de entrada a Las Encartaciones, una de las comarcas más apasionantes de Bizkaia. El viajero que se adentre en estos valles descubrirá a cada paso parajes inolvidables y tradiciones arraigadas. La ciudad Mercantil
Fundada en 1199 en un paso estratégico para el comercio, Balmaseda es la primera villa de Bizkaia. Desde sus comienzos desarrolló una intensa actividad mercantil y artesanal que la hizo destacar sobre las poblaciones de la comarca. Aún hoy se puede disfrutar durante un fin de semana de agosto de un original regreso al pasado en el que estandartes y pendones cuelgan de los balcones del casco histórico. Las calles cubiertas de paja y la participación de los balmasedanos ataviados con trajes medievales, permiten a Balmaseda evocar los tiempos en que la villa era un ejemplo de prosperidad. Puente Viejo o de la Muza, de fábrica románica, fechable en los siglos XII o XIII.
Puente Viejo: Uno de los puentes medievales más bellos que se pueden soñar. Aunque el actual es una construcción del siglo XIII, sus orígenes se pierden en la época romana, cuando una importante calzada cruzaba aquí el río Kadagua. Casi en su centro, se levanta un interesante torreón que, como puerta de entrada a la villa, servía para el cobro de los derechos aduaneros a los comerciantes que llegaban de Castilla. Todo el tráfico de mercancías, entre los que destacaba la lana, pasaba por esta construcción que hoy simboliza mejor que ninguna otra el rico pasado de Balmaseda. Es al caer la noche, cuando los alrededores del puente se sumen en un silencio sepulcral y las luces tiñen de rojo la piedra, cuando un paseo por la orilla del río se convierte en una magnífica cita con la historia.
Casco Histórico: El paseo por el casco histórico, donde se conserva como en pocos lugares la estructura medieval de calles paralelas unidas por estrechos cantones, es una auténtica delicia. Todavía se distinguen los barrios gremiales, como Las Tenderías y Tejeduría, así como una antigua judería que llegó a contarse entre las más activas de la península. Son muchos los viejos palacios y casonas que flanquean las calles. Entre ellos destaca el palacete de Urrutia, una de las familias ilustres de Balmaseda. Junto al río se alza la iglesia de San Juan, del siglo XV, que alberga el Museo de Historia de la villa. Algo más lejos, en los límites de la zona antigua, el convento de Santa Clara, es un interesante edificio del siglo XVII reconvertido en oficina de turismo. Además, en su interior se ha instalado el museo de Las Encartaciones, una original exposición permanente en la que se pueden ver las antiguas obras de arte de la iglesia monacal, así como otros muchos objetos llegados desde toda la comarca.
Plaza de San Severino: La plaza principal de la localidad está dominada por la iglesia de San Severino, hermoso ejemplar gótico de los siglos XIV y XV. Sus tres naves están presididas por un magnífico retablo plateresco de estilo flamenco. En la misma plaza, el edificio del ayuntamiento, es una interesante construcción civil del siglo XVIII que se apoya sobre un amplio pórtico en forma de lonja. Fachada principal del palacio de Horcasitas, fechable a inicios del s. XVIII. Edificio sede de la Real Aduana hasta 1841.
Palacio de Horcasitas: El edificio civil más sobresaliente de Balmaseda es este palacio situado a orillas del río. Su portada neoclásica coronada con escudos de armas es el elemento más bello del conjunto que en su día fue aduana real, elemento de gran importancia dada la estratégica situación de la villa.
Fábrica de Boinas La Encartada: Fundada en 1892, la vieja factoría de la que salían txapelas para todo Euskal Herria es una magnífica joya de arqueología industrial. Sus talleres, cerrados desde 1992, han sido reconvertidos en un ilustrativo museo textil. Se encuentra en las afueras de la localidad. La ermita de las alturas: Como una magnífica atalaya sobre Balmaseda y el valle del Kadagua, la ermita de San Roque se aferra a lo más alto del monte Kolitza. Su situación a 874 metros sobre el nivel del mar, en una cita despoblada de vegetación es tan espectacular que se ha convertido en una excursión obligada desde la villa. Quienes se animan a realizar la sencilla ascensión se van recompensando además con la arquitectura del propio templo, una sencilla construcción cisterciense del siglo XIII. En su interior se guarda una imagen de San Roque que llegó hasta aquíen el siglo XVI, cuando las pestes asolaban el territorio. Artículo publicado en el libro “70 pueblos para descubrir Euskal Herria” de Ibon Martín y Álvaro Muñoz