34 Zenbakia 1999-05-21 / 1999-05-28

Media

Tertulias y periodismo de agitación

TORAL, Gotzon

Media Tertulias y periodismo de agitación Gotzon Toral La de generación de la tertulia Allí no se hablaba de cosas del otro mundo, ni se hacía gala de gran sabiduría y la mejor lección que se podía obtener de la tertulia era la falta de respeto hacia muchas cosas (…) Cuando el imprudente novato expresaba un juicio que no se conciliaba con el corpus de opiniones de aquella casa, se producía el silencio. Allí no se discutía jamás porque, por una suerte de tácito, elaborado y antiguo convenio de compensación entre sus componentes, todos los miembros de la familia Baroja y su tertulia hacían suyas las filias y las fobias de cada uno en particular, por lo que toda opinión discrepante con una ya conocida y aceptada, era recibida como un atentado al régimen de la comunidad Las llamadas tertulias radiofónicas se han convertido en la banda sonora dominante de la radio. Resulta difícil sintonizar la radio hablada en España sin tropezar con alguna de estas emisiones que se repiten a lo largo y ancho del dial en horarios de mañana, tarde y noche. No pocos observadores han incurrido en la tentación de anunciar el punto y final de estas emisiones, como si de una moda pasajera se tratara. La tozuda realidad nos muestra lo contrario. Si bien resulta siempre arriesgado poner fecha de caducidad a un negocio tan boyante, lo es aún más cuando existe un conocimiento tan precario de este fenómeno comunicativo. El éxito de estas emisiones justificaría, por sí mismo un análisis más pormenorizado de este nuevo formato radiofónico. En esta ocasión me centraré, sin embargo, en las mutaciones que ha provocado la adopción de este género en el tejido informativo de la radio. Conviene recordar que la radio sigue siendo el segundo medio de comunicación por lo que hace al volumen de su audiencia y, a menudo, ocupa las preferencias del público por la confianza que la información radiofónica suscita en la opinión pública. Por último, cabe subrayar que la desaparición del debate radiofónico, en beneficiode estas emisiones, no es exclusiva de la radio y se reproduce de manera similar en la pequeña pantalla. Cierto es que hay tertulias más ponderadas y otras que lo son menos. También existen diferencias notables entre los profesionales de las diferentes tertulias. Se trataría, por tanto, de identificar las características más notables, el modelo de emisión en suma, que ha actuado a modo de locomotora, arrastrando incluso a aquellas Cadenas de radio SER, RNE, ONDA O… que se mostraron más críticas con la utilización de esta fórmula magistral. La dictadura del formato Estas emisiones nacieron a modo de complemento del informativo radiofónico. Finalizado el recuento de la información se iniciaba un coloquio informal. Con el tiempo han pasado a ocupar el escenario central de los programas informativos, tanto por su duración, horario asignado, recursos y, en definitiva, por el éxito de público conseguido. Lo adjetivo, la guinda del pastel, desplaza la información a un espacio subalterno, al tiempo que liquida los debates y mesas redondas de las programaciones. Sostengo que estas emisiones ni son tertulias, ni tampoco informativos. La cuestión no es baladí, dado que la selección de una u otra estructura para la narración de la actualidad resulta determinante en la actividad periodística que despliega una redacción. A los efectos, se trata de adaptar los hechos a un formato de programa informativo comúnmente aceptado, al que debe adecuarse la construcción de la realidad que hacen los periodistas. Rosa Martín se refiere a la dictadura del formato para caracterizar el nuevo marco en el que los acontecimientos toman sentido. La autora acredita la importancia de esta elección, que provocará sucesivas decisiones en cascada, afectando directamente al proceso de codificación del mensaje informativo y su posterior descodificación por parte del público: el río abre un cauce y después, el cauce esclaviza al río. Veamos: la tradicional tertulia es una reunión de amigos que se juntanpor la fruición de opinar. En estas emisiones se contrata a un grupo de profesionales que escenifican una tertulia con el objetivo de conseguir la máxima audiencia. El utilitarismo de esta propuesta contrasta con el gracioso modelo tertuliano donde la intrascendencia de la reunión estimulaba el apetito conversacional de los presentes. Más arbitraria resulta la aceptación de su pretendido carácter informativo. En una tertulia, los reunidos opinan sobre todo lo divino y lo humano desde un conocimiento insuficiente basado en la intuición. Esta liberación del rigor, que es propia de la tertulia, nada tiene que ver con la responsabilidad implícita en el contrato informativo que se adjudican estas emisiones. El nuevo estándar de la radio informativa sacrifica la búsqueda, selección y narración que son propias de la actividad periodística con el fin de presentar un simulacro de tertulia. De esta manera se consuma el fraude informativo: se apropia de la popularidad de la tertulia y del lábel de credibilidad que se adjudica a un programa informativo, a pesar de que ambas propuestas resultan incompatibles entre sí. Un diagnóstico más piadoso de los excesos tertulianos proponía una solución quirúrgica: no preguntar a quien no sabe y hablar sólo de aquello que se conoce. Tal recomendación ignora las reglas más básicas de una charla entre amigos, por cuanto que la ligereza y la irresponsabilidad son precisamente los modos más coherentes del intercambio afectivo que se produce en una conversación informal. Tertulianos: rivales en la conformidad A diferencia de otros formatos informativos, la tertulia reduce aún más la agenda de hechos relevantes que se someten a la consideración del público. Sin profundizar en ningún tema, los tertulianos fabrican un serial informativo con un repertorio básico de personajes y asuntos de mayor impacto. La simplificación es aún mayor por cuanto que son un reducido grupo de opinadores profesionales quienes protagonizan estas emisiones y trasladan, conuna convicción envidiable, no sólo un reducido abanico de temas, sino también una determinada manera de opinar sobre los mismos. Se produce así una inflación de opinión intencionada y un déficit de información contrastada. Los debates y mesas redondas reunían a expertos y voces representativas que profundizaban sobre un asunto en torno al cual habían sido convocados. El moderador trataba de garantizar el desarrollo de una discusión racional entre los reunidos. Desde hace más de una década, el talk show ha desplazado estos géneros clásicos del periodismo. El talk show no es un género concreto, sino un variado repertorio de emisiones conversacionales que se apoyan en los grandes arquetipos de situaciones de interlocución, fácilmente reconocibles por la audiencia el ágora, confesionario… . Enrique Tierno Galván llegó a calificar la tertulia tradicional como el modo peculiar de convivencia entre los españoles. La tertulia radiofónica sería la versión más exitosa de esta nueva generación de programas radiofónicos, basados en la conversación, un arte hoy desgraciadamente en desuso. Frente a la pluralidad que se establece en un debate argumentativo, la tertulia radiofónica estimula una permanente incitación al rifirrafe verbal, aliviando la aridez del debate. La continuidad de la tertulia y el carácter pretendidamente amistoso del ritual limita la exposición de diferencias fundamentales entre los reunidos El debate plantea la confrontación de diferentes puntos de vista en torno a un asunto. La tertulia radiofónica se resuelve en una competición donde un grupo habitual de personajes improvisa en el marco de las normas aceptadas por el grupo. La incertidumbre en el resultado de estos lances retóricos mantiene la expectación del público. Los reunidos saltan de un tema a otro y se interrumpen sin orden aparente, tal y como sucedería en una conversación informal. Las diferentes voces, el talante que expresan más que hablar se discute y la búsqueda de la expresión más contundente,permiten escuchar diferentes variaciones de una misma partitura. Los ensayos diarios de esta peculiar orquesta armonizan las opiniones del grupo, orillando las discrepancias de fondo. El dopaje radiofónico Al igual que los atletas profesionales hacen esfuerzos sobrehumanos para mejorar su rendimiento profesional, esta élite de comunicadores se emplea a fondo para batir récords diarios en un régimen de competencia despiadado. En tales circunstancias no resulta extraño que este ramillete de estrellas abuse de los recursos que la industria publicitaria ha diseñado al servicio de la comunicación más persuasiva. El atajo de las emociones ha sido siempre la vía más expeditiva para mantener en vilo al público, mientras que la información y el conocimiento requieren de un mayor esfuerzo para su comprensión. Sin embargo, la meridiana claridad y el entretenimiento que procuran estas emisiones pueden convertir los asuntos más complejos en una burda caricatura. El recurso a la improvisación permanente en el marco de una tertulia radiofónica informal por definición produce una extraordinaria sensación de naturalidad. Esta espontaneidad premeditada alimenta una conversación en apariencia no manipulada, desinteresada incluso, que despierta una enorme confianza, a la vez que una curiosidad evidente en las audiencias. Una experiencia exclusiva que muchos oyentes siguen en la intimidad con una fidelidad extraordinaria y verbalizan con expresiones como adicción, enganchar, amigos etc. En la radio norteamericana, los predicadores agitan el espacio radioeléctrico obteniendo un extraordinario eco en amplias capas de la población cada vez más apartadas de las élites políticas y económicas. En una sociedad más grupal, la polifonía de voces que alimentan este sucedáneo de tertulia, enciende el dial con un popurri de noticias, rumores y especulaciones que embrutece el debate en la opinión pública. Cierto es que el periodismo sensacionalista causa estragos en todos los medios de comunicación,pero la arbitraria aceptación de este formato ampara, promueve y legitima los despropósitos de quienes perpetran la supuesta tertulia. La vanidad y la charlatanería el ingenio en el mejor de los casos son moneda de uso común entre los tertulianos, atrapados en un indeseable efecto ventrílocuo, por el cual, diferentes voces reiteran el mismo discurso con machacona insistencia. En 1889 Macías Picabea publicaba un libro que llamó El Problema Nacional, que era entre otros, y no el menor, el psitacismo: síndrome morboso de la idiocia. Cien años después, el eco de sus palabras se escucha hoy con una frescura demoledora ¡Cuidado que saltan psitacus y psitacismos por todas partes! Nuestras Cortes, nuestro periodismo, nuestra política ¿qué son en su mayor parte sino cotorrería pura? El deplorable abuso de la figura retórica, bajo la cual la caja aparece totalmente vacía ¿qué significa, más que un hábito de papagayo que echa al aire sonidos que no entiende, ni nada le suenan, ni lleva cosa alguna dentro? Así se explican nuestro gusto insconsciente por el ritmo oratorio, nuestra desmedida afición a repetir las frases hechas, nuestra pasión por los ruidos eufónicos y nuestro miedo a la labor disciplinada del pensamiento…¡Cotorrones con mucha lengua y poco seso!. Bibliografía: Sánchez, Consuelo. Las tertulias de la radio. Universidad Pontificia de Salamanca, 1994 Tierno Galván, E. desde el espectáculo a la trivialización. Taurus, 1964 Toral, Gotzon. Tertulias, mentideros y programas de radio. Alberdania, 1998 Gotzon Toral Madariaga, Profesor de Radio en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV EHU. Copyright © Eusko Ikaskuntza