30 Zenbakia 1999-04-23 / 1999-04-30

Gaiak

La divulgación científica (tribulaciones de un editor)

MARTÍNEZ DE LIZARDUIKOA, Alfontso

La divulgación científica (tribulaciones de un editor) La divulgación científica (tribulaciones de un editor) Alfontso Martinez Lizarduikoa Hemos de partir de la base de que dedicarse a la edición de libros de divulgación científica, con los vientos que corren, es una apuesta militante en favor de la cultura y de la calidad de pensamiento. Ya es un paradigma aceptado en el mundo editorial que, mientras las grandes multinacionales de la edición se llevan casi toda la cuota de mercado (a través de los best seller), los editores pequeños que logran sobrevivir han de optar por la calidad para, desgraciadamente, un sector de lectores selectivo y minoritario. Para llevar a la práctica esta labor con un mínimo de garantias el editor ha de ser una persona culta, y con gran fomación intelectual y científica. En un mundo de profunda especialización, en el que todo profesional sabe cada vez más sobre aspectos cada vez más restringidos de la realidad, la apuesta por la divulgación científica es, además, una apuesta por la democracia real, en la medida en que por medio de la divulgación se le abren al lector puertas de acceso a las claves de la estructura de esta sociedad cada vez más compleja y tecnificada. La información generará conocimiento y el conocimiento, al final, criterio. Y este criterio nos hace más libres a la hora de opinar o decidir. En este sentido la divulgación científica es un bien social. Además la información científica habrá que ofertarla en unas coordenadas sintéticas, en cuanto a su metodología expositiva; habrá de ser plural (es decir, interdisciplinar) y su nivel habrá de ser adecuado (divulgativo) y atractivo (convenientemente maquetado) para que no produzca rechazo. Todas estas variables nos convierten al editor en un pedagogo social. Además, existe un problema muy importante en la gestión editorial para que esta pueda llevarse acabo con éxito, y es el problema económico. Una pequeña editorial, como las que se dedican a la divulgación científica, hade minimizar gastos y por ello el editor ha de ponerse al dia en las nuevas tecnologías de edición (tratamiento de textos, maquetación, diseño y tratamiento de imágenes, Internet, etc., ...), e incluso habrá de dominar ciertos niveles de impresión (impresión digital para tiradas pequeñas, por ejemplo). Esto supone que nuestro editor ha de convertirse, si no en un experto, sí en un técnico de nuevas tecnologías con un cierto nivel de operatividad. Pero con la obtención física de un buen libro de divulgación no acaba esta historia interminable. A ha llegado la hora de venderlo y para ello hay que promocionarlo, junto a una innumerable lista de títulos que todos los meses copa las páginas de los medios. Una buena promoción exige una gran inversión económica que sólo está al alcance de los trust editoriales. Mucha gente se pregunta que por qué los buenos libros no se venden y los malos libros sí. La respuesta es que los buenos libros no se conocen y los malos sí. De eso se encargan las multinacionales. Pero es que, además, los canales monopolísticos no sólo llegan a la producción sino también, y sobre todo, a la distribución. Y llegados a este nivel nuestro editor no puede hacer ya mucho más. Si un buen libro sin promoción, por medio del boca a boca, puede llegar a ser conocido, ocurre luego que no hay forma de conseguirlo en ningún punto de venta porque o no lo han distribuido, o si lo han distribuido ha sido con muy pocos ejemplares que se han vendido ya, y luego ya no se restituye, o incluso en algunos casos ocurre que ni siquiera se ha distribuido el libro. El luchador de la cultura tendría que ser pues, llegados a este punto, además de editor, un gestor con poder, relaciones y dinero para poder abordar esta fase en condiciones mínimamente dignas. Con la distribución no acaba esta historia. Después de distribuido, ahora el libro se ha de vender en el punto de venta (normalmente la librería). Hoy día estamos asistiendo, por lo que a Euskal Herria se refiere, a una crisisestructural en el sector de las librerías como puntos de venta. La aparición de las grandes superficies, sin control institucional están llevando a un porcentaje cada vez más alto de comerciantes (entre ellos a los libreros) al cierre del negocio y al paro. Pero podríamos pensar, ¿no se venderá ahora en las grandes superficies lo que antes se vendía en las librerías? Pues no. La pequeña librería, donde la atención individualizada, el consejo cultural o la consulta tranquila eran la práctica habitual, ese lugar en el que había sitio para el lector culto que buscaba calidad, ahora se ha transformado, en las grandes superficies, en locura de consumo y prisa para una elección de lectura sin criterio ni ayuda. En las grandes superficies sólo hay sitio para el best seller anunciado ayer en la televisión. Las librerías se vacían y los supermercados del yogurt whisky precocinado best seller copan ya todo el mercado de consumo. Y, al fin, para convertir este problema de la edición en un problema insoluble, hemos de recordar a los editores que quieren en Euskal Herria vender la divulgaciíon científica en euskara. En un pueblo de tradición oral, sin tradición científico cultural, con una gran parte de la población no alfabetizada y sin un mercado mínimo con el que poder subsistir, debido a lo limitado de la población (recordemos que el número de lectores potenciales no llega a las 3.000 personas) ¿qué hacer? No queda otro camino que recurrir a las instituciones y buscar ayuda en forma de subvención, con todo lo que ello implica. El pequeño editor todo terreno se nos convierte ahora en hombre político, tratando de poder hacerse un sitio en la jungla de la administración. Ya tenemos pues el retrato robot del editor de divulgación científica en euskara. Perfil: Culto y con formación científica, pedagogo social y gestor económico, diplomado en nuevas tecnologías y, además, distribuidor librero con capacidad para el debate político. Si usted cumple todos estos requisitos se puedeaventurar a montar una editorial. Siempre y cuando, claro está, esté dispuesto a meter muchas muchas horas sin cobrar un duro. Alfontso Mtz. Lizarduikoa, editor de divulgación científica en euskara Copyright © Eusko Ikaskuntza