280 Zenbakia 2004-12-10 / 2004-12-17
? Aurelio Arteta. Es considerado como el más importante de los pintores vascos contemporáneos. Nació en Bilbao el 2 de diciembre de 1879. A los 14 años de edad ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao, estudiando durante un año dibujo y otras asignaturas. La pobreza empujó a sus familiares a trasladarse a Valladolid. Fue discípulo del profesor de Artes y Oficios D. José Martín. También estudió, como alumno particular, con D. Luciano Sánchez Santaré.
En 1897 se trasladó a Madrid donde alternó sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando con varios oficios tales como dibujante, pintor de brocha gorda, comparsa del Teatro Real, retocador, diseñador de bordados, litógrafo, diseñador de revistas de modas, ilustración de novelas por entregas, etc. Sus escasos ingresos le hicieron conocer los barrios bajos de Madrid. En esta ciudad fueron condiscípulos suyos Elías Salaverría, Jacinto Olave y José M.? López Mezquita.
Un golpe de suerte, le proporciona, a los cinco años de malvivir, la oportunidad de estudiar en París: la Diputación de Bizkaia le concede, en 1902, una pensión de estudios, en abierta competición con el pintor Angel Larroque. El tema fue ’Un accidente de trabajo’. Ese mismo año, cuando contaba con 23 de edad, se trasladó a París (7 de octubre), estableciéndose en compañía del escultor Quintín de Torre en el célebre barrio de Montmartre. Allí conoce la pintura social de Puvis de Chavannes que reaviva su afición a la temática de las gentes humildes, pescadores, obreros y campesinos. Tres años después, en 1905, realizó excursiones artísticas por Roma, Florencia, Milán y otros centros artísticos italianos que también habían de influenciarlo profundamente según todos sus críticos. De regreso a Bilbao (1906) celebra su primera exposición personal en la conocida galería de arte Delclaux. La falta de medios materiales le obligó a trabajar muchas veces para el público.
Refiriéndose a esta etapa de su vida nos dice el conocido crítico de arte Juan de la Encina: “Arteta deja correr los años de su vida en lentísima producción, culpa en parte de su modo de ser algo apocado, de su espíritu crítico, siempre alerta para paralizar sus impulsos creadores, y, sobre todo, de ese desolador ambiente nacional, tan áspero, tan inclemente y hostil a toda obra genuinamente espiritual”. Sin embargo de esta época son varias de sus obras maestras tales como La despedida de las lanchas y María-presentadas en 1919 en París- y diversas telas donde refleja la vida laboriosa y dura del trabajador, sin la menor concesión al efectismo, a la gesticulación inútil o al melodramatismo. Ante estas figuras llenas de tranquila dignidad, envueltas en una misteriosa atmósfera de silencio, cabe preguntarse dónde está el campesino ridiculizado por Aranaz Castellanos, si vale la comparación. Poco a poco se da a conocer no sólo en tierra vasca. En 1911 es uno de los fundadores de la Asociación de Artistas Vascos. Concurre a diversas exposiciones: Exposición de Arte Español, París, 1919; Exp. de Artistas Vascos, Madrid (Retiro), 1916; Exp. de Pintura Española, Londres, 1920; Madrid, 1930 y 1932; XIX Bienal de Arte de Venecia, 1934, y otras de menor importancia. En 1921 recibe Arteta un importante encargo: la decoración del hall del Banco de Bilbao en Madrid. El fresco, obra magistral del autor, fue concluido en 1923. Es un friso circular que mide 36 m. de largo por 2 de alto; está dividido en 12 secciones de a 3 x 2.
B. de Pantorba nos lo describe así: “Frente a la puerta de entrada, en las dos divisiones principales del friso, once figuras de ascendencia clásica reposan; son las encarnaciones de las artes, las ciencias y las letras”. A ambos lados, 33 rudos cuerpos de hombres y mujeres -los obreros, los que impulsan la riqueza económica de Vasconia- trabajan, marchan, se agitan, producen. Pasan ante nuestros ojos escenas de campo, de puerto, de fábrica... el barco y la locomotora, el pescado y la fruta, nuestros mansos amigos el caballo y el buey... Los trabajadores, de acentuado tipo vasco, ponen en el muro, netamente, sus fornidas siluetas dinámicas; las formas se acusan con vigor sobrio; en algún momento pueden parecer demasiado planas o demasiado duras; nunca fofas ni huidizas. La mano del gran dibujante mural consigue líneas de admirable ritmo, de enérgica simplicidad. El color ayuda con su voz mate, grisácea y armónica. Luz sin la fiesta del vibrante sol”.
Desempeñó el cargo de director del Museo de Arte Moderno de Bilbao que le fue ofrecido en 1924 y del que dimitió en 1927 a consecuencia de un debate muy movido en el seno del Ayuntamiento bilbaíno. Este mismo año, 1927, Arteta recibió un gran homenaje de la intelectualidad española. Con el cuadro titulado Bañistas - alarde de composición- obtuvo el Premio Nacional de Pintura de 1930, y Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, celebrada en Madrid en 1932, con el cuadro Los hombres del mar. La guerra de 1936 lo sorprendió en Madrid siendo profesor de la Escuela Superior de Pintura. De Madrid pasó a Valencia, dedicando su labor en todo este periodo a hacer litografías que eran divulgadas por periódicos y revistas. Después pasó al exilio y en Biarritz pintó cantidad de cuadros, casi todos ellos sobre temas de la guerra: poblaciones bombardeadas -entre ellas Gernika-, soldados de las brigadas internacionales, escenas del éxodo, etc. Estos cuadros apenas son conocidos por el gran público y crítica, pues todos ellos fueron adquiridos por D. Gabino Gamboa, notable coleccionista de obras de arte. Después de sufrir innumerables calamidades y de estar detenido en los campos de concentración de Francia, llegó a México donde se estableció y pintó numerosos cuadros. Destacan entre ellos los titulados Aurresku, Romería y Arrantzales.
A los pocos años de exilarse en este país, murió en ciudad de Méjico, a consecuencias de un choque de tranvías, quedando con el cráneo roto y el pecho aplastado, cuando contaba 61 años de edad.
Indalecio Prieto -gran amigo suyo- describe en emocionadas líneas (Eusko-Deya, 1940, n.? 57) su trágico final en tierras americanas. Arteta se dirigía, junto con su mujer, al campo para reponerse de los últimos sinsabores, al día siguiente de recibir la noticia del fusilamiento de Julián Zugazagoitia y Cruz Salido.
De entre las numerosas obras realizadas son dignas de destacar el mural al óleo en la residencia de D. Federico de Zabala (Getxo, 1908); la pintura al fresco del vestíbulo del Banco de Bilbao de Madrid; la pintura al fresco en la capilla del Seminario Diocesano (Logroño, 1925); el retrato de D. Pedro de Zubiaur, que realizó en 1928 para la galería de Vascongados ilustres de la Casa de Juntas de Gernika. Pintó, por encarga, buen número de retratos, entre ellos, uno de grandes dimensiones de la familia de D. Ramón de Madariaga (1923). Entre sus obras pictóricas más destacadas figuran: Parejita vasca, Los hombres del mar, primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1932) que concurre a la XIX Bienal de Venecia; Bañistas, Premio Nacional de pintura, 1930, que se puede admirar en el Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Madrid. Eva arratiana, Layadores, propiedad del Museo de Bellas Artes y Arte Moderno, de Bilbao, Coloquio en Campos de Sport, Colección del Club Atlético de Bilbao y Naúfragos, en el Museo de Arte Contemporáneo, de Madrid. En 1947 el Museo de Arte Contemporáneo de Bilbao realiza un homenaje en su honor y en el de Alberto Arrue. Arteta, sobrio y gigantesco, destinado desde un principio al mural, es el polo opuesto del esteticismo trivial y gracioso, del realismo folklórico u “obrerizante” que tantas veces tentará a los artistas contemporáneos suyos. “Si se juzga por los temas, por los sujetos de las telas de Arteta, es este un pintor realista o, con más exactitud tal vez, un pintor de costumbres y de tipos populares. La vida y los hombres de la montaña y el mar vascos, los paisajes urbanos y los tipos obreros de Bilbao: tal es la materia con la que Arteta construye sus obras. Pero, lo mismo cuando se encara con un pescador que con un labriego, o cargador de barcos, en ello se ve algo general, algo superior al hecho concreto que se manifiesta ante sus ojos, algo como una fuerza elemental y universal que en último término es totalmente inexplicable. En esas figuras sólidamente construidas, esculturales, recias de dibujo, que Arteta sabe plantar enérgicamente en sus lienzos, nosotros sentimos ese género de emoción intensa y difusa a la vez que nos sobrecoge en presencia de la montaña o del mar. Arteta, a nuestro juicio, posee una capacidad de generalización emotiva que es muy poco común en nuestro arte... Otro aspecto importantísimo, capital, de su obra: la emoción de la fuerza. En esto sí que es Arteta muy vasco. Sabido es el culto que los vascos tienen por la fuerza y la agilidad físicas. Pues Arteta, participa sin reservas en ese culto y devoción. Mas para él, como para Meunier, la emoción de la fuerza se presenta en forma bien distinta de la que sentían los griegos. Porque Arteta, no ve la fuerza en el ejercicio del juego, sino en los rudos menesteres del trabajo de maldición. No es, pues, la fuerza que nos describe en su arte, la bella fuerza aristocrática de los juegos olímpicos, la de los luchadores de la estatuaria helena, sino la fuerza del esclavo que tira del malacate para sustentar a su señor. Pero del mismo modo que en el arte egregio de Meunier, esta fuerza si lleva, en efecto, la marca de la fuerza del esclavo; aparece también revestida de ese sentido de la emoción universal de que hablamos arriba que la identifica en los efectos de la emoción estética con el sentimiento de las fuerzas elementales de la naturaleza” (Juan de la Encina). Actualización
Aurelio Arteta vivió unos meses, quizá años, de exilio en Sare (Lapurdi), en la casa Ihartze. En esta antigua granja convertida en hostal se pueden admirar espléndidos murales cuya factura parece muy próxima a la de Arteta. Se sabe casi con toda seguridad que Arteta se refugió en Sare durante la guerra civil pero no se conoce exactamente durante cuanto tiempo. Por el contrario es seguro que Sare albergó a otros refugiados vascos como Barandiarán y miembros de la coral Eresoinka, de la que se dice fue constituida entre estas paredes.