235 Zenbakia 2003-12-19 / 2003-12-29

Gaiak

De ferias y mercados en Gipuzkoa

AGUIRRE SORONDO, Antxon

Menu GAIAK Inicio > EM 235 > Gaiak -->

2003/12/19-29 De ferias y mercados en Gipuzkoa Antxon Aguirre Sorondo, miembro de la sección de Antropología de Eusko Ikaskuntza

En estas fechas de fin de año aumentan el número de ferias y mercados, por lo que hemos creído interesante traer aquí unas reflexiones sobre el particular.

Así, dice el Diccionario de la Real Academia Española:

MERCADO: Contratación pública en paraje destinado al efecto y en días señalados. Sitio público destinado permanentemente o en días señalados, para vender, comprar o permutar géneros o mercancías.

FERIA: Mercado de mayor importancia que el común, en paraje público y días señalados, y también las fiestas que se celebran en tal ocasión. Paraje público en que están expuestos los animales, géneros o cosas para este mercado. LOS MERCADOS

Los mercados nacen en Europa en la Edad Media como fenómeno unido a diversos factores:

A.- La creación de nuevos oficios, distintos a los del labrador (arrieros, comerciantes, artesanos, guerreros, etc.) que obligaban a estas gentes, no productoras de alimentos, a comprar los elementos necesarios para cubrir sus necesidades.

B.- La fundación de nuevas villas y la mejora de los caminos, que fomentó el comercio y abarataron los productos. Mercado en La Haute-Ville, Mauleón (Zuberoa). Archivo Régnier

C.- La superación del autoabastecimiento y la producción de excedentes, que creó la necesidad de obtener un rendimiento con su comercialización.

Todo ello impulsó la creación de centros de venta e intercambio, los mercados, eligiéndose para ello lugares en los que se reunía la gente.

La importancia que tenían los mercados para la gente de nuestro mundo rural nos la muestra unos versos del gran Txirrita que recogí de boca de un anciano de Hernani (Gipuzkoa):

"Astelenian Tolosan,

asteartian Azpeitian,

asteazkenian Billafrankan,

ostegunian Hernanin,

ostiralian Legazpin,

larunbatean Zumarragan,

igandean paseatzen naiz

andregaiakin Donostin".

(lunes a Tolosa – se refiere a la feria de Tolosa,

martes a Azpetia,

miercoles a Villafranca,

jueves a Hernani,

viernes a Legazpia,

sábado a Zumarraga,

domingo a pasear

con la mujer por Donostia-San Sebastián).

Esto es, toda la semana de mercado en mercado. LAS FERIAS

En cuanto a las ferias damos la palabra al historiador Jan Dhondt cuando habla de las peregrinaciones en la Alta Edad Media y dice1:

“El fenómeno (de las peregrinaciones) tomaba proporciones mayores, como es natural, en las ciudades que constituían la meta del peregrinaje. El número de peregrinos aumentaba, por supuesto, con ocasión del día dedicado al santo cuyas reliquias se hallaban en la ciudad: este es el origen de las ferias, que en principio sólo eran fiestas de carácter religioso y que pronto comenzaron a atraer no sólo a los peregrinos sino también a los mercaderes, que deseaban vender sus mercancías a esta insólita muchedumbre de consumidores”

Y efectivamente también en nuestra provincia de Gipuzkoa las siete grandes ferias medievales se celebraban en campas de ermitas: Nuestra Señora de los Remedios o de Larraitz (en Abastzisketa), San Juan de Iturriotz (Aia), San Valero (Arrasate-Mondragón), San Juan de Oñaz (Azpeitia), San Andrés de Elosua (hoy municipio de Bergara), Santa Lucía (Ezkioga, hoy barrio de Ezkio-Itxaso) y Lierni (Mutiloa). Puesto de capones en la feria de Santo Tomás, en Bilbao, 21 de diciembre de 1912.

Dado que las ferias y mercados estaban tutelados por el rey, era este el que autorizaba su celebración. En las villas se permitió un mercado semanal y en el ámbito provincial se establecieron las grandes ferias anuales, como las ya citadas para Gipuzkoa.

Por exclusivo privilegio real, las ferias estaban estrictamente reglamentadas, y sus mecanismos llegaron a tal sofisticación que incluso se crearon las llamadas "letras de feria" (antecedentes de nuestras letras de cambio). La virtud de estas reuniones trascendían a los aspectos puramente materiales, pues gracias a ellas los pueblos entablaban contacto e intercambiaban conocimientos y experiencias.

En 1727 las Juntas Generales, entendiendo que no era “decoroso” que se celebraran concentraciones agropecuarias en eremitorios, ordenaron su traslado al interior de las poblaciones. Cada municipio conservó su feria, salvo Ezkioga que no pudo evitar que Urretxu le arrebatara la de Santa Lucía, la única (hoy celebrándose en Urretxu y Zumarraga) junto con la de Elosua que se mantiene aún con todo vigor, mientras las cinco restantes concentraciones fueron desaparecieron con el tiempo. Aldeanos comprando en un puesto de cueros y abarcas, en la feria de San Blas, de Abadiano (Vizc.), 3 de febrero de 1911

Las ferias eran el lugar y el tiempo social por excelencia. A ellas bajaban caseros y pastores para vender sus mercancías y tomar contacto con la sociedad: era la ocasión de conocer el precio de las "txekorras" o terneros, el momento de enterarse quién tenía un buen semental para utilizar en el próximo cruce, de protagonizar o asistir a alguna apuesta o, simplemente, de presenciar un buen partido de pelota en el frontón del pueblo. Para los jóvenes era el momento de hacer nuevos amigos y cuando se forjaban más noviazgos.

El veterinario debía revisar el ganado y, si se terciaba, recibía algún obsequio de los más agradecidos por sus servicios durante el año. Tampoco el cura descansaba: la relajación y buen talante general de los asistentes a la feria le daban ocasión para recordar a ese joven que tenía aún pendiente su deber de confesión y comunión pascual como era su obligación, o aconsejaba mayor vigilancia a aquel vecino cuyo hijo asistía con demasiado entusiasmo a los bailes de los pueblos de la zona.

Pues bien, en las últimas semanas del año se hacían en Guipúzcoa una serie de ferias que, además de estos aspectos sociales, tenían una finalidad comercial: los "kaletarras" aprovechaban para hacer acopio de géneros alimenticios cara a las inmediatas navidades, mientras que la gente del campo pagaba en tal ocasión el arrendamiento anual de la casa y las tierras. Según la tradición, los "baserritarras" obsequiaban además al estanciero con un par de buenos capones y un celemín de alubias de la tierra. En reconocimiento, y para intercambiar impresiones sobre sus comunes intereses, el propietario les invitaba a comer en su casa. Como dice una vieja expresión popular: "No hay feria mala: lo que uno pierde, otro gana". Y, en efecto, esta es la ley de oro de toda feria, desde sus orígenes hasta nuestros días. Puesto de cacharrería en la Plaza de la Constitución de S.S. durante la feria de Santo Tomás, 21 de diciembre de 1909

Hoy las cosas han cambiado mucho y mientras las ferias ganaderas van en decadencia, han nacido otros eventos, como las ferias gastronómicas, los días especiales dedicados a tal o cual productos (la sidra, el queso, el txitxarro, la alubia, etc.) o las ferias gastrómicas, entre muchas otras. Quien esté interesado en conocer las que se celebran en Euskadi puede acudir a la web: www.nekanet.net/ferias.

Generalmente en todas ellas se combinan la venta y exposición-concurso de productos agrícolas y ganaderos, con otros eventos, sean pruebas de deportes rurales, exhibiciones musicales, teatrales o folkloricas.

Pero a pesar de los cambios aún podemos aplicar aquel refrán castellano que decía: "Tres mujeres hacen mercado con una gallina: una que la vende, otra que la compra, y otra que mira", bien podríamos añadir hoy: "pero todas se divierten y cultivan".

Para terminar nada mejor que traer aquí aquellos versos publicados por el bertsolari Manuel Lasarte en el Diario Vasco del 18 de febrero de 1988 dedicados a la feria de Santa Lucía (13 de diciembre): «Santa Luzi egunez

gure Zumarraga,

ikusi gabe askok

ezin dute laga.

Etxean abererik

bear baldin bada,

konfiantza osoan

joan leike ara,

aukera aurkitzea

gauza ederra da.

Batzuek basoetan

abereak azi,

gero aiek kenduta

sosak irabazi.

Dauzkanak saltzen ditu,

ez dunak erosi,

gaiñera bazkaldu ta

feria ikusi,

orrelaxe ospatu

oi da Santa Luzi». 1 Dhondt, Jan. La Alta Edad Media. Siglo XXI de Espa?a Editores, S.A. Madrid. 1967. p. 293.