Los vascos colonizaron con familias el occidente y el noroeste de México Los vascos colonizaron con familias el occidente y el noroeste de México Gorka Rosain Muchos de estos comerciantes vascos estaban ya establecidos en Sevilla y otros puertos andaluces, en donde formaban grupos, de por lo general prósperos comerciantes, oficiales de barco y marineros que conservaban su identidad. Una de esta familias fue la de Urrutia que comerció desde Sevilla con América y también en la propia América durante la primera parte del siglo XVI. La historia de esta familia proporciona algunos indicios de cómo pudo haberse originado el sistema de reclutamiento de comerciantes. Nacido en Valmaseda, Euskadi, Urrutia se estableció en Sevilla y en 1508, a los 30 años marchó para América para comerciar con su hermano que se quedó en Sevilla. En 1525 regresó Sancho y envió a México a su hijo, el cual se hizo fletador y no volvió nunca más. El padre, que estaba en Sevilla, invitó entonces a su sobrino, también originario de Valmaseda, a formar una compañía de importación y exportación. Con el tiempo, el sobrino se convirtió en uno de los hombres más ricos de Sevilla. Antes de morir, en 1549, legó a Valmaseda, en perpetuidad, una capilla y una dotación para celebrar misas, pero se aseguró de que los clérigos no tuvieran nada que ver en la administración de las finanzas. Aquí tenemos ya el sistema en su forma más simple. Es típico vasco el envío de parte de la fortuna al pueblo nativo y también lo es la insistencia en que quede libre del control eclesiástico. Podríamos entonces deducir que dicho sistema existía ya entre los vascos hacia 1500 y que lo trajeron a la Nueva España vía Sevilla. Su rasgo más distintivo fue el prolongado y voluntario celibato antes de contraer matrimonio, que se adecuaba bien a la vida de los marinos y comerciantes viajeros o a la de comerciantes aventureros que tenían que emprender largos y peligrosos viajes. Los vascos lo trasplantaron a América y como parte delproceso igualador llevado a cabo en este enorme continente, fue adoptado por todos los inmigrantes españoles que buscaban fortuna, como la mejor forma de alcanzarla y conservarla. Quizá esta transferencia se veía facilitada por el hecho de que los vascos abandonaron su lengua en América. Curiosamente, la colonización española de América no aumentó las diferencias regionales que tanta importancia tenían en España. La dispersión, en capas delgadas, de la heterogénea población peninsular por el enorme continente no condujo a la formación de, digamos, países vascos, gallegos o andaluces, sino que unió a los españoles lingüísticamente y de otras muchas maneras. Enfrentados con la pesadilla de la rebelión general de los indios, los españoles cerraron filas en torno de la corona de Castilla y de su lengua. Interior de Aranzazu, Guadalajara. Pronto, en 1607, un vasco mexicano lamentaba la pérdida del euskera y que el castellano lo hubiera reemplazado. Empero, los vascos siguieron siendo una comunidad aparte e incluso a principios del siglo XVII poseían sus propios destacamentos en la milicia de la ciudad. A la larga, lo que les ayudó a conservar su identidad, sin embargo, fue la Cofradía de Nuestra Señora de Aranzazu, fundada en honor de la Virgen, cuya aparición a un pastorcillo vasco tuvo lugar en el siglo XV. La sagrada imagen llegó a tener mucha mayor importancia para los vascos de México que para los de España y se convirtió en el símbolo de su nacionalidad. En Guadalajara, la de Jalisco, llevada por la próspera familia Basauri en aquellos mismos tiempos, sigue reinando desde su propio templo, uno de los más antiguos y que se ubica en pleno centro de la ciudad; muchas jóvenes tapatías llevan por nombre Arantza. Los vascos se enriquecían cada vez más, en parte debido al auge de las minas de plata, al que tanto habían contribuido ellos mismos. Los legados piadosos administrados por la Cofradía empezaron a acumularse. El monasterio franciscano resistió la tentación y cumpliócon su obligación de no intervenir en los asuntos financieros de la Cofradía. Con todo, en 1716, el arzobispado de México intentó influir en las decisiones de inversión de la Cofradía de Aranzazu procurando su unión con la Congregación vasca de Madrid, con cuya ayuda intentaría dominar a las autoridades coloniales de la ciudad de México. Para 1728, la Virgen era ya tan rica que un fraile mercedario intentó incitar el odio popular contra "los herejes vascos". Palacio de Gobierno de Jalisco. Cuatro años más tarde, tres destacados miembros de la Cofradía: Aldako, Meabe y Etxebeste decidieron fundar en la ciudad de México un internado para niñas españolas pero de preferencia vascas, hijas o nietas de vascos. Aldako y Meabe administraban los intereses mineros, bancarios y mercantiles de los Fagoaga, que sumaban más de un millón de pesos, patrimonio que en esa época era uno de los más grandes del país y que no dejaba de crecer ya que estaba íntimamente ligado a la producción de plata, que se venía incrementando progresivamente desde 1700 y cabe decir que con excepción de las minas de Taxco, en el sur, la mayor parte de ellas se encontraban en la región centro y occidente del país: Guanajuato, Zacatecas y Jalisco, principalmente. Hablando en cifras, la acuñación de plata y oro en México se incrementó de cuatro millones de pesos al año, alrededor de 1700, a más de veinte millones de pesos un siglo más tarde, un aumento de 500 por ciento. Hacia el año de 1800, en el punto culminante de la prosperidad del país como colonia, los ingresos del erario de la corona provenientes de la minería mexicana sumaban más de cinco millones de pesos al año. Las minas de plata constituían el motor de la economía del país. Gracias a ellas, el gobierno del Virreinato podía recaudar anualmente veinte millones de pesos, lo cual representaba más del diez por ciento de la producción agrícola, minera y manufacturera del país. Del total de esos ingresos, aproximadamente la mitad iba a parar a Madridy la mayor parte de esta contribución provenía de los vascos, sobre todo del patrimonio de los Fagoaga. En el centro, occidente y noroeste del país todo transcurrió normalmente hasta 1810, hasta que algunos vascos, encabezados por un próspero bilbaíno, Gabriel Yermo, aprovechando la caída del gobierno de Godoy en España, organizaron una conspiración que terminó por derrocar al virrey y surgió entonces en el Centro, concretamente en Querétaro, Guanajuato y Nueva Valladolid (hoy Michoacán) un movimiento de independencia que afloró en la población de Dolores, Guanajuato, encabezada por cuatro caudillos apellidados Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. El primero era un sacerdote criollo de origen castellano, aunque su madre se apellidaba Gallaga Gastegui; los otros tres eran hijos de comerciantes vascos, eran oficiales del Ejército y miembros de ayuntamientos. Con el vigor heredado de sus ancestros, estos hijos de vascos proclamaron la revolución en septiembre de 1810 y, aunque todos menos uno fueron pasados por las armas, iniciaron una cruel y destructiva guerra que duró once años. Avenida Hidalgo de Zacatecas. El último acto de la guerra también tuvo como protagonista a un vasco criollo: Agustín de Iturbide, hijo de un comerciante vasco y de una mujer vasca nacida en Nueva España. Iturbide podía proclamar: "soy vasco por los cuatro costados". En 1810 se adhirió a la causa de España pero después cambió de parecer y como se hallaba a la cabeza del Ejército, proclamó la independencia de México en 1821, dándole este nombre a todo el país. Así, los vascos, con su viejo espíritu de libertad, contribuyeron a lograr la independencia mexicana. En 1824, por influencia de Estados Unidos, México adoptó una constitución federalista republicana y terminó la influencia política de los vascos en el país y su dominio económico también estaba a punto de terminar. Los estragos de la guerra y las inundaciones en las minas hicieron bajar su producción considerablemente y el México independientefacilitó a las empresas estadounidenses la inversión en la minería. Así, la minería mexicana pasó a sus manos y a las de ingleses, franceses y alemanes, lo mismo que los negocios de importaciones, exportaciones y financiamientos. Plaza de Armas. Guadalajara. Sin embargo, los recién llegados no entendían el campo mexicano y evitaron invertir en la tierra, con lo cual los vascos y sus descendientes continuaron ocupando un sitio prominente en la agricultura mexicana. Por ejemplo, la provincia de San Luis Potosí, a donde el prominente inmigrante vasco Pantaleón Ipiña llegó durante la guerra de independencia con recomendaciones para Pedro Imaz, comerciante vasco establecido en esa ciudad. El joven Ipiña desempeñó primero el trabajo rutinario, luego se convirtió en socio de Imaz, sobre todo en la compraventa de barras de plata y adquirió así una fortuna mediana, abrió una tienda por su cuenta y, por último, se casó con la viuda del dueño de una importante propiedad que había pertenecido a los jesuitas. Su hijo José acrecentó la fortuna familiar con la compra de más haciendas y casándose con la hija de otro hacendado vasco, Paulo Berastegui. En unos cuantos años, José Ipiña era el terrateniente más importante de esa provincia, algunas de sus haciendas estaban destinadas a la cría de ganado, otras al cultivo de cereales y otras más al cultivo de la caña de azúcar. Esta fortuna desapareció con el tiempo debido a la Revolución de 1910 1920 y a la reforma agraria de 1935 1940. Al norte de San Luis Potosí, una parte del antiguo latifundio de Urdiñola fue adquirida en 1848 por el inmigrante vasco Leonardo Zuloaga, propietario de una ex hacienda jesuita y esposo de la rica vascomexicana Luisa de Ibarra. La irregularidad de las lluvias hacía que estas tierras, de aproximadamente un millón de hectáreas, no fueran propias para la agricultura, pero Zuloaga construyó diques y canales de irrigación y transformó así el desierto en un moderno distrito algodonero. Nacido en Euskadi, tierrahúmeda y de cría de ovejas, Zuloaga creó un sistema de irrigación a gran escala en el árido norte de México. Cuando murió, en 1865, Juárez confiscó sus propiedades pero luego se las devolvió a la viuda. Sin embargo, la situación no era favorable y la viuda vendió el latifundio en partes, que luego se convirtieron en prósperas haciendas algodoneras. Aunque éstas sucumbieron ante la reforma agraria en la década de 1930, Zuloaga todavía es recordado en el árido norte de México como el padre de la agricultura progresista. Después de la revolución iniciada en 1910, los inmigrantes vascos prefirieron dedicarse al comercio y a las actividades fabriles, como lo muestran todavía los nombres de varias de sus empresas que aún existen. Euskonews & Media 213. zbk (2003 / 06 / 6 13) Euskomedia: Euskal Kultur Informazio Zerbitzua Eusko Ikaskuntzaren Web Orria
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