190 Zenbakia 2002-11-29 / 2002-12-06

Gaiak

Hacia la desaparición del caserio agrícola

ALBERDI COLLANTES, Juan Cruz

Hacia la desaparición del caserio agrícola Hacia la desaparición del caserio agrícola Juan Cruz Alberdi Collantes El sistema agrario que caracteriza al caserío vasco aparentemente se mantiene en sus fundamentos básicos en el último cuarto de siglo. Los primeros datos del censo agrario de 1999 no muestran alteraciones significativas y, en términos generales, usos, explotaciones y actividades conservan su anterior presencia. Observamos que, a pesar de ello, ya está iniciado un proceso que lleva a la consecución de un nuevo escenario en el medio rural vasco atlántico, un espacio sin agricultores. Cambia el sistema productivo, la dinámica poblacional, los usos del suelo y también el espacio social que rodea al caserío. Las aportaciones que en este artículo recogemos son las conclusiones de un trabajo de investigación que, centrado en una comarca cuya explotación agrícola característica es el caserío, trata de observar la evolución y situación actual que presentan los elementos principales que conforman el espacio agrícola. La investigación se centra en la realidad de Donostialdea Bidasoa, una comarca marcada por la proximidad del entorno urbano, aunque todo indica que la intensidad y el proceso que recogemos se esta materializando de similar manera en Gipuzkoa y, según investigaciones recientes relativas al caserío vasco, en toda la vertiente atlántica de la Comunidad Autónoma. 1. Quiebra del espacio agroganadero: la falta de población activa como detonante Todo sistema territorial muestra unos mecanismos de transmisión que aseguran su continuidad, su desarrollo o, en su defecto, su quiebra. De aquellos que regulan el espacio agrícola de la comarca uno es el que principalmente está generando la ruptura de su sistema, la falta de mano de obra familiar. El interés de algunos de sus miembros jóvenes por esta actividad es garantía de continuidad. Sin embargo, no es ésta la situación observada y, en la mayoría de los ejemplos, la población más joven no muestra interés por tomarel relevo en esta función. El resultado es el comienzo de un proceso que en distintas fases (empieza una vez que el jefe de la explotación supera los 50 años), lleva al abandono de las labores agrarias. Aunque tiene un inicio anterior, el último paso coincide con la llegada a la jefatura de la explotación de una generación que no ha conocido la sociedad rural que ha caracterizado en gran medida al caserío vasco hasta los años sesenta. Tan sólo en los casos en los que alguno de los hijos decide continuar con dedicación completa a esta actividad y asegura el relevo al frente de la explotación, la actitud que adopta el titular es muy distinta, apostando por la renovación de la explotación y el aumento de su capacidad productiva. Incluso tratará de mantener, en la medida de lo posible, la base territorial del caserío en su integridad, compensando a los otros hijos con otros bienes inmuebles o con aportaciones económicas. No suele ser ésta la actitud mayormente observada y en la comarca más del 90% de las explotaciones carecen de relevo generacional. Por tanto, las actitudes tendentes a la marginalización y abandono progresivo van a ser las mayoritarias. La falta de renovación de la función agraria en el seno de la familia afecta a toda la estructura del sistema: Las funciones agroganaderas inician un proceso que lleva finalmente a su abandono, que se va materializando en distintas etapas: mantenimiento de actividad sin renovación ni mejoras en la explotación, extensificación (de bovino de leche a carne o a ovino), marginalización económica y, en un último estadio, la consecución de una actividad residual o el retroceso definitivo. Los aprovechamientos del suelo agrícola utilizable se extensifican, pasando de la pradera al pasto con siega, al pasto sin siega y, finalmente, a la pérdida de su capacidad energética. El suelo agrícola utilizable se reduce progresivamente. La base territorial del caserío se divide en unidades aún más pequeñas. Al dejar de ser el medio necesariopara la supervivencia del núcleo familiar, el mayorazgo pierde su función y los bienes inmuebles comienzan a repartirse entre unos hermanos que heredan por igual. El valor económico del patrimonio hace impensable una compensación monetaria que permita mantener el dominio del caserío. Las actividades complementarias (agroturismo, restauración...) se convierten en sustitutivas de la que supuestamente es la principal de la explotación, la agroganadera, que en esta tipología de caseríos se va marginando progresivamente. Entre la intensificación y el abandono de la actividad, la vía de la complementariedad apenas tiene representación. Tal vez, la mayor peculiaridad que presenta esta sucesión es su carácter generalizado. Pocas son las unidades agroganaderas que escapan a ella. Teniendo en cuenta a aquellas que ejercen la actividad a tiempo parcial no llegarán a superar al 10% de las existentes actualmente y a medio plazo, una vez que se materialicen algunos de los planes de desarrollo urbanístico planteados y aprobados, este número descenderá aún más. La mayoría de las explotaciones se enfrentan a este proceso pero entre todas ellas son las que han ejercido la agricultura a tiempo parcial las que de un modo más intenso se ven afectadas. Si la A.T.P. supuso en la década de los sesenta un modelo que permitió mantener la actividad en el caserío vasco, amortiguando la reducción de activos agrarios, con la llegada de la siguiente generación se consuma el abandono definitivo de las funciones agrarias. Debido a la intensidad del proceso de abandono de las actividades agroganaderas que observamos, no hablamos de renovación, reestructuración o reconversión, sino de una auténtica aniquilación de este medio. Si el generador de la ruptura del sistema agrícola de la comarca es la falta de mano de obra activa, las causas que llevan a esta situación hemos de buscarlas en el exterior de este espacio, en el desarrollo general de las ocupaciones agroganaderas y en la influencia que el mediourbano ejerce sobre el suelo y la población agrícola. 2. La proximidad urbana y la globalización económica provocan el abandono de la actividad Las dificultades estructurales del caserío para adecuarse a las exigencias de un mercado internacionalizado y las ventajas comparativas del trabajo en la ciudad frente al del campo son las causas que justifican el abandono de la actividad en la comarca. A lo largo de este trabajo hemos comprobado cómo se materializaba esta influencia, haciendo al medio agrícola de Donostialdea Bidasoa partícipe de una realidad en gran medida generalizada. A modo de conclusión, recogemos a continuación cómo condicionan estos caracteres el desarrollo de los espacios agrícolas y, concretamente, el de la comarca. La racionalización económica potencia la desaparición del pequeño agricultor. La evolución observada en la comarca coincide, en primer lugar, con el desarrollo general de los espacios agrícolas. El devenir de los sectores agroganaderos está marcado por una política que tiene entre sus objetivos crear un sector competitivo, capaz de hacer frente y sobrevivir en una economía de libre mercado. El resultado es la consecución de un modelo que trata de rendir más y más barato. Como resultado, un pequeño grupo de explotaciones se adecua a las exigencias que la globalización económica impone en este sector, aumentando sus rendimientos y capitalizando su explotación, pero la mayoría no renueva instalaciones, reduce su renta agrícola y finalmente abandona la labor. Dentro de esta generalización, la unidad agrícola que se desarrolla en la vertiente atlántica vasca presenta una serie de particularidades que llevan a que el proceso de retirada de la actividad sea aún más intenso. En primer lugar, la comarca constituye una unidad de Agricultura de Montaña, zona desfavorecida en la que los usos agrícolas se ven limitados por la pendiente. Del mismo modo, la explotación agrícola de la comarca es partícipe de una unidad territorial común a todo el ámbitovasco atlántico, el caserío. Sus caracteres son coincidentes (especialización ganadera, usos del suelo, régimen de tenencia, base territorial, ...) y también su problemática. Constituye una tipología con problemas estructurales, principalmente originados por contar con una reducida superficie agrícola utilizable en propiedad. Como resultado, la unidad ganadera que se especializa, recurre al empleo masivo de aporte energético exterior, aumentado el gasto variable y presentando unos beneficios netos comparativos menores que los que se obtienen en otras áreas, regiones o países europeos. Por tanto, el modelo agrícola potenciado reduce las posibilidades de adecuación de una unidad productiva con unas claras limitaciones territoriales y físicas. No puede competir en una economía de mercado y las únicas opciones que tiene es el recurso masivo a imputs industriales o el abandono de la actividad. En definitiva, se está materializando una situación ya prevista hace varias décadas, amortiguada por el desarrollo puntual de la A.T.P. y que ahora se consuma definitivamente, desapareciendo la denominada "agricultura insuficiente". La ciudad acentúa la intensidad del proceso de abandono. El medio agrícola de las áreas periurbanas, tradicionalmente, ha tenido una evolución peculiar y en muchos casos, producto de la proximidad al mercado, ha generado una actividad más competitiva y desarrollada que en zonas más alejadas. En la comarca de Donostialdea Bidasoa se refleja en la consecución de la especialización hortícola de un buen número de caseríos, que aprovechan su ubicación para desarrollar sistemas de comercialización en circuito corto. Sin embargo, la ciudad también impone una serie de limitaciones que condicionan la evolución final de estas actividades. La urbe elimina progresivamente la función agrícola en sus proximidades. Una de las causas principales que provoca esta situación tiene su origen en el precio del suelo rural, cuyo valor deja de estar fijado por su capacidad agrícolapara pasar a ser regulado por sus posibilidades urbanísticas. Se genera una problemática similar en las áreas agrícolas próximas a los espacios urbanos, cuyas consecuencias se reflejan en nuestra comarca en estudio: A) El medio rural como reserva de suelo en espera de su urbanización. Las expropiaciones se suceden y, relacionado con ellas, documentos de planificación que, a pesar de que a menudo no se concretan en una ocupación física del espacio, afectan de manera decisiva a aquellas explotaciones instaladas en esa área, provocando desánimo, inestabilidad, falta de renovación de las instalaciones productivas y marginalización de la actividad, que se abandona finalmente con el cambio generacional. B) La inexistencia de iniciativas de desarrollo agrícola fundamentadas en el elemento tierra. El alto precio del suelo imposibilita poner en marcha políticas de desarrollo y de mejora en el sector que permitan retirar suelo del mercado especulativo. Como consecuencia, en la medida en que se obstaculiza el acceso a la tierra se dificulta incorporar población activa. Asimismo, genera una pérdida progresiva de empleo resultado de la reducción continua del espacio agrícola. En general, se produce una restricción de las posibilidades de desarrollo de la explotación al limitarle la base territorial. C) Las modalidades de arrendamiento agrario mayoritarias no benefician al ganadero. Ni se venden ni se arriendan terrenos a precios agrícolas y son los acuerdos orales, sin ninguna garantía jurídica ni temporal, los que predominan. En Donostialdea Bidasoa, la única posibilidad de ampliación de la base territorial de la explotación es a cuenta de contratos en precario que no ofrecen garantías suficientes a aquel que fundamenta su actividad en la utilización de estas tierras, y que limitan su aprovechamiento a un uso (hierba para forraje) alejado de sus posibilidades agrológicas. D) Extensificación generalizada de usos. En las zonas urbanas el elevado precio del suelo y las perspectivasde recalificación urbanística creadas tiene como consecuencia que la extensificación sea generalizada. Muchos agricultores mantienen parcelas en barbecho o con aprovechamientos extensivos, a la espera de su venta a precios urbanos. En la comarca observamos cómo aquel agricultor que va reduciendo su carga ganadera no quiere contraer compromisos con terceros, ni siquiera verbales, y tan sólo cuando el terreno comienza a perder sus posibilidades agrícolas cede su uso. Así, salvo excepciones, el aprovechamiento es claramente extensivo, muy alejado de sus posibilidades agrológicas, tanto en la montaña como en el valle. Si la incidencia de la ciudad sobre el precio del suelo agrícola es un elemento destacado, la oferta laboral de la ciudad es otro de los razonamientos principales que explican el abandono de la actividad agroganadera de estas zonas. El trabajo agrícola difícilmente puede compararse con otro que aporta tiempo libre, que no requiere tanto esfuerzo físico y que no supone inversión económica previa. El modelo productivo impulsado en el caserío vasco, además, no aporta unos beneficios propios de una actividad empresarial que asume riesgos, sino más bien el sueldo de un trabajador medio. La ciudad es una fuente laboral y el habitante del medio rural próximo accede a ella con facilidad. Las opciones que tiene son más variadas que las de aquel que habita en áreas más alejadas y ante éstas opta por las que mayores ventajas le aporta. Observamos cómo en Donostialdea Bidasoa no hay un abandono del caserío sino la pérdida de una de sus funciones, la agroganadera. En esta investigación llegamos a la conclusión de que si el modelo de desarrollo económico imperante limita las posibilidades de continuidad a un pequeño grupo de explotaciones, reducción mayor aún en zonas que cuentan con dificultades físicas o territoriales, la proximidad a la ciudad también impulsa el proceso de abandono, llegando a liquidar la agricultura desarrollada en estos espacios. En la comarca en estudioconfluyen todas estas características que, interrelacionadas y en una coincidencia temporal, generan la práctica eliminación de su función agrícola. 3. Escenario de futuro: una comarca sin agricultores La pérdida progresiva de activos y explotaciones, junto a su coincidencia con las situaciones que ya se están observando en otros ámbitos agrícolas, permite aventurar un nuevo escenario del sector agroganadero de la comarca. Se va a producir una importante merma del suelo agrícola. Aunque todavía es considerable el suelo que se mantiene como rural, el agrícola utilizable y, especialmente los suelos mecanizables en alturas inferiores a 100 metros que escapan del proceso de urbanización no son tantos. Todo indica que serán los barrios más alejados y las tierras más altas y con peores condiciones agrológicas las que van a mantener su carácter rural, mientras el resto quedará a merced de la ejecución de estos planes. El número de agricultores se reducirá significativamente, organizándose en dos tipologías distintas: profesionalización y agricultura de ocio. Por un lado, tendremos a aquellos que optan por continuar con la actividad, a la que se dedicarán a jornada completa. En una estrategia claramente productivista, muchos de ellos recurrirán al empleo de mano de obra asalariada que sustituirá progresivamente a la ayuda familiar. Alejadas de todo objetivo económico, un buen número de explotaciones mantendrá pequeños rebaños de ovejas, un reducido número de cabezas de bovino o equino, un pequeño manzanal o algo de huerta al aire libre. Este parece que va a constituir el grupo más numeroso, la base de la agricultura de la comarca, aunque previsiblemente, a largo plazo, tenderá también a perder unidades. El suelo utilizable da paso al matorral y al bosque atlántico. El suelo agrícola se irá abandonando progresivamente a medida que una actividad ya extensiva vaya reduciéndose y desapareciendo. Esta situación se dará de manera generalizada en aquel terreno no mecanizable perotambién parece que se va a extender a aquel que puede ser objeto de uso con maquinaria agrícola, especialmente en aquellas zonas en las que no haya explotaciones ganaderas de dedicación exclusiva que demanden suelo. El aprovechamiento agrícola, sin embargo, no va a cambiar. El uso que sustituirá al pasto y a la pradera no va a ser el que en otro momento cumplió esa función, la plantación forestal. Las coníferas han reducido un 30% la superficie que ocupaban hace apenas diez años y la dinámica actual no indica cambios en esta tendencia. Tampoco la repoblación con frondosas es la alternativa elegida por la iniciativa privada. Actualmente, observamos cómo el bosque, tras la tala, se desatiende, iniciándose un proceso de regeneración natural. Varias razones explican este abandono pero una parece ser la principal, coincidente con la que observábamos en el espacio agrícola, la falta de mano de obra. Con el agricultor también desaparece el silvicultor. Tampoco parece que las iniciativas públicas puedan cambiar la tendencia observada en el aprovechamiento del suelo agrícola. Estas políticas no tienen en cuenta aspectos tan trascendentales como la falta de mano de obra para trabajar estas tierras o la propiedad de un suelo enormemente parcelado que impide poner en marcha acciones que permitan su aprovechamiento, intensivo o extensivo. Estas iniciativas, que en zonas dominadas por explotaciones con mayor base territorial o en áreas con menor presión urbana pueden ser y son condicionantes, no lo serán en una comarca en la que el valor del suelo no depende de sus posibilidades agrológicas y el agricultor no es propietario más que de una parte de la superficie que utiliza y, por lo tanto, no puede decidir sobre toda ella. El caserío actual, que combina residencia y explotación agroganadera, desaparecerá. La razón inmediata hemos de buscarla en la apatía por la actividad que demuestra el relevo generacional. Sin embargo, el cambio va ir mucho más allá de una mayor o menor actividad.La desaparición del mayorazgo está provocando la partición de la heredad, situación que en los próximos años se generalizará. El caserío ha llegado relativamente íntegro hasta nosotros pero ahora, una vez reconocida la igualdad de todos los hijos y una vez perdida su función productiva, se subdividirá en pequeñas parcelas con propietarios distintos. A partir de este momento, se reducen las posibilidades de constituir una unidad agroganadera. Del caserío explotación pasamos al caserío residencia, función que se va a multiplicar puesto que la división de la heredad que ahora realiza la familia persigue normalmente justificar la construcción de vivienda aislada. El escenario final nos plantea una comarca sin apenas agricultores, en la que esta actividad tiene su finalización cercana. Pocas son las zonas que van a mantener un carácter rural, con un dominio de los aprovechamientos agroganaderos, y las que lo van a hacer se van a convertir en la periferia de los nuevos usos urbanos, situación que también condicionará su desarrollo. Juan Cruz Alberdi Collantes Euskonews & Media 190. zbk (2002 / 11 29 / 12 6) Euskomedia: Euskal Kultur Informazio Zerbitzua Eusko Ikaskuntzaren Web Orria