184 Zenbakia 2002-10-18 / 2002-10-25

KOSMOpolita

Canchas de pelota en el Montevideo de los primeros inmigrantes vascos

FERNÁNDEZ, Renée MAYTIA ROMERO, Danilo

Kosmopolita Canchas de pelota en el Montevideo de los primeros inmigrantes vascos Danilo Maytia Romero & Renée Fernández Junto al anhelo de un futuro promisorio, los inmigrantes traen consigo un bagaje de recuerdos y tradiciones que actúa de enlace con su tierra y los mantiene unidos entre sí. Muchas y diversas fueron las causas que obligaron a los vascos a cruzar el Atlántico en busca de nuevos horizontes, diversas también las localidades de origen y los oficios traídos, pero una, la historia y la costumbre. Costumbre que se refleja en la vestimenta, con el uso de boinas y alpargatas, costumbre que se recuerda en las romerías, donde al compás de txistus y tambores, la nostalgia danza al ritmo de fandangos y zortzikos, costumbre que resuena en cada impacto de pelota al golpear contra el frontón y en cada rebote de cesta o de la mano ruda del laborioso vasco. Aunque se sabe que en el Montevideo colonial se jugaba a la pelota contra las paredes de los edificios del recinto amurallado, los registros sobre canchas construidas especialmente con tal fin, aparecen recién al extenderse la ciudad por extramuros. Las ubicaciones de las mismas marcan los asentamientos de vascos, ya que oficiaron muchas veces, no sólo como lugar de recreo, sino como mojón de ubicación de los nuevos inmigrados. La primera en instalarse lo hace en terrenos contiguos a la zona del ejido, más tarde se construye la de la Villa Restauración, sede de los sitiadores en la contienda civil de 1839 - 1851 y luego en varias zonas industriales de la ciudad donde se asentaban núcleos de vascos asalariados. Esquema de ubicaciones de los poblados. Juego de Pelota: En 1823 se construyó la primer cancha de pelota en extramuros, en terrenos propiedad de Manuel Lezama hasta su venta en 1830. Se ubicaba frente a la antigua capilla del Cordón y era completamente abierta hacia esa calle, permitiendo que todos las aficionados pudieran contemplar los juegos sin pagar entrada. Las únicas apuestas permitidas eran el pago de la vuelta de copas y la tarifa de la cancha a cargo del perdedor, permitiendo al dueño hacer negocio en la pulpería adjunta, en la cual se expendía vino y horchata. Consideramos que la relevancia de este frontón no radica únicamente en las constancias sobre la masiva concurrencia masculina en días festivos (1), sino, especialmente, en la referencia a la misma en los registros de entrada de los pasajeros llegados a Montevideo. Resulta interesante observar, que si bien la cancha de pelota dejó de funcionar a principio de los 30, la trascendencia que había adquirido perdura en el nombre del paraje denominado entonces Juego de Pelota, convirtiéndose en el destino declarado de muchos vascos según consta en los Libros de Ingreso de esos años (2). Villa Restauración: La incipiente nación establecida en 1828, quedó envuelta a partir de 1839 en una guerra civil, en la cual se enfrentaron dos ejércitos defendiendo dos ideas diferentes de país. Fue así que desde 1843 Manuel Oribe sitia en Montevideo al entonces Gobierno de Rivera (3). Las fuerzas oribistas cercan la ciudad y de resultas del asentamiento de sus tropas y seguidores, surge el pueblo denominado Villa Restauración. Coincide con este período un primer auge de la inmigración vasca de ambas vertientes de los Pirineos. La índole internacional que tomó este conflicto, llamado luego Guerra Grande, dividió el apoyo de extranjeros residentes: franceses, ingleses e italianos acompañaron al Gobierno de la Defensa en la ciudad sitiada, mientras que los españoles respaldaron al Gobierno sitiador del Cerrito. Esta tendencia se reflejó en los vascos, cuya participación activa en el conflicto se expresó a través del Batallón de Cazadores Vascos, de la Legión Francesa en la Defensa y del Batallón de vascos de Basterrica junto al ejército sitiador. Para los vascos sitiadores resultaba necesario mantener sus costumbres y era inevitable el surgimiento de alguna cancha de pelota, ya que aquellas existentes en la ciudad, quedaban inalcanzables para los simpatizantes de Oribe. Se destinaron entonces para cancha de pelota, terrenos ubicados frente a la antigua capilla del poblado. En ella se reunían los innumerables vascos residentes en la Restauración, para rememorar, sin duda, viejas anécdotas de los añorados paisajes cantábricos y pirenaicos. Nos quedan los registros de la asidua presencia del Presbítero Domingo Ereño, quien seguramente descargaba en la cancha los ímpetus de su comprometida posición política junto al ejército sitiador (4). Cabe apuntar que a lo largo de la historia de vidas vascas en esta ciudad, no fue el cura Ereño el único que, a pesar de la sotana, se embarcaba en fatigantes partidos de pelota. Años más tarde, también los curas vascos del Colegio de la Iglesia de Betheram, se distendían peloteando en la cancha contigua al mismo, de las preocupaciones ocasionadas por los desencuentros surgidos entre Iglesia y Gobierno. Muchas madrugadas y anocheceres los vieron en partidos agotadores, jugando seguidos hasta tres de ellos a 25 tantos (5). Cuántas veces habrán intentado agotar la energía de los inquietos alumnos en esa cancha contigua a su iglesia. JAI ALAI: El juego de pelota tuvo su apogeo a fines del siglo XIX. Existían en Montevideo seis canchas muy concurridas, entre las que destacaban las del Centro Vascongado y el frontón del Centro Euskaro (ex Laurak Bat), pero el punto de reunión más célebre era el frontón JAI ALAI, ubicado a trescientos metros de aquella primera cancha de Lezama. La importante fachada guardaba tres frontones; uno abierto, donde se jugaba a guante o cesta y dos cerrados, uno de ellos con dimensiones reglamentarias donde se efectuaban partidos a mano libre o guante, y el otro de dimensiones más pequeñas, destinado a las prácticas. Los dos primeros contaban con graderías y palcos para el público. La cancha cerrada contaba con instalación de energía eléctrica que permitía la realización de partidos nocturnos a los cuales concurrían numerosos aficionados. Hay que destacar que la importancia de este frontón radicaba en su estrategia de contratar a los más famosos pelotaris del momento. Así fue que se jugaron partidos sensacionales con la presencia de los triunfadores en Euskadi, que venían entusiasmados porque aquí podían ganar fortunas; entre ellos "Chiquito de Eibar", "Manco de Villabona", Elizegui e Iturrioz. Un partido famoso que enloqueció al público fue el que disputaron a guante los locales Ezcurra y "Paysandú" Zabaleta contra Chiquito de Eibar y Garmendia. La trascendencia de su gran juego y finales reñidos hizo que nuestros jugadores fueran requeridos a su vez desde la península ibérica. El entusiasmo del público no se limitaba a alentar a su favorito sino que se generaban apuestas que tomaron caracteres extraordinarios; ello obligó la intervención del Presidente de la República, Juan Idiarte Borda, asiduo concurrente él mismo, quien estableció impuestos importantes para impedir que el vicio arrastrara a la juventud. Lamentablemente esta medida obligó al cierre del local, diluyéndose con esto la primacía del juego de pelota. Otro deporte estaba ganando adeptos, convirtiéndose con los años en pasión: el fútbol. Como anécdota: los primeros entrenamientos del incipiente Club Albión, transformado con los años en uno de los "grandes" del fútbol, se realizaban en horario nocturno en la cancha cerrada del JAI ALAI; practicaban sus luego famosos tiros, peloteando contra el frontón, tirando debajo de la chicharra. (6) También el JAI ALAI perduró con su nombre luego del cierre. A pesar que el recinto fue ocupado por el Regimiento de Artillería, permanecían a la vista los muros del frontón, los que junto a la ferretería JAY ALAY, ubicada en la esquina próxima, daban pie a los recuerdos de su época de oro. No hace mucho, en las interminables tardes soleadas del verano, se veían aún a los niños rebotar la pelota contra los muros del barrio. Fuente: (Foto perteneciente a Daniel Vidart) VIDART, Daniel y PI Hugarte, Renzo "El legado de los inmigrantes II", Editorial Nuestra Tierra, Montevideo, 1969. pág. 18 Barrios obreros de inmigrantes: En la segunda mitad del siglo XIX, confluyeron dos situaciones que propiciaron el asentamiento de inmigrantes; una interna, propia de la naciente nación que precisaba poblar su territorio y otra externa, como consecuencia de la existencia de la mano de obra excedente en Europa. Parte de esta población de inmigrantes continuó su trayecto hacia el interior del país, involucrándose en la explotación rural, pero muchos quedaron radicados en Montevideo, ejerciendo sus oficios o formando parte de los asalariados de las pujantes industrias de los saladeros, en primera instancia, y de los frigoríficos posteriormente. Alrededor de las instalaciones de estos, surgen poblados formados por inmigrantes quienes denotan una marcada tendencia a agruparse según su procedencia. Los trabajadores vascos eran muy codiciados por estas industrias, ya que demostraban gran resistencia al trabajo excesivo. Evidentemente, además de las actividades sociales que perduraban las costumbres de su tierra, entre música, danzas y gastronomía vasca, se organizaron para construir canchas para sus juegos de pelota (7). Surgen así canchas en el Cerro y en La Teja, dos barrios característicos de los obreros de saladeros y frigoríficos. Ya en 1863 se menciona que los vascos del Cerro tenían, en sociedad, una cancha de pelota con casa para sus encuentros sociales. Crónicas periodísticas locales, mencionan en 1901 la existencia de dos canchas cerradas, una de ellas perteneciente al Vasco Echeverría y la otra propiedad de Ackerman y De León (8). Lo destacable es que una de ellas trascendió su índole social: fue el punto de concentración de los trabajadores para la decisiva asamblea del 11 de enero de 1902, en la cual setecientos obreros declaran una huelga que involucró a más de mil peones de todos los saladeros del Cerro, en demanda de aumento salarial. La gran concentración de vascos en el barrio obrero de La Teja propulsó la creación de varias canchas. Ya desde los primeros asentamientos a comienzos del siglo XX, fueron construidas dos, pero la gran demanda impulsó la construcción de otras (9). Si bien estas canchas no contaban con pelotaris renombrados que atrajeran público desde otros puntos de la ciudad, por el número registrado de las mismas, resulta evidente su función de solaz para los obreros vascos añorantes de su tierra. Proyección: Durante el siglo XIX la existencia de canchas de pelota en Montevideo fue muy amplia, multiplicándose en los albores del siglo XX. Hemos limitado nuestro artículo a las que tuvieron más trascendencia por la gran afluencia de público y por su proyección hacia usuarios no vascos. Hemos simplemente mencionado las canchas del Centro Vascongado y la del Laurak Bat, por considerar que estas instituciones tienen mayor trascendencia dentro del quehacer de los inmigrantes vascos y no resulta justo limitarlas al entorno de sus canchas. Sabemos de muchas más que fueron surgiendo a medida que se divulgaba la pasión por este juego y cuya presencia no se limitaba a los confines de Montevideo, sino que se multiplicaba por todo el territorio nacional. No cabe duda que el pueblo uruguayo es la síntesis de los diversos pueblos inmigrantes, siendo nuestra tradición el resultado de la unión de todos aquellos aspectos que supieron trascender sus propias tradiciones originales, aspectos que están tan incorporados en nuestra idiosincrasia que se diluye su origen. Si bien el juego no tiene la misma trascendencia de antaño, en la actualidad no se limita exclusivamente a las competencias organizadas; aún permanecen los encuentros amistosos, donde el "va pelota" es un motivo más para reforzar los lazos. Tal vez hoy los niños uruguayos pasen más pateando la pelota, pero seguramente sea difícil perder la costumbre de rebotarla contra las paredes de la calle donde viven. Hoy las canchas de pelota se encuentran por doquier. Al recorrer los caminos de la República se aprecian a orillas de los mismos y destacándose por sobre las construcciones de los poblados, los frontones como mudos testimonios de la inserción vasca en Uruguay. ------------------ (1) DE MARÍA, Isidoro "Montevideo Antiguo" Tomo II, Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos, Vol.24, Montevideo, Ministerio de Educación y Cultura, 1950. (VOLVER) (2) "Libro de apuntes de pasajeros, 9.9.835 - 20.9.836, Montevideo, Archivo General de la Nación. (VOLVER) (3) MACHADO, Carlos "Historia de los Orientales", Tomo II, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1985. (VOLVER) (4) BONAVITA, Luis "Aguafuerte de la Restauración", Impresora Uruguaya, Montevideo, 1941. (VOLVER) (5) CERRES, Víctor "Efemérides del Colegio de la Inmaculada Concepción", Montevideo, 1867. (VOLVER) (6) CORNEY, Francisco "Motivos del Viejo Cordón. El frontón del JAI ALAI",La Voz del Cordón, 1ª sección, Montevideo, 23.12.947 (VOLVER) (7) BARREIRO, Agustín "Historia de la Comisión Científica del pacífico a862 a 1865" Instituto de Historia de Arquitectura 1.7 (pag. 12-13), Montevideo, 1966. (VOLVER) (8) El Iris, Año II, Nº 44 y Año III, Nº 65, Montevideo, 1901. (VOLVER) (9) BARRIOS, Aníbal y REYES, Washington "Los Barrios de Montevideo. VI El Cerro, Pueblo Victoria (La Teja) y barrios aledaños" Intendencia Municipal de Montevideo, Montevideo, 1994. (VOLVER)