122 Zenbakia 2001-05-11 / 2001-05-18

Gaiak

Álava, Guipúzcoa y Vizcaya en los siglos XIII a XV: De los valles a las provincias

GARCÍA DE CORTÁZAR, José Ángel

Álava, Guipúzcoa y Vizcaya en los siglos XIII a XV: De los valles a las provincias Álava, Guipúzcoa y Vizcaya en los siglos XIII a XV: De los valles a las provincias José Ángel La historiografía de tema medieval García de de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya ha Cortázar seguido parecidos derroteros a la de otras regiones. El esfuerzo erudito del siglo XVIII sirvió para deslindar el ámbito de la historia respecto al de los mitos y leyendas. Más tarde, el interés del Romanticismo por las identidades individuales y colectivas impulsó el amor a la tierra y a sus raíces antes de que las corrientes positivistas depuraran los testimonios documentales. Desde mediados del siglo XX, nuevos historiadores formados en la universidad y seguidores del estructuralismo, el materialismo histórico o la llamada Escuela de los Annales, han renovado el interés por todos los temas del pasado medieval y enriquecido su conocimiento al añadir a los datos proporcionados por los textos escritos los procedentes de los registros arqueológicos. Sobre esta base, los estudios relativos a Vizcaya medieval tomaron una cierta delantera en los años 1960 a 1980. Después, han sido los referentes a Álava y, particularmente, a Guipúzcoa los que han pasado a ocupar la vanguardia de la historiografía relativa a estos territorios en los siglos XIII a XV. En ese período entre los años 1200 y 1500, las líneas maestras del argumento de la historia de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya las situamos en torno al proceso de constitución, dentro del reino de Castilla, de tres espacios político administrativos diferentes. En cada uno de ellos, unos mismos grupos sociales (labradores, hidalgos, población de las villas) se combinaron en proporciones desiguales y se organizaron en torno a dos modelos político sociales: el de las estructuras señoriales con proyección colectiva de carácter regional y el de las estructuras de vecindad villana de proyección local y tendencia a la agrupación a escala respectiva de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya.Cada uno de los dos modelos trató de garantizar y, en lo posible, ampliar su proyección territorial y, consiguientemente, su jurisdicción y el control de los recursos del espacio (agricultura pobre, bosques abundantes, facilidades para la pesca marítima, ricas vetas de hierro, vías de comunicación). Y debió hacerlo en el marco de una economía cada vez mejor articulada en dos ámbitos, el atlántico europeo y el del reino de Castilla, y en el marco de una evolución condicionada por la coyuntura eufórica del siglo XIII, la depresiva de la segunda mitad del XIV y la creciente recuperación del XV. Rasgo distintivo de esa economía fue, sin duda, el fervor mercantil (basado en la exportación de la lana castellana y navarra y en la producción y venta del hierro) que impregnó a todos los grupos de la población. Las respuestas sociales, magnificadas por una fuente cronística muy concreta, las Bienandanzas e Fortunas de Lope García de Salazar, propiciaron que, durante mucho tiempo, la historiografía caracterizara el período con el cómodo y simplificador título de "la lucha de bandos". En ese proceso, durante los siglos XIII a XV, se afinaron y afirmaron los perfiles de cada uno de los componentes sociales y de los tres espacios político territoriales. Por lo que respecta a los primeros, encontró su estímulo en la decidida política, por parte de los reyes castellanos en Guipúzcoa y Álava y del señor (desde 1379, el mismo rey de Castilla) en Vizcaya, de creación de villas. La población de éstas, en especial, la de las más grandes, se constituyó en paladín de uno de los modelos político sociales, claramente hostil al otro propuesto por los parientes mayores. Por lo que hace a los espacios, las circunstancias históricas (señorío de Vizcaya; realengo de Guipúzcoa; realengo/señorío de la cofradía de Arriaga en Álava) propiciaron una cristalización política en tres territorios. Las líneas de aglutinación, a la vez sociales, geográficas y políticas, muy claras en el caso de Guipúzcoa (entreNavarra y el Señorío de Vizcaya) y Vizcaya (por su condición de Señorío), lo fueron menos en el de Álava, lo que explica una estructura social menos homogénea y un nivel de cohesión política más bajo que en los otros dos territorios. En el conjunto, la Edad Media concluyó sin que se hubiera resuelto la adscripción de unos cuantos señoríos (Ayala, Aramayona, Orozco, Oñate) periféricos a una u otra de cada una de las tres formaciones territoriales mayores. Zaloa, Orozko. Ésa fue una de las herencias que la sociedad medieval legó a sus descendientes. De las restantes, tres parecen especialmente descollantes. La primera, la consagración de tres espacios políticos (Álava, Guipúzcoa, Vizcaya) como marcos de encuadramiento de ámbitos más reducidos, algunos de ellos dotados todavía de la individualidad que les otorgaba la conservación de un corónimo. Cada uno de los tres fue escenario adecuado para las relaciones internas de las respectivas sociedades y para las del conjunto de cada una de éstas con el monarca. En una palabra, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya constituyeron tres marcos de integración política de la sociedad vasca en el ámbito de la monarquía castellana. La segunda herencia legada por la Edad Media en aquellos territorios fue una sociedad compleja, geográfica, jurídica y profesionalmente diversificada, en la que, como criterios de ordenación social y política, se estaban imponiendo dos: la riqueza y el arraigo local más que comarcal o regional. La abundancia del número de villas (una por cada cien kilómetros cuadrados) y la febril actividad mercantil contribuyeron a ese desenlace. Y, por fin, una última herencia medieval fue, sin duda, el conjunto de las bases para la creación de dos imaginarios de enorme efectividad práctica (jurídica y política) y trascendental importancia en las Edades moderna y contemporánea: la hidalguía universal de los pobladores de Guipúzcoa y Vizcaya y los pactos originarios de cada uno de los territorios con la monarquía. En los dos casos,se había producido, o a la altura del año 1500 estaba a punto de producirse, la conclusión de un proceso. El de la traslación y extensión al conjunto de los habitantes que residían en un territorio de algunos de los rasgos y de las situaciones definidas por el vínculo de relación personal propio del código vasallático, y, por tanto, hasta ahora, exclusivas de los parientes mayores y los hidalgos. José Ángel García de Cortázar, Catedrático de Historia Medieval Universidad de Cantabria 39005 Santander Euskonews & Media 122.zbk (2001 / 5 / 11 18) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria