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Una reflexión sobre el posmaterialismo de los vascos

Patxi JUARISTI

Quien tenga a su cargo el maíz de mayo y cinco hijos no andará buscando música

Decía Ronald Inglehart en su libro El cambio cultural en las sociedades avanzadas (1991) que los habitantes de los países ricos de occidente han pasado de dar importancia al bienestar material, al dinero y a la seguridad física a hacer hincapié en la calidad de vida. En su opinión, las sociedades ricas han dado el salto desde los valores materialistas a los valores posmaterialistas. En consecuencia, además de cobrar una mayor importancia los nuevos temas políticos (ecología, igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, derechos de los consumidores, deseo de conseguir mejores democracias, derechos de las minorías, desarrollo cultural...), también ha ido fortaleciéndose una gran diversidad de movimientos sociales. Los indicadores más claros de esa nueva ideología posmaterialista serían el deseo de aumentar la participación de las personas en la toma de decisiones en los municipios, fábricas y, en general, en todos los campos y niveles políticos, la voluntad de vivir en sociedades más humanas y pacíficas, la consecución de un desarrollo sostenible y el hacer posible el desarrollo de los países pobres. Lo que reivindica el posmaterialismo es que la economía, las empresas o el dinero han de ser más humanos, es decir que el dinero es el mejor criado y el peor amo.1

1. El posmaterialismo de los vascos

En base a la definición que dio Inglehart sobre posmaterialismo, se podría deducir que los vascos nos convertimos en posmaterialistas en la década de los 70. A finales de la década de los 60, la situación económica mejoró ostensible en el Estado Español, el régimen franquista se flexibilizó un poco y empezó a cambiar la escala de valores en Hego Euskal Herria y, en general, en España. Una vez que se empezaron a satisfacerse las necesidades materiales, los habitantes del Estado Español comenzamos a tener unos sueños más sofisticados en la década de los 70.2 Comenzamos a defender el ecologismo, el feminismo, los derechos de los consumidores y los idiomas, grupos y culturas minorizadas.

La evolución que ha experimentado la sociedad vasca durante los últimos 30-40 años ha sido increíble. En la actualidad, los vascos, además de satisfacer nuestras necesidades más básicas, deseamos satisfacer otro tipo de necesidades. Queremos vivir sanos y sin contaminación, queremos recibir una información más veraz, completa, objetiva y comprensible, queremos una educación de calidad y euskaldun para nuestros hijos, proclamamos la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, nos manifestamos a favor de la cultura vasca y del euskara, pensamos que tenemos derecho a la representación, a la consulta y a la participación y defendemos nuestro derecho a la protección en situaciones de inferioridad o indefensión. La mentalidad de los vascos de principios del siglo XXI no es para nada como la de los años 70.

2. Las contradicciones de nuestro pormodernismo

Está claro que somos más posmaterialistas que hace unos años y que deseamos satisfacer nuestras necesidades no materiales en mucha mayor medida que nunca antes en toda nuestra historia. Sin embargo, y sin negar todo lo dicho anteriormente, me parece que el posmaterialismo de los vascos se limita muchas veces a la proclamación de una postura o unas ideas. Dicho de otra forma, que nuestro posmaterialismo se queda en un nivel superficial y que debemos dar aún muchos pasos para llegar a crear una sociedad verdaderamente posmaterialista.

Según un estudio realizado por el Observatorio de la Juventud del Gobierno Vasco, los jóvenes de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa conceden poca importancia a la religión y a la política. Es decir, que la ideología y las creencias aparecen en los últimos puestos de la escala de valores de los jóvenes. En cambio, el dinero y los bienes materiales constituyen sus principales preocupaciones. Más aun, la opinión que los demás tengan de ellos o su propia apariencia o aspecto les preocupa más que sus amigos o su misma familia. Asimismo, no llega a un 5% el porcentaje de los que militan en partidos políticos, grupos pacifistas o sindicatos. Dicho de otra forma, no llega a un 5% el porcentaje de jóvenes que ponen en práctica una verdadera ideología posmaterialista.

Y no solamente los jóvenes, sino que los adultos también tenemos bastantes problemas para vivir y actuar como auténticos posmaterialistas. Decimos que somos ecologistas, pero utilizamos el coche para ir a cualquier lado, no reciclamos lo suficiente y desperdiciamos mucha energía y agua.

Además, las actitudes positivas que manifestamos en las encuestas a favor de los pobres se quedan muchas veces en meras intenciones y no estamos dispuestos a impulsar políticas más eficaces que mejoren su bienestar. Más aun, en línea con nuestro posmaterialismo, decimos estar en contra del hambre que sufren los países en vías de desarrollo y a favor de su progreso, pero luego aceptamos la cruda explotación de los países pobres y compramos juguetes o ropas fabricados por niños de estos países, sin preguntarnos bajo qué condiciones de trabajo están manufacturados.

Continuando con las contradicciones de nuestro “supuesto” posmaterialismo, es de destacar que continua aún vigente ese pensamiento materialista que considera que las personas, cuando buscan su beneficio personal, lo que hacen es conseguir un bienestar para toda la sociedad. Según los que profesan esta ideología, el egoísmo personal deviene en bien social y el beneficio privado es el verdadero motor para la consecución del bienestar de todos. Y el gobierno adecuado, la gestión transparente, el desarrollo sostenible de las personas y la economía, el empleo de calidad y la riqueza económica se consiguen de una manera automática si no se impide la iniciativa privada o, dicho de otra manera, si se deja trabajar sin ninguna cortapisa al mercado y a las empresas. El único objetivo de las empresas ha de ser el de asegurar los beneficios, si se desea conseguir un desarrollo económico. Por lo tanto, si se obliga a las empresas a asumir algún tipo de responsabilidad social, es decir, si se les obliga a gastar una parte de sus beneficios en temas sociales, se está obstaculizando el desarrollo económico; más aun, si se actúa de esa manera, se limita la libertad personal. Dicho esto, todavía son muchos los que piensa que el posmaterialismo frena el desarrollo económico y la riqueza de las sociedades.

Foto: wfabry

Foto: wfabry.

Llevados por nuestro posmaterialismo, decimos estar a favor de los derechos de los consumidores y en contra de los fraudes en el consumo, pero hacemos muy poco para proteger esos derechos. Los consumidores tenemos aún muchos problemas y debemos soportar muchos engaños. Además, me parece que los consumidores tenemos gran parte de culpa en la vulneración de nuestros derechos. Con mucha frecuencia los consumidores no nos preocupamos convenientemente por proteger nuestros propios derechos.

Decimos ser favorables al feminismo o, al menos, a los derechos de la mujer, pero hemos de admitir que la teoría y la praxis no coinciden al hablar de los derechos de los hombres y las mujeres. En realidad, vivimos en unas sociedades que aceptan evidentes contradicciones: hombres y mujeres ostentan aún muy distinto poder político, social y económico.

Somos posmaterialistas y nos definimos como pacifistas, pero, en realidad, hacemos bastante poco por la paz. Como señala Amin Maalouf en su libro Las cruzadas vistas por los árabes (1984), un verdadero compromiso con los países en vías de desarrollo aseguraría la paz en el mundo, pero no parece que las sociedades de occidente estemos por la labor. Según Maalouf, la rabia que existe entre los habitantes de los países islámicos pobres contra los países ricos es consecuencia de la frustración de quienes no ven ninguna esperanza ni progreso para sus hijos. La vida dura hace desear la muerte.

En la década de los 90 se generalizó entre los vascos una actitud favorable al euskara y a la cultura vasca, pero los años van pasando y nuestra lengua y nuestra cultura continúan en una situación de debilidad. Nos consideramos posmaterialistas y modernos y nos manifestamos a favor de la defensa de las lenguas y las culturas minorizadas, pero ¿cuánto hacemos para fortalecer la cultura vasca? ¿Hasta dónde llega nuestro compromiso con la cultura vasca? Hay quien considera que se está debilitando la militancia en favor de la cultura vasca y del euskara. Somos posmaterialistas en teoría, pero nos estamos encerrando en nuestro entorno más cercano y cada vez tenemos menos tiempo para trabajar desinteresadamente por la cultura vasca y el euskara. Nuestro individualismo nos impide trabajar en las redes sociales. En consecuencia, la cultura vasca tiene pies de barro y muchas de las instituciones que trabajan en su fomento manejan unos recursos demasiado débiles para dotar a la cultura vasca de la fuerza y del nivel que necesita.

Foto: jonwick04

Foto: jonwick04.

3. Conclusión final

Nuestro posmaterialismo ha dado algunos pasos desde la década de los 60 hasta nuestros días, pero me parece que nos falta mucho camino aún por recorrer para conseguir una sociedad realmente posmaterialista. Nuestra ideología posmaterialista presenta demasiadas contradicciones como para poder afirmar que vivimos en una sociedad posmaterialista. Tal vez demos menos importancia que antes al bienestar material, al dinero y a la seguridad física y más importancia a la calidad de vida, pero no se puede afirmar que hayamos dado el paso definitivo de los valores materialistas a los valores posmaterialistas.

En este sentido, si queremos conseguir una auténtica sociedad posmaterialista, debemos cambiar de raíz nuestros valores y nuestra mentalidad materialistas y construir una nueva sociedad. Sin olvidarnos de la preocupación por el maíz de mayo y por el futuro bienestar de nuestros hijos, hemos de ser capaces de buscar una nueva música. Eso sí, sin olvidarnos de la lengua, la cultura y las costumbres que nos ha legado la tradición. Como decía Barandiaran (1999:239), “las bases y los pilares de nuestra tradición cultural continúan en pie y son muy valiosos para articular, reforzar y dar un sentido totalmente euskaldun a las formas de vida de nuestros pueblos: en eso ponemos toda nuestra esperanza”.

1 Este artículo es un pequeño resumen del libro que consiguió  en 2009 el XXI premio  Becerro de Bengoa de ensayo: Maiatzeko artoaren ardura eta bost seme-alaba dauzkana ez dago musika bila. Una reflexión sobre el posmaterialismo de los vascos. Diputación Foral de Álava, Vitoria-Gasteiz.

2 Como señala José Castillo Castillo en su libro Sociedad de consumo a la española (1987), la renta per cápita de los españoles pasó de 11.042 pesetas en 1940 a 20.042 pesetas en 1963, esto es, en esas dos décadas se produjo un crecimiento del 86% en la renta.

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