735 Zenbakia 2019-01-22 / 2019-02-18

Gaiak

El siglo de Eusko Ikaskuntza

AGUIRRE SORONDO, Juan

El 22 de diciembre de 1918, en el Palacio de la Diputación de Gipuzkoa en San Sebastián, se constituía oficialmente Eusko Ikaskuntza, la Sociedad de Estudios Vascos. Se hacía con ello efectiva la voluntad unánimemente expresada durante el Primer Congreso de Estudios Vascos, celebrado tres meses antes en Oñati, para la creación de una entidad que “perdurase como unificadora y directriz del renacimiento de nuestra cultura" y en torno a la cual se aglutinasen todos los amantes de la tierra vasca.

El contexto en el que nació explica su propia necesidad. Eusko Ikaskuntza aparece en un momento histórico en el que el optimismo económico se veía ensombrecido por hondas preocupaciones sociales y culturales. A la altura de 1918, cuando termina la Gran Guerra, el país se hallaba en pleno proceso de transformación y de modernización, pero acusaba importantes carencias. Un ejemplo más que expresivo era la ausencia de universidad pública y de instituciones oficiales que velasen por su lengua e identidad.

Pero es que, además, la educación primaria estaba desatendida, y más de medio millón de personas residentes en zonas vascoparlantes no tenían acceso a una enseñanza adecuada en su lengua natal. Faltaban educadores aptos, faltaban libros de estudio en euskera, faltaban planes docentes… Tal como se denunció durante el Congreso primicial, el estado del sistema educativo era lamentable.

Súmese a esto la siempre aplazada constitución de una Academia de la Lengua Vasca; que la protección del patrimonio artístico dependía de la labor, meritoria pero insuficiente, de las Comisiones provinciales de Monumentos; y que ni siquiera se disponía de un manual de Historia de Vasconia acorde a las exigencias de cientificidad de los estudios sociales. La Revista Internacional de los Estudios Vascos, creada en 1907, era casi una excepción dentro de este panorama.

Junto a ello, había enormes carencias relacionadas con la gestión de los municipios y la modernización del agro vasco, faltaban planes y reflexiones sobre el sector arrantzale en plena transición hacia la industrialización de la pesca, así como cajas de ahorro para el apoyo financiero de las clases populares, sobre todo en Navarra y en Álava. Es por todo esto que podemos decir que Eusko Ikaskuntza nació para hacer de todo en un país que no tenía casi de nada.

Sin embargo, había lo más importante: capacidad de unión y deseo de trabajo cooperativo que hizo que las cuatro Diputaciones se concertaran para alumbrar la nueva entidad, y que a ella afluyesen hombres y mujeres de todos los territorios y de la diáspora, además de cientos de ayuntamientos, agrupaciones políticas y sindicales, instituciones docentes, congregaciones religiosas, colegios profesionales, empresas y entidades financieras, medios de comunicación y un largo etcétera.

Capacidad aglutinadora y pluralismo

Al término de la Guerra Mundial, era perceptible el deseo de la opinión pública europea por pasar página a un periodo de la historia y empezar una nueva era asentada sobre bases distintas. Con la disolución de los cuatro grandes imperios (otomano, ruso, austrohúngaro y alemán), el mapa europeo quedó reconfigurado y emergieron naciones que hasta entonces no habían tenido voz. O que, como la vasca, había sido amputada de una parte de su sistema de autogobierno tradicional en 1876.

Este doble movimiento −por un lado, hacia la apertura de una nueva etapa para la civilización y, por otro, de poner fin a “la era de los imperios” devolviendo protagonismo histórico a los pueblos que así lo reclamaban−, está en la raíz y en el espíritu que animó la constitución de la Sociedad de Estudios Vascos en 1918.

A lo largo de su primera etapa Eusko Ikaskuntza creció a un ritmo constante, y así, en 1936, cuando estalló la Guerra Civil, reunía a unos cuatro mil socios. Esto la convertía en la entidad más nutrida del tejido cultural vasco. Por territorios, Gipuzkoa, Bizkaia y Navarra eran, por este orden, los que aportaban mayores adherentes. Una singularidad de Eusko Ikaskuntza fue que, desde su fundación, invirtió significados esfuerzos por incorporar a la mujer a la vida cultural y científica.

En cuanto a sectores sociales y familias políticas (pertinentemente analizados por Idoia Estornés en un libro de referencia publicado en 1982), la representación de nacionalistas y de vasquistas católicos resultó inversamente proporcional a la de militantes de izquierda, de inmigrantes y de burguesía laica. Sin embargo, en el revuelto mar de la política española y vasca de aquellos años, Eusko Ikaskuntza supo mantener con bastante firmeza su capacidad aglutinadora y su pluralismo en los que reposaba su credibilidad y, con ello, su capacidad para servir al País.

Eusko Ikaskuntza. Anuncio publicado en «El Pueblo Navarro» del 24 de julio de 1920.

Universidad y Estatuto

Secciones científicas, cátedras de lengua vasca, cursos de metodología y de alta cultura, Cursos de Verano (creados en 1927, al mismo tiempo que los primeros del Estado), laboratorios y centros de estudio… todo ello conformaba una especie de ensayo general de la tan deseada Universidad Vasca. Junto con eso, la Sociedad realizó una labor ímproba ante las instancias del Estado para conseguir un distrito propio. Pero, por más que resultara inexplicable que una región rica y con un contingente tan grande de estudiantes careciera de enseñanza pública superior, se le cerraron las puertas. Y cuando pudo abrirse un resquicio, ya en la etapa republicana, el problema estatuario solapó al universitario. Se entendía que era conveniente esperar a la Autonomía para, desde ella, construir un sistema universitario autóctono.

Al proclamarse la República en abril de 1931, solo había una institución en condiciones de presentar un anteproyecto de Estatuto que concitara la adhesión de las diferentes familias políticas y esa era Eusko Ikaskuntza. Así lo evidenció el aluvión de peticiones llegadas desde todo el País remitidas por municipios y entidades. Con ese aval se puso manos a la obra.

Fue un proceso complejo que exigió un riguroso esfuerzo de diálogo y de síntesis de voluntades. Se consiguió que intelectuales y políticos trabajaran juntos en busca de un común denominador entre las diferentes visiones del pasado y del futuro de Vasconia. El resultado fue el llamado “Estatuto General del Estado Vasco”. Queriendo armonizar la tradición foral con el moderno federalismo, el primer Estatuto de Autonomía de nuestra historia dibujaba una estructura autónoma y confederal de las cuatro provincias, se reconocía el pluralismo intrínseco del mundo vasco y era de carácter laico.

A pesar de tratarse de un intento fallido, el Estatuto de Estudios Vascos ha quedado como un referente de nuestra historia moderna. Un ejemplo de compromiso entre personas que, por encima de sus diferencias de origen, sensibilidad e ideología, poseían visión de largo plazo y compartían una necesidad de concordia y un deseo de convivencia entre ciudadanos y entre territorios.

La recomposición

La gente de Eusko Ikaskuntza, como toda la sociedad, se encontrará enfrentada a partir del verano de 1936. Murieron socios en las dos trincheras. Otros cientos tuvieron que salir al exilio. También hubo quienes se integraron en el nuevo régimen con mayor o menor entusiasmo: estos podrían haber auspiciado que Eusko Ikaskuntza reanudase su actividad al final de la guerra, como sucedió con Euskaltzaindia, pero tal cosa no ocurrió. Ello no impidió que dos Congresos de Estudios Vascos se celebraran en Biarritz en 1948 y en Baiona y Ustaritz en 1954, permitiendo el reencuentro y la reflexión colectiva de la intelectualidad en el exilio.

Tras 42 años de “letargo”, Eusko Ikaskuntza reemergió en 1978 en un entorno radicalmente diferente al que había conocido en sus orígenes. Aun cuando el franquismo supuso un gran retroceso cultural, ya no era este un país donde “no había de nada” y había que “hacer de todo”. Cuando al lingüista Koldo Mitxelena le preguntaron si veía factible o incluso necesario reactivar Eusko Ikaskuntza en 1978, respondió: “Depende; lo será si acertamos a responder a las necesidades de nuestro País”. Y en efecto, buena parte de su crédito histórico se jugaría en la detección de esas necesidades y en saber abordarlas en el nuevo marco y con los medios idóneos.

Los estudios vascos disponían de unas bases mucho más sólidas que cuarenta años antes. La adaptación de Eusko Ikaskuntza a los tiempos y circunstancias no sería sencilla y generó una permanente tensión reflexiva que llega casi hasta nuestros días. Dos cualidades definen su singularidad. Primera, su implantación territorial: junto con Euskaltzaindia, es la única entidad oficialmente reconocida en todo el ámbito de Vasconia y con interlocución en todas sus Administraciones, tanto las de Hegoalde como las de Iparralde. Y la segunda cualidad es su mencionada capacidad aglutinadora y vertebradora.

Con estos mimbres ha llegado a centenaria una de las más antiguas expresiones de la sociedad vasca que trabaja por la generación de conocimiento, por la comprensión racional y la respuesta a los desafíos de nuestro tiempo y por el fortalecimiento de aquellos signos y valores en torno a los cuales, sea cual sea nuestra procedencia y origen cultural, credo o ideología, nos reconocemos como miembros de la comunidad vasca.


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