602 Zenbakia 2011-11-25 / 2011-12-02
El uso del agua como elemento curativo hunde sus raíces en la antigüedad y desde hace unos 2400 años, gracias a la obra Liquidorum usu, de Hipócrates de Cos, cuenta con carácter científico.
Su empleo en el territorio alavés no es citado en obras clásicas de hidrología, como la de Limón Montero, de 1697, o la de Gómez de Bedoya, de 1764, cosa que nos sorprende, pero ya en el Diccionario Histórico Geográfico del País Vasco, de 1802, se dice que son “copiosas y abundantes” sus fuentes minero-medicinales, recibiendo la confirmación en los posteriores diccionarios de Miñano (1826) y Madoz (1848).
Y es tal la importancia que alcanzan que, en la Hidrología Médica de García López (1889) Álava se sitúa en el cuarto puesto estatal por densidad de manantiales de aguas sanadoras, con 53 fuentes repartidas en 29 localidades.
Balneario Nanclares de la Oca.
Combinados el interés sanitario y el potencial económico de estos veneros, en la geografía física del territorio citado ocho de ellos dieron lugar a establecimientos balnearios como tal reconocidos: Aramaiona, Barambio, Cucho, Nanclares de Oca, Salinillas de Buradón, Santa Filomena de Gomilaz, Sobrón y Zuazo de Cuartango.
El primero que surge es el de Aramaiona, en 1827 y dotado de cuatro modestas bañeras en su origen, que fueron incrementadas hasta seis en 1832.
En 1861 la instalación mejora, contando con 18 dependencias para baños y alojamientos, y a sus dos manantiales, sulfuroso y ferruginoso, llegan a acudir unas 400 personas por temporada en su más favorable época, que vino a ser de 1880 a 1885.
La existencia del balneario fue un positivo influjo para el progreso del valle, propiciando la construcción de una nueva carretera hacía Vitoria, la presencia de coches de línea, de un salón de lectura, charanga de música y otras mejoras.
Barambio, con un conflictivo inicio por pugnas vecinales, abre sus puertas en 1846, explotando un venero sulfuroso.
Inicialmente presenta un edificio de dos plantas, en la baja de las cuales encontramos seis habitaciones; una para descanso y otras cinco ocupadas por sendas bañeras de hoja de lata y zinc, mientras en la planta superior se distribuían siete habitaciones y una cocina.
El paso a titularidad municipal, ocurrido tras pleitos, dio lugar al desmantelamiento de la primera instalación, trasladándose las bañeras al domicilio de quien ganase las periódicas pujas de adjudicación, lo que obligaba al traslado del agua curativa en depósitos.
Tal desaguisado provocó lógicas protestas del médico director y, aunque siguió siendo explotado el venero, en la Gaceta Oficial de 1878 se declaraba oficialmente cerrado el balneario, que había merecido la atención de hasta 300 asistentes por temporada entre los años 1860 y 1870, aproximadamente.
Una bomba lanzada por la aviación durante la denominada “Guerra Civil” destrozó el inicial edificio balneario.
Cucho, cuyas cualidades hidrológicas difícilmente pueden estudiarse de forma lógica separándolo de Álava, nace en 1852 y por impulso municipal, con el afán de explotar el manantial sulfurado-cálcico, sulfhídrico y nitrogenado que brotaba a orillas del rio Ayuda.
Balneario de Salinillas, situado en el extremo occidental de la Sierra de Toloño.
Para su empleo se levantó un edificio rectangular de 45 x 15 metros de planta y tres pisos de altura. En ellos se distribuían cuartos para baño e inhalaciones, consulta médica, alojamientos, cocina, capilla y comedores, contemplando incluso dependencias para pobres que no pudieran abonar el coste normal.
Manteniendo largos años una asistencia de entre 100 y 150 personas, con el repunte de 1887, en que alcanzó las 192, hacía 1927 encontramos la última referencia positiva sobre la instalación, que pasó a ser asilo al cuidado de una congregación religiosa.
Nanclares de Oca se beneficia de un primer análisis de las propiedades de sus aguas bicarbonatado cálcicas sódico nitrogenadas y alcalinas en 1864, brotando las mismas a 18,5º C.
Tras un comienzo vibrante, ya que en 1866, dos años después de abrir, recibe a 318 clientes, incluso de Cataluña, la situación bélica en la década de los 70 del XIX parece que le afectó profundamente y a lo largo de los 80 apenas si llegaban a 50 el número de enfermos asistentes.
El 10 de junio de 1888, con asistencia de autoridades y medios de comunicación, se dio una espléndida fiesta para celebrar el inicio de las obras de unas nuevas instalaciones que incluyeron desde la captación del manantial hasta el hotel o la iglesia.
Para dar idea de su grandeza, el diseño del hotel tenía una planta de 100 x 35 metros, con tres alturas hacía la fachada y dos hacía atrás, y el salón de actos contaba con 40 metros de longitud, existiendo además sendas torres destinadas a campanario y observatorio.
La inversión no pudo impedir que en 1906 el balneario se incluyera entre los “cerrados sin autorización superior”, pasando a ser utilizado por los Hermanos de la Instrucción Cristiana en 1914.
Aguas bicarbonatadas sódicas, Sobrón y Soportilla.
El de Salinillas de Buradón, situado en el extremo occidental de la Sierra de Toloño, inició su andadura en 1865 y ya dos años más tarde fue ampliado por el municipio, contando con 6 bañeras de jaspe que se llenaban con el agua sulfurosa de su manantial.
Su progreso le llevó a recibir varios centenares de asistentes por temporada en la década de 1880, generalmente del entorno, y a mantener unos 120 a 150 posteriormente.
Omitido en algunas obras a finales del XIX, vuelve a ser citado en 1906, pero ya en la “Guía Oficial” de los balnearios, de 1927 se le cita como cerrado.
Santa Filomena de Gomilaz, con sus varios manantiales sulfurosos analizados en 1865, dispone de su primer edificio ese mismo año, aunque las primeras gestiones para su fundación tienen lugar anteriormente.
Para 1877 dispone de 16 bañeras y, en sus tres pisos más ático, cuenta con unas 100 habitaciones. Esto último fue toda una desgracia para su futuro al ser ocupado como hospital de guerra por las tropas carlistas.
Con anterioridad, a finales de la década de 1860, llegó a congregar unos 229 agüistas y 90 acompañantes por temporada, en lo que sería su mejor momento.
El manantial de Sobrón era conocido desde el siglo XIII con la denominación de Fuencaliente y un uso popular.
Es preciso esperar hasta 1846 para tener su primer análisis, con cuyos resultados se clasifica las aguas como salinas y, concretamente, bicarbonatado sódicas. El término de Fuencaliente se confirma justamente al medirse una temperatura estable de 20º C en el curativo líquido.
A pesar de la oficialización que solía suponer el estudio científico descrito, la amplia asistencia, inicialmente espontánea, tuvo que esperar hasta 1859 para disponer de un modesto edificio de dos plantas y con galerías, en que recibir albergue y tratamiento.
Sus primeras cuatro bañeras de zinc y 14 habitaciones dobles recibieron mejoras sucesivas en 1872 y 1883, llegando a disponer de 120 habitaciones y un segundo edificio.
El esplendor le llega en el periodo entre 1880 y 1906, aproximadamente, años en los que recibe más de 1200 clientes por temporada.
Ello no le evita ciertos contratiempos, como los que supusieron las pugnas entre la propiedad y su médico titular, el Dr. Gurucharri, o el conflicto que surgió por la captación ilegal del segundo manantial que explotaba el balneario, situado en este caso en terreno burgalés, en el lugar de Soportilla, y unido al originario por uno de los primeros puentes construidos en hormigón armado.
Zuazo de Cuartango contó con una larga historia de uso popular antes de acceder a la categoría de instalación balnearia.
En sus postrimerías fue ocupado por tropas alemanas e italianas durante la denominada Guerra Civil.
También Zuazo de Cuartango contó con una larga historia de uso popular antes de acceder a la categoría de instalación balnearia. Y ocurría eso, de forma documentada, en el siglo XVIII, empleándose como rústica instalación algunas bañeras de madera ubicadas en una casa cercana a la charca de la Fuente Negra, a orillas del rio Bayas y bajo la Sierra de Badaia.
En 1879 se analizan por primera vez las cualidades de sus aguas, siendo Codina Langlin el responsable del estudio, que las clasifica entre las sulfurado sódicas y les atribuye una temperatura de 14º C.
Esas características dan pié también a su explotación comercial como agua de mesa, logrando a lo largo de su historia distinciones en diversas exposiciones, como las de Toulouse y Amberes.
En cuanto a la instalación, entre el 78 y el 79 se dispone un inicial y modesto equipamiento con seis bañeras de zinc y de mármol blanco y cinco habitaciones destinadas al uso del agua en forma de duchas, pulverizaciones y otros medios terapéuticos, pero en los años 1882 y 1887 al 89 se producen importantes ampliaciones, como consecuencia de las cuales, Zuazo llega a recibir regularmente, entre 1890 y 1900, cifras superiores a los 1000 enfermos y 3000 concurrentes.
Su éxito le lleva a ser, junto con Sobrón, una de las instalaciones de más tardío cierre en el panorama hidrológico-médico de Álava.