La Villa de Antoñana está en la confluencia de los ríos Ega y Sabando, que la rodean, junto a la carretera A-132, que va de Vitoria a Estella.
En 1182 fue fundada por Sancho el Sabio de Navarra sobre un antiguo fuerte, en la confluencia de dos caminos: uno desde Armentia, por Okina y Corres, y el otro desde la Llanada a Estella, a través del puerto de Azazeta.
Ronda en la calle Arquillos de Arriba.
Foto: Aitor González Gato.
En 1239 fue incorporada a Castilla por el rey Alfonso VIII. En el s. XIV Enrique de Trastámara la donó a Ruy Díaz de Rojas, quien a su vez la transmitió a los Hurtado de Mendoza, cuya jurisdicción fue pleiteada por la villa hasta conseguir su independencia en 1635 previo pago a la Corona.
Aunque no será hasta fines del s. XV cuando aparezca documentación sobre su muralla, sin duda esta se empezaría a construir inmediatamente después de la fundación. La cerca rodeaba tres calles principales: Arquillos de Arriba, Mayor, y Sol de Abajo, más dos secundarias: Arquillos de Abajo y Sol de Arriba. En sus extremos nos encontramos, al sur, la iglesia de San Vicente Mártir, del s. XVIII, pero que sustituye a otra iglesia fortaleza, y al norte, la Torre, imponente torreón que forma parte de la muralla y que probablemente fue de los Mendoza.
Su recinto defensivo es de los mejores conservados en Álava, teniendo un grosor casi constante en todo su perímetro de 1’35 m. La Villa se asienta sobre una suave loma, siendo la parte más baja la que da a la carretera A-132. Esta zona, presenta al viajero un formidable frente fortificado. Frente que se ha salvado de la piqueta, por razón de que las casas del pueblo se han ido adosando a la muralla, usando ésta como muro maestro. Este largo lienzo presenta una serie de saeteras: la altura a la que están situadas, nos sugiere que la zona más baja de la muralla se usó para “forrar” la roca natural, en lo que bien pudo ser un pequeño “salto” o brusco cambio de nivel que aquí formaba el terreno. Pero además, la misma existencia de estas saeteras nos confirma que necesariamente tuvo que haber, en este largo lienzo, un espacio vacío y libre de edificaciones, desde donde los defensores de la Villa vigilaban o disparaban a través de estos huecos. Debemos señalar además, la curiosidad de que, al contrario de otras zonas de la Villa, en esta no se haya respetado el camino de ronda que las mencionadas saeteras nos sugieren que existió. Quizá esta invasión haya sido propiciada por el mencionado desnivel del terreno, el cual siempre debió hacer incómodo el paso de personas por esta parte.
Pero el factor urbanístico más interesante, incluso el que verdaderamente nos sorprende a los historiadores, es el hecho de que se haya conservado, en dos frente de la Villa, el camino de ronda. Y decimos que el hecho nos sorprende, por cuanto como es conocido, el adosamiento, mediante postes, de casas a la parte superior de la muralla, dejando por debajo un pasadizo, es solo el primer paso: a continuación vendría el cerramiento de dicho pasadizo por parte del dueño de la casa (con más o menos la connivencia del Concejo, que ya no ve un uso práctico al camino de ronda) y su uso como huerta. Finalmente, con el tiempo este espacio antes público, se ocupa con el ensanchamiento de la casa, ya sea adosándose a la muralla, o derribándola. Pero por alguna razón, en Antoñana esto no ha pasado, y el Concejo jamás ha permitido la ocupación de un terreno que siempre ha considerado privativo del común.
Esto se hace muy evidente en la calle Arquillos de Arriba, donde podemos ver incluso tres saeteras defensivas (restauradas) y que se encontraban ocultas por el frontón que hasta hace poco allí había. También podemos apreciar cómo las casas incrustan gruesas vigas en la cerca, erigiendo sobre dichas vigas los pisos altos. Además, los historiadores podemos despejar un asunto que normalmente nos trae de cabeza: la anchura del camino de ronda. Para esta calle en concreto, la anchura está entre los 2’47 y los 2’52 m, lo que procuraba un paso bastante holgado para dos personas o un carro.
Puerta de la Iglesia y arco del s. XIX.
Foto: Aitor González Gato.
Vayamos ahora con el que hemos llamado “frente de la Iglesia”. Aquí se abren hasta tres puertas, de diferentes épocas. La puerta más baja, es la más cercana al único cubo esquinero que se conserva. Parece del s. XVIII. Es probable que sustituya a otra puerta más antigua, pues hacia el interior presenta el arranque de lo que parece un arco. Este arco, debió pertenecer a un pequeño portillo, y sus reducidas dimensiones se pueden explicar, si atendemos al hecho de que se abría en la zona más baja, y por lo tanto más insegura de la Villa. La puerta que hoy vemos, adintelada, también se debía cerrar, pues su dintel de madera posee dos goznes de la desaparecida puerta de dos hojas. Y esto es así porque a pesar de ser una puerta tardía, aun debía cumplir otras funciones para el Concejo que ya no eran defensivas: cobro de impuestos, control de la población y entrada de alimentos, enfermedades o epidemias, etc.
Más arriba tenemos otra puerta, muy probablemente del s. XIX, que solo es un arco abierto en la muralla.
Sistema de postes montando sobre la muralla.
Foto: Aitor González Gato.
Por encima de este y a escasos metros, tenemos una puerta que parece original (¿fines s. XV?) junto a la torre de la iglesia. El paño de muro en el que se inscribe, parece anterior a la parte alta del arco; esta última, por su diferente material, sugiere una refacción posterior. El espacio libre que hay entre el arco y la casa adyacente intramuros (donde podemos apreciar su sistema de postes que apean sobre la muralla), es de 5’40 m. Este espacio tan amplio, y el hecho de que en este frente se abran hasta tres puertas (si bien una es del s. XIX) se explica por el hecho de que esta era la parte más transitada de la Villa: era zona de aglomeración del pueblo al salir de la iglesia, y lugar por donde pasaban los de la parte baja del pueblo para llegar al templo; así mismo, era la parte por donde la gente salía a (o entraba desde) Estella, por lo que se procuró un espacio suficientemente transitable. Pero hay otra razón para encontrar tantas puertas en esta zona: se supone que la población debería haber tenido el mismo interés en abrir otros accesos en el lado norte, zona donde de modo lógico, deberían salir los vecinos si querían llegar a Vitoria o a otros pueblos. Pero en dicho extremo de la Villa se erige el imponente torreón de los Mendoza, al cual además le rodeaba un amplio patio de armas, protegido por una alta muralla. Tal formidable conjunto fortificado, debía seguramente de amedentrar a los vecinos, los cuales probablemente preferirían dar un rodeo, salir por el sur de la Villa, y rodear a esta por extramuros, con tal de no pasar ante la amenazadora propiedad privada de los Mendoza.