372 Zenbakia 2006-12-01 / 2006-12-08

Elkarrizketa

Benito Lertxundi. Músico: Cuando se ataca al euskara me siento dolido, porque yo también soy euskara

SALABERRIA, Urkiri

BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA

Anochece. Las anguilas van río abajo y el mar nos trae viento fresco. Barcos y chalupas oscilantes, gaviotas solitarias y aroma a salitre nos rodean en Orio. Llega Benito y nos saludamos dándonos dos besos observados por miradas curiosas. Sus ojos son hipnóticos como llamas y su voz mezcla del estruendo del trueno, del bramido del mar y del rumor del viento entre los árboles. Con motivo del Día Internacional del Euskara tenemos cita con uno de los grandes iconos de lo vasco: el Bardo de Orio.

¿Quién es el Bardo de Orio?

Un oriotarra más a quien le gusta cantar por vocación. No sé, por decirlo de alguna manera, siempre he sentido la necesidad de cantar y la llamada de la música. Sin embargo, nunca sabes si encontrarás el modo de cuajar, desarrollarte y mejorar en esta profesión porque no sabes qué ocurrirá a tu alrededor.

¿Cómo encontraste tu camino?

En mi caso, en 1965 surgió una necesidad, un entorno, un movimiento para cantar en euskara que no conocía. En Cataluña también ocurrió algo similar. Por casualidad, el mismo año se organizó un certamen para jóvenes artistas en San Sebastián. Entonces, después de una intensa lucha interna con mi propia timidez, la pasión por cantar salió vencedora y, como respuesta a esa llamada interior, decidí presentarme.

¿Y qué cantaste?

Algunas canciones que me gustaban, no muy conocidas, que contaban historias en euskara. Como el periódico “La voz de España” había organizado el certamen, al día siguiente publicó a modo de anécdota que había un joven oriotarra que cantaba canciones modernas en euskara, lo que provocó una auténtica revolución.

¿Alguna vez te imaginaste que aquel premio iba a significar tanto para ti?

Para nada. Aquellas canciones que a mi me gustaban eran de los ingleses que venían de Estados Unidos. Yo las traducía al euskara para que sus historias fueran más cercanas. Es cierto que aparecer en ese periódico llamó la atención de quienes estaban ya metidos en ese entorno musical del que hablaba antes y en el que terminaron por “reclutarme”. Mikel Laboa me convocó a una reunión y así fue como empecé en toda esta historia. Luego resultó que el pil-pil de aquella época se convirtió en un movimiento muy importante (Ez dok amairu) y ahí es donde me situaría a mi mismo como cantante, como amante del canto, ya que me gusta cantar. Me presenté a un certamen de artistas noveles de manera inocente, me encontré con ese entorno y surgió lo que surgió. Eso es todo.

¿Eso es todo?

No, bueno (sonríe), me encontré con ese entorno, surgió algo y, quién lo hubiera dicho, llevo cuarenta años en los escenarios. Es una larga trayectoria plagada de anécdotas, tanto mías como de mis familiares y amigos, en la que se ha creado una relación especial con la sociedad, así como un mundo afectivo. Las canciones van dejando una especie de rastro y eso, la gente lo vive.

Hemos hablado del cantante, pero ¿quién es Benito como persona?

Pues no los puedo diferenciar. Benito Lertxundi es lo que acabo de contar, sus deseos, sus pasiones, su querer hacer y su timidez. Luego, cuando se encuentra con su público, se supera. ¿Como persona? Pues el pueblo en el que estamos (Orio) es un pueblo de pescadores, un pueblo de costa y eso te marca inevitablemente, influye en tu forma de ser y en tu sensibilidad, aportándote una identidad.

¿Quién te apodó como el Bardo de Orio?

Pues se le ocurriría a alguien y luego a la gente le gustó y al final terminaron llamándome bardo. Pero si yo soy el bardo es porque así me han bautizado por unanimidad. Si alguien te llama bardo es porque así te ve. Por lo tanto, habría que preguntarle a la gente por que me llama bardo. Los bardos siempre han tenido un público popular al que han emocionado. Un bardo ayuda a vivir gracias a sus canciones y esas canciones hacen surgir historias. Luego la gente te cuenta “a mi me pasó esto con esta canción tuya”. Podría contarte muchas historias.

¿Por ejemplo?

Pues por ejemplo la carta que me escribió una chica de Deusto contándome que su abuela Basilia había muerto escuchando mis canciones. Pero no sólo eso, decía además que nada de lo que le daban los médicos le aliviaba el dolor. A la chica se le ocurrió ponerle junto a la cama un disco mío que le gustaba mucho y, de repente, se calmó y murió en paz 20 minutos después. Desde entonces, me decía, toda la familia te quiere (silencio). Sólo por eso merece la pena haber cantado. Quizá por historias como esta y por lo que la gente experimenta, cuando se produce esa “conexión” la gente te llama bardo.

Al echar la vista atrás, ¿cómo ves al joven Benito recién iniciado en la música?

Cuando empecé no tenía conciencia alguna de militancia, pero al sumergirme en aquel entorno, como si de un bautismo se tratase, hice mía esa conciencia de militancia cultural, entre otras cosas.

¿Qué es la música para Benito Lertxundi?

¿Qué es el aire para mí? Algo imprescindible. Soy aire, sin aire no soy. Para que crezca nuestro sentimiento anímico y espiritual necesitamos distintos tipos de aire, como cuando nuestra alegría y nuestra tristeza van y vienen. Para mí, la música es el oxígeno del espíritu.

¿Y un mundo sin música?

Si se silenciaran todas las músicas del mundo todos cambiaríamos mucho. La música surgiría incluso de alguien que no tuviera la posibilidad de escucharla, porque la necesitaría.

¿Te has limitado alguna vez al País Vasco?

No, pero como canto en euskara y como la gente te pone etiquetas, pues al final te ubican en un lugar determinado. Yo he cantado fuera del País Vasco, todavía lo hago, y claro, no es como si cantara en otro idioma, pero en todas partes hay gente especial.

Ya que has mencionado las etiquetas, también existe la etiqueta de la música vasca. ¿Qué opinión te merece?

Antaño los pueblos estaban bastante aislados y por mimetismo tenían un estilo. Actualmente también puede haber unas características comunes a nivel musical, pero no nos engañemos. Somos muy contemporáneos y desde que nos hemos sumergido en la música estamos muy comunicados. Nos pasamos esa contaminación étnica los unos a los otros. Si no, ¿por qué me sale a mi algo de los Balcanes de forma natural? O ¿por qué dice alguien que tal canción de Benito tiene tintes irlandeses? Es inevitable. Luego, claro, los estudiosos vienen con sus fichas y necesitan etiquetas para rellenarlas: música irlandesa, música centroeuropea, etc., pero no creo que se le pueda poner una etiqueta a la música vasca.

¿Para quién haces tú música?

Para el que la quiera. Cuando compongo una canción en casa no sé a quién le llegará. Si veo en casa que una canción no tiene más vueltas, va directamente al estudio de grabación. Luego te cuentan cosas que a la gente le pasan con esa canción. Las canciones tienen vida propia, es decir, cosas que no están en mis manos y que sumergen al oyente en un mundo íntimo regido por su propia imaginación.

¿Qué sientes al saber que tus canciones ayudan a aprehender el euskara?

Formalmente, una canción tiene música y letra. Luego está también el cantante, cómo orienta la música, cómo transmite la letra, es decir, el arte de cada cual. Quizá acierte o quizá no. Una vez, un oyente que no sabía euskara me dijo “¡Qué pena que no pueda entender la letra!” -y yo le contesté “pero, ¿te gusta la canción?”- “Sí, muchísimo”. ”Pues entonces, quizá debas ponerle tu propia letra, aunque la canción vaya por otro camino”. A mi me gustan muchas canciones en inglés, sin entender inglés, porque me las imagino a mi manera. Suele ser negativo que el encanto de una canción resida únicamente en la letra o en la música.

¿Cómo es el proceso creativo de Benito? ¿Compones primero la música y luego la letra o viceversa?

¡Uf! No sigo un método determinado, porque el proceso de creación es como la vida misma. Excepto cuando estoy durmiendo, siempre tengo la impresión de estar atento, a la caza de una canción. Por ejemplo, un día el versolari Jon Maia vino a casa a ofrecerme unos versos suyos. Los leí y los metí en un cajón. Poco después, intentando dormir, no lograba conciliar el sueño. No hacía más que dar vueltas y vueltas en la cama. Estaba rumiando una melodía en la cabeza y eso me impedía dormir. Entonces pensé: ¿no será que estoy intentando unir los versos de Maia con esta melodía? Salté de la cama, volví a leer los versos y ¡zas! La canción estaba hecha. Los versos de Maia me estaban llamando: “ezkondu nak horrekin, niretzako hori duk-eta”. Luego, volví a meterme en la cama y me quedé profundamente dormido. El mundo onírico está muy relacionado con el proceso de creación, con la interrupción de la memoria. Ahí es donde se encuentra la salida del arte. Con un buen comienzo y tirando del hilo, seguro que te sale una buena canción.

¿Cómo ha sido el proceso de creación de la canción que la Sociedad de Estudios Vascos te ha pedido con motivo del Día Internacional del Euskara?

No soy muy aficionado a los encargos, ya que no suelen ser el punto de partida natural y mucho menos en esta sociedad en la que todos vivimos deprisa. La creación natural es la que surge por sí misma. Cuando el año pasado la Sociedad de Estudios Vascos me pidió que hiciera una canción, me inquietó un poco. Les pedí que me dieran algo de tiempo y fui mentalizándome. Como el euskara era el meollo de la canción, se me ocurrieron tres cosas: en primer lugar, que debía ser una llamada, por lo que la relacioné con la diana o el sonido que nos despierta por las mañanas; por otro lado, debía ser una canción de amor, ya que el euskara es nuestro querido idioma y finalmente debía ser flexible, rápida, viva. Esos son los tres elementos con los que hice la canción y, a decir verdad, el resultado me ha gustado mucho.

El euskara es tu lengua materna. Sin embargo, el Orio de tu infancia no se libraría del largo brazo de las “Escuelas Nacionales”...

(Frunciendo el ceño) No, claro. Cuando empezamos a ir a las Escuelas Nacionales no sabíamos español. Veíamos el mundo a través del euskara, de arriba a abajo. Para mi la escuela fue una cárcel.

Teniendo en cuenta que nuestra lengua es muy antigua y que vivimos en un mundo moderno, ¿cómo ves su futuro?

La lengua es un puente que sirve para comunicar al otro lo que vemos y sentimos. Sin embargo, hay cosas, matices, que un idioma no puede abarcar. Al fin y al cabo, el mundo de los idiomas es un mundo nominal, un código para nombrar cosas. Pero, ¿qué ocurre? Pues que los seres humanos creamos luchas entre idiomas para salir victoriosos. Por eso, cuando se ataca al euskara me siento dolido porque yo también soy euskara. El idioma también es el modelo o el icono que conforma nuestro modelo sociopolítico y cultural.

Y el patrimonio...

En este mundo hipócrita y podrido lleno de marionetas, se manda un dineral desde cualquier sitio, desde los EEUU o desde Alemania, a Egipto para realizar algún descubrimiento arqueológico en una pirámide, pensando dónde aparecerá el tesoro y cómo será. Sin embargo, a nadie le interesa que nuestro antiquísimo euskara, cuyos orígenes nadie conoce, sea patrimonio universal.

¿Lograremos que nuestros herederos comprendan eso?

Si tenemos suficiente fuerza y personalidad para organizarnos en este entorno tan enrevesado, podremos lograr que el euskara tenga un futuro y siga vivo. Si no, lo tendremos muy difícil.

Cuando sales fuera, ¿traduces al público lo esencial de tus canciones?

Si, resulta más “amable” que sepan de qué hablan las canciones. Siempre nos ha parecido que con la traducción se entienden mejor. Cuando canto en Madrid, por ejemplo, el público recibe la traducción de mis canciones para que sepa qué cuentan. Ya sé que no van a ponerse a aprender las canciones en euskara, aunque hay quien me ha dicho que ha empezado a aprender euskara después de haberlas oído.

Muchos que no hablan euskara también te ven como patrimonio suyo, Benito...

Sí, por suerte en este país hay bastante gente que, aún sin hablar euskara, está a favor de su divulgación. A ellos también les debemos algo. Te pondré un ejemplo claro: el hijo de una familia de izquierdas les dijo un día a sus padres “sois unos maquetos”. Entonces, ellos le respondieron: “Sí, quizá seamos unos maquetos, pero si no fuera por nosotros tú no hablarías euskara, porque nosotros apoyamos la divulgación de las escuelas públicas vascas”. Por supuesto, el hijo no supo qué responder a eso.

Un sueño para el futuro

No me gustan los sueños. No creo que sea un buen ejercicio. Necesito toda mi fuerza y mi atención en el presente. El que sepa estar ahora, también sabrá estar luego. La única verdad es este momento.

El tesoro más preciado que hayas recibido

Debido a mi profesión, en los últimos años he observado que mis canciones han creado un mundo afectivo. Sin embargo, si no estás atento, las canciones y la fama pueden hacerle mucho daño a tu ego.

Entonces, el “yo” alguna vez te ha dado problemas (Silencio) Me di cuenta pronto de lo negativo que puede ser ponerse en contra de uno mismo. No creo en las depresiones porque pienso que no vienen solas sino que cada uno se las crea. Dicho de otro modo, hay que relativizarlo todo. Todavía hoy, 30 años después, cuando me dan un premio o me dicen cosas bonitas, no me inflo, ni me creo el ombligo del mundo. Antes sí, pero ahora ya no. Muchas veces pienso que me gustaría meterme debajo de la mesa. Ese tipo de cosas también le llegan a nuestro “ego”, aunque sea rozándolo. Creo que he aprendido a mirar a mi propio “ego” y eso me parece muy sano. Benito Lertxundi (Orio, 1942) Benito Lertxundi nació la noche de Reyes de 1942 en Orio. Era el menor de una humilde familia de 9 hermanos. Al relojero que rechazó ser pescador, le gustaba cantar al son de su guitarra y habría continuado haciendo relojes de no haberse presentado al certamen de canto organizado por La Voz de España en 1965. Tras ganar dicho concurso se sumergió de lleno en el mundo de la canción, a través del cual luchó contra el ofensivo entorno franquista de plaza en plaza y de prohibición en prohibición. Poco después entró en el grupo Ez dok amairu, convirtiéndose en icono de la música vasca y seduciendo al público con su folk lírico y melódico. En los 40 años transcurridos desde sus comienzos en la música, la voz de barítono de Benito nos ha deleitado con canciones como Bizkaia Maite, Oi Zuberoa, Loretxoa, Baldorba, Hitaz oroit, etc. Ha grabado 14 discos y ha puesto música a textos de poetas vascos como Lizardi, José Ángel Irigarai, Juan A. Urbeltz o Xabier Lete. “Nere Ekialdean”, del año 2002, es el último disco grabado en estudio y en el se incluyen cinco temas del poeta portugués Fernando Pessoa. Junto a estos, Benito Lertxundi también ha incluido un poema dedicado al que fue patrón de la trainera de Orio, Txiki Larrañaga. Con el material de las grabaciones de los conciertos ofrecidos en Gernika y en Tolosa, publica su último disco “40 urtez ikasten egonak”. Ahora, ha compuesto una canción para la Sociedad de Estudios Vascos con motivo del Día Internacional del Euskara.