369 Zenbakia 2006-11-10 / 2006-11-17

Elkarrizketa

Iñigo Lamarca. Ararteko: Los ciudadanos nunca estarán totalmente de acuerdo con lo que haga la administración pública, y no llegará el día en que no presenten quejas

BREA, Unai

BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA

Conocimos al donostiarra Iñigo Lamarca cuando estaba en la asociación de gays y lesbianas Gehitu y, desde que es Ararteko, es aún más famoso entre nosotros, aunque, tal y como él mismo nos confiesa, esta institución no es lo suficientemente conocida. Lamarca equipara los dos trabajos porque, al fin y al cabo, en ambos casos se trata de defender los derechos de las personas. La responsabilidad del Ararteko es protegernos a todos, y a lo largo de esta interesante conversación nos habla de los instrumentos de los que dispone para llevar a cabo esa tarea. Y también de las limitaciones, que de todo hay.

Cuando le propusieron ser Ararteko, usted era presidente de Gehitu. ¿Tiene la intención de volver a esa asociación, aunque no sea como presidente?

Sí volveré a la asociación, pero como presidente, se lo digo claramente: no. Antes de ser Ararteko dejé claro que quería dejar el cargo, porque creo que los cargos no deben ser para siempre, sino para un período concreto de tiempo, y yo ya había estado dos años. Si no me hubieran elegido Ararteko, también habría dejado de ser presidente de Gehitu.

¿Y existe un período máximo legalmente establecido para ser defensor del pueblo?

Sí, de cinco años. Por lo tanto, se acaba en 2009, pero la ley dice que el Ararteko puede ser elegido para un segundo período. Luego lo máximo serían diez años.

¿Ya tiene ganas de permanece tanto tiempo? ¿Cuál es su intención?

¡Eso lo veo muy lejos! De momento me encuentro muy a gusto en el puesto de Ararteko, pero vaya usted a saber. Por un lado, cuando llegue el momento, el Parlamento tendrá que decidir si quiere que siga o no, y por otro lado, yo también tendré algo que decir al respecto. Estoy trabajando a gusto en esto, pero es un cargo que te quita mucho tiempo y energía. No sé… Por otro lado, tengo claro que dedicarse a esto exige forzosamente una gran vocación y una dedicación total. No sé si dentro de tres años durará esa vocación.

De todas formas, supone un gran cambio pasar de estar inmerso en Gehitu a ser Ararteko, con su oficina, traje y corbata…

Fue un cambio notable, pero tampoco es para tanto. Yo antes tenía dos ocupaciones. Por un lado, era jurista en las Juntas Generales de Gipuzkoa, y ahí también usaba corbata (ríe). Por otro lado, estaba en Gehitu. El Ararteko es varias cosas, pero en gran parte también es como una gran ONG, y por tanto, lo que antes hacía en favor de los derechos de los gays y lesbianas, ahora lo hago en favor de los derechos de todos los ciudadanos. Por otra parte, tanto en Gehitu como en las Juntas Generales estaba en contacto con políticos, instituciones públicas, administración… y ahora mucho más, claro. Han cambiado muchas cosas, pero no tantas.

Los candidatos a Ararteko los proponen los partidos políticos. Y cada partido, el suyo. ¿No supone eso una “marca”? ¿Es decir, tiene en cuenta el Ararteko en su actividad diaria quién le ha propuesto para el cargo? Por otra parte, aun estando al margen de los partidos políticos, cada cual tiene su propia ideología…

Yo creo que la imparcialidad ha de ser total. Aunque al principio exista una cierta “marca”, cualquier Ararteko tiene que romper esa “marca”. Para empezar, mi candidatura fue la única, y si no me equivoco, los tres partidos que componen el Gobierno Vasco y el grupo socialista votaron a favor. Por supuesto que la propuesta la tiene que hacer alguien, pero eso es así aquí y en cualquier sitio. En un primer momento, es imprescindible que un grupo tome la iniciativa. Luego se trata de ver si en el proceso de elección se consigue o no el acuerdo con los demás grupos y si se hacen esfuerzos por conseguirlo. En este caso sí se hicieron porque, entre otras cosas, la ley dice que se necesita una mayoría de 3/5. De cualquier modo, eso pasa en cualquier parte: por un lado, un grupo político hace la primera propuesta, y por otro, en muchas ocasiones el cargo de defensor del pueblo lo asume gente que proviene de la política. En Euskal Herria también ha ocurrido… Xabier Markiegi era parlamentario antes de ser Ararteko. Y muchos defensores que hay en el estado también proceden de la política. El de Navarra, por ejemplo, fue parlamentario del partido socialista. Enrique Múgica, ni que decir tiene… Los defensores del pueblo de todo el mundo suelen proceder de tres orígenes: de la política, de las ONGs y del poder judicial (fiscales o jueces).

Y dependiendo del origen, ¿suele ser diferente la forma de trabajar?

Estas instituciones suelen depender mucho de las personas. Aun cuando existen amplios equipos de trabajo, desde el principio, desde que surgió la institución en Suecia, el Ararteko jefe tiene una importancia tremenda. Cada cual dentro de los límites legalmente establecidos, claro. Pero cada Ararteko tiene un amplio margen a la hora de definir las orientaciones y los objetivos de la institución. En consecuencia, existen diferencias.

¿Tanta capacidad tienen, entonces?

Bueno, nuestra función la establece la ley, y la función más importante es la de tramitar las quejas que nos hacen llegar los ciudadanos. Pero el trabajo realizado por los defensores se puede dividir en dos ámbitos. Por un lado, esa labor de tramitación, que es mayormente una labor jurídica: recibir las quejas, analizarlas desde un punto de vista jurídico y emitir un dictamen. Pero hay un segundo ámbito en el que por ley debemos actuar: defender los derechos de los ciudadanos, y para eso podemos llevar a cabo acciones por iniciativa propia, cuando creemos que los derechos de un individuo o de un colectivo no están suficientemente protegidos.

¿Cómo?

Emitimos informes especiales para hacer el diagnóstico de un tema en concreto y para trasladar propuestas a la administración correspondiente. ¿Quién decide sobre qué tema se hacen los informes especiales? Pues cada defensor. También tramitamos quejas de oficio de diversas maneras: porque el tema nos lo hace saber una ONG, porque lo hemos sabido por la prensa, o… Aunque un ciudadano no presente la queja, nosotros hacemos quejas de oficio. Y tenemos un amplio margen para decidir cómo canalizar las relaciones con la sociedad. Quiero decir que yo, por ejemplo, y al igual que yo otros defensores, tenemos claro que hemos de estar en la calle en permanente contacto con la sociedad civil.

¿Creen los ciudadanos en el Ararteko? Sospecho que si hacemos una encuesta en la calle, muchos dirían: “¡Ah, sí, el Ararteko! Algo que se ha inventado la administración para justificarse a sí misma, bonito pero poco efectivo…”

Puede ser. Creo que existe poco conocimiento sobre el Ararteko. Y eso es, en gran parte, una autocrítica. Tenemos que tener en cuenta, por un lado, que no es fácil explicar en qué consiste la institución del defensor del pueblo, del ombudsman, porque es una institución bastante nueva en los sistemas democráticos, excepto en Suecia y, tal vez, en otros países del norte de Europa. Pero esas son excepciones. En la mayoría de los sitios esta institución fue creada después de la II Guerra Mundial, y en el estado español es aun más reciente, de la década de los 80. Aquí cualquier ciudadano sabe, más o menos, qué hace el parlamento, el gobierno, los jueces… pero no tanto qué hace el defensor del pueblo. Tenemos esa dificultad, en primer lugar. Y en segundo lugar, el nombre de Ararteko a mí me parece adecuado, pero al ciudadano le da pocas pistas sobre esta institución, de la cual sabe algo sólo por el nombre. Entonces, como digo, todas las instituciones tenemos esa dificultad. Está claro que nos corresponde a cada uno de nosotros superar esa dificultad y dar a conocer adecuadamente nuestra institución. Me parece que tenemos que hacer un mayor esfuerzo para explicar lo que es esta institución, para que todos los ciudadanos sepan, no sólo que existe una institución que se llama Ararteko, sino qué es lo que hace y para qué está ahí. De todos modos, el año pasado recibimos 1.500 quejas, no sé si serán muchas o pocas, pero…

Pues me ha quitado la siguiente pregunta, porque le iba a preguntar precisamente si 1.500 quejas son muchas o pocas…

(Ríe) Bueno, si las comparamos con el número de quejas de los demás defensores del estado –teniendo en cuenta la población de sus respectivos territorios–, el Ararteko está por encima de la media. A nosotros nos gustaría que aumentara el número de quejas, no porque queramos trabajar más, sino porque nos parece que es bueno que los ciudadanos tengan una amplia conciencia ciudadana y eso supone, por fuerza, que se quejen de lo que la administración haga o deje de hacer.

Pero sería una mala señal que en una sociedad aumentara el número de quejas, ¿no? ¿No sería mejor que disminuyeran? Eso querría decir que las cosas van mejor…

No hay mundos perfectos. Si nos preguntaran: ¿Cuál es una sociedad ejemplar de entre las que existen en el mundo? Seguramente muchos responderían que Suecia. Allí surgió la institución del ombudsman, y recibe un gran número de quejas. Por lo tanto, los ciudadanos nunca estarán totalmente satisfechos con lo que hace la administración pública, y no llegará un momento en el que no presenten quejas.

¿Por qué?

Esto es así por muchas razones, pero sobre todo mencionaría una: aunque la administración cumpla su cometido correctamente, todo es mejorable. Y, por otro lado, tenemos que tener en cuenta que las sociedades son dinámicas: siempre surgirán nuevas necesidades, nuevas realidades, y en gran medida las administraciones públicas, en todas partes además, suelen ir por detrás. Tienen formas de trabajar establecidas, pero cuando cambia la realidad, suelen ser bastante lentas en adaptarse. Creo que es ahí donde debe incidir una institución como el ombudsman: para informarse rápidamente de esos cambios sociales y comunicárselo cuanto antes a la administración. Siempre será necesaria una institución de este tipo.

Entonces, cuantas más quejas se reciban, ¿mejor?

En parte, sí. Claro, si el número de quejas aumenta, la primera lectura es que la administración actúa cada vez peor…

…o que muchos que hasta entonces han estado callados han empezado a hablar…

Esa es otra explicación, o lo que he dicho antes: que los ciudadanos tienen una conciencia ciudadana cada vez más viva y, por tanto, le piden cada vez más a la administración.

¿Y qué evolución ha habido? El año pasado 1.500 quejas, ¿y los años anteriores?

Ha habido diferentes épocas y llevamos tres o cuatro años con un número similar. Tenemos que tener en cuenta que algunas quejas son colectivas, es decir, que las que son sobre el mismo tema lo consideramos como una sola queja. Y ahí sí que están aumentando: cada vez recibimos más quejas colectivas. No son muchas, menos de veinte, pero en fin… O muchos ciudadanos pueden presentar quejas de una en una sobre el mismo tema, o bien una organización social presenta la queja.

¿Y cuáles son los principales motivos de queja?

Diría que hay una media docena de temas que destacan. La vivienda, la educación, los servicios de salud… hay un grupo que en general se podría denominar obras y servicios: los servicios que ofrecen los ayuntamientos, y las obras públicas o los permisos para las obras que se llevan a cabo en las viviendas. Y luego, los servicios sociales y las prestaciones sociales. Un número menor de quejas, pero también son bastantes, son las que recibimos por las actuaciones policiales, concretamente por las actuaciones de la Ertzaintza y de las policías municipales. También por impuestos y por multas.

4.000 consultas, 1.500 quejas. No sé si todas las consultas se hacen con el objetivo de convertirse en quejas o muchas son simples preguntas…

Desde luego, nosotros tenemos limitaciones en nuestra actuación. Para tramitar como queja la demanda de un ciudadano, por un lado, ese ciudadano –así lo dice la ley– tiene que hacer una petición ante la administración. Por lo tanto, si viene a nosotros directamente, se le dice: diríjase en primer lugar a esa administración, haga su petición, y si allí no le responden o la respuesta no es correcta, venga aquí. Por otro lado, si se trata de un tema que está en proceso judicial, es decir en los tribunales de justicia, nosotros no lo podemos admitir. Otra limitación es que si desde que ocurre el problema que origina la queja ha transcurrido un año o más, tampoco lo podemos admitir. Y otra más: nosotros podemos tomar parte en un litigio entre un ciudadano y la administración pública, pero no en un conflicto entre dos ciudadanos o entre un ciudadano y una entidad privada. De cualquier modo, creo que recibir quejas no es nuestra única tarea. Y además, para empezar, el ciudadano no tiene por qué saber cuáles son nuestras limitaciones, por lo tanto invito a los ciudadanos a que acudan a nuestras oficinas y expongan sus demandas. Aquí les daremos asesoramiento e información, aunque no se pueda tramitar la queja.

El año pasado tramitaron 42 quejas de oficio. ¿Son muchas o pocas en comparación con los años anteriores?

No tengo datos para hacer la comparación. De todas formas, a la hora de hacer una queja de oficio no podemos usar ese instrumento de una manera irresponsable. Cuando abrimos una queja de ese tipo es porque tenemos sólidos indicios para fundamentar la queja. Nosotros tenemos un protocolo que existe desde antes de que yo llegara aquí, según el cual cualquier asesor, además de mí, puede proponer la apertura de una queja de oficio por informaciones que le hayan llegado de cualquier fuente. Nosotros entonces analizamos cuáles son las razones para abrir esa queja y, posteriormente, si vemos que existe una base suficiente, seguimos adelante con ella. ¿Si se han hecho más o menos? No creo que haya habido grandes cambios.

Pero, la cantidad misma, ¿le parece grande o pequeña?

Tenemos que tener en cuenta que una queja de oficio siempre se hace ante una actuación concreta de la administración. Si esa actuación ha sido perjudicial para un ciudadano, es ese ciudadano el que viene a donde nosotros, bien directamente o bien utilizando un medio indirecto (ya he comentado antes que tenemos relaciones con organizaciones sociales). En relación con eso, también he dicho antes que nosotros hacemos informes especiales, en los cuales se realiza el diagnóstico de una situación y, posteriormente, se trasladan recomendaciones a la administración correspondiente. Al fin y al cabo, el informe especial nos parece un instrumento más adecuado para denunciar las carencias que pueda tener una administración en su actuación. Hay que tener en cuenta que en esos casos no se trata de una actuación irregular –ya que cuando existe una irregularidad siempre suele producirse una queja–, sino una falta de actuación. Al menos, una actuación deficiente. Ante eso es difícil realizar una queja, y el informe especial nos parece una solución mejor que abrir una queja de oficio. O bien, aunque no sea un informe que se concrete en un libro, se puede hacer una recomendación general a la administración. Nosotros, además, llevamos a cabo un seguimiento anual sobre las recomendaciones que hacemos.

Y, hasta ahora al menos, ¿han servido para algo las recomendaciones? Sí. Mire, en lo que respecta a los expedientes de quejas, diría que la eficacia es grande, superior al 90%, según los datos. Eso significa que si en esos expedientes hemos solicitado algo a alguna administración, lo ha cumplido, o si no en su totalidad, sí en gran medida, en nueve de cada diez casos. En cambio, es más difícil medir la eficacia de las recomendaciones que se realizan como consecuencia de los informes especiales. Está claro que lo que solicitamos en un expediente de queja es algo muy concreto y, además, le decimos a la administración que diga claramente si lo va a cumplir o no. Las recomendaciones, en cambio, son más amplias y, en la mayoría de los casos, lo que solicitan es una mejora de las políticas públicas. Para la administración es difícil decir: lo voy a cumplir o no lo voy a cumplir. La primera respuesta suele ser “lo estudiaremos”. Nosotros hacemos un seguimiento de eso después de dejar pasar un plazo de tiempo, pero suele ser muy difícil medir la eficacia. Nos hemos dado cuenta de que, un tiempo después de hacer el informe –una par de años o así–, una administración aprueba una norma o toma un acuerdo muy relacionado con lo que nosotros decíamos. Por supuesto que dicha administración no reconoce que ha actuado de esa manera como consecuencia de lo que nosotros le dijimos, y es comprensible que actúe de esa manera. Al fin y al cabo, cuando una administración pública toma una decisión, es comprensible que se quiera colgar las medallas, por decirlo de alguna manera. Si es para bien, y siempre suele ser para bien, es comprensible que esa administración no diga –en caso de que sea así– que han actuado tomando en consideración los informes y recomendaciones que nosotros le hicimos en su momento. Por tanto, es muy difícil medir eso. Iñigo Lamarca Iturbe (Donostia, 1959) Hizo sus estudios en el Liceo Santo Tomás de Donostia. “Fue la primera ikastola de Euskadi, o al menos una de las primeras. Allí hice el bachiller, pero el Liceo no tenía aun reconocimiento oficial –lo consiguió en 1972, si no me equivoco–, por eso los exámenes los hacíamos en un instituto como alumnos libres”. Tampoco había COU en Santo Tomás, por lo que Lamarca cursó dichos estudios en el Instituto Peñaflorida. Estudió la carrera de Derecho en la universidad, primero en Deusto y luego en la UPV. Además, comenzó desde joven a colaborar en Zeruko Argia, por un lado realizando tareas de corrector de euskara, y por otro haciendo crónicas de la universidad. Al finalizar los estudios universitarios (1981) trabajó de profesor de euskara en el euskaltegi Rikardo Arregi. “En aquella época tenía claro que quería ser profesor universitario –recuerda el defensor– de la asignatura de Derecho Político, y comencé a colaborar con ese departamento. En 1984 me contrataron como profesor en la facultad, en Donostia”. Trabajó durante diez años como profesor en la UPV, y posteriormente consiguió el puesto de jurista en las Juntas Generales de Gipuzkoa. Trabajó allí hasta que en junio de 2004 le nombraron Ararteko, y allí volverá –salvo grandes sorpresas, al menos– cuando deje dicho cargo. En 1997 participó en la creación de Gehitu, asociación de la que era presidente y portavoz cuando le eligieron para el cargo de defensor del pueblo vasco.