333 Zenbakia 2006-02-03 / 2006-02-10

Gaiak

Manos a la obra: los dedos como medio de creación gráfica en el arte parietal paleolítico

GARATE MAIDAGAN, Diego



Cuando en la década de los años 60 del siglo pasado los pintores abstractos de la escuela de Jackson Pollock sorprendieron a la comunidad artística al crear sus obras mediante el arrastre de sus dedos y sus palmas de la mano untados en tinta sobre los lienzos, se aceptó como un paso más en el proceso innovador que afectaba al arte de la época. Pero lo que no tuvieron en cuenta es que se trataba de una técnica pictórica utilizada sobremanera hacía ya 35.000 años en la propia cuna del arte universal, es decir, en el arte parietal paleolítico.

Los primeros homo sapiens sapiens europeos desarrollaron una actividad simbólica y artística –probablemente intensa si bien solamente conservamos un porcentaje ínfimo del total- distribuida por todo el área occidental del continente y que perduró a lo largo de 25.000 años, con unas características básicas más o menos comunes.

Los soportes utilizados son, por un lado, objetos transportables en hueso o piedra que tendrían una función utilitaria u ornamental y, por otro lado, las paredes -preferentemente interiores- de las cavidades, aunque también existen testimonios en rocas situadas al aire libre junto a las cuencas fluviales.

Existen cerca de 500 estaciones rupestres paleolíticas en toda Europa con una variedad significativa en lo que respecta a los tamaños, con conjuntos reducidos a un par de figuras animales acompañas de manchas informes como sucede en la cueva de El Rincón (Carranza, Bizkaia) y en otros conjuntos mucho más amplios como la estación al aire libre de Foz Côa (Vila Nova de Foz Côa, Portugal) con centenares de figuras animales grabadas en bloques de esquisto a lo largo de aproximadamente 15 kilómetros del río Côa, afluente del Duero.

De todas maneras, las principales concentraciones de arte parietal en cuevas se dan en el Cantábrico, en la Dordoña y en el Ariège, regiones en las que tradicionalmente se han centrado las labores investigadoras, si bien otras como Andalucía y el Ardèche están acaparando buena parte de los hallazgos más recientes, algunos de ellos de primer orden como la cueva de Chauvet (Vallon Pont-d’Arc, Ardèche). En cuanto a los yacimientos al aire libre, se encuentran principalmente en la meseta ibérica siendo excepcionales en el resto del continente.

La iconografía es sumamente reiterativa con ligeras variaciones en función del área geográfica. La figurativa se limita básicamente a media docena de especies animales (cérvidos, équidos, bóvidos, cápridos, úrsidos y paquidermos) -siendo puntuales los felinos, aves o peces-, a humanos de ambos sexos -perfiles completos, retratos caricaturescos, manos o genitales- y a seres híbridos e imaginarios. La no figurativa son aquellas representaciones, desde manchas a formas geométricas -más o menos complejas- cuyo significado no se conoce y podría ser muy variable (huellas, trampas, chozas, armas, marcados étnicos, etc.).

La plasmación de las grafías se lleva a cabo siguiendo una serie de convencionalismos -más o menos rígidos-, comunes para todo el fenómeno artístico, como la indicación de la figura mediante su contorno con gran parquedad de detalles interiores, la perspectiva de perfil para el tronco y los cuernos/orejas de frente o ligeramente torcidos, la ausencia de expresividad y la escasa animación, la ingravidez con escasas ocasiones en las que se traza el suelo o la tendencia a representar figuras parciales o incompletas.

Las técnicas utilizadas para la realización de las grafías son exclusivamente la pintura, el grabado y el relieve, aunque básicamente se restringen a las dos primeras, mucho más numerosas que los relieves, prácticamente excepcionales y acotados a una zona geográfica específica.

La pintura presenta una paleta cromática muy limitada en la que se utilizan, por un lado, óxidos de hierro –ocre, hematite, goetita, limonita, etc.- obteniendo tonos rojos, amarillos y marrones, y por otro lado, óxidos de manganeso y carbones -vegetales u óseos- obteniendo tonos negros. Su aplicación sobre el soporte rocoso se lleva a cabo utilizando el material en bruto a modo de lápiz o, una vez pulverizado y disuelto en agua, mediante un pincel, un trozo de piel, los dedos o incluso proyectado desde la boca.

El grabado presenta una diversidad de surcos en cuanto a tamaño, profundidad y forma, directamente relacionada con el instrumento de extracción y con las características de la roca. Su aplicación se lleva a cabo mediante objetos pétreos afilados como los buriles de sílex para los soportes duros y objetos óseos de punta roma o los propios dedos para los soportes más blandos que, con posterioridad, han podido transformarse más consistentes.

La utilización de los dedos dentro del proceso técnico de las grafías paleolíticas está perfectamente documentado tanto en la pintura como en el grabado. A pesar de tratarse de un procedimiento aparentemente simple o poco práctico se selecciona de manera profusa, tanto para las representaciones figurativas –animales- como para las no figurativas –signos-.

La aplicación de la pintura –normalmente roja puesto que el óxido de hierro se disuelve mejor en agua que el carbón- mediante los dedos está generalizada a todas las áreas con arte parietal paleolítico. De todas maneras, es menos común en el caso de las figuras animales. Si bien es cierto que se utiliza -sobre todo la palma de la mano- para la aplicación de los rellenos interiores, conocidos como “tintas planas”, con el ejemplo más destacable en los bisontes de la cueva de Altamira (Santillana de Mar, Cantabria), su utilización para el dibujo de los contornos es más exclusivo. De hecho se reduce casi por completo a la región cantábrica –la cueva de Marsoulas en los Pirineos sería el caso extracantábrico más evidente-, donde una docena de cuevas –Arenaza, Covalanas, La Garma, El Pendo, Salitre, La Pasiega, Altamira y Cualventi, entre otras- conforman un estilo homogéneo y definido que se caracteriza por el trazado de las grafías animales mediante líneas de puntos resultado de presionar el dedo untado en pigmento sobre el soporte, en una suerte de lo que hoy en día conocemos como arte puntillista. Preferentemente se representan ciervas –en menor medida caballos, toros salvajes, bisontes, cabras, etc.- con escaso número de detalles –se reducen a contornos a los que ocasionalmente se añade el ojo, la cruz, el maxilar o rellenos interiores que indicarían el pelaje o la musculatura del animal, organizadas en parejas siguiendo modelos establecidos –enfrentadas o de espaldas en un plano, o en dos planos con orientaciones diversas-, y que se localizan por lo general al fondo de las cavidades o bien en galerías laterales de tamaño exiguo y acceso complicado como es el caso de la cueva de Arenaza. Además, la distancia entre los puntos digitales obedece a un patrón más o menos establecido, mediante el cual tienden a formar una línea continua por superposición en las zonas anatómicas más representativas del animal –cabeza, cornamenta, orejas, pecho y dorso- mientras que aumenta la discontinuidad, y por tanto la separación entre los puntos, en aquellas secundarias –extremidades inferiores, vientre, nalga y cola-. Dicha diferencia se interpreta como un interés especial en la identificación de la especie representada, más que en el trazado completo y detallado de la grafía, razón por la cual se obvian las partes menos características o comunes a varias especies.

Existen otros casos excepcionales como los megaceros de la cueva de Tito Bustillo (Ribadesella, Asturias) o los mamuts de Baume-Latrone (Sainte-Anastasie, Gard) con los contornos creados por el arrastre de los dedos de la mano dando lugar a líneas dobles, triples e incluso cuádruples o el mamut de la cueva de Chauvet creado a partir de la plasmación de la palma de la mano untada en tinta formando una masa irregular que sugiere las formas del animal.

Por lo tanto, tal y como se ha comentado, la utilización de los dedos para la creación de las figuras animales se concentra en un área concreto siendo marginal o inexistente en el resto de las cavidades localizadas en Europa occidental. Cierva roja obtenida por puntos digitales. Cueva de Arenaza (Galdames, Bizkaia).

Más común es la utilización de los dedos para el dibujo de signos, extendiéndose además a todas las regiones europeas con arte parietal paleolítico pintado. Así, es posible rastrear la presencia de parejas de trazos cortos paralelos, llamados “trazos pareados”, de puntos sueltos y de nubes e hileras de puntos, en buena parte de las cavidades conocidas sin que conozcamos su significado concreto. Al contrario de lo que sucede con las figuras animales comentadas con anterioridad, en este caso no presentan unas pautas estrictas sino que se asocian, en contextos muy variados, a todo tipo de figuras animales que abarcan todos los periodos del Paleolítico Superior. Por el contrario, los rectangulares –simples o con rellenos y compartimentaciones interiores- son los signos geométricos en los que se recurre con mayor asiduidad a la aplicación con los dedos siendo además característicos –pero no exclusivos- de la región cantábrica. Además se asocian de manera significativa a las ciervas punteadas, aunque no se trata del medio de aplicación principal de los signos complejos.

En definitiva, la utilización de los dedos para el trazado de los signos está muy extendida, sobre todo en los sencillos, que además de ser los más comunes, actúan a modo de comodín al asociarse a conjuntos cronológicamente y geográficamente variados. Bisonte rojo obtenido por puntos digitales. Cueva de Marsoulas (Marsoulas, Haute-Garonne).

Por otro lado, aunque todavía en lo que respecta a la pintura, las manos también son utilizadas como plantillas para la proyección o el estarcido de la materia colorante, directamente a través de la boca o utilizando un hueso cilíndrico –normalmente de ave- a modo de canutillo para direccionar el trazado. El ejemplo más conocido es el de las manos en negativo, tanto en rojo como en amarillo o en negro. Generalmente se aplica a toda la mano apoyada sobre la roca y con todos los dedos separados, pero en algunas ocasiones –como en la cueva de Gargas-, la impronta de los dedos es parcial faltando las falanges, hecho que se ha explicado bien como la flexión de los dedos en relación con algún sistema de comunicación para la caza por comparación etnográfica o bien como la propia pérdida de parte de las extremidades consecuencia de congelaciones o de mutilaciones voluntarias en rituales como los que todavía se llevan a cabo en tribus africanas. En la cueva de La Garma (Ribamontán al Monte, Cantabria) varias manos en negativo presentan una protuberancia en la muñeca de la mano, quizás por la presencia de una pulsera o adorno en la mano anónima que sirvió de plantilla. De todas maneras, existen otras utilidades de las manos, mucho menos comunes, como la impronta del dedo meñique flexionado o la utilización de los brazos en paralelo para el estarcido de los contornos en las figuras animales, ambos sistemas característicos de la cueva de Pech-Merle (Cabrerets, Lot). Negativos de manos en rojo y en negro. Cueva de Gargas (Aventignan, Hautes-Pyrénées).

El grabado mediante la sustracción de la superficie rocosa utilizando los dedos como medio para delimitar las grafías es mucho menos común que la pintura digital, quizás por la propia dureza que generalmente presentan los soportes seleccionados. Aún así, existen algunas muestras en las que se han utilizado lienzos blandos de arcilla o de calcificaciones que posteriormente se han podido endurecer por la superposición de películas y precipitaciones calcíticas.

Son pocos los casos en los que se traza figuras animales y normalmente ofrecen una sensación que, salvando las distancias, recuerda al arte naïf del siglo XX por la sencillez e imprecisión de sus formas siendo dos buenos ejemplos las grafías de bóvidos en la cueva de La Clotilde y los caballos de uno de los paneles de la cueva de Oxocelhaya (Saint-Martin-d’Arberoue, Pyrénées-Atlantiques), a los que quizás se podrían añadir los posibles rinocerontes de la cueva de Ekain (Zestoa, Gipuzkoa).

En lo que respecta a los signos son más comunes los trazos inconexos formados por el arrastre de los dedos dando lugar a una maraña de líneas sin una forma definida que se conocen desde el inicio de la investigación prehistórica bajo el término de “macaronis”, sin que se conozca el significado de los mismos. Están presentes en buena parte de las cavidades cantábricas –Altamira, Salitre, Cudón, Las Chimeneas, Urdiales, entre otras- y, como sucede con los signos pintados más sencillos, aparecen en contextos diferentes y junto a figuras animales de cronologías diversas. Bóvido grabado con los dedos. Cueva de La Clotilde (Reocín, Cantabria). Como conclusión, se ha evidenciado que los dedos del artista tuvieron un papel fundamental en la creación artística parietal del Paleolítico Superior europeo, no solamente como elemento motriz de sus gestos sino como medio directo de adición de la pintura o de sustracción de la superficie. Quizás la inexistencia de lienzos normalizados en formas o tamaños y la necesidad de adaptarse a la variedad de soportes disponibles, dieron lugar a la considerable versatilidad en lo que respecta a las técnicas de ejecución, que demuestran la inestimable capacidad artística de los artistas de la época, protagonistas de los primeros pasos de la expresión gráfica miles de años antes de los periodos clásicos de la Historia del Arte.