Berrikusketak: Enrique Eguren Bengoa Enrique Eguren Bengoa "El hórreo en el País Vasco" Título de la publicación: Revista Internacional de los Estudios Vascos Páginas del artículo: 102 106 Entre los numerosos y variados motivos con que se trata de enriquecer, en nuestros días los estudios peculiares a la Etnografía del País, resalta por su interés, desde diversos puntos de vista, la presencia de construcción tan sencilla y típica como es el hórreo. Bien es verdad que son muy pocos los hoy existentes, y sobretodo conocidos, pero también es cierto que el caso anotado, lejos deconducir al olvido de su estudio, merece por su actual singularidad que la investigación se dirija hacia este tema, de suyo atrayente. Iniciada ésta puede decirse, en la obra Hórreos y Palafitos de laPenínsula Ibérica (1918) de Eugeniusz Frankowski, celoso explorador del País Vasco y admirador de su patrimonio solariego, se debe aprovechar de aquel trabajo el comentario de sus teorías, al objeto de que sirva de acicate poderoso para proseguir la tarea emprendida. Dejando de lado la detallada exposición que en la obra citada concierne a la extensión y condiciones que el hórreo, en diversa tipología, se manifiesta dentro de la Península en las regiones asturiana, gallega y portuguesa, zonas en las que respectivamente se muestra en nuestros días de mayor a menor número y uso , conviene fijar la atención acerca de su existencia en el País Vasco. En este sentido, cabe referir a tres puntos de vista el trabajo de Frankowski: 1.º Asiento y subsistencia actual del hórreo en el País. 2.º Antigüedad de implantación en porte y uso, con relación a la teoría sustentada por el autor respecto del hórreo, considerado como fase derivada del sistema palafítico. 3.º Supervivencia de las características del hórreo, más o menos veladamente, en el arte de construcción rural vasca. *** En cuanto al primer caso, no puede menos de causar extrañeza el marcado contraste que se obtiene de la referencia de Iturriza señaladapor Frankowski y la escasa proporción de datos positivos, hoy existentes en suelo vasco, de los que ha podido disponer éstepara su estudio comparativo. En efecto, la muy interesante nota de Iturriza en su Historia de Vizcaya determina para cada caserío, y de él muy poco distante, la existencia de un hórreo (garaya, según el autor), de modo análogo a lo que en su época observó en Asturias y Galicia. Pero, no deja de añadir que «sinduda se perdió la costumbre de edificarlos a principio del siglo XV ». Frente a tan reveladora noticia, resulta en extremo lamentable el menguado fruto obtenido de la exploración en estos últimos años. Así Frankowski, después de describir los «garaixes de Ibargüen e n Marquina Echeberria (Vizcaya)» lo refleja en su escrito. «Hasta borrados casi por completo de la memoria de sus ha babitantes, se han conservado como reliquias de las antiguas construcciones, algunos hórreos en los rincones montañosos del país, alejados de las glandes vías de comunicación, apartados de nuestros antepasados ». Y justo es añadir, que los descubiertos recientemente, cuyos datos conservan inéditos conocidos etnógrafos del País, no constituyen número suficiente para rectificar este juicio. El resultado, pues, no puede ser más significativo, y digno de una inmediata revisión del País, que proporcione el mayor número de datos. De otro modo, no es posible emprender el obligado estudio comparativo. Obtenidas las pruebas de una completa investigación, llega la ocasión propicia para establecer los puntos de relación entre la facies del hórreo vasco y las correspondientes a los implantados en zonas colindantes, más aún con aquéllos de regiones en las que continúa en nuestros días el uso de tales construcciones. Mientras el trabajo propuesto no se realice, resulta difícil, por ejemplo, armonizar la frecuencia de las cuatro vertientes en el hórreo asturiano con respecto a las dos únicas que aparecen en el vasco, por lo menos, en las exiguas pruebas que se conocen deeste último. Además, resuelta favorablemente la actual incógnita vasca, queda por zanjar la laguna montañesa, en cuya región, si ya Frankowski señala referencia alguna acerca de la supervivencia del hórreo en la actualidad, no deja el caso de presentar una semejanza con el problema afín al territorio vasco;constituyendo, por tanto, un nuevo motivo de expansión del estudio señalado. Este particular bien merece algunas consideraciones. Porque si las condiciones naturales del clima y suelo en relación con el uso de tales depósitos por lo general de granos, han sido los determinantes de su construcción, y siendo aquéllas, poco más o menos iguales para toda la faja cantábrica, no deja de ser extraño el escaso número de hórreos en la zona santanderina, a no ser que el presente, en analogía con el País Vasco, no patentice los restos del pasado. Sin embargo, bien cabe reconocer una variante climatológica en esta última zona, como más sometida al azote de fuertes vientos; precisamente, se ve reflejada en la construcción rural de nuestra época; parece indicarlo así, la diferencia que se advierte entre el pronunciado alero del caserío vasco, el más recogido de la casería asturiana y el muy somero, con sus enmasadas tejas, de la casa montañesa. Tales características de hoy ¿no pueden traducir las propias de otros tiempos?. Desde luego la variante aludida, no es factor capaz de poderse limitar al reducido período actual de la época contemporánea. ¿No ha podido, pues, influir sobre la zona montañesa, en el empleo y condiciones del hórreo, reduciendo mucho su construcción en primer momento, y de ahí su escasez actual? En otro caso ¿hubo de acomodarse el hórreo montañés, en forma, a su influencia? He aquí problemas, entre otros, a que da lugar el estudio del hórreo en las zonas colindantes al País vasco, y de los que no puede hacerse abstracción, en interés del estudio propuesto. *** Obtenida una completa revisión de datos acerca del hórreo vasco, está el caso en condiciones derelacionarlo con otro género de investigación, que bien puede simultanearse con la primera, y cuya coordinación podrá traducir la teoría sustentada por Frankowski. Juzga al hórreo, el citado etnógrafo, como una especie de edificios palafíticos «, y añade, que «estos graneros puede considerarse como reliquias del antiguo modo de edificar, «como consecuencia delas condiciones antropogeográficas naturales de ciertos lugares ». Según mi parecer añade , estos hórreos representan una supervivencia de la antigua usanza de construcción de madera, en un tiempo palafítica; que hace siglos estaba generalizada en estos lugares, y cuyas huellas no han desaparecido por completo, perdurando hasta hoy en algunos caracteres particulares de las viviendas populares de estas comarcas ». En prueba de sus teorías, desarrolla Frankowski un documentado estudio sobre los palafitos actuales de distintas partes del globo y los prehistóricos hallados en Europa. En este enunciado, no deja de incluir las escasas noticias que acerca de ciertas construcciones referidas a palafitos no con gran precisión por los autores de fin del siglo pasado , han sido señaladas en la Península. Sin embargo, supone que el género de construcción de viviendas sobre estacas debió de estar «en su tiempo, muy generalizado » de cuya condición no se exceptúa al País vasco sino todo lo contrario. Y al objeto del punto de vista propuesto ¿de qué época data la construcción palafítica en el País? Difícil es, hoy por hoy, dar una contestación positiva a la pregunta. Ahora bien, dejando a un lado el supuesto con que Frankowski en uno de sus capítulos, dedica a buscar analogías representativas del palafito en ciertos dibujos prehistóricos todavía no descifrados, bien puede suponerse que en la época neolítica estaba implantado el régimen de construcción palafítica en el suelo vasco, perdurando hasta época muy avanzada, con las consiguientes variaciones, y más, si en su desarrollo evolutivo, con arreglo a aquellas teorías,se cifra el origen del hórreo de tiempos pasados. Es, por tanto, en este punto, en el que la investigación actual, a que antes se alude, presenta un vasto campo de acción. En efecto, denuncia el País vasco en virtud de los continuos estudios que en estos últimos años se realizan, una positiva prueba del firmeasiento en su territorio de una población neolítica, que en la misma proporción, se mantiene en época posterior, ya iniciado y desenvuelto el conocimiento de los metales. Sin duda que las condiciones antropogeográficas del País, afines a las expresadas edades, respondían como el resto del Norte de la Península , al empleo de viviendas construídas, en más o en menos, dentro de un plan palafítico; y bien puede decirse que ha reunido el País la diversidad de condiciones necesarias para patentizar los dos tipos de construcción sobre estacas, que con respecto a la situación geográfica, señala Frankowski. Parece verse asentado el uno, tierra adentro, en las explanadas de las altas sierras que cruzan su territorio, en los sinuosos valles que contornean sus montañas como reductos de apacible clima, donde poriniciarse los regatos que desde las crestas vecinas afluyen al ya encauzadorío, se mantienen encharcados durante gran parte del año, sin que les alcance la propia situación pantanosa. Probablemente, este tipo, ha debido de continuarse por los estrechos barrancos de sus reducidas cuencas en dirección de la costa cantábrica; otro tanto ha podido ocurrir en las márgenes de los ríos de afluencia meridional. Sin duda, a distinto género de construcción ha debido corresponder el régimen palafítico propiamente costero, para cuya implantación guardó el litoral vasco apropiadísimas riberas, inmediatas a las desembocaduras de los ríos, pantanosas en más de un caso. Es lamentable que, con respecto a cuanto acabo de exponer, se haya llegado a nuestros días sin haber logrado descubrir con precisión absoluta un solo dato positivo como resto de semejantes viviendas; sin embargo,si a primera vista asombra esta falta de pruebas, conviene no olvidar al efecto los trastrueques que, desde hace siglos, ha experimentado el suelo del País, como consecuencia de sus variados aprovechamientos, alterándose por tanto la disposición de sus capas superficiales, y dando, involuntariamente, de lleno contra aquellos fondos de vivienda que guardaron tan preciado tesoro, hoy desparramado, y en difícil tarea de reconocimiento y acopio. La densa población que nos atestiguan los recintos dolménicos, debió hacer uso de viviendas de tal naturaleza, cuya supervivencia parece mantenerse en las chozas humildes de las zonas pastoriles de nuestros días. En cuanto a la zona costera, se desconoce todavía dato alguno referible al numérico de su población en aquellas épocas remotas, pero todo hace presumir que no pasó deshabitada. Lo expuesto es suficiente a mostrar el enorme estudio de investigación que está por llevarse a cabo. *** Si sugestivo es el problema que implica la teoría de Frankowski, admitiendo al hórreo como un derivado palafítico para cuyo estudio evolutivo se muestra el País vasco en favorable situación , no deja de guardar éste análoga característica, en cuanto a la comparación que el autor establece entre el hórreo destinado a vivienda y las edificaciones rurales construídas a este objeto, hoy existentes. Al efecto no deja de sospechar hasta en una supervivencia, en gran parte de los caseríos vascos, de huellas que reflejan el estilo palafítico. Funda su hipótesis en el destino que se hace del hórreo cerrado en su planta baja y piso superior, con relación a la distribución y uso propios de los distintos compartimientos del caserío en ambas plantas de edificación. A este propósito, no deja de anunciar un próximo y detenido estudio acerca del caserío vasco. Mientras tanto nada se opone a cultivar la investigación etnográfica que sugiere la teoría expuesta por Frankowski; todo lo contrario, es momento oportuno de coadyuvar firmemente a la recopilacióndedatos, que en día próximo sirva de fundamento científico sobre el que cimentar tan interesante cuestión. ENRIQUE DE EGUREN Euskonews & Media 126.zbk (2001 / 6 / 8 15) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria
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