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El año en el que cumplimos 60 años

Juan Miguel GUTIÉRREZ

“No cumplimos años, cumplimos películas” era la expresión con la que el gran crítico español Alfonso Sánchez definía el paso del tiempo. Nuestro Festival es un veterano de 60 años que presenta unos signos de juventud y dinamismo crecientes. José Luís Rebordinos, el nuevo director —es su segundo año— ha sido capaz de no achantarse ante las dificultades económicas y ofrecer gracias a la gestión de sponsors privados y patrocinio público, una edición brillante que combina a la perfección, en un equilibrio muy logrado, los tres pilares que constituyen la esencia de un Festival: La calidad de las películas, que analizaré en párrafos sucesivos, en primer lugar. El glamour festivo, 5 premios Donostia a actores de primerísimo fila, regalo a un público fiel que llena un año y otro las salas, envidia de otros festivales que sólo reciben a un público de profesionales de la crítica y nada más, en segundo. Por último, en tercer lugar, lo, a mi juicio más sobresaliente del Festival, lejos del glamour y del impacto público, pero esencial para la construcción del cine como industria, centro de creación, financiación y distribución de las películas. En esta faceta se incluyen los Foros de Coproducción, las iniciativas de Cine en Construcción, Cine en Movimiento, Escuelas de cine y el excelente funcionamiento del Industry Club, reservado a profesionales.

Calidad de las películas. Es evidente que la cosecha no es la misma todos los años. Los hay en los que, de manera sorpresiva, las buenas películas abundan repartiéndose por los principales Festivales de Cine. Por no citar más que los principales, Berlín en febrero, Cannes en mayo, Venecia en agosto-septiembre y finalmente nuestro Zinemaldia en septiembre. La competencia es feroz ya que todos ellos se disputan las limitadas películas de autor que se realizan en el año. Donostia ha conseguido este año una selección yo diría que notable en la Sección Oficial, sobresaliente en Nuevos Creadores y Zabaltegi y excelente tanto en Horizontes latinos, como en la más humilde sección Zinemira, dedicada al cine vasco.

“Blancanieves” del bilbaíno Pablo Berger

“Blancanieves” del bilbaíno Pablo Berger que bebe de las fuentes del cine mudo más desgarrado y tierno.
Foto: Donostia Zinemaldia

No hay una obra maestra que se recordará durante años digna de entrar en la historia del cine, pero sí obras más que notables de acertado equilibrio entre forma y contenido: La excelente ganadora de la Concha de Oro: “Dans la Maison” del cineasta francés François Ozon, o la original apuesta por un cine clásico en blanco y negro, sin diálogos audibles: “Blancanieves” del bilbaíno Pablo Berger que bebe de las fuentes del cine mudo más desgarrado y tierno encarnadas por Tod Browning. A juicio de este cronista “Le Capital” del veterano Constantin Costa-Gavras cierra la trilogía de las mejores obras de esta sección oficial. No desmerecen ni “Foxfire” de Laurent Cantet, ni Rino Season del kurdo Bahman Ghobadi, ni “El muerto y ser feliz” de Javier Rebollo.

Las secciones Nuevos Creadores de reciente incorporación como sección autónoma en esta edición y Horizonte Latinos nos ofrecieron las obras más frescas y arriesgadas de la temporada indicando a las claras la pujanza del nuevo cine que se hace en el mundo en estas épocas de crisis en las que hacer cine es tarea difícil y costosa. La ganadora el año pasado en Cine en Construcción, la paraguaya: “7 cajas” de Juan Carlos Maneglia y Nana Schémbori demostró que también se produce cine y de mucha calidad en cinematografías tan escasas como la paraguaya. Tampoco nos olvidamos de la chilena ganadora del premio: “Carne de perro” de Fernando Guzzoni o “Los increíbles” del español David Valero o “Parviz” del iraní Majad Barzegar.

El Festival tiene muy claro que una de las bazas a jugar dentro del concierto mundial de festivales e s su dedicación al cine latinoamericano. Encarnado en la vieja Europa, es el puente internacional más adecuado para que las películas latinoamericanas se conozcan y distribuyan por el mundo. De ello se han beneficiado este año obras singulares como: “Infancia clandestina” del argentino Benjamín Ávila, la chilena: “Joven y alocada” de Marialy Rivas, la colombiana: “La Playa” de Juan Andres Arango o “El último Elvis” del argentino Armando Bo.

Qué decir de Zabaltegi especiales que no sea laudatorio ya que recoge, en su sección Perlas, lo mejor de los festivales internacionales como la vencedora en Berlín: “Cesare debe morire” de los Hermanos Taviani o la ganadora de Cannes: “Amour” de Michael Haneke o “Bestias del sur salvaje” de Benh Zeitlin ganadora de la Camera d’Or en Cannes y tantas y tantas otras, todas avaladas por su pase en diversos certámenes. Y entre todas ellas destaca la ganadora del premio del público en nuestro Zinemaldia: “Las sesiones” del cineasta Ben Lewin, que ya llegaba a nuestras pantallas con varios premios en el Festival de Sundance.

“Bypass” de Aitor Mazo y Patxo Telleri

“Bypass” de Aitor Mazo y Patxo Telleria divertidísima con ritmo eficaz y envolvente y una interpretación brillante.
Foto: Donostia Zinemaldia

Me gustaría cerrar este repaso por lo mejor de este festival con la cinematografía vasca, enmarcada en varias de las secciones de este Festival. Buen año éste sobre todo en lo que se refiere al cine documental: “Pura vida” de Pablo Iraburu y Migueltxo Molina, sobre el intento de rescate internacional del montañero Iñaki Otxoa de Olza, “Mur-mur” de Juanmi Gutiérrez testimonio de la dificultad de los presos sociales cara a la reinserción tras la prisión; las mujeres y la violencia en sus múltiples formas en “Mariposas en el Hierro” de Berta Gaztelumendi; las claves creativas en Bernardo Atxaga en “Leku utsak, Hitz beteak” de Joxeangel Arbelaitz; el mundo creativo del pintor y cineasta José Antonio Sistiaga en “En un paisaje imaginado” de José Venero, el falso documental sobre un grupo de rock femenino “Zuloak” de Fermín Muguruza. Sobre todos ellos destaca “Emak Bakia Baita” del navarro Oskar Alegría que a través de la búsqueda de la casa donde Man Ray vivió y rodó su película “Emak Bakia” indaga en el universo dadaísta y surrealista del polifacético artista americano. Una obra sorprendentemente fresca donde el azar y el viento construyen la narración. Son todos ellos, a pesar de la diversidad de estilos y temáticas que abordan, muy estimulantes certificando la buena salud de que goza la cinematografía vasca actual.

La ficción nos ofreció dos obras muy dignas y una obra fallida. “Baztán” de Iñaki Elizalde fracasa en el ambicioso intento de reconstruir el pasado y el presente de los agotes en el valle del Baztán. El engarce entre las dos épocas y sobre todo la mezcla de interpretaciones de actores profesionales y aficionados no funcionan y hacen del film un continuo subir y bajar entre la inmersión en su trama y el distanciamiento ante la misma. Más interés suscitan la comedia “Bypass” de Aitor Mazo y Patxo Telleria divertidísima con ritmo eficaz y envolvente y una interpretación brillante y, por último: “Chaika” de Miguel Ángel Jiménez, rodada en Siberia y Kazakistán con una apuesta tan radical y arriesgada, como equivocada sobre la estética que la historia demandaba.

Cientos de películas para celebrar un aniversario. Felicitaciones a todos: Al equipo del Festival tan competente en lo profesional como calido en las relaciones humanas, como al magnífico público que ama al cine y que nunca dejará, crisis o no bonanza, de llenar las salas donde se mira o se representa la vida.

La opinión de los lectores:

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