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Perspectiva de género en el cooperativismo: retos y controversias

Eunate ELIO CEMBORAIN, Mondragon Unibertsitateko Enpresagintza Fakultateko ikerlaria

La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 2012 como el Año Internacional de las Cooperativas, bajo el lema “las cooperativas ayudan a construir un mundo mejor”. Esta conmemoración viene a resaltar el hecho de que las cooperativas han demostrado su capacidad para prosperar incluso en épocas de crisis y de sacar de la pobreza a muchas familias.1

Las cooperativas son un ejemplo de democracia organizacional o democracia en el trabajo (Mathews, 1999) y representan el modelo ideal de las empresas participadas por parte de sus trabajadores y trabajadoras (Oakeshott, 2000). La democracia en el trabajo lleva implícita la idea de la igualdad. Es decir, la democracia conlleva un mismo derecho a participar para todas las personas implicadas en la decisión a adoptar o en las consecuencias de dicha decisión. Asimismo, la democracia en el trabajo implica reparto de poder y que todas las personas que en ella participan tengan los mismos derechos y obligaciones. Las cooperativas garantizan la igualdad de sus miembros a través de la propiedad compartida de la organización en la que trabajan. Es por ello, que cuentan entre sus valores con la igualdad y la democracia, y la no discriminación entre sus principios cooperativos.

Sin embargo, esta igualdad no siempre ha sido tratada desde una perspectiva de género: el objetivo prioritario de las cooperativas de trabajo asociado no ha sido conseguir una igualdad entre hombres y mujeres, sino entre el colectivo trabajador en general, sin prestar demasiada atención a su sexo. La preocupación del cooperativismo ha sido la soberanía del trabajo frente al capital, no la igualdad entre los trabajadores hombres y mujeres.

Es evidente que existe, no obstante, una relación conceptual entre cooperativismo y feminismo, aceptando de antemano la diversidad interna en cada uno de los movimientos. En ambas corrientes de pensamiento subyacen los conceptos de igualdad y justicia y ambas tienen como objetivo limitar las relaciones de poder. En el caso del cooperativismo, se busca transformar la relación de poder entre capital y trabajo; en el caso del feminismo, la relación de poder entre hombres y mujeres. Ambos movimientos deberían complementarse mutuamente con el objetivo de superar tanto el capitalismo como las relaciones de desigualdad entre los géneros. Se abre, por lo tanto, un interesante campo de estudio en esta colaboración. Y a las cooperativas se les plantea un importante reto al que deberán dar una respuesta a medio plazo.

Los claroscuros de la participación de las mujeres en las cooperativas

Desde una perspectiva histórica las mujeres han participado en el movimiento cooperativo desde sus inicios, tanto en su creación como en el desarrollo del cooperativismo moderno. Ya desde 1883 las mujeres inglesas contaban con una agrupación de mujeres cooperativistas (Gómez, 1998) y apoyaron la creación de la Alianza Cooperativa Internacional (ICA-ACI) en 1895.2 A lo largo de la historia las agrupaciones de las mujeres han ido exigiendo una mayor presencia en las estructuras cooperativas internacionales. A principios del siglo XX la participación se reducía al apoyo al movimiento cooperativista. A mediados de los 50, se fue incrementando la presencia de las mujeres en las estructuras internas de la Alianza Cooperativa Internacional y participando en actividades más allá de meros formalismos, que era una de las quejas de los grupos de mujeres (Gómez, 1998). Actualmente la ACI cuenta con un Comité Global de Mujeres y cuatro mujeres en representación de las cuatro regiones del mundo, forman parte de la presidencia de la Alianza (Marcone, 2004). Desde el año 2009 y, por primera vez, la presidencia de la ACI la ocupa una mujer.

Respecto a la participación de las mujeres en el cooperativismo vasco, es difícil realizar afirmaciones concluyentes a la hora de comparar la presencia de mujeres en el mercado laboral y las empresas de la economía social porque las fuentes de los datos son distintas y el momento y el método de recogida de datos también lo son. No obstante, actualmente, los datos parecen indicar que en el caso concreto de las cooperativas, el porcentaje de mujeres es mayor que en el mercado laboral en su conjunto. Es decir, en las cooperativas el porcentaje de mujeres es mayor que en otro tipo de empresas. Además, muestran una evolución ascendente de la participación de las mujeres a lo largo de los años.

Sin embargo, independientemente de la importancia de los principios de democracia y equidad en la filosofía cooperativa y la histórica participación de las mujeres, las cooperativas están enmarcadas en un mercado laboral y una sociedad que mantienen a las mujeres en situación de desigualdad respecto a los hombres. Y como consecuencia, la participación de las mujeres en las cooperativas sigue siendo menor que la de los hombres y su presencia es mayor en las actividades típicamente femeninas que son, generalmente, las de menor prestigio social y retributivo. Además, sea cual sea el país analizado las cooperativas están dirigidas y gestionadas mayoritariamente por hombres: su presencia es mayor tanto en los órganos de gobierno como en los órganos de gestión. Debido a ello, las cooperativas están lejos de aprovechar todo el potencial que les aporta su naturaleza personalista y democrática. De hecho, las formas de hacer de las cooperativas siguen siendo masculinas, de manera que la desigualdad de género en el poder en las cooperativas es una de las mayores contradicciones entre la teoría cooperativa y la práctica, debilitando la identidad cooperativa, su credibilidad y la posibilidad de cumplir con el objetivo cooperativo (Apelqvist, 1996).

Foto: CC BY - Michel27

Las cooperativas han ayudado a mejorar la desfavorable situación de muchas mujeres.
Foto: CC BY - Michel27

Aportación mutua del cooperativismo y la igualdad de género

Las cooperativas son permeables y navegan entre las tendencias de la sociedad y el cumplimiento estricto de sus principios y valores. De esta manera, a pesar de las contradicciones del cooperativismo respecto a la igualdad de género, las cooperativas y las mujeres se han ayudado mutuamente. Las mujeres han realizado una aportación diferencial al movimiento cooperativo. De la misma manera, las cooperativas han ayudado a mejorar la desfavorable situación de muchas mujeres. El cooperativismo ha aportado a la situación de las mujeres principalmente en estas tres vertientes:

- Creación de empleo: las cooperativas han sido consideradas como un instrumento idóneo para la creación de nuevas empresas, así como una vía para sacar de la economía sumergida a sectores que en muchas ocasiones están copados por mujeres (ICA-ACI, 2006; WAGES, 2010). Muchas mujeres han considerado que la creación de una cooperativa les da pie a ser propietarias y líderes de una empresa, algo que consideran más complicado en las empresas convencionales. Se ha comprobado que las empresas de economía social ayudan a la corrección de desequilibrios del mercado de trabajo (corrección del paro y la inestabilidad del empleo), son más propicias a realizar cambios en los salarios en vez de en el empleo cuando varían las condiciones económicas de su contexto (Craig y Pencavel, 1992) y fomentan la distribución más igualitaria de renta y riqueza, el desarrollo económico endógeno, la autonomía de los territorios, la oferta de servicios de bienestar social, la estabilización económica y el desarrollo sostenible (Ribas, 2005).

- Condiciones de trabajo: las cooperativas ayudan a mejorar las condiciones de trabajo de las personas socias. De esta manera, las mujeres tienen posibilidad de aumentar el control sobre su trabajo (Pestoff, 2000), tienen un mejor clima psicosocial (H?ckertin y H?renstam, 2006) y, en muchas ocasiones, favorecen la conciliación de la vida familiar y laboral.

- Participación en la gestión: un sistema de gestión participativa puede favorecer el rol de la mujer en la empresa, si se incorporan los puntos de vista, valores, inquietudes y necesidades de la parte femenina a las decisiones adoptadas por unos equipos de dirección fundamentalmente masculinos (COCETA, Dpto. de la Mujer, 2004). Asimismo, se ha comprobado que las fórmulas jurídicas de economía social han servido a las mujeres para acceder y promocionarse a puestos de mayor responsabilidad (Junta de Andalucía y CEPES-Andalucía, 2011).

El potencial de las cooperativas en la consecución de la igualdad de oportunidades no está en acciones concretas, sino en sus valores básicos y en las estructuras organizativas, es decir, en los propios fundamentos de la cooperativa. Por su propia naturaleza y sus principios cooperativos, la cooperación ha ayudado a mejorar las condiciones sociales y económicas en muchos lugares del mundo y aún tienen un rol importante que jugar en ese sentido. Las cooperativas, por su estructura y mecanismos de participación pueden mejorar una situación que, actualmente, desfavorece a las mujeres.

Bibliografía:

- Apelqvist, K. (1996). Strategies for shared power between men and women in co-operatives. Review of International Co-Operation, 89(1), 28-38.

- COCETA, Dpto. de la Mujer. (2004). La promoción e igualdad de la mujer en la cooperativa de trabajo asociado. Noticias de la Economía Pública, Social y Cooperativa, 42, 54-60.

- Craig, B., y Pencavel, J. (1992). The behavior of worker co-operatives: The Plywood companies of Pacific Northwest. The American Economic Review, 82(5), 1083-1105.

- Gómez, L. (1998). Women in co-operatives: The policy of the International Co-operative Alliance. Journal of Co-operative Studies, 31(2), 33-56.

- H?ckertin, C., y H?renstam, A. (2006). The impact of ownership on psychosocial working conditions: A multilevel analysis of 60 workplaces. Economic and Industrial Democracy, 27(2), 245-284.

- ICA-ACI. International Co-operative Alliance - Alianza Cooperativa Internacional. (2006). The ICA Group's annual report 2006. ICA-ACI.

- Junta de Andalucía, y CEPES-Andalucía, Confederación de Entidades para la Economía Social. (2011). Economía social con perspectiva de género: Análisis de “techo de cristal” y establecimiento de un modelo equitativo de gestión empresarial. CEPES-Andalucía, Confederación de Entidades para la Economía Social.

- Marcone, S. (2004). El rol de las mujeres en la empresa cooperativa. Noticias de la Economía Pública, Social y Cooperativa, 42, 43-47.

- Mathews, R. (1999). Jobs of our own: Building a stake-holder society. Australia: Pluto Press Australia.

- Oakeshott, R. (2000). Jobs and fairness: The logic and experience of employee ownership. London: Michael Russell Publishers.

- Pestoff, V. (2000). Enriching Swedish women’s work environment: The case of social enterprises in day care. Economic and Industrial Democracy, 21(1), 39-70.

- Ribas, M. A. (2005). Mujer y trabajo en la economía social. Madrid: Consejo Económico y Social.

- WAGES. (2010). Wages cooperatives. Consulta realizada en marzo de 2012 en http://wagescooperatives.org

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