Elias Salaverria: un símbolo de nuestra cultura del esfuerzoEscuchar artículo - Artikulua entzun

Urkiri SALABERRIA
Traducción: BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA
Jatorrizko bertsioa euskaraz

Elias Salaverria nació en Lezo a las once de la noche del 16 de abril de 1883. Pasó su infancia en esta localidad, en un entorno tranquilo sin industrializar, casi bucólico, donde despidió la parte más romántica del siglo que finalizaba, paseando por sus típicas calles flanqueadas de casas con escudos de armas.

Nació en una familia sin recursos, en un pueblo de gran tradición religiosa y especialmente devoto por el Santo Cristo. Dada la religiosidad que le rodeaba, no resulta sorprendente que ejerciera de monaguillo.

Elías Salaverría  
Elías Salaverría Inchaurrandieta.
El sacerdote del pueblo, Eusebio de Pildain, no se limitaba a dar misa. Se implicaba mucho en el desarrollo humanístico e intelectual de los monaguillos. Por ello, en seguida se dio cuenta de que Salaverria tenía un don para el dibujo pues notó que cuando el niño tenía un lápiz entre los dedos dibujaba cuanto veía.

Tal era la afición de Salaverria por el dibujo, que la noticia llegó a oídos del alcalde Regino Gezala y de Francisco de Cubas y González-Montes, Marqués de Cubas, arquitecto que había realizado el cementerio de la Almudena de Madrid y devoto del Santo Cristo, para cuya veneración visitaba Lezo a menudo.

En una de sus visitas a Lezo, el Marqués le dejó una litografía de la “Dolorosa” que había en la sacristía para que la copiara y así comprobar la habilidad del niño. El resultado fue tan bueno que Salaverria entró en la Escuela de Artes y Oficios de Donostia en 1897.

Ya matriculado en la escuela, a sus 14 años tuvo que sacrificarse por la pintura: todos los días iba y volvía a pie a Donostia desde Lezo, recorriendo 18 largos kilómetros en total. Una prueba maratoniana, sin duda alguna, capaz de desanimar al más apasionado pintor. Pero Salaverria llevaba el arte en las venas y no había nada que pudiera desviarle de su objetivo.

Probablemente en aquellos largos paseos entre Lezo y Donostia se gestaran muchas de las temáticas artísticas del maestro que llegaría a ser.

Y así pasaron dos años, en la Escuela de Artes y Oficios donostiarra yendo y viniendo y demostrando mucho interés por las clases del profesor Juan Martínez.

Para entonces el Marqués de Cubas ya había fallecido, pero su viuda continuó el mecenazgo de Salaverria, proponiendo en 1899 a sus padres que prosiguiera sus estudios en Madrid.

El duelo, 1915
El duelo, 1915.

En mi opinión este pedazo de la biografía de Salaverria refleja muy bien la “cultura del esfuerzo” que tan bien describe a nuestro pueblo. El patrimonio heredado de nuestros antepasados es un bien muy preciado que no solamente se limita a bienes materiales. Existe un conjunto de bienes “inmateriales” que junto con nuestra lengua, constituyen un rasgo característico de nuestra cultura.

Invito a los jóvenes de hoy a que recojan el testigo, a que valoren los esfuerzos realizados por nuestros predecesores y los integren en sus vidas diarias. Para finalizar, quisiera retomar las palabras de Enrique Echeburúa en una entrevista realizada para nuestra revista: “Deberíamos volver a la cultura del esfuerzo para sentir la felicidad que aporta el trabajo bien hecho”.

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