Buscar en nuestro presente cultural una explicación remota en el tiempo, no deja de ser una tarea un tanto desconcertante por la falta de datos homogéneos, aunque también puede ser interesante si finalmente se logra llegar a una conclusión irrefutable o lo que es lo mismo, el hallazgo en el pasado de algún elemento que perviva en nuestra cultura, hoy en día, a pesar de las idas y venidas en la historia de nuestro pueblo.
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Eguzkilore. Foto: “Mitología del pueblo vasco”, J.M. de Barandiaran. |
Y si lo que queremos es complicar aún más el asunto se puede intentar recopilar información de esa época en la que nuestro pueblo todavía no había recibido la influencia externa de otras culturas o al menos que aquella fuera mínima. Conocer en profundidad ese periodo histórico es prácticamente imposible, pues nos tendríamos que remontar, según la opinión del antropólogo J.M. Barandiaran, al Neolítico, momento en el que puede decirse que ya existe el llamado tipo racial vasco. Y si ponemos un punto de inicio, que sería en este caso el Neolítico, habrá que dejar marcado un tope posterior, siempre y cuando nuestro interés se centre en la Antigüedad, porque bien es sabido que muchas de las costumbres que se mantienen entre nosotros tuvieron su origen a partir de la Edad Media. Por lo tanto, ese tope habría que situarlo en torno a los años de la romanización para la zona sur de Euskal Herria (la E.H. actual) o bien la llegada del cristianismo para la zona norte y pirenaica de nuestra geografía. Esta división temporal y territorial tiene su razón de ser en la desigual influencia romana sobre los pueblos que, hasta la llegada del Imperio Romano existían en E. H. La zona sur, más llana y practicable económica y socialmente, se integró rápidamente en la forma de vida traída por los romanos, por lo que se entiende que, a pesar de los dicho en numerosos estudios sobre el relativo respeto del romano por lo vascón, muchas de las costumbres de este último se perderían definitivamente o, en el mejor de los casos, se integrarían en la cultura romana. Tal integración permitiría, siglos después, descubrir algún atisbo de cómo eran y vivían nuestros antepasados a la vez que eran descubiertos los entresijos de la romanización en territorio vascón. El norte de E.H. también conoció la presencia del Imperio Romano, pero de una manera diferente. Lo intrincado de su geografía supuso una dificultad para los romanos en su afán por arrancar los recursos naturales de los pueblos conquistados, por establecer nuevos núcleos urbanos y crear conexiones entre estos. Podría decirse que los rasgos culturales (en su gran mayoría desconocidos en el presente) de los habitantes del norte de E.H., se mantuvieron al margen de los provenientes de Roma, o al menos perduraron algo más en el tiempo con respecto a los del sur. Sin embargo, esta situación duró solamente hasta la entrada en E.H. del cristianismo.
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Txabola en los bosques de la cuenca del río Zumarresta (Nafarroa). Foto: “Arte popular vasco”, L.P. Peña Santiago. |
Aún no se sabe con exactitud cuántos años tardó el cristianismo en afianzarse entre los vascos, aunque lo que está claro es que este hecho se vio favorecido por el auge del Camino de Santiago a su paso por nuestra geografía. Algunas fuentes aseguran que ya en el siglo V había indicios de cristianización; otras que, aún así, hasta 10 siglos después, el territorio vasco todavía mantenía entre sus montañas gentes que continuaban con sus practicas paganas y viejas costumbres. Cierto o no, resultado definitivo al proceso de cristianización fue el mismo para todos: la paulatina desaparición de creencias paganas y tradiciones a aquellas relacionadas; la transformación de elementos mitológicos y posterior asimilación de los mismos por el mundo de las creencias cristianas; el castigo hacia aquellas personas que aún mantenían sus costumbres paganas en combinación con un conocimiento de cientos de años de antigüedad sobre lo que la Madre Tierra les había facilitado para sanar y ayudar a los necesitados... El cristianismo llegó a E.H. de la mano de religiosos que fueron dejando testimonios escritos sobre las gentes que entonces poblaban nuestra geografía y en los que manifestaban su horror ante lo que veían y oían. Obviamente, estos primeros testimonios en los que los vascos eran calificados de bárbaros, tuvieron gran repercusión, siendo utilizados posteriormente como prueba de cómo éramos nosotros por aquel entonces. Cualquiera que lea, hoy en día, esos documentos (y más aún los relacionados con las practicas brujeriles durante la Edad Media) acabará poniendo en duda su veracidad. Sin embargo, y lamentablemente, hasta mucho después, ésta fue la única descripción antropológica de nuestro pueblo. Anteriores a estos escritos, teníamos los trabajos del geógrafo e historiador griego Estrabón (63 a. C. – 19 d.C.), a los cuales se recurre a menudo cuando se trata de temas de la Antigüedad y lo que se quiere es buscar esos datos que reflejen un mínimo parentesco con lo que en la actualidad se considera como cultura vasca. Así, algunos antropólogos y estudiosos afirman que ciertas danzas vascas tienen un origen precristiano, lo que no sería de extrañar teniendo en cuenta las palabras del citado historiador griego, explicando en su obra “Geografía” cómo “mientras beben, danzan los hombres al son de flautas y trompetas, saltando en alto y cayendo en genuflexión”. Estrabón pasa posteriormente a explicar de qué manera las mujeres toman parte en estas danzas junto a los hombres.
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Estela discoidea con imagen del sol en el centro. Camposanto del monasterio de Belloc (Lapurdi). Foto: “Mitología del pueblo vasco”, J.M. de Barandiaran. |
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Cajas excisas. Yacimiento de La Hoya (Laguardia-Biasteri). Foto: “Arte vasco”, V.V.A.A. |
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