Durante
los últimos meses, la Comunidad Autónoma Vasca está
dilucidando en torno a la Ley de Universidades, tema sobre el que
ya se venía reflexionando con anterioridad. ¿Qué
tipo de universidad necesita nuestra sociedad? ¿Qué
condiciones públicas se deben establecer para su desarrollo?
La universidad tiene encomendada la importante misión de
generar y socializar conocimiento avanzado en distintos ámbitos,
de dar una respuesta a las necesidades que plantea la sociedad,
y no al revés, como algunos parecen considerar.
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Universidad de Deusto. Campus de Bilbao. |
Las sociedades occidentales avanzadas están introduciendo
cambios sociales a una enorme velocidad. Nuestras economías
se están adentrando en una cada vez más profunda globalización.
Las tecnologías de la comunicación y de la información
han traído consigo una mayor desnacionalización y
desmaterialización del sistema económico. En la sociedad
del conocimiento el valor añadido reside fundamentalmente
en el conocimiento. La posibilidad de competir en el panorama internacional
la detentan los actores, países y distritos capaces de producir
y gestionar conocimiento. Se trata de una realidad que obliga a
las empresas y a los trabajadores a introducir importantes cambios.
Ahora que el nuevo campo de juego empieza a extenderse al ámbito
internacional, los actores económicos, en el caso de querer
seguir manteniendo su nivel de competitividad, no tendrán
otro remedio que diseñar estructuras altamente flexibles
y aceptar el cambio cultural. El carácter del trabajo se
va modificando y las condiciones laborales flexibilizando, porque
así lo exigen los cambios que afectan a las particularidades
sociales en términos de tiempo y espacio. El escenario económico
ofrece muy poca estabilidad.

La globalización no sólo afecta a la realidad económica.
También incide directa y profundamente en la cultura de nuestra
sociedad. Nuestro entorno se presenta cada vez más secularizado
y plural en lo que respecta a pertenecer, sentirse y actuar conforme
a parámetros individuales o colectivos. Muchos países
están tratando de combinar el acuerdo básico social
con la inevitable pluralidad. La globalización ubica la construcción
social de la realidad cultural dentro del nuevo concepto del espacio
y del tiempo. Tenemos ante nosotros dos procesos contrapuestos:
por una parte la pluralidad, y por otra la homogeneidad que imponen
los actores que más poder ostentan en el sistema económico.
En este escenario no hay lugar para los caracteres exclusivos, excluyentes
e insostenibles: para poder conservar lo propio, hay que integrarse
con los demás.
En buena parte, la globalización económica ha sido
la causante de haber sumido en crisis el concepto del Estado nación.
El cambio en las estructuras de la sociedad ha convertido la reforma
de la estructura política en una urgente necesidad y en un
problema. Algunas de las competencias que ostenta el Estado del
bienestar podrían ser transferidas a otro tipo de estructuras,
mientras que otras empiezan a quedarse en manos de actores privados
no políticos presentes en el mercado. Esta situación
de incesantes cambios y escasa estabilidad ha provocado que la "crisis"
se haya institucionalizado. No se puede olvidar tampoco que este
modelo de desarrollo está aumentando las diferencias entre
los países ricos y pobres.
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Universidad de Deusto. Campus de Donostia. |
Las universidades vascas deben amoldarse a este nuevo contexto.
Y es que la universidad actual, sea pública o privada, ofrece
una imagen muy distante con respecto a la realidad social. Nuestro
sistema universitario depende de la estructura política estatal
y de sus condiciones normativas. Este sistema se ha caracterizado
por su excesiva burocracia y poca flexibilidad. Por otra parte,
desde el punto de vista organizativo, es inevitable diferenciar
la universidad pública y la privada. La universidad privada
se financia fundamentalmente gracias a las matrículas de
los alumnos, apenas cuenta con medios para destinar a la investigación,
y el descenso de alumnos les obliga a buscar nuevas fuentes de financiación.
Todo ello debería obligarles a desplegarse a nuevos ámbitos
en investigación y formación. En términos generales,
la universidad no esta internacionalizada, sus procesos formativos
están limitados a unos períodos concretos, carece
de tradición en gestión empresarial, y cuenta con
enormes y sólidas estructuras difíciles de mover.
El valor añadido de la universidad privada ha estado en la
docencia y, al menos por el momento, en su disciplina y seriedad.
Pero eso no basta para afrontar el futuro. Tiene que introducir
cambios en su estructura, en sus contenidos de investigación
y formación y en la gestión. La universidad pública
tiene menos problemas financieros, pero exactamente los mismos retos:
adentrarse más en la red internacional, ampliar los procesos
de formación e investigación, etc. Para ello antes
deberá flexibilizar su estructura, lo que presenta serias
dificultades en la estructura pública, bastantes más
que en la privada. Cuando se habla sobre los cambios a introducir
en la universidad, con frecuencia se suelen identificar con cambios
en el sistema y en las condiciones de las instituciones públicas.
Lo más importante es diferenciar debidamente los dos aspectos.
Es necesario cambiar las normas y el sistema, pero la máxima
responsabilidad está en manos de los actores que los tienen
que llevar a cabo. La clave fundamental del cambio son los recursos
humanos de la universidad.

El ámbito de nuestra universidad ya no son ni España
ni Euskal Herria, sino Europa y el mundo, por lo que estamos obligados
a contar con una diversidad cultural y lingüística.
Y la única manera de conservar nuestra cultura y nuestra
lengua es integrarse en una realidad más amplia. Las universidades
radicadas en Euskal Herria tienen que adaptarse a la nueva realidad
que exige crear conocimientos y difundir la formación. Para
que el euskera siga progresando, hay que combinarlo con el castellano,
con el inglés y con otras cuantas lenguas. El mayor favor
que podemos hacerle al euskera es que en la sociedad científica
inglesa haya personas que sepan hablarlo.
La función de la universidad consiste en crear conocimientos
avanzados y ofrecer procesos de formación. Sin embargo, Euskal
Herria tiene una capacidad limitada para crear conocimientos. No
podemos crearlos en todos los ámbitos, sino sólo en
los que se consideran estratégicos. En este sentido, tampoco
puede restringir el proceso formativo a una determinada zona geográfica,
ni a una determinada edad. Hay que explorar nuevos mercados y superar
los límites existentes en todas aquellas materias en las
que podemos ofrecer un valor añadido. Por otra parte, los
procesos formativos de los alumnos no se pueden basar exclusivamente
en la transmisión del conocimiento y de la información,
sino que además hay que inculcarles valores humanos orientados
a la formación y al desarrollo de sus capacidades. En una
sociedad que cambia a tan increíble velocidad, el estudiante
tiene que ser capaz de adaptarse a los nuevos conocimientos y procesos
con los que se encontrará durante el proceso de aprendizaje
que abarcará toda su vida. Nos encontramos ante un nuevo
reto pedagógico consistente en encauzar el significativo
y autónomo proceso de aprendizaje del alumno.
Toda
esta serie de desafíos requieren asimismo modificaciones
desde el punto de vista empresarial. La universidad tiene que ser
una empresa competitiva que desarrolle su trabajo con calidad. Tiene
que adaptar su estructura a estas funciones. No puede ser una isla
en el ámbito de la investigación y la formación,
sino que debe superar los límites actuales e integrarse en
redes más amplias y trabajar en concordancia con otras universidades
y empresas de Europa y del mundo. Además, es importante que
esta dinámica se desarrolle en el entorno más próximo,
para que las universidades radicadas en Euskal Herria sean tanto
productoras del valor añadido como medio de comunicación
del valor añadido producido por otras entidades. En lo que
respecta a la organización, las universidades pública
y privadas deben alcanzar un mayor grado de autonomía y flexibilidad
(fundamentalmente en la contratación del profesorado y en
la adopción de decisiones para la gestión y formación)
y dejar atrás las oxidadas y habituales falta de movilidad
y burocracia. Sin embargo, la estructura de la universidad es un
medio, no una finalidad, puesto que ésta se traduce en crear
conocimientos y preparar a las personas. Ni tan siquiera los títulos
constituyen un fin, sino simplemente un exponente.
Es totalmente necesario que las universidades de la Comunidad
Autónoma Vasca se orienten hacia la realidad que acabamos
de describir. Para ello, tan importantes como las condiciones impuestas
por las instituciones públicas son las decisiones que adopten
las propias universidades. En tanto en cuanto la universidad siga
constituyendo un valor para el desarrollo de la Comunidad Autónoma
Vasca, el Gobierno Vasco tendrá que hacer uso de las competencias
y asegurar la continuidad de la misma. Cierto que no tiene
la capacidad de condicionar de un Estado, pero en la medida de lo
posible debería darles un impulso y establecer condiciones
para que las universidades vascas actúen de una forma más
coordinada y sean capaces de hacer frente a los retos que tienen
ante sí: fijar condiciones legales para que las universidades
cuenten con nuevas fuentes de financiación, adoptar medidas
legales orientadas a flexibilizar la gestión de las universidades,
favorecer la colaboración entre distintas entidades y universidades
en aquellas materias que tengan un valor estratégico para
Euskal Herria, fomentar la integración internacional, ayudar
en el diseño del plan estratégico de recursos humanos
para la evolución de Euskal Herria, etc. La Comunidad Autónoma
Vasca necesita una ley universitaria que nos acerque a esta realidad.
Una ley que flexibilice los procesos de gestión universitaria,
que permita integrarse en el escenario internacional y que establezca
unas condiciones para garantizar la calidad de los conocimientos
y de los procesos de formación. Tanto el sistema universitario
vasco como su correspondiente ley deberían respetar la autonomía
de cada universidad, pero siempre y cuando para la consecución
de sus objetivos resulte necesario contar con financiación
pública, las entidades públicas estarán obligadas
a asegurar el buen uso de la misma.
Xabier Barandiaran Irastorza, profesor de Opinión
Pública en la Universidad de Deusto
Fotografías: Página web de la Universidad de Deusto
(http://www.deusto.es) |