Ramiro Larrañaga, grabador y escritor
"El revólver lo invento un vasco"
* Original en euskera
Beñat Doxandabaratz Otaegi

Ramiro Larrañaga Me recibe en su piso del popular barrio donostiarra de Egia. Se le nota preocupado por su delicado estado de salud. "Ahora, mira por dónde, yo tengo el mismo mal que se llevó a mi primera mujer", dice. Sin embargo, no por ello pierde el humor. En el salón de su casa destaca un gran cuadro de una joven mujer. "Mi primera esposa", señala mirándola. A la derecha cuelga una fotografía de Larrañaga saludando al rey Don Juan Carlos. Viendo mi interés resalta que "fue a raíz del libro que escribimos sobre el pintor Zuloaga. El Rey nos recibió en la Zarzuela", antes de añadir que "no es que yo sea monárquico, pero ya sabes, es un jefe de Estado".

-Al igual que su padre, usted iba para fabricante de escopetas. Pero acabó siguiendo otra senda....
Sí, debido a las circunstancias. Lo que pasó es que tras quedar huérfanos de padre en 1935, todo se nos puso cuesta arriba. Con todo, nuestra ama se las apañó para sacarnos adelante, ya que era muy buena costurera. Y aun así, pasamos hambre. Hasta tuvimos que vender las máquinas que había en el pequeño taller dejado por mi padre. No teníamos ni un duro.

-Pero se las apañó para seguir estudiando.
Sí, porque, una vez acabada la enseñanza primaria en los Maristas, una tía mía que era monja medió para que hiciera los estudios secundarios gratuitos en un colegio en Pamplona. Estando yo allí se inició la contienda nacional, con lo cual me quedé aislado de mi familia. Y encima yo era el mayor de los cuatro hermanos y hermanas.

-En un principio, la Guerra Civil, como la invasión de Irak, también iba a durar diez días......
Exactamente. Durante los Sanfermines de julio del 36 me acuerdo que esos mismos mozos que vestían el pañuelico rojo al cuello, a los pocos días estaban camino del frente empuñando fusiles Mauser, porque alguien que ni siquiera conocían así lo dispuso. Unos hacia Lesaka y otros hacia Somosierra.

-En su libro de memorias, "Viudo y solo" afirma que conoció al que fuera presidente de la República, Alcalá Zamora.
Sí. (Por cierto, recuérdame luego que te regale un ejemplar). Fue antes de la guerra, en una ocasión que pasó por Soraluze camino de Eibar. Me acuerdo de su pelo blanco al viento. Fue un hombre recto, pero el orden público se le fue de las manos y eso fue la perdición para la República. Cuando los anarquistas empezaron a expulsar a los jesuitas, a quitar los crucifijos de las escuelas (como en la escuela Errege etxea, de Soraluze) y a quemar iglesias, los católicos se dijeron que eso había que pararlo.

-El PNV también se vio en la en encrucijada de tomar partido....
Y tanto. Dudó muchísimo, justo hasta que fusilaron al alcalde de Estella por separatista. Entonces el PNV se inclinó por el bando republicano, por mucho que no les gustara. Bastantes gudaris, al perder la guerra en Euskadi, pasaron a formar parte como requetés.

-¿Usted se alistó o cayó en el bando nacional?
Caí, porque la guerra me pilló en Pamplona. Si no, lo podía haber hecho con los gudaris tranquilamente. Estuve en la Batalla del Ebro con tan sólo 15 años, realizando servicios en primera línea con los del tercio Zumalacarregui.

-¿Es cierto que en la Batalla del Ebro los enfrentamientos cuerpo a cuerpo eran frecuentes?
Uy, sí. Recuerdo que un sargento nuestro se batió con un brigadista polaco. Tras una lucha encarnizada regresó victorioso, todo ensangrentado, con la cartera del polaco como señal. Cuando la abrimos para ver lo que había, nos encontramos con algo que nos conmovió: tenía una foto de su mujer y sus dos hijos. Eso es de lo más terrible de la guerra: matar porque sí, sin conocer para nada al del otro lado, cuando en realidad es una persona con tantas afinidades o más que muchos de los que están combatiendo a tu lado. Así que hago mía la máxima del filósofo Ortega y Gasset: "El hombre y sus circunstancias".

-A usted, sus circunstancias nunca le han hecho afiliarse a ningún partido político...
Sí, y quizá por eso he tenido ciertos perjuicios. Pero no me arrepiento para nada, con todo lo que eso entraña a la hora de que te den facilidades para poder publicar un libro. Es que yo, a decir verdad, siempre he sido fuerista. Siempre he dicho que el conflicto vasco viene de hace 150 años, desde que nos quitaron los fueros. De cuando el abrazo-farsa de Bergara entre Espartero y Maroto. Tú me dirás que pintaban un manchego y un murciano decidiendo nuestro futuro.

-¿Qué hizo al volver de la guerra?
Empecé a trabajar en la fábrica de cañones de Soraluze, donde practiqué el grabado industrial. Luego pedí permiso para ir a un taller de escopetas de Eibar a estudiar dibujo de adorno, el grabado de la escopeta y todo eso. Y me vino muy bien, puesto que al poco tiempo me tocó ir a la mili a Zaragoza, donde saber el oficio me permitió trabajar para unos joyeros que pagaban muy bien, mucho más que en casa.

-¿Y una vez acabado el servicio militar?
Me establecí por mi cuenta como grabador, con una pequeña tienda incluso, que regentaba mi mujer. Pero entonces me tocó hacer otra mili: la de ayudar a mi pueblo.

-¿Cómo fue eso?
Bien sencillo. Artola, el entonces alcalde, me dijo: "Tienes que venir, porque en el Ayuntamiento nos hace falta un administrativo". Luego saqué la plaza como oficial técnico-administrativo y empecé a cobrar 500 pesetas al mes. En aquella época en Soraluze, aunque había 6.000 habitantes, tan sólo estábamos a veces, dos alguaciles, un barrendero y yo. En cambio ahora, con 1.000 habitantes menos, se han quintuplicado esos puestos. De todos modos, al cabo de quince años me cansé. Ya había hecho bastante por el pueblo,oiga. Y seguí con mi taller.

-¿Cuál era el ambiente que se respiraba en la cuenca armera durante la posguerra?
Floreciente. Empezó a haber mucho trabajo, con tres relevos diarios. Vino mucha gente de fuera, extremeños, castellanos, etc, que se metían en chabolas a vivir. Y cuando se cogían un piso, se explotaban los unos a los otros cobrándose los cuartos con derecho a cocina. Poco a poco, de peones manejando la carretilla pasaron a hacer labores especiales, e incluso fueron haciéndose con un oficio.

-¿Qué ideología predominaba entre ellos?
La mayoría eran falangistas. Lo que ocurre es que al venir a Gipuzkoa se convirtieron en socialistas u otras opciones políticas.

-¿A cuánto ascendía el jornal?
Nosotros ganábamos al principio, dos pesetas y media al día, por nueve horas de trabajo, domingos inclusive. El único "bálsamo" que nos permitíamos los domingos era acabar de trabajar a las seis, calzarnos unas alpargatas e irnos al cine a ver una película de "Tomasín".

-¿Y el ambiente de represión franquista?
Fue "in crescendo". Ya desde un principio había mucha policía. Tanta que para salir de una provincia a otra te hacía falta el salvo-conducto. No valía el de requeté. Nosotros, por ejemplo, para ir a la romería los domingos, nos teníamos que sacar el salvoconducto en el Ayuntamiento.

-¿Las divergencias políticas entre los excombatientes hasta qué punto empañaban su convivencia?
En nada. Nuestras diferencias no eran nada en comparación al enfrentamiento que hay hoy en día, tanto entre políticos como ciudadanos. Me acuerdo que fundamos una sociedad musical. Pues bien, allí había socialistas, cuatro o cinco requetés y gudaris. ¡Agárrese a eso! Y además de llevarnos bien, hasta hablábamos de la guerra, sin temas "tabú". Por tanto, ese odio que se respira hoy entre parte de la juventud hacia los que no piensan como ellos me parece incomprensible.

-Cambiando de tema, una pregunta de examen: ¿Cuándo se inició la fabricación de armas en Euskal Herria?
¡Uy! Ha habido muchas discusiones en torno a eso. Hasta me he enfrentado a oficiales del Ejército que disentían conmigo. He demostrado que en Placencia-Soraluze, Eibar, Elgoibar, Ermua, Arrasate, Bergara, etc., se fabricaban armas de fuego ya antes del descubrimiento de América, concretamente en 1482. Y eso es algo que se puede corroborar en los archivos de Simancas. El documento cita una partida de dos lombardas (cañones) fabricadas en Eibar por un encargo del duque de Medina Sidonia.

-¿Y cómo se transportaron?
Hasta la desembocadura del río Deba. Por otra parte, en 1512, ya consta que se producían arcabuces en serie, de los que luego utilizaron Hernán Cortés, Lope de Agirre y compañía contra los indios durante la colonización.

-¿Cómo estaban coordinados los gremios armeros?
Eran talleres diseminados entre Durango y Arrasate, y que funcionaban como una cooperativa. El rey enviaba un intermediario para que negociara con los gremios. Desde entonces, la decoración, por muy sencilla que fuera, iba unida a la producción de las armas.

-¿Fue entonces cuando surgieron las escuelas de dibujo?
No, fueron algo posteriores. En 1779, concretamente, se fundó una Escuela de Dibujo, amparada por la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, hasta que en 1794 cesó su actividad, siendo sustituida por la de Filipinas.

-¿Hasta cuándo se prolongó el sistema gremial?
Hasta 1865, cuando Isabel II decidió suprimirlos para así dar paso al capitalismo.

-¿Qué oficios existían dentro de aquellas fábricas de armas?
Al hilo de eso te voy a enseñar un mapa de Soraluze de 1756, en el que se ve cómo trabajaban los gremios fabricando armas de chispa, machetes, etc. (Lo muestra). Había aparejeros, llaveros, cajeros y cañonistas. Fíjate lo que dice de éstos últimos: "Son los que hacen el cañón de una plancha de hierro escogida y le dan unas galdas con tal maña y arte que las naciones no les han podido imitar, motivo por el que son tan estimados en todo el mundo".

-Hablemos de los materiales empleados.
Todo era de primera clase. Carbón vegetal, madera de nogal y fresno para manufacturar las picas lanzas; y luego estaba el acero de Arrasate...

-Al hilo de eso, ¿Qué hay de cierto en que las famosas espadas de Toledo estaban fabricadas con acero de Arrasate?
Totalmente. Más concretamente, del monte Udalaitz. De hecho hubo toledanos que vinieron a Eibar a aprender el grabado. Y eibarreses que fueron allí a trabajar. Asimismo, el damasquinado, antes que en Toledo, se empezó a hacer en Eibar.

-¿De la mano de quién?
De Eusebio Zuloaga, y el procedimiento lo perfeccionó Plácido Zuloaga, padre del pintor. El damasquinado tuvo su esplendor hacia finales del siglo XIX, fruto del gusto de la época.

-Para un no entendido, ¿en qué consiste el damasquinado?
Se trata de un trabajo artesano que consiste en incrustar oro o plata sobre un fondo metálico de hierro o de acero.

-¿No le parece que a los vascos nos ha faltado "marketing" histórico?
Totalmente. Acuño una frase de José de Arteche, quien decía lo siguiente: "Jamás se preocuparon los vascos de su propia historia. De la que ahora tan sólo pueden observar algunos vestigios". Pero es que es verdad, los vascos, mayormente, sólo nos hemos preocupado de trabajar como chinos primero, y luego, a comer y a beber. Yo, a mi manera, junto a otros pocos, me he esforzado en paliar esas carencias históricas.

-Un dato sobre armas que pueda sorprender a la gente...
Pues algo al hilo de lo anterior, que el primer revólver lo inventó Manuel de Garate "Mendaro". Lo hizo a la vez que el revólver patentado por Samuel Colt, en 1835. Quién iba a decir que el Colt, ese que tantos ríos de tinta y de película ha hecho correr tenía un hermano gemelo vasco. El de "Gárate" se trataba de un revólver sin cañón de seis tiros.

-De entre todas las armas decoradas con esos grabados irrepetibles, ¿sabe dónde se encuentra alguna?
Están esparcidas por todo el mundo. Eso sí, sé de una pieza muy particular que ha aparecido en Colliure (Francia).

-¿Qué opina sobre los museos de armas que ha visitado?
Que hay de todo. Algunos son rigurosos, pero en otros sigue habiendo mucha confusión y errores de bulto.

-¿Por ejemplo?
Igual te ponen armas del siglo XVIII como si fueran del XVI, u otras del XIX como si correspondieran al XVII.

-¿Y alguno que le haya impresionado sobremanera?
Hay uno que me dejó fascinado. Fui al de San Petersburgo y les entregué un damasquinado en oro de 24 quilates y un libro de regalo. Como a los rusos les gustó el detalle, me dijeron: "Ahora va a tener usted el privilegio de ver el museo privado del Hermitage".

-¡Vaya lujo!
¡Y que lo diga!. Tanto que hasta pensaba que era una broma. Incluso, mientras nos dirigíamos hacia el que fuera palacio de los zares de Rusia, Tatiana, la guía, me indicó que el último español que había visto esto había sido el Rey, pero cuando era príncipe. Así, con una solemnidad al más puro estilo ruso, me llevaron escoltado al sótano del Hermitage. Tras bajar en un ascensor, una mujer gorda que vestía un uniforme lleno de condecoraciones fue la encargada, muy seria ella, de ir abriendo, una a una, varias puertas acorazadas. Cuando se abrió la última puerta y encendieron la luz y ¡pumba! No me podía creer lo que tenía ante mis ojos, parecía el cuento de las mil y una noches: vitrinas con piedras preciosas, joyas prehistóricas de oro, platino, diamantes, esmeraldas, zafiros, brazaletes, pulseras, etc. El brillo alucinante de las piezas era sorprendente.

-Siendo un erudito en armas, ¿no ha sido nunca cazador?
No, nunca me ha atraído lo de ir a cazar. Pero defiendo el bueno uso de las armas. De acuerdo que muchas veces no se han utilizado adecuadamente. Pero eso no quita para que las armas hayan sido un buen complemento para el hombre desde que vivía en las cuevas. Si no, los jabalíes y lobos ya habrían llegado a las ciudades.

-La industria armera guipuzcoana tiene la pólvora cada vez más mojada...
Es triste, pero así es. En Soraluze, por ejemplo, prácticamente ha desaparecido. Sólo queda un vestigio de la antigua fábrica "Euscalduna". ¡Quién lo iba a decir! Cuando después de la guerra hubo más de mil obreros. Yo tenía la chapa número 900 y pico. Hasta había obreros que venían a trabajar desde Azkoitia.

-Y en Eibar, ¿cómo está la situación?
También se vive el ocaso, aunque se aferran a la calidad. Por un lado, las fábricas que no han desaparecido, se han ido reciclando, tal es el caso de Alfa y Orbea, que de arma corta pasaron a fabricar máquinas de coser y bicicletas. Y por otro, las piezas fabricadas anualmente son escasas pero su calidad es excelente, como es el caso de las armas de caza de lujo. En eso, es de destacar que el sistema de producción de arma artesanal, excepto las fases de mecanización, sigue manteniéndose casi intacto: elaborándose a mano, respetando cada individuo su especialidad de cañonista, culatero, basculero y montador.

-No obstante, en lo que a su oficio de grabador respecta, no se puede decir lo mismo.
Desgraciadamente, no. Antes, por ejemplo, en una fábrica de escopetas como la eibarresa de Aguirre y Aranzabal, había 25 grabadores. Hasta que aparecieron inventos modernos como la electro-erosión o la máquina reproductora, momento en el que ya sobraban 24 de ellos.

-¿Y la enseñanza de grabado?
Es muy distinta. La enseñanza que se imparte está más cercana a las modalidades pictóricas que a los tradicionales oficios artísticos. Además, hoy en día se diseña todo por ordenador.

-En 1983 se inscribió para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto, en su campus de Donostia. ¿Fue una impronta o algo ya premeditado?
Fue para quitarme una espina que tenía clavada: por fin, acabar el bachiller y obtener el título, ya que por no tenerlo, he tenido muchas puertas cerradas en la vida. Cuando me enteré que podía obtenerlo haciendo el acceso a la universidad, no lo dudé.

-So pena de caer en la indiscreción, usted ha enviudado dos veces y se ha vuelto a casar. No es un hombre muy común en eso...
La verdad es que en eso he tenido mala suerte. Perdí a mi primera esposa tras 26 años de convivencia. Fue un golpe tremendo del que, sinceramente, no me he recuperado. (Dirige sus ojos grises hacia al cuadro de su mujer). Tras su fallecimiento me vine para Donostia, a trabajar a la Caja de Ahorros Municipal, como corrector de pruebas de los libros que publicaban. Sin embargo, anímicamente me encontré tan solo que estuve a punto de utilizar la escopeta legada por mi padre. Menos mal que a través del trabajo conocí y traté con gente tan genial como José de Arteche, Koldo Mitxelena o Caro Baroja. Yo, que soy una persona instruida, pero no intelectual, me enriquecí mucho en aquellas tertulias junto a ellos. A los dos años me presentaron a una viuda sin hijos y bueno, la cosa prosperó. Pues resulta que al cabo de diez años le dio un infarto y murió. Hasta que conocí a mi actual mujer hace unos años, anduve otra vez en solitario, sumido en la tristeza, comiendo en los bares y así.

-De entre las cosas que ha hecho, ¿hay algo de lo que se sienta especialmente orgulloso?
Sí, pero no es nada relacionado con mi trabajo. Va mucho más allá. ¿Por qué? Porque si bien no he podido hacerlo con mis seres más queridos, tengo el consuelo de haber salvado una vida, la de una chica a la que ni siquiera conocí. Un peón que inmigró al pueblo me contó que su sobrina estaba enferma de tuberculosis en su tierra de origen, pero al quedarse embarazada...de su propio padre, la habían expulsado del sanatorio. Entonces, viendo la gravedad de la situación, intercedí para que la trajeran a un hospital de aquí como si acabara de venir a trabajar y de esa forma la curaron. Fue una mentira piadosa, pero necesaria. Lo mejor fue el regalo que me hicieron: una botella que había sido de "Anís del Mono" llena de orujo de fabricación casera. Ideal para combatir el catarro de todos los años.

-¿Qué va a hacer con todo el material y utensilios que tiene en su casa?
Lo voy a donar. Los buriles, punzones, cinceles, martillo y demás herramientas utilizadas en la técnica del grabado, al Museo San Telmo. Y por otro, todos los documentos escritos, al centro cultural Koldo Mitxelena desde donde se han interesado. Con el sitio que se va a hacer, me voy a comprar un piano eléctrico de esos que suenan tan bien. Ya sabes, me gusta mucho la música

Ramiro Larrañaga (Soraluze, 1924)

Ramiro Larrañaga Ramiro Larrañaga Fernández de Arenzana (Soraluze, 1924). Nacido en el seno de una familia armera. Es maestro grabador desde 1945 y escritor. Como artista autodidacta vocacional, Larrañaga fue desarrollando y descubriendo nuevas maneras de aplicar el cincel en grabados, sellos de escudo en oro y rótulos. En su faceta de escritor se ha distinguido particularmente en la investigación sobre los comienzos, causas, hechos y demás circunstancias de la industria armera en el País Vasco. Larrañaga ha ido publicando sus trabajos a base de reunir en archivos y museos importantes referencias documentales. Esa labor, a su vez, le ha llevado a codearse con los máximos expertos mundiales en armas antiguas.


Fotografías: Beñat Doxandabaratz


Euskonews & Media 210. zbk (2003 / 05 / 16-23)

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