Los mensajes electrónicos y los intrusos
* Traducción al español del original en euskera
Josemari Velez de Mendizabal

Resulta muy curiosa la tipología de preguntas que me hacen en cartas, mensajes electrónicos y demás escritos que recibo, y sobre todo cuando se me pide que determine los parámetros de la cultura vasca, y en general, de la "idea" vasca. Es cierto que las nuevas tecnologías han facilitado mucho la comunicación, y por consiguiente, se han multiplicado en gran medida las preguntas, solicitudes... e insultos. Otro efecto de todo esto, es que el compromiso de tener que dar respuesta es mayor, y por lo menos en lo que a mí me concierne, muchas veces tienen que quedarse con las ganas, puesto que no tengo tiempo para todos.

La dirección del correo electrónico se ha convertido en una ventana abierta, y como sabemos, para poder mantener el ambiente saludable de las casas la ventilación es un ejercicio obligado. Parece que podríamos salir vencedores en lo que se refiere a comunicarse los unos con los otros, pero es bien sabido -lo que dijo hace tiempo Mao Tse Tung- que por las ventanas abiertas también entran microbios. Y, como le sucederá a la mayoría, la ventana abierta se me ha vuelto una forma de recibir increíbles visitas. No me refiero, hoy, a los incontrolables mensajes publicitarios de Internet que nos llegan a aburrir, sino a las preguntas realizadas por algunos desconocidos internautas - con nombre y apellidos.

¿Qué es la cultura vasca? ¿Cómo describirías al vasco perfecto? Haz hincapié en los proyectos, que en tu opinión, deberían llevar a cabo los vascos en el mundo. ¿Es cierto que los vascos sólo tienen RH negativo? Estoy realizando un trabajo de investigación sobre Ibarretxe, ¿cómo podría contactar con él? ¿Podría estudiar euskara en Sao Paulo? Si los vascos no son españoles, ¿por qué llevan pasaporte español? ¿Por qué no os tiráis todos los vascos al mar y nos dejáis en paz para siempre?

Esas, y muchas como esas son las preguntas que me llegan a diario. Y aunque, si tuviera todo bien planificado, sería posible responder a todos -hay respuestas estandarizadas para ello- la mayoría de las preguntas desaparecen de delante de mis ojos al apretar la tecla "suprimir". ¿Bien hecho? Quién sabe. Algunos no ceden y lo intentan de nuevo con la misma pregunta, haciendo que sientas que estás obligado a hacerles un hueco en tu tiempo libre. Otros en cambio se esconden en la intensa marea de olas electrónicas y piensas que tu silencio no les ha importado lo mínimo. No sé cuál de las sensaciones es peor, la que ha sido encendida por el espíritu incansable de aquellos, o el creado por el "olvido" de los últimos. Pero sin ninguna duda, la reacción que más duele es aquella que a tu silencio, contestan con un mensaje insultante. También dejan mal sabor de boca las palabras de aquellos a quienes no ha gustado la respuesta.

¿Por qué tengo que dar mi opinión a una persona que no conozco de nada? Sería otro planteamiento si a cambio de mi intento recibiese algo de mi interés. Pero eso nunca sucede, puesto que entrar por una ventana abierta se ha convertido en la cosa más fácil y barata del mundo. Así, estoy entre dudas, preguntándome cómo andaré en el futuro -seguramente mañana mismo.

A medida que el uso de los mensajes electrónicos se ha generalizado, creo que la sombra de la comunicación ha obstaculizado el camino a la confianza en lo cercano. El teléfono acercó a los comunicadores. El mismo fax cuidó con mucho respeto el puente entre el emisor y receptor. El correo electrónico, en cambio, ha puesto patas arriba las mínimas reglas del respeto. Y la cantidad de curiosos que entran a diario en nuestra dirección va en aumento. El resultado no puede ser otro: sin saber la táctica que utilizaremos para hacer frente a los ataques que llegan desde fuera miramos con cierto recelo las secciones "Remitente" y "Asunto" del buzón de correo.

Decía al comienzo que era un fenómeno curioso, y no sé si he acertado con el término; a parte de lo curioso que está resultando, también es increíble que nadie pueda estar tranquilo en casa porque siempre hay alguien (y adivina quién es entre seis mil millones de personas) que con su intrusismo esté dispuesto a causar desasosiego. ¡Así día y noche! Cuando nació Internet las palabras libertad y universalidad estaban en boca de todos, creyendo que eran el lado positivo del descubrimiento. A medida que el tiempo avanza, no sé si no es el momento de ponerle puertas a este amplio campo, en nombre de la tranquilidad y derechos de cada uno. Quiero pensar que la tecnología nos será útil también para eso.


Josemari Velez de Mendizabal


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