Resulta
muy curiosa la tipología de preguntas que me hacen en cartas,
mensajes electrónicos y demás escritos que recibo,
y sobre todo cuando se me pide que determine los parámetros
de la cultura vasca, y en general, de la "idea" vasca.
Es cierto que las nuevas tecnologías han facilitado mucho
la comunicación, y por consiguiente, se han multiplicado
en gran medida las preguntas, solicitudes... e insultos. Otro efecto
de todo esto, es que el compromiso de tener que dar respuesta es
mayor, y por lo menos en lo que a mí me concierne, muchas
veces tienen que quedarse con las ganas, puesto que no tengo tiempo
para todos.
La dirección del correo electrónico se ha convertido
en una ventana abierta, y como sabemos, para poder mantener el ambiente
saludable de las casas la ventilación es un ejercicio obligado.
Parece que podríamos salir vencedores en lo que se refiere
a comunicarse los unos con los otros, pero es bien sabido -lo que
dijo hace tiempo Mao Tse Tung- que por las ventanas abiertas también
entran microbios. Y, como le sucederá a la mayoría,
la ventana abierta se me ha vuelto una forma de recibir increíbles
visitas. No me refiero, hoy, a los incontrolables mensajes publicitarios
de Internet que nos llegan a aburrir, sino a las preguntas realizadas
por algunos desconocidos internautas - con nombre y apellidos.
¿Qué es la cultura vasca? ¿Cómo describirías
al vasco perfecto? Haz hincapié en los proyectos, que en
tu opinión, deberían llevar a cabo los vascos en el
mundo. ¿Es cierto que los vascos sólo tienen RH negativo?
Estoy realizando un trabajo de investigación sobre Ibarretxe,
¿cómo podría contactar con él? ¿Podría
estudiar euskara en Sao Paulo? Si los vascos no son españoles,
¿por qué llevan pasaporte español? ¿Por
qué no os tiráis todos los vascos al mar y nos dejáis
en paz para siempre?
Esas, y muchas como esas son las preguntas que me llegan a diario.
Y aunque, si tuviera todo bien planificado, sería posible
responder a todos -hay respuestas estandarizadas para ello- la mayoría
de las preguntas desaparecen de delante de mis ojos al apretar la
tecla "suprimir". ¿Bien hecho? Quién sabe.
Algunos no ceden y lo intentan de nuevo con la misma pregunta, haciendo
que sientas que estás obligado a hacerles un hueco en tu
tiempo libre. Otros en cambio se esconden en la intensa marea de
olas electrónicas y piensas que tu silencio no les ha importado
lo mínimo. No sé cuál de las sensaciones es
peor, la que ha sido encendida por el espíritu incansable
de aquellos, o el creado por el "olvido" de los últimos.
Pero sin ninguna duda, la reacción que más duele es
aquella que a tu silencio, contestan con un mensaje insultante.
También dejan mal sabor de boca las palabras de aquellos
a quienes no ha gustado la respuesta.

¿Por qué tengo que dar mi opinión a una persona
que no conozco de nada? Sería otro planteamiento si a cambio
de mi intento recibiese algo de mi interés. Pero eso nunca
sucede, puesto que entrar por una ventana abierta se ha convertido
en la cosa más fácil y barata del mundo. Así,
estoy entre dudas, preguntándome cómo andaré
en el futuro -seguramente mañana mismo. A medida que el uso de los mensajes electrónicos se ha
generalizado, creo que la sombra de la comunicación ha obstaculizado
el camino a la confianza en lo cercano. El teléfono acercó
a los comunicadores. El mismo fax cuidó con mucho respeto
el puente entre el emisor y receptor. El correo electrónico,
en cambio, ha puesto patas arriba las mínimas reglas del
respeto. Y la cantidad de curiosos que entran a diario en nuestra
dirección va en aumento. El resultado no puede ser otro:
sin saber la táctica que utilizaremos para hacer frente a
los ataques que llegan desde fuera miramos con cierto recelo las
secciones "Remitente" y "Asunto" del buzón
de correo.

Decía al comienzo que era un fenómeno curioso, y no
sé si he acertado con el término; a parte de lo curioso
que está resultando, también es increíble que
nadie pueda estar tranquilo en casa porque siempre hay alguien (y
adivina quién es entre seis mil millones de personas) que
con su intrusismo esté dispuesto a causar desasosiego. ¡Así
día y noche! Cuando nació Internet las palabras libertad
y universalidad estaban en boca de todos, creyendo que eran el lado
positivo del descubrimiento. A medida que el tiempo avanza, no sé
si no es el momento de ponerle puertas a este amplio campo, en nombre
de la tranquilidad y derechos de cada uno. Quiero pensar que la
tecnología nos será útil también para
eso.
Josemari Velez de Mendizabal
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