Tenemos
la costumbre de considerar la alfabetización y la escolarización
como partes integrantes de un binomio inseparable. En cierto modo,
no es de extrañar, puesto que en los Estados lindantes, como
por ejemplo en España y en Francia, durante los últimos
doscientos años el medio más importante mediante el
que los ciudadanos se han alfabetizado en la lengua estatal ha sido
la escuela. Con la expansión del fenómeno de la escolarización
se ha pretendido, y, de hecho, se ha conseguido, castellanizar a
los vascoparlantes y alfabetizarlos ya sea en castellano o en francés.
De igual modo, llegado el momento de fijar ciertos límites
al proceso de sustitución que ha venido de la mano de la
imposición de las lenguas estatales, la escuela ha cumplido
un papel fundamental en la recuperación el euskera en los
niveles tanto social como cultural. Este país ha invertido
mucho tiempo y energía en las labores de euskaldunización:
desde las ikastolas que empezaron a funcionar en la clandestinidad
para poco a poco ir convirtiéndose en realidades más
normalizadas y formalizadas, hasta los actuales proyectos de escuela
nacional vasca. En los últimos cincuenta años, y gracias
a la escolarización básica, el número de niños
alfabetizados en euskera ha ido creciendo. Ciertamente, durante
las últimas décadas la escuela ha desempeñado
un destacado papel en la difusión de la alfabetización
en euskera, como antes sucediera con el castellano y el francés. Sin embargo, los estudios históricos más recientes
realizados sobre la alfabetización demuestran que el binomio
"alfabetizado-escolarizado" no ha existido ni siempre
ni en todas partes. El fenómeno de la alfabetización
no se circunscribe al modelo que adoptan las escuelas, que a pesar
de ser un importantísimo lugar en el que aprender a leer
y a escribir y poner en práctica tales conocimientos, no
han sido ni serán el único entorno en el que poder
alfabetizarse. En tanto que fenómeno social, cultural y educativo,
y tal y como demuestran varios casos que hallamos en nuestra propia
historia, la alfabetización se ha desarrollado en distintos
espacios y ámbitos de comunicación. Existen distintos
contextos de alfabetización, distintos contextos socioculturales
de aprendizaje y de uso. Y más aún en el caso del
euskera, puesto que las características históricas
del modelo de su alfabetización las tenemos que encontrar
en ámbitos no formales. Cuando las escuelas cerraron sus
puertas al euskera (durante el siglo XIX y primera mitad del XX
fue en la doctrina donde el euskera halló más estabilidad),
e incluso más tarde, durante el boom de la enseñanza-aprendizaje
del euskera, las posibilidades sociales de aprender a leer y escribir
en euskera y poner tales conocimientos en práctica había
que buscarlas fuera del ámbito educativo escolar. En los
últimos doscientos años podemos encontrar abundantes
casos de experiencias educativas tendentes a impulsar la alfabetización
de niños y adultos vascos fuera del ámbito escolar,
bajo cierta estructura formalizada, como por ejemplo el movimiento
de Alfabetización y Euskaldunización de Adultos al
que se dio comienzo en los años 60 del siglo XX, y que ha
conocido un proceso de formalización e institucionalización
similar a la evolución que ha tenido el movimiento de las
ikastolas. En este sentido, cabe destacar los modelos no formales
de enseñanza-aprendizaje no formales como las gaueskolas,
euskaltegis o barnetegis, que han realizado una ensalzable labor
en alfabetizar en euskera a adultos tanto euskaldunes como castellanoparlantes.
Pero la experiencia que queremos trasladar a estas páginas
tuvo lugar hace ya varias décadas. Se trata de una actividad
que se aproximaba más al espacio informal de la cultura oral
que al modelo formativo que ofrecen los ámbitos formales,
y que, haciendo de puente para la introducción y el desarrollo
de la cultura escrita, fue una extraordinaria manifestación
cultural educativa y alfabetizadora dirigida a promover la enseñanza
y la práctica tanto pública como privada de la lectura
y la escritura en euskera. Nos estamos refiriendo a los "Euskal
itz-jostaldiak" de San Sebastián (1879-1895) y a las
"Fiestas Vascas" de Gipuzkoa (1896-1913), celebraciones
que tenían lugar en un momento en que los ámbitos
institucionales escolares apenas permitían espacio alguno
al euskera, y que si bien en un principio no tenían ninguna
característica en común con los espacios educativos,
los consideramos auténticos espacios educacionales por la
iniciativa y actividades desarrolladas por sus organizadores que
dotaron a la alfabetización en euskera de un contenido cultural
e ideológico concreto (identidad vasca basada en las tradiciones).
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Diputación de Gipuzkoa, ayuntamiento y
demás autoridades durante las Fiestas Euskaras en Irún.
27 de setiembre de 1903 |
Los "Euskal itz-jostaldiak", que se desarrollaron durante
casi cuarenta años, tenían como objetivo recuperar
el euskera y reivindicar la producción literaria en dicha
lengua. Según lo establecido en los estatutos de la Comisión
organizadora (formada por miembros del Ayuntamiento y de la Diputación),
"el Consistorio tiene por objeto procurar por cuantos medios
estén a su alcance la conservación y propagación
de la lengua bascongada, y estimular el cultivo de su especial literatura.
Podrá además extender su esfera de acción,
en cuanto se lo permitan los recursos con que cuente, a la conservación
y propagación de nuestra música popular".
En tal sentido, la Comisión no sólo se dedicaba a
organizar las Hitz-jostaldiak, sino también a fomentar el
uso del euskera en otros campos sociales y educativos, a asesorar
tanto a la Diputación como a cualquier otra entidad pública
o privada, a prestar su apoyo a otra serie de iniciativas, a actuar
en determinados actos públicos, etc. En definitiva, esta
Comisión tomó parte activa en la vida cultural de
San Sebastián y Gipuzkoa en tanto que establecía relaciones
institucionales y preparaba todo tipo de actividades encaminadas
a difundir el euskera.
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Fiestas Euskaras en Zestoa (Gipuzkoa). Setiembre
de 1898. |
Los itz-jostaldiak (Juegos Florales vascos) vascas constaban de
cuatro apartados principales, concretamente del concurso literario,
del concurso de música, del concurso de txistu y tamboril,
y de la sesión de bertsolaris, a los que en 1884 se les sumó
una nueva actividad que premiaba al joven "de entre 10 y 15
años que en veinte minutos mejor leyera y escribiera en euskera".
Estos festivales donostiarras, cuya entrega de premios solía
tener lugar en el Teatro Principal de San Sebastián, tenían
un marcado carácter literario y artístico. En 1896
pasaron a formar parte de las Fiestas Vascas o "Euskal Festak",
como consecuencia de lo cual se expandieron a un amplio número
de localidades guipuzcoanas. Debido a la determinación de
la Diputación Foral de Gipuzkoa de impulsar las ferias de
ganado, procedió a fusionarlas con los concursos literarios,
dedicando dentro del programa festivo un apartado especial a los
Juegos Florales. La fiesta literaria seguía contando con
apartados muy similares a los que tenía en un principio:
el concurso literario, el concurso musical, la sesión de
bertsolaris, y el concurso de escritura y lectura para menores de
15 años (que a partir de 1902 incluyó además
ejercicios de traducción euskera-castellano/castellano-euskera).
En el año 1899 se le agregó otro concurso más,
concretamente el que galardonaba al joven de entre 15 y 30 años
que mejor leyera en el dialecto guipuzcoano y en otro señalado
por el jurado.
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Cubierta del primer volumen (año 1880)
de la revista "Euskal-Erria" |
No vamos a detenernos a analizar el valor que puedan tener estos
concursos desde el punto de vista de la historia de la literatura,
pero estudiemos, en cambio, la repercusión que han tenido
en la perfilación del modelo histórico de alfabetización
en euskera. En tal sentido, estas fiestas se configuraron como un
nuevo espacio cultural dedicado al euskera hablado y escrito, fuera
de la iglesia y de la escuela. La promoción de la expresión
oral en euskera, integrada en la cultura tradicional, la podemos
ver en las sesiones de bertsolaris, en la lectura pública
de los trabajos galardonados, en los ejercicios de declamación,
en las obras de teatro, en los ejercicios de lectura y escritura
de los jóvenes, etc. Desde la perspectiva de la escritura
y lectura en euskera, estas fiestas nos ofrecen una importante nueva
dimensión, debido a su efecto multiplicador. En tanto que
las obras premiadas se publicaban en las memorias anuales, en monografías,
en hojas sueltas y, posteriormente, en los periódicos "Euskal
Erria" y "Euskalerriaren Alde", el volumen de los
textos en euskera y del número de nuevos lectores no cesaban
de aumentar. Gracias al soporte que ofrecían el periódico
Euskal Erria (portavoz oficial de las fiestas) y la publicación
de las memorias anuales y trabajos monográficos, el acontecimiento
de un solo día que venían a ser el concurso y la fiesta,
se fue acrecentando hasta convertirse en una consolidada red de
lectura y escritura. Las publicaciones creadas en torno a estas
fiestas brindaron la posibilidad de desarrollar la costumbre de
leer asiduamente en euskera, por lo que podemos afirmar que nos
encontramos ante una nueva forma de socializar la escritura y, especialmente,
la lectura en euskera. No podemos evaluar el alcance de la acogida
de estas publicaciones, pero lo que sí podemos afirmar es
que abrió una nueva oferta de lectura en un ámbito
poco desarrollado hasta ese momento.
Por otra parte, en lo que respecta a las actividades dirigidas
a intensificar el uso del euskera, cabe destacar otro aspecto más
de estas fiestas, como son los ejercicios o exámenes de lectura
y escritura que se organizan para los menores de 15 años
y que en cierto modo nos hace pensar que es posible que existiera
un proceso de enseñanza de lectura y escritura vascos. En
ese contexto en el que la escuela limitaba la enseñanza en
euskera a la impartición de la doctrina, nos vemos obligados
a considerar otros planteamientos o estrategias de enseñanza-aprendizaje
de la lectura y la escritura que permanecen fuera del curriculum
escolar. Además, en vista de la ulterior proyección
que han tenido algunos de los que tomaron parte (Loyarte, Echegaray
),
es posible que tales ejercicios tuvieran entre los jóvenes
un efecto alentador de dar continuidad a la lectura y escritura
en euskera.
Ana Eizagirre Sagardia,
Departamento de Teoría e Historia de la Educación, Euskal
Herriko Unibertsitatea
Fotografías: Auñamendi |