T
enemos la lógica tendencia a asociar los jóvenes con
la salud mental, puesto que consideramos que la juventud es sinónimo
de vida, fuerza, salud y energía. Bien, se preguntarán
ustedes, ¿cuál es entonces el problema? Modifiquemos
ligeramente el título, y hablemos sobre la "falta de
salud mental". Pero, ¿acaso se da esta falta entre los
jóvenes? Pues sí, y en mayor medida de lo que imaginamos.
De modo que parémonos a pensar un rato sobre este tema. ¿Qué
nos sugiere el término salud mental? ¿Estar o sentirse
"bien"? ¿Y qué supone el estar "bien"?
¿Sentirse sano? O, dicho de otra manera, ¿no padecer
dolores ni sufrimientos? Cuando se trata de dolores "físicos"
resulta más fácil saber si gozamos o no de salud -aun
cuando buena parte del dolor físico sea subjetivo-, pero
¿qué pasa en los casos en que el sufrimiento es psicológico?
Esta realidad puede ser analizada desde diversos puntos de vista,
cada uno de los cuales nos conducirá a una conclusión
diferente. Pero dejémonos de interpretaciones y centrémonos
en la aportación de la ciencia. Desde el punto de vista patológico,
la salud mental se mide en función de las carencias patológicas.
¿No quiere esto decir que la ausencia de patologías
refleja un buen estado de salud mental? ¿Dónde se
sitúa entonces la línea divisoria? La mayoría
de los estudios realizados sobre la salud mental adoptan este criterio
para analizar el estado de la salud mental de los jóvenes,
y, según se desprende de los resultados, entre un 15 y un
30 % de los jóvenes sufren algún tipo de patología.
Las investigaciones desarrolladas en Euskadi arrojan también
resultados muy parecidos. ¿Y cuál es la situación
del resto de los jóvenes (del 70-85%)? ¿Se puede pensar
que al no estar "enfermos" gozan de una buena salud mental?
En la investigación sobre la salud mental que llevé
a cabo para la elaboración mi tesis, pude observar claramente
que en el caso de estos otros jóvenes no se podía
hablar de bienestar. Obviamente, no se pueden generalizar los resultados
obtenidos a la luz de dicho estudio, pero bien es cierto que aclaraba
muchos aspectos. A pesar de tener en cuenta los distintos tipos
de patologías, al concebir la salud mental de una forma amplia
incluí otros campos más, como por ejemplo los hábitos
ligados a la salud, tales como el alcohol y las drogas, la calidad
de vida y los factores sociales, el nivel de bienestar, el estrés,
etc. Los resultados me demostraron que sobre todo los jóvenes
presentaban varios síntomas de estrés, aun cuando
ellos se mostraran convencidos de tener una alta calidad de vida,
en vista de lo cual, a la hora de realizar una valoración
sobre la salud mental, y teniendo en cuenta que un 50% presentaba
síntomas de estrés, manifesté que la salud
mental de la mitad de los jóvenes no era la adecuada. Evidentemente,
el estrés está fuertemente vinculado con la falta
de salud mental, como bien podremos comprobar con más claridad
en el futuro.
En mi opinión, gozar de salud mental no significa únicamente
carecer de patologías. De hecho, al llegar a este punto a
uno le asaltan varias dudas, como si estuviéramos fallando
en algo. Es de suponer que una de las finalidades de nuestro modelo
social, y que desde mi punto de vista debería ser la más
importante, es garantizar tanto el desarrollo de todas las capacidades
del ser humano como su propio bienestar (que siempre se da en el
seno de un grupo). En general, creo que andamos bastante bien en
lo que respecta al bienestar material, ya que defendemos el eslogan
de que vivimos en la sociedad del bienestar. Asociamos la "enfermedad"
con la falta de bienestar; no obstante, el bienestar mental es una
condición mucho más resbaladiza a la que no le prestamos
demasiada atención. Pero son muchas las personas que padecen
ese sufrimiento subjetivo, cuyos efectos no se perciben a primera
vista pero que están ahí, incorporados en nuestra
vida cotidiana. Por lo que he podido comprobar en mi experiencia
psicoterapéutica, algunos solicitan ayuda externa. ¿Es
que están "enfermos"? Desde luego que no. No tienen
ninguna patología; simplemente, no se sienten bien, mantienen
una lucha con su yo o con otras personas, y no por capricho precisamente.
Nuestro modelo de vida tiene una considerable influencia en sus
vidas. Sé que el conflicto forma parte de la propia vida.
Y que todo conflicto tiene su parte creativa y positiva, pero también
otra parte negativa. Y puedo asegurar que esa parte negativa no
garantiza que ninguna manera que se goce de una buena salud mental.
En lo que respecta a los jóvenes, mucho me temo que si nuestra
sociedad mantiene el rumbo actual, nos resultará cada vez
más difícil conservar la salud mental (si analizamos
los motivos que causan la muerte de los jóvenes en el mundo,
veremos que los suicidios están a la cabeza). No sólo
afirmo que los casos que producen efectos físicos irán
en aumento, sino que además tendremos cada vez más
casos originados por el estrés. Ya es hora de que echemos
el freno y nos detengamos a recapacitar sobre nuestra situación
actual y a considerar hacia dónde vamos. Ya es hora de que
decidamos qué es lo realmente importante para las personas.
Ya es hora de que pensemos en las personas en su integridad, de
trabajar y luchar por la salud mental de todos. Concedámonos
una oportunidad.
Alexander Barandiaran,
profesor de Mondragonn Unibertsitatea |