Javier Viar, director del museo de Bellas Artes de Bilbao
"Nuestro objetivo sería tener una colección que explique las raíces del arte vasco y su posterior desarrollo"
* Traducción al español del original en euskera
Estibalitz Ezkerra

Javier Viar Inquieto y de gran bagaje cultural. Así es como definen a Javier Viar las personas que han compartido con él trabajo y amistad. "Me gustaría pensar que el apego que tengo al mundo de la cultura es una manera de transformar la sociedad, de mejorar al hombre, de hacer que su tránsito por la vida sea más justo y llevadero. La cultura es una herramienta en la que me ha resultado muy satisfactorio trabajar", opina Viar. Pintura y literatura, he ahí sus dos grandes pasiones. "No sólo escribo sobre arte, sino que he escrito novelas, poesía… Precisamente el conocimiento del arte lo he recibido a través de la literatura. También me gusta la música y fundamentalmente el cine". ¿Compaginará ambas cuestiones a partir de ahora? "No, eso sí que es una cuestión de carácter. De momento doy por cerrada la creación literaria y de aquí en adelante me dedicaré exclusivamente a las labores del museo. Soy bastante obsesivo y si me implico en algo lo hago enteramente".

- Se puede decir que el 2002 ha sido un año de cambio para Javier Viar. A punto de cumplir un año de mandato al frente del museo Bellas Artes, ¿cómo describiría el día a día en la pinacoteca?
En general ha sido un año bastante denso. Yo creo que hemos hecho bastantes cosas, y digo "hemos" porque no sólo soy yo. Todo el equipo del museo ha estado decidiendo cosas, elaborando las orientaciones futuras de una serie de cuestiones, desde la colección y su montaje en el museo hasta la utilización de determinados espacios. Hemos sacado esculturas, las hemos puesto en sitios visibles porque pensamos que deben de estar al alcance de todos. También está la orientación de las compras que es un factor muy importante de cara a la colección, el diseño de exposiciones, y la consolidación del organigrama que hemos previsto para los próximos años. Y además está el día a día, que son llamadas de teléfono, atención inmediata a mil cuestiones que van saliendo y no están previstas muchas de ellas, entrevistas con personalidades que vienen al museo, ofertas de obras… Ahí hay dos áreas de ocupación que exigen no poder perder mucho tiempo. Muchas veces una cosa interfiere en la otra, pero tienes que dividir el tiempo lo mejor posible.

- Me imagino que habrán cambiado la perspectiva y la relación que tenía sobre el museo, ya que a pesar de haber estado vinculado a él durante 14 años como asesor no es lo mismo que cuando es uno quien ha de tomar las decisiones.
No sólo la relación con el museo, sino la relación con el arte en general. Son muchos años dedicado a ver arte, a escribir sobre arte, a seguir sobre todo las tendencias cercanas. Porque si yo me preocupado de algo fundamentalmente ha sido del arte vasco. Todo eso hace que tengas unos criterios que muchas veces no los realizas, pero están ahí. Es decir, al final lo que pones encima de la mesa de trabajo es la experiencia de muchos años, una vida entera persiguiendo cosas y disfrutando o rechazando otras. En cierto modo y con todo lo que tiene de regulador el hecho de que las decisiones las tomes colegiadamente, si pones encima de la mesa toda una experiencia, una manera de ver las cosas que de repente se puede cristalizar porque tienes herramientas como es el gobierno de un museo, tienes la manera de sacarlas adelante.

- Y una de esas opciones sacadas adelante ha sido apostar por los artistas jóvenes.
Y por los no tan jóvenes. De hecho estamos haciendo una apuesta con todos los artistas. Entendemos que el arte vasco ha sido un episodio cultural importantísimo dentro de nuestra cultura. Quizás las artes plásticas han sido una de las disciplinas más brillantes, y no sólo en los últimos años. De la posguerra salieron tres generaciones fantásticas de artistas encabezadas por Oteiza y Chillida y formadas por Mendiburu, Larrea, Balerdi, Zumeta, Amable Arias, etc. Anteriormente, a mediados del siglo XIX, podríamos situar el proceso de creación de una escuela vasca, ya que fue entonces cuando se empezó a gestar un arte hecho aquí y con una gran profundidad creadora. Es cierto que no ha habido solución de continuidad entre una generación y otra, pero artistas importantes los ha habido. Con eso quiero decir que prestamos la misma atención hacia los autores antiguos y hacia los contemporáneos. En lo que se refiere a estos últimos, es preciso hacer una selección e incorporar los que realmente han desarrollado una obra importante; un museo tiene que ser un poco conservador en ese sentido.

- Dentro del apartado dedicado al arte vasco, ¿queda algún hueco por rellenar?
Personalmente, quisiera completar algunos fenómenos del arte vasco, por ejemplo la aparición del mismo a mediados del siglo XIX. Me gustaría que tuviéramos una colección de los artistas que iniciaron ese arte. Sobre todo ver el tránsito de los Guiard, Guinea, etc. Pero también de los anteriores, los primeros maestros. Asentaron los cimientos para una escuela vasca acercándose a la realidad del entorno. Otra cosa que me gustaría reconstruir es el origen de la vanguardia vasca de posguerra, toda la serie de intercambios e influencias que existieron entre los artistas que iniciaron ese movimiento. El objetivo sería tener una colección que explique con nitidez cuáles fueron las raíces de nuestro arte, y cómo se desarrolló posteriormente. Este tipo de iniciativas son muy interesantes porque vas viendo las dudas, las influencias, hacia dónde miran estos artistas en el momento que arrancan su obra. Es cierto que lo más importante es cuando el artista encuentra su estilo particular, pero los períodos anteriores me parecen muy sugestivos. Al fin y al cabo, es ahí donde encontramos las relaciones con la cultura universal.

- De alguna manera dar una visión más amplia de lo que fueron las vanguardias, ya que siempre se tiende a enumerar una serie de artistas-icono.
Exactamente, y sobre todo porque se tiende a ver sólo el presente, y a no interesarse por los orígenes de las cosas. Esos procesos son importantes porque son la radiografía del pensamiento de cada artista y del arte en general. Es importante ver cómo nacieron los movimientos vascos, hacia dónde miraron, qué les interesó en el contexto tanto social como político, qué se seleccionó para empezar a hacer un arte autóctono.

- También es una manera de exponer arte vasco sin cerrar las puertas a las corrientes foráneas.
Desde mediados del siglo XIX hasta el presente, la colección de este museo consta de una espina dorsal que sería el arte vasco, contextualizada dentro del arte internacional, sobre todo europeo. Este museo siempre ha tenido la atención bifurcada hacia lo cercano -puesto que fueron autores cercanos los que lo crearon- y lo no tan cercano. Dentro de la colección hay cuadros realmente insólitos que convierten a la misma en algo peculiar. Eso se debe a que se ha tenido un ojo mirando hacia fuera; ha habido una vocación por dejarse fecundar por las cosas que pasaban en el mundo. No ha habido miedo de tener esa visión cosmopolita que ahora nos permite contar a través de la colección cómo se ha movido el arte vasco en el contexto del arte europeo.

- El compromiso de las instituciones hacia el museo en materia de adquisiciones ha supuesto un avance.
Totalmente. Gracias a esas ayudas, en este momento nos podemos plantear una política de compras; de hecho ya la tenemos escrita. Hasta ahora este museo nunca ha tenido una disponibilidad económica de ese orden. Pero si queremos hacer un museo realmente importante- y creo que lo es y puedo serlo mucho más-, lógicamente se necesita una buena base económica y hacer una buena gestión de ella. Por otra parte, el mundo de las exposiciones se ha enriquecido muchísimo. Ahora por lo menos tenemos tres grandes exposiciones al año en la sala BBK, más las cuatro pequeñas que podamos tener en otros espacios.

La atención institucional y la entrada de patronos, esa conjunción, nos ha venido muy bien. Las instituciones atienden mucho más al mundo museístico, porque entienden que es un atractivo para atraer turistas, y ahora más que el ocio se ha enriquecido considerablemente con elementos culturales que antes no tenía. Ahora la gente pide no sólo los servicios tradicionales, sino propuestas culturales. Luego están también los programas dirigidos a los niños o a las personas mayores. Ante todo eso, es lógico que las instituciones estén potenciando los museos, y en el caso de Bilbao la transformación de la ciudad es evidente. Bilbao va camino de convertirse en una ciudad de servicios culturales; todo eso nos favorece a nosotros los museos.

La entrada de patronos privados también es muy satisfactoria a la hora de esponsorizar grandes actos culturales. A todo eso se debe que estemos viviendo una época dulce de los museos, lo cual no quiere decir que las cosas no sean mejorables.

- Precisamente, la nueva etapa del Bellas Artes ha venido acompañada del quinto aniversario del museo Guggenheim, la apertura de Artium y en el futuro se les sumará el Centro de Arte Contemporáneo que se situará en San Sebastián. ¿Indica ello que nos estamos acercando al nivel cultural de otras zonas europeas?
Supongo que ahora haremos que nos sitúen en el mapa del contexto cultural europeo. Por una parte, tenemos una tradición cultural que en algunos momentos ha sido muy floreciente, pero en otros momentos se vio oscurecida por razones políticas. Los años de la dictadura fueron muy negativos para su desarrollo. En el caso de los museos, la carencia de pintura de vanguardia en todo el estado español de debe a que en la época franquista Picasso era un artista proscrito. Los picassos que han entrado en España lo han hecho de una manera colateral, mediante donaciones o compras realizadas por los museos a unos precios tremendos. Con esto quiero decir que hay lagunas muy grandes en el coleccionismo español.

En el coleccionismo vasco ocurre lo mismo. Este museo durante ese período estuvo prácticamente parado, a pesar de las buenas intenciones y de algún acto heroico de los que gestionaban el museo en ese momento -a los que hay que rendir tributo, porque las circunstancias no favorecían sino todo lo contrario-. Casualmente, contamos con un Gauguin y un Marie Cassat, pero no vamos a poder tener más ni de esos ni de Van Gogh, Renoir, Degas, ni de todos los grandes artistas del impresionismo, o contemporáneos, simbolistas o postimpresionistas. Hay episodios del coleccionismo que serán inabordables ya, o quizás tenga que pasar mucho tiempo para que se puedan retomar. Quizás dentro de un siglo los precios de Van Gogh sean más asequibles, pero de momento es impensable. Hay cosas que se han escapado para siempre. Todos somos hijos de nuestra historia y estos museos nuestros son también hijos de una historia que medianamente es una historia mal formada, por lo que tenemos que a arrastrar con lo que nos ha tocado.

En Euskadi, cada museo tiene su institución, y cada institución está muy implicada en la vida de su ciudad. Nosotros tenemos una capacidad de la que podemos estar contentos. Obviamente no somos Alemania que tiene treinta museos fantásticos. En nuestro nivel, tenemos que seguir trabajando, pero con una cierta humildad con respecto a episodios culturales que hay en otros lugares. No podemos competir con ellos. Las adquisiciones del Prado son impensables en nuestro contexto. Pero eso no significa que no podamos desarrollar algo que esté muy bien. También pasa que el museo Guggenheim ha demostrado que estamos más de cerca de las cosas de lo que estábamos antes, de los grandes eventos internacionales. De eso la gente se ha olvidado, pero hasta hace cinco años no había venido nunca un Kandinsky a Bilbao. No tener que salir de este país para encontrarte con la mejor pintura contemporáneo o internacional es un fenómeno reciente.

Ahora, un siglo es muy poco en la vida cultural de un país, y este museo no tiene más que cien años. Y bastante ha hecho en ese tiempo. Si la historia nos concede otro siglo más creo que podremos tener un museo el doble de bueno de lo que es. La sociedad vasca y bilbaína ha sido muy dinámica en este siglo, y este museo cuenta lo que ha sido esta sociedad nuestra. Un museo es la guinda de una tarta que tiene muchas ingredientes; es un reflejo de la historia de una sociedad.

- Y mientras los museos vascos viven una época de bonanza, instituciones como el British Museum de Londres se tambalean.
Son instituciones enormes que probablemente tengan grandes problemas. No conozco realmente cuál es la razón de esas crisis. Los recursos públicos, incluso los públicos-privados tienen sus límites. Por otra parte, Londres tiene muchos museos muy importantes que manejan presupuestos tremendos. Son elementos costosos y hay que saber gestionarlos bien. Hay que saber adaptarse a los recursos, cuidar que haya un equilibrio y tratar de crecer.

- Los artistas dicen que el modelo expositivo está agotado, exigen propuestas más participativas como lo es el centro Beaubourg o yendo a un ejemplo más cercano, Arteleku.
Pero eso no es excluyente. El centro Beaubourg, a parte de sus programas, tiene un museo estable, con una colección maravillosa. A mí no me importaría que este museo tuviese el resto de los planteamientos, pero con una colección estable. No veo que los grandes museos del mundo hayan cambiado su estructura básica. Sí que han mejorado su difusión, se hacen más exposiciones, las obras rotan más de un sitio a otro. Hay una visión más dinámica de lo que es un museo. Pero el eje central del coleccionismo, de la posesión y custodia de unas grandes colecciones de la historia del arte no ha cambiado. Arteleku que es una institución magnífica, no tiene nada que ver con un museo. Es un lugar donde la gente recibe clases, referencias o estímulos, pero no guarda una colección. Son instituciones diferentes, y un museo no tiene por qué convertirse en ellas. Lo que debe hacer es buscar coordinaciones con los elementos que planifican la cultura, ya que los museos tienen funciones didácticas que antes no tenían.

Javier Viar Olloqui (Bilbao, 1946)

Licenciado en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid en 1969.

Ha sido presidente del Colegio Oficial de Farmaceúticos de Bizkaia.

Durante 14 años ha sido miembro del consejo de administración del Museo de Bellas Artes, del cual es director en la actualidad.

Así mismo, fue miembro del primer comité asesor de compra de obras del museo Guggenheim de Bilbao, junto a Kosme Barañano, Javier Gonzalez de Durana y Jose Manuel Bonet entre otros.

Es uno de los mayores conocedores de la obra de Rafael Ruiz Balerdi.

Apasionado con la escritura, se desenvuelve perfectamente tanto en la crítica de arte como en la literatura.
Viar es autor de poemas, novelas -en 1991 obtuvo el Premio Pío Baroja con La sangre del doral-, y de cuentos -Premio Ciudad de Irun en 1992 por La muerte de la novia-.


Estibalitz Ezkerra
Fotografías de la autora

Euskonews & Media 196. zbk (2003 / 01 / 24-31)

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