Quedamos en el Ercilla, en pleno centro de Bilbao. Una buena
ubicación desde la que pudimos observar los cambios experimentados
por aquella ciudad que un día fué industrial, y que
hoy compagina empresa y servicios con el ocio. Nuestro protagonista
llegó puntual a la cita del Ercilla. Allí nos habló
de sus proyectos, de su pasado alocado, de "Euskadi Sioux",
de sus dibujos, de sus ilustraciones, de su humor particular e intransferible...
Todo mirando a Bilbao, fuente de su inspiración, pero no
el Bilbao actual que "me amuerma", sino aquel Bilbao industrial,
cercano en el tiempo, olvidado para muchos, pero no para "el
eterno dibujante de Bilbao", que es como se define Juan Carlos
Eguillor
- ¿Quién
es Juan Carlos Eguillor?
Es una pregunta demasiado profunda para responderla adecuadamente.
¿Quién soy yo? Por encima de todo soy dibujante, soy
el eterno dibujante bilbaíno, nacido en San Sebastián.
- Estudió
periodismo, pero lo dejó por los lápices y sus trazos.
Empecé a dibujar, y tuve mucha suerte. Dibujé en las
mejores publicaciones, como eran "Triunfo", la revista
"progre" por excelencia, o en el Correo Español.
No estaba bien pagado como ahora, pero me hacía sentir una
independencia indescriptible.
- Y en su dibujo,
¿qué papel ocupa el humor?
Cómo te podría contestar, si está desapareciendo
el humor en lo que hago. Me gustaría recuperar la espontaneidad
que tuve antaño. Voy a intentar poner un ejemplo de lo que
supone hacer humor, ahora y aquí. Muchos recordarán
"Euskadi Sioux". Era una revista que se hizo en 1979,
en un momento político, histórico, cultural, social...
muy importante. Eran momentos muy boyantes, porque se pensaba que
íbamos a construir un país para todo el mundo. Había
muchísima energía y gente trabajando en la publicación
como Bernardo Atxaga, Ivan Zulueta o Ameztoy. Allí estábamos
los modernos, los progres de la época. Hace año y
medio recuperamos aquella iniciativa con una exposición,
y algunos me dijeron: ¿Por qué no recuperáis
"Euskadi Sioux"? Le dí alguna vuelta a aquella
proposición, pero me di cuenta que sería imposible
hacerlo ahora, porque no obtendríamos ningún tipo
de respuesta por parte de la sociedad. No tendríamos lectores.
Fue una época muy buena con espectáculos provocadores
de Karraka, la Otxoa... Ha pasado algo desde entonces, ahora la
gente no sería capaz de reírse de cosas de las que
nos reíamos en el 79. Como se suele decir, el horno no está
para bollos.

- ¿Y usted
cree que se pueden hacer chistes de algo tan serio y preocupante
como la realidad de Euskadi?
Yo creo que sí, porque el humor también desdramatiza.
Todos los temas se deben poder tocar con el humor. Por muy negra
y terrible que sea la situación, siempre hay que tener algo
de esperanza. Sin embargo, en Euskadi parece que estamos en una
agonía constante.
- ¿Este
es un país excesivamente complicado o maravillosamente plural?
Si
no fuera tan complicado sería maravilloso. Lo maravilloso
aquí se une a lo dramático, y eso es malo. En la época
de la transición se percibía en la calle que la política
era también algo de fiesta, se entremezclaban. Hoy en día,
la política se mezcla con el ritual, la manifestación,
el entierro... Había antes un espíritu más
libre. De hecho, en breve dejaré Bilbao y volveré
a Madrid, ya que quiero recuperar allí mis trabajos en el
campo de la realidad virtual. Prefiero recrear la realidad virtual
a tener que trabajar con la realidad cotidiana de aquí. Yo
también me he quedado anclado en el pasado, en el Bilbao
industrial, en el Bilbao de las chimeneas, donde hoy nos encontramos
con el Guggenheim. Era un Bilbao duro y dramático, pero bello.
-
Antes nos daba el ejemplo de "Euskadi Sioux", pero refrésquenos
un poco más la memoria.
Era
un movimiento cercano a Euskadiko Ezkerra. No queríamos tomarnos
en serio todo los que nos venía encima. Yo siempre he dicho
que deberíamos haber escrito un libro con el título
"Cuando éramos abertzales", porque no éramos
para nada patrióticos. Reflejaba el aspecto de fiesta que
tenía entonces la política. Es más, la gente
que venía de fuera se quedaba gratamente sorprendida de la
vitalidad que transmitíamos aquí. Lo peor es que ahora
no existe ninguna posibilidad colectiva de recuperar aquella espontaneidad
e iniciativas. Aquello era una provocación, y te das cuenta
que la sociedad actual no podría soportarlo.
- En su opinión,
¿hay que reírse de los políticos?
Por supuesto, y hay que machacarlos, como nos machacan ellos. Lo
suyo es la retórica del ataque, con lo que quiero pensar
que cada día se alejan más de la sociedad. No sé
si son estrategias de jugar al mus o al ajedrez, pero todas ellas
son incendiarias. Para nuestra desgracia, aquí el debate
político oculta todo, tapa muchas cosas, las del día
a día, y al fin y al cabo, las más importantes. Con
esta forma de hacer política, los políticos han agotado
a la sociedad vasca.
- ¿Tenía
y tiene amigos de muy diferentes ideologías?
Sí.
Me veo menos con alguna gente, pero tengo amigos muy diversos, aunque
debo reconocer que cada vez es más complicado. Yo estoy con
mucha gente que está amenazada y con guardaespaldas, pero
hablamos con libertad. Eso sí, algunos de esos amigos tienen
miedo, piensan que les pueden decir algo, o sencillamente, están
tan agobiados que ya no entienden nada. Yo, en ese sentido, tengo
la suerte de no encontrarme limitado. Es terrible, cuando estás
con amigos, y percibes que hay cantidad de silencios y omisiones.
Te callas por el otro, no por tí, cuando lo más higiénico
es hablar, sin lugar a dudas.
- Cambiamos de
registro. Dibujante, pionero en el arte multimedia en Euskadi, ilustrador
infantil... Usted ha hecho un poco de todo.
Aunque parezca lo contrario, las historias para mayores y los cuentos
infantiles no son tan diferentes. Para mí ha sido muy grata
la experiencia con los niños, ver su reacciones, conocer
sus interpretaciones..., y es que los niños tienen mucha
espontaneidad.
- Por lo que no
es conocido es por ser caricaturista.
Lo mío no es la caricatura. Si hago un esfuerzo, puedo hacer
un dibujo que se parezca a determinada persona, pero no soy buen
caricaturista. Pesco mejor en lo que dice el personaje que en lo
que hace. Mi fuerte ha sido el humor coloquial. Los mejores chistes
que he hecho siempre han sido basados en frases que he oído
a alguien. Más que chistoso, soy irónico y maligno.
- Por cierto,
ya llevamos un tiempo charlando, pero no le he preguntado algo importante.
Ahí va: ¿De dónde es Juan Carlos Eguillor?
Mire, el sábado pasado estuve en Donosti. Voy por allí,
conozco a un montón de gente... pero no me quedo a vivir
allí, de ninguna de las maneras. Prefiero Bilbao, y sobre
todo el Bilbao que fué.
- ¿No le
gusta el actual Bilbao?
A
mí no, a los jubilados sí, y yo todavía no
quiero ser jubilado. Yo idealizo Bilbao, porque lo puedo hacer dibujando.
Ahora mismo a mí Bilbao me amuerma, y muchas veces termino
mirando escaparates por la Gran Vía. Igual, la edad tiene
que ver algo con todo esto. Para mí el Bilbao de antes tenía
más estímulos. Es una ciudad cada vez más satisfecha
de si misma, la gente sólo te habla de lo bien que vive...
Antes ni era tan limpia ni ordenada, pero era mucho más divertida.
No hace falta que me lo recuerde, ya sé que soy un nostálgico.
Las ciudades caóticas tienen más vida. Recuerdo un
viaje que hice por los Estados Unidos en autobús durante
cuatro meses. Cuando volvía de California, me di cuenta que
algo me faltaba, algo echaba en falta. ¿Y qué era?
La basura que se ve en cualquier rincón de Nueva York. La
basura es vitalidad, es humanidad...
- ¿Y cómo
es su Bilbao ideal?
Mi Bilbao ideal es una ciudad en la que todo es posible, el horror
y la maravilla. Todo el Universo en una ciudad, en Bilbao. A pesar
de los políticos y su escepticismo, siempre tengo ideas para
desarrollar en Bilbao, pero se quedan en eso, en ideas o en proyectos
sobre un papel. Por ejemplo, yo en la Alhóndiga haría
una fábrica de libros, con chimeneas de donde saldrían
letras. Un museo virtual, porque si en algún sitio tiene
que estar la tecnología es en la biblioteca. Muchos de mis
proyectos han sido locos o irrealizables, pero me han permitido
seguir vivo. Ya sabe, prefiero morir en las Islas Caimanes que en
una residencia de ancianos.
- ¿Y qué
me dice del Guggenheim? ¿No me dirá que ha sido un
desastre para Bilbao?
No, ha sido un éxito. Me parece que el edificio de Gehry
es un edificio muy interesante, eso sí, también me
pregunto que ocurrirá con el tiempo. Lo que no me gusta de
ninguna de las maneras es la falta de comunicación con la
ciudad, es decir, con su arte y sus artistas. Es una franquicia,
como podemos tener un McDonalds, pero, desde luego, mejor tenerlo
que no tenerlo. Dicho esto, a mí me parecería más
interesante un Arteleku en la Alhóndiga, algo que no van
a hacer. La mejor definición que he oído del Guggenheim
es la que dice que es como un platillo volante que, sin saber por
qué, ha aterrizado en Bilbao. Los bilbaínos podemos
dedicarle una canción al Puente Colgante, al Guggenheim no.
Da igual que esté en Bilbao o en Milán, dese cuenta
que el proyecto del Guggenheim estuvo circulando por multitud de
ciudades europeas.
- Así que
abandona Bilbao, y se marcha para una temporada a Madrid.
Bilbao
es una ciudad que no tiene memoria, y que tampoco le interesa. En
otras ciudades se han rehabilitado y recuperado las zonas industriales,
en Bilbao no. Las fabricas en la margen izquierda eran un paisaje
impresionante, se podían haber recuperado, y por ejemplo,
levantar un gigantesco aquarium. Aquel paisaje me marco para siempre.
Ahora me marcharé una temporada de Bilbao, para alejarme
de todo lo que hemos hablado. En Madrid quiero indagar en lo que
nos pueden deparar la ciencia y la tecnología en este siglo
XXI.
Juan Carlos Eguillor nació hace
55 años en San Sebastián, una anécdota
para alguien a quien los amigos le definen como
"el donostiarra más bilbaíno
que conocemos". Comenzó estudios de
periodismo, pero los aparcó, para dedicarse
al humor gráfico. Desde entonces sus trabajos
han salido a la luz en publicaciones tan diversas
como El País, Diario 16, El Correo Español,
Egin o Triunfo. A su vez, Eguillor ha sido precursor
y pionero de lo que conocemos como arte multimedia
en Euskadi. Trabajador incansable en el campo
de la realidad virtual, fué el creador
del primer video por ordenador en el Estado, trabajo
que realizó para la inauguración
del Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid.
Ese precisamente será el próximo
destino de nuestro entrevistado, ya que vuelve
a la capital de España, tras un nuevo paréntesis
en Bilbao.
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Ismael Diaz de Mendibill
Fotografías del autor
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Euskonews & Media 193. zbk (2002 / 12 / 20 - 2003 / 01 / 10) |