Las fuentes de la identidad colectiva son el género y la nación, pero la gran
mayoría de las obras que tratan sobre el nacionalismo consideran que la más
importante de las fuentes es la segunda, que comprende además todas las demás.
La aparición del feminismo no ha hecho sino agravar el conflicto entre las
identidades que intervienen en los proyectos nacionales, y es que los estudios
feministas que se han venido realizando demuestran de qué modo ven los nacionalismos
a las mujeres como objeto (a través de símbolos, tradiciones, violencia,
etc.), pero apenas disponemos de información sobre las mujeres como sujeto
de los procesos de construcción nacionales.
En el caso de Euskal Herria, las obras consideradas como clásicas [1] revelan que los estudios sobre este tema están
en una situación muy similar. En el presente artículo se pretende facilitar
alguna información sobre la participación que han tenido las mujeres en la construcción
de la nación vasca, en un ámbito tan fundamental en todo nacionalismo para transmitir
y difundir la identidad nacional como es la educación.
Sobre la nación y el nacionalismo. El género y la nación
La nación está compuesta por distintos elementos, tales como el linaje y la
procedencia, el pueblo y el Volk, la cultura y el carácter, la conciencia
y la voluntad, una misión y un proyecto, una dinámica propia en los modos de
producción y organización de la historia económica [2]. Toda combinación entre cualquiera
de estos elementos resultará válida para definir el término, que será más completo
y sólido cuantos más elementos englobe.
A partir de esa idea se agudiza la necesidad de analizar la relación entre
la nación y el estado, pero antes conviene diferenciar entre nación cultural,
nación política y estado, tres realidades sociales distintas que como tal pueden
aparecer por separado; de hecho, muy pocas veces han concurrido a lo largo de
la historia [3]. Ante la disociación entre la nación y el estado se han buscado
distintos tipos de soluciones, como la integración, el pluralismo basado en
la desigualdad, y el pluralismo basado en la igualdad.
Para elaborar la definición del concepto del nacionalismo, me he basado en
los objetivos que pretende alcanzar y en la postura que adopta. Así, el nacionalismo
es un movimiento social que trata de alcanzar la unidad, la autenticidad
y el autogobierno de una nación o de un grupo nacional. No obstante, habría
que especificar el lugar y situación en que se encuentra tal nacionalismo, factores
ambos que pueden afectar a sus objetivos y que llevarían a operar de distinta
manera. Las mencionadas situaciones son el nacionalismo de una nación con estado,
de una nación sin estado, y de un estado sin nación. Teniendo en cuenta todo
lo señalado, y vista la experiencia de los distintos tipos de nacionalismo en
Europa, he centrado mi atención en el dinamismo de los nacionalismos de varios
estados europeos que no cuentan con una nación, en el proceso de reconstrucción
de la nación como comunidad moral, cuyos pilares serían el lenguaje nacional
y su enseñanza generalizada.
Los procesos sociales y culturales sobre los que se sustenta la realidad social
están generizados. Así, a partir de la investigación llevada a cabo sobre los
procesos a los que se han ajustado los nacionalismos, la teoría feminista ha
realizado varias aportaciones teóricas, entre las que cabe destacar dos particularmente
interesantes: por una parte, la que examina la implicación de las mujeres en
los proyectos nacionales [4], y por otra la que estudia su participación
en los proyectos étnicos y nacionales [5].
En este último caso, el nivel de compromiso de las mujeres con respecto a los
proyectos nacionales es exactamente igual que el de los hombres, pero canalizan
sus compromisos de distinta forma, hecho que pone de manifiesto la influencia
de la nación sobre la estructuración genérica. Según la primera aportación,
el proyecto nacional defendido por las mujeres no tiene porqué ser el mismo
que sostienen los hombres; es perfectamente posible que apoyen un proyecto diferente.
Dado que en este planteamiento la nación y el género estarían interactuando,
se argumenta que el compromiso diferenciado que las mujeres adquieren de cara
al proyecto nacional termina afectando al propio proyecto. En cualquier caso,
la última corriente teórica sitúa el análisis de la relación entre la nación
y el género en torno al debate sobre la estatalidad, en una postura que no hace
sino estudiar la relación entre el estado-nación y su nacionalismo y género.
La otra corriente teórica, sin embargo, vincula la reflexión sobre la relación
entre la nación y el género con los distintos tipos de nacionalismo, y la conduce
hacia un ámbito más amplio que al mismo tiempo facilita una comprensión global.
Tanto esta aportación como la anteriormente señalada, referentes al litigio
entre el nacionalismo y el feminismo, perpetúan el conflicto entre la identidad
nacional y la identidad feminista sin arrojar ninguna luz para su solución.
En mi opinión, el detenerse a observar las distintas situaciones del nacionalismo
ayuda a entender cómo afecta su estructuración genérica a las prácticas sociales
de las mujeres y de los hombres, y lo que es más, a buen seguro también aclararían
cómo sienten los unos y los otros tales prácticas.
Los nacionalismos son a su vez movimientos socio-políticos que se fundamentan
sobre distintos valores ligados a la variabilidad de la estructura y carácter
de las relaciones genéricas. En base a estas dos ideas y a una comprensión global
de la relación entre la nación y el género, se puede afirmar que hay posibilidades
de poner fin al conflicto entre la identidad nacional y la identidad feminista.
Las mujeres vascas, objeto y sujeto en la construcción de la nación vasca
como comunidad moral
Todos los investigadores coinciden en diferenciar dos momentos históricos en
el proceso de construcción de la nación vasca: el primero, referente al primer
nacionalismo con el que se dio comienzo al mencionado proceso, y el segundo,
el del nuevo nacionalismo que introdujo trascendentales cambios en el
proceso.
El primer nacionalismo proporcionó una definición objetiva de la comunidad
nacional que aunaba los criterios nacionales del carácter, la raza, la lengua,
las costumbres y los modos de vida adaptados a los dictados de la moral cristiana
que adquirimos en el momento en que nacemos. El hecho de que el principal criterio
de la nacionalidad sea el de la raza revela la importancia del papel
que desempeña la mujer a través de la maternidad. El mito de un mismo origen
es fundamental en el nacionalismo de Arana, es el único medio de adquirir la
condición de miembro de la comunidad nacional. La mujer vasca, por tanto, en
tanto que progenitora biológica, se convierte en transmisora de la colectividad
y personifica el símbolo de la madre patria, por lo que debe evitar contraer
matrimonio con los extranjeros y apoyar afectivamente a los hombres en la lucha
nacionalista.
El Partido Nacionalista Vasco, en su determinación por nacionalizar la sociedad,
decidió dar cabida a la amplia participación de las mujeres en el movimiento
a través de Emakume Abertzale Batza, una fundación cuyos objetivos iban
más allá de la ayuda y la beneficencia, y que se dedicaba asimismo a impulsar
la formación nacionalista de los niños, popularizar la educación y a preparar
la sociedad para el futuro.
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Ikastola. Alumnos de la Escuela Vasca de Bilbao en abril de 1912. |
Es en este contexto donde hay que ubicar las iniciativas educativas como las
auzo eskolak y las primeras ikastolas, en un momento en el que
la función social que se atribuye a las mujeres en el proceso de creación y
consolidación del nacionalismo vasco sufrió un importante cambio cualitativo.
El colectivo de las mujeres vascas, sin dejar de ser una comunidad transmisora,
fue también transmisor de la cultura dentro del proceso de consolidación
del nacionalismo.
El segundo momento histórico a destacar en el nacionalismo se inauguró a finales
de la década de los 50. Los factores clave de esta nueva etapa serán el euskera,
la aconfesionalidad y la independencia, basados en el carácter activista de
los cambios y del movimiento, pero que sin embargo no bastaban para dar una
respuesta a los nuevos problemas que afectaban a la sociedad vasca.
Los componentes ideológicos, políticos y culturales que en los años 60 se sumaron
a dichas bases ideológicas contribuyeron a radicalizar el nuevo proyecto, apareciendo
en consecuencia un nuevo discurso genérico al tiempo que empezaba a vislumbrarse
la actitud abertzale del emisor cultural. El lenguaje ordena los demás
elementos que conforman la nacionalidad, y la actividad cultural activa las
conciencias, crea la nación política, y dinamiza el nacionalismo político, por
lo que el actuar como emisor cultural conduce a ser un sujeto abertzale
y político. En consecuencia, la actividad cultural suponía un aspecto absolutamente
necesario en tanto que actuaba como activadora de la conciencia.
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Bar pro Ikastola de Beasain en mayo de 1977. |
La actividad cultural más importante de aquella época fue la creación de las
ikastolas, cuyo desarrollo dio comienzo a la escolarización masiva en euskera.
Antes de su creación, eran las mujeres de las etxe eskolak y de la Emakume
Abertzale Batza quienes se hacían cargo de la educación. Las profesoras
que trabajaban en las ikastolas formaron una especie de movimiento muy
representativo durante los primeros y fundamentales años de las ikastolas. Y
digo fundamentales porque el nacionalismo ha calificado tanto la trayectoria
de las ikastolas como la actividad desarrollada por las profesoras como elementos
integradores de la memoria histórica. Todas las profesoras, independientemente
de las características que reunían, eran consideradas con motivo de la profesión
que ejercían mujeres abertzales, pero hay que tener en cuenta que al fin y al
cabo se trataba de distintos tipos de mujeres que se ajustaban a la imagen de
profesoras.
[1] Valle, T. (1985). Mujer vasca, imagen y realidad.
Barcelona: Anthropos, y Ugalde, M. (1993). Mujeres y Nacionalismo Vasco. Génesis
y desarrollo de Emakume Abertzale Batza 1906-1936. Bilbao: Euskal Herriko Unibertsitatea. [2] Mirá, J. F. (1984). Crítica de la nació pura.
Valencia: Edicions Tres i Quatre. [3] Tylor, P. J. (1994): Geografia Política. Economia-mundo,
Estado-nación y localidad. Madril: Trama, pág. 198-200. [4] Walby, S. (1992): Woman and Nation. International
Journal of Comparative Sociology. XXXIII,1-2:81-pág. 100. [5] Yuval-Davis, N. (1997): Gender and Nation. London:
Sage.
Mila Amurrio Velez, profesora
de EHU/UPV
Fotografías: Auñamendi |