El proceso de construcción generizada de la nación vasca
* Traducción al español del original en euskera
Mila Amurrio Velez

Las fuentes de la identidad colectiva son el género y la nación, pero la gran mayoría de las obras que tratan sobre el nacionalismo consideran que la más importante de las fuentes es la segunda, que comprende además todas las demás.

La aparición del feminismo no ha hecho sino agravar el conflicto entre las identidades que intervienen en los proyectos nacionales, y es que los estudios feministas que se han venido realizando demuestran de qué modo ven los nacionalismos a las mujeres como objeto (a través de símbolos, tradiciones, violencia, etc.), pero apenas disponemos de información sobre las mujeres como sujeto de los procesos de construcción nacionales.

En el caso de Euskal Herria, las obras consideradas como clásicas [1] revelan que los estudios sobre este tema están en una situación muy similar. En el presente artículo se pretende facilitar alguna información sobre la participación que han tenido las mujeres en la construcción de la nación vasca, en un ámbito tan fundamental en todo nacionalismo para transmitir y difundir la identidad nacional como es la educación.

Sobre la nación y el nacionalismo. El género y la nación

La nación está compuesta por distintos elementos, tales como el linaje y la procedencia, el pueblo y el Volk, la cultura y el carácter, la conciencia y la voluntad, una misión y un proyecto, una dinámica propia en los modos de producción y organización de la historia económica [2]. Toda combinación entre cualquiera de estos elementos resultará válida para definir el término, que será más completo y sólido cuantos más elementos englobe.

 A partir de esa idea se agudiza la necesidad de analizar la relación entre la nación y el estado, pero antes conviene diferenciar entre nación cultural, nación política y estado, tres realidades sociales distintas que como tal pueden aparecer por separado; de hecho, muy pocas veces han concurrido a lo largo de la historia [3]. Ante la disociación entre la nación y el estado se han buscado distintos tipos de soluciones, como la integración, el pluralismo basado en la desigualdad, y el pluralismo basado en la igualdad.

Para elaborar la definición del concepto del nacionalismo, me he basado en los objetivos que pretende alcanzar y en la postura que adopta. Así, el nacionalismo es un movimiento social que trata de alcanzar la unidad, la autenticidad y el autogobierno de una nación o de un grupo nacional. No obstante, habría que especificar el lugar y situación en que se encuentra tal nacionalismo, factores ambos que pueden afectar a sus objetivos y que llevarían a operar de distinta manera. Las mencionadas situaciones son el nacionalismo de una nación con estado, de una nación sin estado, y de un estado sin nación. Teniendo en cuenta todo lo señalado, y vista la experiencia de los distintos tipos de nacionalismo en Europa, he centrado mi atención en el dinamismo de los nacionalismos de varios estados europeos que no cuentan con una nación, en el proceso de reconstrucción de la nación como comunidad moral, cuyos pilares serían el lenguaje nacional y su enseñanza generalizada.

Los procesos sociales y culturales sobre los que se sustenta la realidad social están generizados. Así, a partir de la investigación llevada a cabo sobre los procesos a los que se han ajustado los nacionalismos, la teoría feminista ha realizado varias aportaciones teóricas, entre las que cabe destacar dos particularmente interesantes: por una parte, la que examina la implicación de las mujeres en los proyectos nacionales [4], y por otra la que estudia su participación en los proyectos étnicos y nacionales [5].

En este último caso, el nivel de compromiso de las mujeres con respecto a los proyectos  nacionales es exactamente igual que el de los hombres, pero canalizan sus compromisos de distinta forma, hecho que pone de manifiesto la influencia de la nación sobre la estructuración genérica. Según la primera aportación, el proyecto nacional defendido por las mujeres no tiene porqué ser el mismo que sostienen los hombres; es perfectamente posible que apoyen un proyecto diferente. Dado que en este planteamiento la nación y el género estarían interactuando, se argumenta que el compromiso diferenciado que las mujeres adquieren de cara al proyecto nacional termina afectando al propio proyecto. En cualquier caso, la última corriente teórica sitúa el análisis de la relación entre la nación y el género en torno al debate sobre la estatalidad, en una postura que no hace sino estudiar la relación entre el estado-nación y su nacionalismo y género.

La otra corriente teórica, sin embargo, vincula la reflexión sobre la relación entre la nación y el género con los distintos tipos de nacionalismo, y la conduce hacia un ámbito más amplio que al mismo tiempo facilita una comprensión global. Tanto esta aportación como la anteriormente señalada, referentes al litigio entre el nacionalismo y el feminismo, perpetúan el conflicto entre la identidad nacional y la identidad feminista sin arrojar ninguna luz para su solución.

En mi opinión, el detenerse a observar las distintas situaciones del nacionalismo ayuda a entender cómo afecta su estructuración genérica a las prácticas sociales de las mujeres y de los hombres, y lo que es más, a buen seguro también aclararían cómo sienten los unos y los otros tales prácticas.

Los nacionalismos son a su vez movimientos socio-políticos que se fundamentan sobre distintos valores ligados a la variabilidad de la estructura y carácter de las relaciones genéricas. En base a estas dos ideas y a una comprensión global de la relación entre la nación y el género, se puede afirmar que hay posibilidades de poner fin al conflicto entre la identidad nacional y la identidad feminista.

Las mujeres vascas, objeto y sujeto en la construcción de la nación vasca como comunidad moral

Todos los investigadores coinciden en diferenciar dos momentos históricos en el proceso de construcción de la nación vasca: el primero, referente al primer nacionalismo con el que se dio comienzo al mencionado proceso, y el segundo, el del nuevo nacionalismo que introdujo trascendentales cambios en el proceso.

El primer nacionalismo proporcionó una definición objetiva de la comunidad nacional que aunaba los criterios nacionales del carácter, la raza, la lengua, las costumbres y los modos de vida adaptados a los dictados de la moral cristiana que adquirimos en el momento en que nacemos. El hecho de que el principal criterio de la nacionalidad sea el de la raza revela la importancia del papel que desempeña la mujer a través de la maternidad. El mito de un mismo origen es fundamental en el nacionalismo de Arana, es el único medio de adquirir la condición de miembro de la comunidad nacional. La mujer vasca, por tanto, en tanto que progenitora biológica, se convierte en transmisora de la colectividad y personifica el símbolo de la madre patria, por lo que debe evitar contraer matrimonio con los extranjeros y apoyar afectivamente a los hombres en la lucha nacionalista.

El Partido Nacionalista Vasco, en su determinación por nacionalizar la sociedad, decidió dar cabida a la amplia participación de las mujeres en el movimiento a través de Emakume Abertzale Batza, una fundación cuyos objetivos iban más allá de la ayuda y la beneficencia, y que se dedicaba asimismo a impulsar la formación nacionalista de los niños, popularizar la educación y a preparar la sociedad para el futuro.

Ikastola. Alumnos de la Escuela Vasca de Bilbao en abril de 1912.

Es en este contexto donde hay que ubicar las iniciativas educativas como las auzo eskolak y las primeras ikastolas, en un momento en el que la función social que se atribuye a las mujeres en el proceso de creación y consolidación del nacionalismo vasco sufrió un importante cambio cualitativo. El colectivo de las mujeres vascas, sin dejar de ser una comunidad transmisora, fue también transmisor de la cultura dentro del proceso de consolidación del nacionalismo.

El segundo momento histórico a destacar en el nacionalismo se inauguró a finales de la década de los 50. Los factores clave de esta nueva etapa serán el euskera, la aconfesionalidad y la independencia, basados en el carácter activista de los cambios y del movimiento, pero que sin embargo no bastaban para dar una respuesta a los nuevos problemas que afectaban a la sociedad vasca.

Los componentes ideológicos, políticos y culturales que en los años 60 se sumaron a dichas bases ideológicas contribuyeron a radicalizar el nuevo proyecto, apareciendo en consecuencia un nuevo discurso genérico al tiempo que empezaba a vislumbrarse la actitud abertzale del emisor cultural. El lenguaje ordena los demás elementos que conforman la nacionalidad, y la actividad cultural activa las conciencias, crea la nación política, y dinamiza el nacionalismo político, por lo que el actuar como emisor cultural conduce a ser un sujeto abertzale y político. En consecuencia, la actividad cultural suponía un aspecto absolutamente necesario en tanto que actuaba como activadora de la conciencia.

Bar pro Ikastola de Beasain en mayo de 1977.

La actividad cultural más importante de aquella época fue la creación de las ikastolas, cuyo desarrollo dio comienzo a la escolarización masiva en euskera. Antes de su creación, eran las mujeres de las etxe eskolak y de la Emakume Abertzale Batza quienes se hacían cargo de la educación. Las profesoras que trabajaban en las ikastolas formaron una especie de movimiento muy representativo durante los primeros y fundamentales años de las ikastolas. Y digo fundamentales porque el nacionalismo ha calificado tanto la trayectoria de las ikastolas como la actividad desarrollada por las profesoras como elementos integradores de la memoria histórica. Todas las profesoras, independientemente de las características que reunían, eran consideradas con motivo de la profesión que ejercían mujeres abertzales, pero hay que tener en cuenta que al fin y al cabo se trataba de distintos tipos de mujeres que se ajustaban a la imagen de profesoras.


[1] Valle, T. (1985). Mujer vasca, imagen y realidad. Barcelona: Anthropos, y Ugalde, M. (1993). Mujeres y Nacionalismo Vasco. Génesis y desarrollo de Emakume Abertzale Batza 1906-1936. Bilbao: Euskal Herriko Unibertsitatea.
[2] Mirá, J. F. (1984). Crítica de la nació pura. Valencia: Edicions Tres i Quatre.
[3] Tylor, P. J. (1994): Geografia Política. Economia-mundo, Estado-nación y localidad. Madril: Trama, pág. 198-200.
[4] Walby, S. (1992): Woman and Nation. International Journal of Comparative Sociology. XXXIII,1-2:81-pág. 100.
[5] Yuval-Davis, N. (1997): Gender and Nation. London: Sage.


Mila Amurrio Velez, profesora de EHU/UPV
Fotografías: Auñamendi


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