
Gaiak
Costumbres funerarias en monumentos pétreos preislámicos del área de Lejuad (Tiris, Sahara Occidental)
Introducción
Hacer mención a la Prehistoria del Sahara conlleva habitualmente traer a la mente sus imágenes rupestres, como las de las renombradas áreas del Tassili n’Ajjer argelino o del Akakus libio. Y, en verdad, pinturas y grabados, además de encontrarse en cantidades ingentes, resultan excepcionales por su concepción temática y su plasmación estilística.
Frente a estas obras, otras expresiones del pasado quedan relegadas a un segundo plano, como los más modestos monumentos líticos -fuera de la magnificencia de las pirámides- que se levantaron en gran parte de los casos para cumplir una función funeraria. Unos ejemplares que, junto a un muy diversificado abanico de formas, alcanzan un efectivo numérico espectacular, pues extraño resulta el rincón del desierto en donde no se halle prueba de ello. Y es que expresiones artísticas y monumentos pétreos son las expresiones socioculturales del pasado más abundantes y extendidas en el Sahara.
Desde hace ya 15 años, venimos trabajando en la recuperación e interpretación del antiguo patrimonio cultural del Sahara Occidental; una tarea en la que los bienes arqueológicos han ocupado, lógicamente, una plaza preeminente. Un propósito que nos obligó, en primer término, a planificar un programa de prospección sistemática y metódica del terreno, que culminaría con la confección del «Inventario Arqueológico del Tiris», la parte del Sahara en que centramos nuestra labor. A esta actividad llevada a cabo entre 2005 y 2016, seguiría, en segundo lugar, un nuevo planteamiento desde 2017 en el que los monumentos líticos iban a focalizar la atención en la dinámica de investigación. De esta suerte, en estos últimos años hemos llevado a cabo un importante número de excavaciones arqueológicas en una variada muestra de estructuras pétreas. Una actividad que nos está posibilitando obtener sustanciales informaciones sobre los aspectos técnicos de las construcciones, de su evolución crono-tipológica, o de sus particulares usos. Y es en este último campo donde, merced a las prácticas sepulcrales que testimonian con frecuencia, podemos sugerir algunas ideas de las pautas funerarias ensayadas y la eventual gestión de rituales.
De seguido, pues, enunciaremos sumariamente unas primeras imágenes y reflexiones de los datos sepulcrales más remarcables que nos han aportado las 2 campañas de excavaciones llevadas a cabo en 2018 y 2019 en la zona de Lejuad (Duguech, Sahara Occidental), en el tramo meridional del Tiris.

Panorámica de conjunto de montañas de Lejuad, al S del Tiris (Sahara Occidental).
El área geográfica de Lejuad, un contexto arqueológico muy relevante del occidente del Sahara
Por el muy importante efectivo de expresiones del pasado y la significación cualitativa de algunas de ellas, el sector de Lejuad define a priori un marco geográfico de importancia capital en el estudio de los procesos sociales y del poblamiento de los distintos episodios prehistóricos del Holoceno y de la historia preislámica del occidente del Sahara.
Por centrarnos en lo que aquí tratamos, son varios los centenares de túmulos y estructuras líticas de distinto formato registrados en distintas estaciones monumentales emplazadas cerca de las faldas de los imponentes relieves rocosos que caracterizan la geografía de Lejuad. Una circunstancia que, en principio, garantizaba la puesta en marcha de todo el complejo dispositivo metodológico que requería aquí un programa de excavaciones arqueológicas.
Y, merced a las potenciales correspondencias entre distintas expresiones arqueológicas, las informaciones que derivarían del análisis de los monumentos líticos tendrían a su vez una incidencia tangible en otras referencias relativamente coetáneas también aquí presentes (hábitats, estaciones artísticas, “talleres”, etc.).
Todo ello hacía de Lejuad un espacio idóneo para el análisis interrelacionado del pasado, y verdaderamente lo erigían en un espacio de interés estratégico para nuestro proyecto de investigación.

Proceso de excavación de la inhumación individual documentada en el monumento con frente esteliforme LJ-S1.
Monumentos líticos excavados
En sendas campañas de excavación en 2018 y 2019, se excavaron un total de 19 monumentos líticos pertenecientes a 4 estaciones monumentales del área de Lejuad. Tipológicamente, se repartían como sigue: 5 “bazinas”, 4 túmulos hemisféricos rebajados, 4 plataformas tumulares, 2 ejemplares de frente esteliforme, 1 túmulo hemisférico simple, 1 túmulo en creciente, 1 “corbeille” y 1 pequeño túmulo aplanado “corto”. Un repertorio notablemente diversificado en el que predominaban las estructuras tumulares frente a los modelos constructivos de lajas hincadas o a los de entramado aparejado.
En 17 de los ejemplares se localizaron indicios y gestos antrópicos de su función sepulcral, como verdaderas tumbas (16 conservaban restos antropológicos y 1, sin ellos, mantenía la cubeta de inhumación). Sólo 2 plataformas tumulares emplazadas sobre la parte superior de sendos diques rocosos, quedaban al margen de la consideración funeraria, resultando, de momento, una incógnita su función.
Por otro lado, las excavaciones de los ejemplares tumulares pusieron de manifiesto que los depósitos sepulcrales se habían practicado en fosas o cubetas practicadas bajo el armazón del túmulo, con lo que éste cumplía esencialmente una función de protección y salvaguarda del sepulcro funerario, además lógicamente de servir como referencia de identificación espacial y cultural.

Esqueleto flexionado en posición decúbito lateral derecho en el fondo de la fosa funeraria del monumento LJ-G11/M9.
Inhumaciones, tratamientos corpóreos y mobiliario
De los 16 monumentos con restos antropológicos, 4 “bazinas” aportaban escasísimas muestras, por lo que la base cuantitativa de análisis la conformaban definitivamente 12 inhumaciones primarias con elementos suficientes como para practicar una lectura de la posición y orientación del esqueleto, y así mismo poder describir algunas de sus particularidades corpóreas.
En primer lugar, hay que señalar que se trata de 12 individuos adultos, de sexo difícilmente precisable en varios casos.
La posición habitual de los esqueletos es decúbito lateral; sólo un caso pudiera quizás entenderse como un ejemplo sedente. La mayoría yacen sobre el lateral derecho, mirando indiferenciadamente a cualquier punto cardinal, si bien parece el E el sector algo más solicitado.
La orientación de los cuerpos se organiza indistintamente entre los ejes N-S, NW-SE, W-E y NE-SW. Y, en consonancia con ello, se atestigua la variable posición de la cabeza: repartiéndose equilibradamente entre los hemisferios W/E y S/N.
De esta suerte, las observaciones efectuadas no tenderían a alinearse con la hipótesis -en muchas ocasiones esgrimida- de la relación ritual de las inhumaciones con las posiciones del orto y ocaso solares. En revancha, pudiéramos sugerir que aquí el esquema que parecería desvelarse algo más reiterativo marcaría una disposición del esqueleto N-S, con la cabeza al S, y mirando el cuerpo hacia el E.
Los esqueletos, eso sí, se encuentran en todos los casos flexionados. Así, las extremidades inferiores aparecen generalmente muy contraídas, teniéndose la impresión en ocasiones de haberse podido servir de elementos accesorios de atadura o amarre. Con grado menos forzado se colocan las extremidades superiores, entre las que nos ha llamado la atención el caso singular que muestra uno de los brazos flexionado y el otro extendido y con la mano introducida entre los fémures. Y, finalmente, la disposición del tronco con las piernas ofrece distintos grados de torsión, dando la impresión de ser más marcada en las sepulturas más antiguas, las asociadas a construcciones tumulares neolíticas, y menos contraída, o de postura más semiflexionada, en aquellos sepulcros que resultan temporalmente más avanzados y caracterizados por el empleo de grandes losas erguidas, culturalmente de la antigua tradición beréber.
En cualquier caso, todas estas posiciones más o menos torsionadas revelan indiscutiblemente la práctica de tratamientos post mortem de los cadáveres; una fórmula de gestión que parece abordarse de forma habitual entre las costumbres funerarias de aquel entonces y que, complementariamente, ilustra parte de los rituales sepulcrales de las culturas del momento. Y, en paralelo con ello, añadamos que constituyen elementos veraces de contraste con la tradición sepulcral islámica practicada en esta zona: de enterrar en posición decúbito lateral derecho extendido, con la cabeza al S, y mirando al E, hacia La Meca; documentando así su diferente vigencia cultural y temporal, de época preislámica.
En otro orden de cuestiones, llama la atención la rareza del mobiliario cultural conservado en las sepulturas y monumentos; genéricamente, brillan por su ausencia las ofrendas rituales y los ajuares personales, al menos elaborados en materiales no perecederos. Son verdaderamente excepcionales los casos puntuales en que se han advertido algunos objetos industriales o materias foráneas, como milimétricas esquirlas carbonosas, pequeños restos de hematites, fragmentos cerámicos, o algún que otro trozo de cuarzo blanquecino intencionalmente emplazado… Lo habitual y corriente es documentar simplemente las partes anatómicas conservadas del esqueleto, sin más. Por ello, a causa de esta significativa carencia, resultan ciertamente sugerentes los varios ejemplos consignados en distintas sepulturas de pequeños bloques tabulares de granito dispuestos de forma individualizada como reposacabezas.
Con todo, parece claro que aquí, en Lejuad, no hay una costumbre funeraria de acompañar al difunto con depósitos rituales o sujetos propios del mobiliario cultural en forma de ofrendas, instrumentos líticos, piezas cerámicas, conchas, perlas y colgantes, restos óseos de fauna…, a los que frecuentemente nos tienen habituados los sepulcros de otros espacios y de otros tiempos. La tradición fúnebre es nuestro caso no parece conllevar, pues, ese tipo de aparataje.
Y ya por último hay que precisar que, por lo común, cada monumento se concibió como sepultura particular de un solo individuo. Un estrecho vínculo que no excluiría casos puntuales de reutilizaciones, o de enterramientos efectuados con posterioridad a la erección del monumento original, practicadas en el interior de la masa pétrea del túmulo.
En Lejuad no podemos hablar, por consiguiente, de enterramientos colectivos o múltiples. No obstante, de difícil interpretación resulta el caso de una doble sepultura documentada en la excavación que se efectuó en el único monumento en creciente intervenido. Aquí, junto a una inhumación de un adulto bastante completa, se encontró la pierna flexionada -únicamente, el fémur y la tibia- de otro individuo a su lado. En principio, pudiera pensarse en un fenómeno de erosión diferencial o en una eliminación parcial por animales de rapiña y necrófagos, que en ambas situaciones habrían hecho desaparecer la parte ausente del esqueleto. Sin embargo, de igual manera, cabría imaginar que acaso esa pierna bien pudiera haber sido enterrada de forma aislada -¿porqué no?-, como una especie de “amuleto” o “reliquia”, y depositada -o, sino dejada- así intencionalmente en el lecho funerario en el momento de practicar la inhumación mejor conservada. Se trata ciertamente de otra posibilidad digna de tenerse en cuenta: máxime si las dataciones C14 de ambos restos, encuadradas en la segunda mitad del V milenio cal. B.P., revelan una cierta mayor antigüedad de la pierna aislada que del esqueleto completo.

Enterramiento doble en el depósito infratumular del creciente LJ-G11/M4. A la derecha, esqueleto muy flexionado de un individuo; a la izquierda, fémur y tibia de la pierna de otro: ¿resto de una sepultura desmantelada y desaparecida, o evidencia de un depósito ritual intencional?.
Conclusión
Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en los monumentos pétreos de Lejuad y las observaciones en el contenido sepulcral presente en buena parte de ellos nos han permitido advertir una serie de tendencias generales en las prácticas funerarias preislámicas de esta parte del occidente del Sahara, al menos desde la primera mitad del V milenio hasta mediados del II milenio cal, B.P., a juzgar por los valores de las analíticas radiométricas.
Unas informaciones, ciertamente muy generales, mas que, con la debida prudencia, incitan a aproximarnos al complejo universo simbólico de las creencias rituales y de ultratumba enraizadas en las tradiciones de los grupos sociales del Neolítico final y de la antigua etapa beréber de esta grandiosa región de Tiris. Datos, en cualquier caso, que suscitan numerosas cuestiones que deberán ir abordándose, enriqueciendo y transformando, con el progreso de las investigaciones en un futuro inmediato.
La tradición nómada ha hecho de Lejuad un lugar de referencia: raro es el beduino de estos confines del desierto que no ha oído hablar de este sitio. Aquí, hoy aún, siguen vivas leyendas de otros seres y mundos “invisibles”, de creencia de otra realidad en paralelo, cuyos actores, los “junum”, encuentran su habitáculo o morada de asiento en este singular entorno de montañas de verticales paredes que parecen emerger súbitamente de la vasta planicie.
Es innegable que nuestros documentos funerarios revelan una conciencia de religiosidad, y de creencia en una vida en el más allá, que transciende a la muerte; una vida, de igual manera, paralela. Unos sentimientos y creencias que también desde el pasado siguen vivificando Lejuad, contribuyendo a hacer de él un lugar de especial atención en el Tiris y en el occidente del Sahara.
Agradecimientos
A las instituciones del País Vasco que sostienen nuestro proyecto en el Sahara: al Departamento de Cultura y Política Lingüística del Gobierno Vasco, y a la Universidad del País Vasco (UPV-EHU). Y, de igual manera, a las autoridades del Gobierno de la RASD implicadas: el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Defensa.
Foto Portada: “Imagen cenital de la excavación practicada en la plataforma tumular LJ-G11/M9”.