Sara Otaño siempre ha destacado en el uso del color. Colores vibrantes, colores cálidos. Sin estridencias ni opacidades.
Y es en esta última serie cuando percibo que cada vez se fija más en el detalle, animando al espectador a que no mire solo la parte externa de la flor sino toda la flor.
Recuerda a los naturalistas de antaño, pero con color, mucho color: con el óleo tan característico suyo, el de hogaño.
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