La pintora que nos embarga ahora, con su intimidad nos hace prestar la atención más a su obra que a su curriculum. Sara Otaño es una pintora amiga de si misma, y por tanto de la pintura. No lo digo en demérito de quienes sigan las normas curriculares, sino en el sentido del color; que no entiende de formalismo alguno, y denota más que el propio dibujo el estado de ánimo temporal o la perenne personalidad del artista. A Sara Otaño le gustan las tonalidades brillantes, y eso tiene que ver con su chispeante rebeldía a hacer lo que hacen los demás. Y digo que le gusta la intimidad dado que sus composiciones me recuerdan a la de alguien tan intimista como retirado de la época en que le toco vivir: Cezanne. Ese gran dibujante que pese a apreciar las coloraciones de los impresionistas, y su utilización de la luz, no estaba dispuesto a dar por perdidas todas esas repeticiones de temas clásicos, que de una manera tan ttipi-ttapa había aprendido a repetir. Eso es apreciable en sus bodegones, y a otra escala en su serie de en torno a las 40 reinterpretaciones de la montaña de Santa Victoria, a la que accedía previo breve ttipi-ttapa hasta que le sobrevino la muerte. Y me gustaría destacar sobremanera ese jarrón con mimosas tan delicioso; una de mis flores arbóreas favoritas por su alegra color que junto al cuco te ayuda a pensar que ya se ha ido el invierno. Ramuntcho Robles Quevedo

CURRICULUM VITAE

Por norma se pide al autor de una exposición que haga un resumen de su trayectoria pictórica e incluya datos personales, fechas y centros o lugares de exposiciones pasadas. Yo me tomo la libertad de omitir todo esto, quien quiera conocerme solo tiene que ver mi obra.

Considero la pintura un medio mas para comunicarme. para expresarme y sobre todo para interpretar lo que veo y capto. Mis oleos viven dentro de mi y yo soy fiel a mi sensibilidad.

Confió poder seguir aprendiendo para mantener vivas mis emociones y seguir interpretando la naturaleza, interpretación que hago con color e intuición.