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Erakusketa / Exposición |
Este artista vasco chileno de apariencia imponente y mirada profunda maneja
una sensibilidad que bordea la angustia. Su obra es fruto de un verdadero
desgarro del ser y pareciera que en ello, efectivamente, se le fuera la
vida.
Al titularse de Licenciado en Artes Plásticas de la Universidad de
Chile, un profesor lo invitó para que fuese ayudante de dibujo y
fotografía. Luego concursó y aprobó para ser ayudante
oficial de las dos áreas. Finalmente, hace ya tres o cuatro años,
su esfuerzo y calidad fueron reconocidos convirtiéndose en académico
titular de ambos ramos.
Actualmente es maestro de dibujo en segundo y cuarto año de la Universidad
de Chile; profesor de fotografía en el Instituto Arco; y profesor
en la Universidad del Pacífico.
Entre sus actividades de extensión y divulgación destacan:
1987: “Anotaciones”, Fotografías Sala Nueva Instituto
Chileno-Norteamericano de Cultura. 1996: “Sedimentos”, Fotografías
Instituto Chileno- Británico de Cultura.
Su trabajo ha trascendido las fronteras nacionales en distintas exposiciones
grupales, tales como: 1989: Bienal Fiap Color Slides. Fotografías,
diapositivas. Turquía. 1986: 14 Bienal, Fiap Color Slides. Fotografías,
diapositivas. Andorra. 13 Bienal Fiap Color Slides. Fotografías,
diapositivas. Ontario, Canadá. 1985: Bienal de Finlandia, “Naturaleza”
Fotografías, diapositivas.
Algunas de las distinciones obtenidas: 1993: Premio Especial del Banco de
A. Edwards, adquisición “Concurso de Escultura, pequeño
formato”. 1991: Segundo Premio “Concurso Nacional de Fotografía
Universitaria, Imágenes Hispanas de América Latina”,
Universidad Católica de Chile; Tercer Premio Fotografía “Concurso
de Creación Artística” Universidad de Chile. 1987: Primer
Premio Fotografía- Ampliación “XXII Salón Nacional
de Arte Fotográfico”. 1983: Primer Premio Fotografía
Diapositiva “XX Salón Nacional de Arte Fotográfico”.
Registros
En ambas series de fotografías el artista muestra al público
la relación que existe entre los muros, que son la piel que levanta
y sostiene una ciudad, y nuestra propia pared. En ambos casos, el tiempo
queda registrado y convertido en cicatrices o huellas que relatan nuestra
historia.