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Fotografía de: Jacqueline Guimaraes Ferreira
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Enrique Díaz Soldevilla - Solde (1935)
Alcanzar el máximo de matices y movimientos con el mínimo de
elementos. Hacer de la indisciplina de la multiplicidad su manera de independizarse
de modelos artísticos. Pero, sobretodo, ofrecer goce y fruición
a través de su mirada conmovida lanzada sobre la vida ordinaria y sobre
lo que esta comporta de inquietante extrañeza. Eso es lo que ha buscado
el artista vasco Solde en las más de cien obras expuestas del 7 al 16
de marzo en la Sala Ezkurdi de Durango.
Solde es pintor y escultor autodidacta. Su capacidad creadora se manifiesta
en aproximadamente mil obras en las que predomina el impresionismo. En su obra
plástica, además de óleos y acrílicos de formas
y colores desvirtuados se encuentran también cuadros en taracea en los
que los contrastes de colores, luces y sombras se obtienen al combinar maderas
diversas. En sus esculturas se destaca la transformación de materiales
de desecho, con la mínima manipulación de la materia.
Un ejemplo del éxito de este reto es la obra "Monjes cantando".
Una escultura tanto mística cuanto ascética, hecha con horquillas
de caja de cambios de camión, trozos de chapa y alambre adornado. En
1996, esta escultura fue escogida por la Abadía de Sto. Domingo de Silos
(Burgos - España) como imagen ideal para la divulgación de una
grabación de sus cantos.
Nacido en Durango, en 1935, ya a los 13 años Solde empieza a recibir
encomiendas de cuadros retratando caseríos de su entorno. Con 15 años,
siguiendo la tradición local, empieza a trabajar en una forja y allí
aprende técnicas que le ayudarán en la creación de sus
esculturas. Durante 42 años compaginará su creatividad artística
con su labor profesional como troquelista.
Jacqueline Guimarães Ferreira
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