Ignacio CLOPPET
Hoy en día, hablar sobre los vascos en América, más precisamente en el Río de la Plata, es algo que resulta común, tanto en nuestra tierra como en Euskal Herria.1
Su presencia no ha pasado inadvertida, más aún, entiendo que ha sido decisiva en la construcción de la Argentina y el Uruguay: dos países jóvenes nacidos a comienzos del siglo XIX, que se proveyeron de hijos de distintos pueblos europeos.
Es cierto, que hubo vascos que vinieron a América junto con los conquistadores y adelantados; y también a lo largo de los siglos XVII y XVIII, que supieron progresar y ser parte de la organización política y social de los Virreinatos.
Pero, la masiva inmigración se produjo durante el siglo XIX. Los vascos que llegaron desde Iparralde y Hegoalde fueron varios miles durante todo el 1800.
Las razones de esa diáspora fueron muchas, y son harto conocidas. Terribles y trágicas son las historias que protagonizaron aquellos que tuvieron —sin muchas opciones— que emprender un largo viaje al más allá.
¡Nada más amargo que el sabor del destierro! Pensemos un instante, haciendo una composición de lugar, llevando nuestra sensible mirada hacia cualquiera de las familias, donde uno o más de sus integrantes, un buen día hubieron que soportar la única opción que les quedaba: comprar un pasaje en un buque con destino a América.
Repasemos pues, lo que significó para un vasco, una vasca, tener que dejarlo todo, y al decir todo, es saludable traducirlo: su tierra, su casa, su familia.
François Uhart nació en la Comuna de Lapiste (hoy Behaskane-Laphizketa).
Uno de estos miles de vascos que sufrió el desarraigo, fue François Uhart, que nació en la Comuna de Lapiste (hoy Behaskane-Laphizketa), el lunes 21 de abril de 1817 en la maison Oyanto. Sus padres fueron St. Jean Uhart y Marie o Marianne Chaldu.
El mismo destino corrió, quien iba a convertirse en su flamante esposa en Argentina: Marie Manechena. María “La Vasca” (así fue llamada y conocida), nació en la Comuna de Souraïde (Zuraide), el miércoles 5 de noviembre de 1823 en la maison Urrutia. Sus padres fueron Jean Manechena y Marie Etchegoyen.
Los vascos Francisco y María, se casaron en la Parroquia Nuestra Señora de Balvanera, en Buenos Aires, el miércoles 6 de noviembre de 1850. Fundaron una numerosa familia: fueron padres de ocho hijos, algunos nacidos en la ciudad de Buenos Aires, y otros en Chivilcoy, un pueblo rural de la Provincia de Buenos Aires, donde se radicaron definitivamente a partir del año 1855.
En Chivilcoy se instalaron prontamente, encontraron un lugar para progresar y pudieron comprar un establecimiento (unas mil hectáreas) para hacer lo que habían aprendido en sus caseríos: trabajar la tierra y con animales.
El “vasco” Francisco Uhart, falleció el miércoles 24 de junio de 1868. Su esposa Maria “La Vasca”, mujer recia y extraordinaria, se puso sobre sus hombros el campo y la crianza de sus cuatro hijos (de los ocho, solo cuatro habían sobrevivido): Baldomera, Juan, María y Úrsula.
Así pues, su único hijo varón Juan, que había nacido el lunes 1º de noviembre de 1858, contaba con 9 años al momento de morir su padre.
Como buen vasco, el niño Juan tuvo que hacerse cargo de muchas obligaciones que emanaban del trabajo y administración del campo.
A partir de la muerte de Francisco, para unificar las diversas formas erráticas que se había escrito el apellido Uhart, una decisión judicial resolvió que se debía escribir como Duarte.
En ese contexto Juan Duarte creció y forjó una gran personalidad, que lo iba a transformar en un hombre importante, no sólo para su pueblo natal, sino para la historia argentina.
El “Vasco” Juan (como se lo conocía), se casó con su prima hermana Adela Uhart (una de las hijas de Dominique Uhart —un hermano menor de su padre Francisco— y Magdalena Hiriborronde, natural de Larressore). De su matrimonio nacieron catorce hijos legítimos.
Además de los quehaceres agropecuarios donde no siempre le fue muy bien, se dedicó a la actividad política. Logró transformarse en un influyente caudillo del partido conservador.
Gozaba de una personalidad muy especial. Hombre jovial, generoso y hospitalario. Su casa siempre estaba abierta para sus amigos.
Debido a algunos problemas económicos, debió buscar trabajo en otros sitios. De esa forma, hacia 1907 arrendó la Estancia “Unión” ubicada en la zona conocida como “La Tribu”, propiedad de Juan A. Malcolm, en Los Toldos, General Viamonte, Provincia de Buenos Aires. También administraba la estancia “La Porteña”, otro establecimiento agrícola de la zona.
El “Vasco” se mudó al pueblo de Los Toldos (donde pasaba largas temporadas), y por eso tuvo que dejar a su esposa y su numerosa prole en Chivilcoy.
En 1908 su prestigio e influencia eran tales, que cuando seleccionaron las nuevas autoridades de General Viamonte, se lo nombró suplente del Juez de Paz, ya que se encontraba entre los conservadores de mayor relieve.
María Manechena Etchegoyen (abuela paterna Evita).
Resulta admirable, el reconocimiento popular que se había ganado sobre los paisanos, criollos e indígenas de entonces. Siempre montado en su caballo, solía recorrer los puestos, donde aprovechaba para regalarles a los puesteros un facón, como prenda de su afecto y para asegurarse su voto para futuras contiendas electorales.
En buena medida, la adhesión popular, se debía a la fama que se había ganado por enseñorearse con varias mujeres y por su capacidad pecuniaria, siempre desprendida y generosa.
Mientras estuvo viviendo en Los Toldos, conoció a Juana Ibarguren, una jovencita que trabajaba en la estancia que arrendaba. Su abuelo Martín José Ibarguren (bautizado en Amezketa el 15 de mayo de 1821) habría llegado al Río de la Plata antes de 1860, junto con su esposa Josefa Joaquina Arandia Galarza, también natural de Amezketa.
El vasco Juan se relacionó afectivamente con la bella Juana, con la que tuvo cinco hijos. Desde el nacimiento de Elisa Duarte Ibarguren (la mayor de todos) en el año 1908, Juan tuvo que hacerse cargo de dos casas: la “grande” donde vivían su esposa legítima y sus numerosos hijos; y la “pequeña”, donde vivían Juana y sus cinco hijos ilegítimos.
La menor de todos ellos, o sea la 19ª, fue Eva María Duarte. “Evita” nació enla estancia “La Unión”, a veinte kilómetros de Los Toldos, el día miércoles 7 de mayo de 1919. Fue bautizada en la Vicaría de Nuestra Señora del Pilar de General Viamonte, el viernes 21 de noviembre de 1919.
El acta civil de su nacimiento, fue secuestrada y posteriormente destruida por algunos seguidores de Juan Perón, antes de ser elegido presidente de la nación en 1946. Lo que intentaron hacer fue ocultar la condición de hija natural de Evita, con el fin de impedir ser juzgada por los miembros de la oligarquía debido a su condición de ilegítima.
Por lo tanto, la partida de bautismo, es el único documento fehaciente que se conserva de su origen. De dicho instrumento, se desprende que su padre Juan Duarte la reconoció públicamente y que le dio su apellido “Duarte” como correspondía.
Un dato para destacar, es que su esposa legítima Adela Uhart Hiriborronde, había fallecido el 19 de septiembre de 1919, o sea, dos meses antes del bautizo de “Evita”.
Para esa fecha el “Vasco” Duarte ya estaba instalado viviendo con Juana Ibarguren y sus hijos en Los Toldos y en Quiroga (un pueblo vecino). Los recuerdos familiares, testimonian que Juan fue un padre presente, esto es, no solo proveedor, sino comprometido con la educación de los hijos de sus dos familias.
Mientras vivió Juan Duarte, a Juana y a sus cinco hijos nunca les faltó nada. Pero su vida cambió por completo después de la muerte del “Vasco”, el viernes 8 de enero de 1926, motivada por un trágico accidente de automóvil que sufrió la mañana del 6 de enero, cuando regresaba del campo hacia Chivilcoy, para recoger unos regalos que tenía pensado llevar a sus cinco hijos en Los Toldos, por el día de Reyes.
El cuerpo de Juan Duarte fue velado en la casa de su hija Adelia Duarte de Grisolía, ubicada en la Avenida Villarino 264, en el centro de Chivilcoy. El velatorio fue el evento social más importante de ese tiempo, al que acudieron el intendente municipal, autoridades de la comuna, jueces, familiares, amigos y tantas otras personas de la política y de la sociedad chivilcoyana.
Es absolutamente falsa la escena que nos mostró el cine sobre el velatorio de Juan Duarte. La ficción mostró que Juana Ibarguren y sus cinco hijos (entre ellos “Evita”), fueron rechazados por la familia legítima.
Juan Duarte.
¡Nada de esto fue cierto! Existen testimonios suficientes que revelan que no sufrieron ningún repudio y que pudieron despedirse de su querido Juan. Entre ellos, se conocen las declaraciones de Blanca y Erminda Duarte Ibarguren, y las de su prima hermana Celia Elgoyhen Duarte (mi abuela), que estuvieron presentes ese día.
¿Cómo siguió esta historia?
Juana y sus hijos tuvieron que irse a vivir a Junín, donde pudieron comprarse una casa gracias a un dinero que les había dejado el “Vasco” Juan, antes de morir.
En Junín, doña Juana Ibarguren empezó a coser para ganarse el sustento diario. No hay dudas que en sus genes coexistía un espíritu, tenaz y fuerte capaz de sobrellevar esa difícil situación. Tristemente los Duarte Ibarguren tuvieron que padecer muchas necesidades económicas como afectivas.
En ese contexto tan complicado, la que más sufrió fue “Evita”, que era la más pequeña de todos. Ese sufrimiento dio sus frutos: ella heredó como pocos, innumerables valores inherentes que le transfirieron —directa o indirectamente— sus abuelos vascos (Uhart, Manechena, Ibarguren, Arandia).
A lo largo de su vida, dio cabal testimonio de ello, cuando un día decidió irse sola a probar suerte a Buenos Aires. Como decimos acá, empezó bien de abajo, y con dignidad y valentía, comenzó su carrera de actriz, que le permitió ganarse camino con gran decoro.
Un día, el destino quiso que su vida cambiase para siempre. No se sabe si fue en los días inmediatos al terremoto de San Juan, o en un acto en el Luna Park el 22 de enero de 1944, cuando conoció al entonces coronel Juan Perón. Lo cierto es que ese día nació un amor mutuo, producto de una química sorprendente, la que produjo una alquimia ideal entre los dos.
“Evita” se transformaría en una mujer combativa, en una pieza clave del movimiento político fundado por Perón el 17 de octubre de 1945.
Su obra al servicio de los más necesitados trascendió las fronteras de lo pensado, pues con sólo treinta y tres años que duró su existencia en esta tierra, pasó a la posteridad, convirtiéndose en la gran “Abanderada de los humildes”.
1 Ignacio Martín Cloppet es nacido en Buenos Aires, Argentina. Abogado y escritor de temas históricos. Autor de los libros: Los orígenes de Juan Perón y Eva Duarte. Mitos y verdades de sus nacimientos (Alfar, Buenos Aires 2012); Eva Duarte y Juan Perón: la cuna materna (Alfar, Buenos Aires 2011); y Les origines de Juan Perón et d’Eva Duarte. Leurs racines françaises et basques. La parenté entre Borges et Perón (Alfar 2013).
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