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Koldo SAN SEBASTIÁN
Publicado en Deia el 13 de noviembre de 2010
La discusión por un trozo de pan sumió al vizcaino Domingo Malaxechevarría en una espiral violenta: ingresó en un hospital, mató a una enfermera y a un paciente y fue condenado a muerte en EE.UU.
A las 6 en punto de la mañana del día 13 de noviembre de 1952 se cerraban las puertas de la nueva cámara de gas de la Nevada State Prison, cerca de Carson City. En el interior, atado a una silla, un pastor vasco de 58 años, Domingo Malaxechevarría (se había cambiado el apellido por Echeverría). A las 6.08 am, los humos de gas (aydrocyanic) se extendieron por la cámara. El reo perdió la consciencia inmediatamente. A las 6.20, el doctor Richard Petty certificó su muerte. Hasta aquí el resumen del parte médico de la ejecución. Pero, ¿cómo se había llegado hasta allí?
Domingo Malaxechevarría Iturraran nació en la casa Erreka de Gizaburuaga (Bizkaia) el 12 de mayo de 1892. Eran siete hermanos y hermanas. De este pueblo, para un censo de población en 1900 de 371 habitantes, entre 1899 y 1922, 91 hombres y dos mujeres del lugar emigraron al Oeste de los Estados Unidos, instalándose la mayoría en Nevada.
Domingo, un emigrante más en un grupo más amplio procedente de la comarca y de su mismo pueblo, llegó a Nueva York a bordo del Olympic, procedente de Cherburgo, el 7 de marzo de 1912. Tenía 19 años y se dirigió a Paradise, en el condado de Humboldt (Nevada), donde vivían dos de sus hermanos: Antonio y José Mari. En Nevada residió entre Paradise y el condado de Douglas.
Ficha policial de Domingo Malaxechevarría tras ser arrestado por acabar con la vida de dos personas en un hospital psiquiátrico de Nevada. (DEIA)
Pero Domingo no vio realizado el sueño americano. Con el tiempo, sus hermanos regresaron a casa y quien más o quien menos se asentó. Pero él siguió luchando contra la soledad en los desiertos de Nevada, y su carácter se fue agriando hasta convertirse en un hombre huraño y solitario. Su ruina comenzó en un ostatu vasco de Winnemucca, al norte de Nevada: el famoso Martin Hotel. Una tarde de julio de 1947, se produjo una disputa entre Domingo y otro vasco, Claudio Yturriaga. Domingo golpeó en la cabeza a su paisano con una manguera porque, según declaró a la policía,“no le había pasado el pan". Malaxechevarría tenía entonces 52 años y dicen que era un muy fuerte. Por su parte, Yturriaga era también un antiguo pastor natural de Ereño (Bizkaia), que contaba con 63 años. Este, a consecuencia de las lesiones, tuvo que ser internado en un hospital local, siendo trasladado más tarde a San Francisco para recibir atención especializada, a pesar de lo cual debió dejar su empleo en los ferrocarriles. Malaxechevarría fue condenado a dos años de prisión por asalto y a pagar una indemnización de 5.000 dólares, además de las costas del proceso. Domingo cumplió la pena y, antes de ser puesto en libertad, fue sometido a examen psiquiátrico. Arruinado y con fama de violento, ningún ganadero quiso contratarle. Al poco tiempo, se había convertido en un indigente que vagaba por el condado de Humboldt, viviendo de la caridad. En septiembre de 1951 fue ingresado en la sección de indigentes del Humboldt General Hospital en Winnemucca.
El domingo 23 de septiembre, Domingo se encerró en el baño, negándose a salir. Como pasaba el tiempo y no hacía caso a los requerimientos, un ordenanza abrió la puerta con una llave maestra. En ese momento, Domingo le golpeó en una muñeca con una tubería que había desenroscado del saneamiento y huyó por el pasillo. Entró en una de las salas, donde golpeó tres o cuatro veces a un paciente de edad, Tony Robinson. En ese momento, apareció la enfermera Elisabeth Catlett, a quien golpeó dos veces, matándola en el acto.
El doctor Kurt Hartoch, superintendente del hospital, fue el primero en llegar a la escena del crimen. Cuando entró, Catlett y Robinson estaban tendidos en el suelo en medio de un gran charco de sangre. Malaxechevarría estaba agachado como un animal entre ellos. Miraba hacia abajo con la barra de hierro ensangrentada en sus manos. Intentó atacar al médico, pero este se defendió con una silla. Finalmente, lograron reducirlo entre tres personas. La policía declaró que Domingo sólo se calmó cuando fue encerrado en una celda, actuando como si no hubiese ocurrido nada.
Las razones de la actuación del pastor se las explicó al juez de Winnemucca en la vista preliminar, celebrada el 1 de octubre: “Aquella mañana yo estaba tumbado en la cama cuando la señora Catllet vino y cerró la ventana. Yo me levanté y la abrí. Ella regresó y la cerró. Le dije que no volviese a cerrar mi ventana. Más tarde, vino la señora Catllet con su marido (se refería al celador) a echarme la bronca mientras yo estaba en el baño”. El juez le preguntó si tenía algo más que añadir: “No me daban suficiente purgante. Sólo me lo daban una vez a la semana. Si pedía más, me echaban una brizna. No podía dormir y ellos no podían darme píldoras para dormir. Le pedí al doctor píldoras cuatro veces. El doctor le dijo a la señora Catlett que me diese píldoras para dormir. Esa noche me dio una píldora para dormir que no era una píldora para dormir. Ellos no me dieron laxante, ni ayuda para mi estómago. Siempre andaban detrás de mí, atacándome”.
El 25 de septiembre, el fiscal acusó formalmente a Domingo Malaxechevarría del asesinato de Elisabeth Catlett, de 59 años, y de Thomas Robinson, de 86. En su documento de acusación, el fiscal resaltaba que, en el momento de los hechos, Echeverría, “hombre de gran fortaleza, no estaba loco” (“criminally insane”). El día 17 de octubre, el pastor compareció ante el juez, declarándose inocente. Por su parte, el juez le asignó de oficio al abogado Donald Leighton. Finalmente, solo fue acusado del asesinato de la enfermera y el juicio quedó fijado para el 5 de noviembre.
El 10 de noviembre de 1951, el jurado encontró a Malaxechevarría culpable del asesinato de la enfermera, siendo condenado a morir en la cámara de gas.
Desde el primer momento, actuó como intérprete Nieves Dufurrena. Nieves, nacida en Nevada y casada con un vasco, era hija de vizcainos de Ea (sus apellidos de soltera eran Legarza Erquiaga). Era una mujer muy conocida en Winnemucca, activa en la parroquia y en múltiples actividades sociales.
El sheriff del condado se encargó de seleccionar el jurado. De 60 nombres propuestos, 13 eran vascos, de los que, finalmente, fue seleccionado Domingo Arangüena Bengoa, barbero de Winnemucca. Su padre era de Munitibar y su madre, de Ispaster. Como suplente, fue designado Fermín Gavica.
Tras la selección de jurado, comenzó el juicio. El fiscal llamó a sus testigos. El principal testimonio fue el del doctor Hartoch, que contó cómo mantuvo a raya al pastor vasco hasta que llegó ayuda. Un paciente indigente afirmó que vio a la enfermera caer a sus pies. Por su parte, un policía declaró que había preguntado al vasco por qué había hecho aquello. A lo que contestó: “No importa. Mejor que esté muerto”. En su defensa, el abogado alegó “locura”.
Finalmente, el 10 de noviembre de 1951, el jurado encontró a Malaxechevarría culpable del asesinato de la enfermera, siendo condenado a morir en la cámara de gas. La pena le fue impuesta por el juez del distrito Merwyn Brown, quien, además, denegó la posibilidad de repetir el juicio. La ejecución debería llevarse a cabo en la prisión del Estado, en Carson City.
Un periódico local publicó: “Echeverría aparecía más calmado durante la lectura de la sentencia que en cualquier otro momento de su arresto. Por primera vez apareció en la corte sin intérprete”. En otra crónica se puede leer: “Después de que el juez Brown le impusiese la pena, el pastor se volvió a Donald Leighton, su abogado de oficio, y con algo parecido a una sonrisa, le dijo: Bien. Esto significa el gas”.
El abogado trató por todos los medios de salvar la vida de su defendido y presentó una petición de clemencia y, al mismo tiempo, una apelación ante un tribunal superior. Pero ambas peticiones fueron rechazadas, fijándose la ejecución para el 26 de noviembre.
La víspera de la ejecución, según contó el alcaide A. E. Bernard, Domingo rechazó todos los beneficios de los condenados a muerte: hablar con alguien o algún deseo especial. Tampoco cenó. Eso sí: estuvo acompañado por dos sacerdotes católicos que le acompañaron hasta el último momento. A la ejecución asistieron, además del alcaide y el médico de la prisión, cinco testigos más. Entre ellos, John Etchemendy, propietario del Overland Hotel de Gardnerville. El alcaide declaró que “la cámara de gas funcionó perfectamente”.
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