Las Regatas de Donostia-San Sebastián se celebran durante septiembre, mes de las mareas vivas en que la diferencia de altura de la línea de superficie —el flujo y reflujo— ofrece mayores oscilaciones. Además, en el mes de setiembre comienza el equinoccio de otoño al que acompañan mareas generalmente extremas y temporales frecuentes en todo el área del Golfo de Vizcaya. Es decir, tres fenómenos que ofrecen, cuando coinciden, el espectáculo insuperable de las grandes masas de agua estrellándose contra las rocas del litoral mientras las traineras se hunden y elevan en aquel mar embravecido. Las regatas de La Concha encierran la tradición de las viejas pugnas en mar abierto, en las que el patrón no se limita a mantener la proa enfilada hacia la baliza, sino que ha de buscar la ruta más adecuada teniendo en cuenta el empuje del viento y la fuerza de las olas, solicitando una “txampa” a los remeros cuando empopa la trainera una masa ondulada de agua. Su continuidad, la seriedad de organización y la cuantía de los premios las hacen las más prestigiosas del Cantábrico.
Trainera de Pasai Donibane en la Concha donostiarra. Año 1915.