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‘El canto polifónico es una escuela de alta moral, enseña modestia, abnegación, solidaridad, respeto por el orden y la disciplina. Y, sobre todas las cosas, el canto coral enseña a amar verdaderamente la música’.
Enrique Larroque
Margarita Echarri fue hija del vasco-navarro Armando y la valenciana Asunción Fortea Bonandad, y hermana menor de Rodolfo Fermín.
Armando, junto con sus padres Antonio Basilio –Oteiza de la Solana, Navarra– y Purificación López Zabalegui –Zudaire, Navarra–, llegó al Chaco cuando todavía era Territorio Nacional, en 1924.
Antonio, Atanacio y Ciriaco Echarri, vasco-navarros arribados a Argentina; y Margarita con su padre Armando. Foto familiar.
Gracias a la política de concesión de tierras para labranza y cría de ganado que llevó adelante el presidente Hipólito Yrigoyen, pudieron adquirir una parcela de tierra de unas 40 hectáreas en el sudoeste chaqueño, exactamente en el Lote 19, Sección VII de Colonia General Necochea, equidistante de los pueblos de Las Breñas y Charata.
Antonio vino a Argentina junto a sus hermanos Atanacio y Ciriaco. El primero volvió a la península a la muerte de su padre para hacerse cargo del caserío. Tenían otros dos hermanos: Antón Echarri –muerto en la Guerra de Cuba en 1897, más precisamente en Artemisa, provincia de Pinar del Río, siendo infante–, y Bonifacio Echarri –con descendencia actualmente en Nafarroa y Gipuzkoa–. Ciríaco vino al Chaco junto con su hermano Antonio y tuvo cinco hijos: Bonifacio, Luis, Elvira, Matilde y Carlos Ygnacio. Pero al poco tiempo falleció y su esposa e hijos fueron a vivir a la localidad de Tostado, Provincia de Santa Fe.
Los registros bautismales de las iglesias de Oteiza, Aberin y Eulz de Tierra Estella en Navarra, nos han permitido seguir los orígenes de la familia Echarri por vía paterna. Antonio era hijo de Toribio Echarri Echaparre, nacido en Oteiza el 16 de abril de 1848, quien a su vez era hijo de Nicasio Echarri y Xil nacido el 14 de diciembre de 1807. Éste desciende a su vez de Juan Josef de Echarri y Aramendia, nacido en Aberin, Nafarroa, el 21 de febrero de 1776, quien se casó con Xabiera de Xil y Ezcurra. El padre de Juan Josef fue Pedro Joseph de Echarri y Aramendia –nacido el 6 de junio de 1748 en Aberin–, y el abuelo fue Joachin de Echarri y Echarri, nacido en el pueblo de Eulz el 13 de febrero de 1720, que tiene la particularidad de que sus padres portaban el doble apellido Echarri: Miguel de Echarri y Echarri –nacido el 31 de octubre de 1677– y María de Echarri y Echarri –nacida el 11 de abril de 1688–. A su vez, Miguel de Echarri y Echarri desciende de Miguel de Echarri y Zubielguz, nacido el 19 de octubre de 1648, y quien era hijo de Martín de Echarri, nacido en 1615.
Eulz y Oteiza, en Tierra Estella, Nafarroa, Euskal Herria. Pueblos de origen de los Echarri. Foto: Fabio Echarri.
El sentimiento de pertenencia a la colectividad vasca era, para Margarita, algo que la enorgullecía. Lo anunciaba en cuanta oportunidad tenía y se ufanaba de las características que consideraba propias del ser vasco. La constancia, el espíritu de lucha, el cumplimiento de la palabra empeñada, la solidaridad, eran algunas de sus virtudes que sabían apreciar los muchos amigos que la disfrutaban.
Nació en el campo, cercano a la localidad de Las Breñas, el 17 de marzo de 1945. Vivió sus primeros años en esa casa natal, con sus padres, hermano y abuelo paterno, que se dedicaban a las labores agrícolas. Se trasladaron luego al pueblo y la familia vendió el lote y la casa, porque su padre fue empleado en el Ministerio de Agricultura de la Nación.
Allí, en Las Breñas, comenzó a cursar la escuela primaria, pero al poco tiempo fueron a vivir a Sáenz Peña, segunda ciudad del Chaco. Continuó sus estudios en la Escuela N.°252, y los secundarios en el Colegio ‘Nuestra Señora de la Misericordia’, del cual egresó con el título de Maestra Normal Nacional. Ejerció la docencia por poco tiempo, hasta que ingresó a trabajar, por concurso, en la Dirección General Impositiva; institución de la cual se retiraría después de más de 35 años de servicio.
Fue mientras todavía cursaba el secundario cuando conoció a quien sería su marido: Osmar ‘Cacho’ Sanabria. Éste había ido a su casa, a un almuerzo, invitado por el hermano de Margarita, su amigo y compañero de trabajo, Rodolfo. Al poco tiempo se pusieron de novios, se comprometieron y se casaron en 1967, cuando ella contaba con 22 años.
Tuvieron dos hijos: Omar Darío en 1969, y María Laura en 1971, quien le dio dos nietos: Tiago y Joaquín.
Los primeros años fueron difíciles, como para todo matrimonio que tiene que abrirse camino con esfuerzo y trabajo. Su marido tuvo que trabajar en distintos pueblos del interior del Chaco –Taco Pozo, Quitilipi y Machagay–, en distintas oportunidades, y Margarita debió cargar sola con la responsabilidad de la casa y de sus dos pequeños hijos. Esta situación se normalizó en 1984, cuando ambos consiguieron traslado en sus trabajos a la ciudad de Resistencia.
Margarita en su Primera Comunión y a los 15 años. Foto familiar.
Margarita comenzó a participar en el Coro Polifónico de Presidencia Roque Sáenz Peña junto a su esposo, Cacho, en 1967, un año después de que esa institución cultural fuera creada por Monseñor Dante Sandrelli, quien fue además su primer director.
Al poco tiempo participó de una gira por Asunción –Paraguay–, Clorinda –Formosa– y Formosa capital, y seguidamente comenzaron a sucederse las actuaciones en distintas localidades del interior del Chaco, otras provincias argentinas, y Buenos Aires.
Margarita fue una de las voces más importantes del mismo, y estuvo ligada a este coro por 17 años, hasta que dejó la ciudad de Sáenz Peña.
El Coro Polifónico de Resistencia presentaba otro desafío. Esta institución coral contaba con prestigio internacional desde 1968, por haber obtenido el Primer Premio en el festival de la especialidad en Arezzo, seguido en 1974 en Pescara, Italia.
Ella ya había actuado con este coro, pues en algunas giras de importancia recurrían a las mejores voces del Coro Polifónico de Sáenz Peña, así que ingresó directamente, sin tener que pasar por una prueba vocal.
Y asumió esta actividad cultural con enorme responsabilidad. Su esposo Cacho, quien la acompañó y apoyó constantemente en su faceta artística, nos cuenta:
‘Estoy seguro de que después de la familia, para ella no había nada como cantar, como participar en el coro. No quería faltar a los ensayos por ninguna circunstancia, ni perderse actuaciones o giras. Tomaba esta actividad con enorme responsabilidad, pero además con gran placer. Sentía que estar en las gradas era como tocar el cielo con las manos’.
Con su esposo Cacho, y sus hijos Omar y María Laura; y en plena actuación con el Coro Polifónico de Resistencia. Foto familiar.
Participaba en todas las actuaciones del coro, y no quería perderse una sola gira. Recorrió cantando distintos escenarios en el interior del Chaco, otras provincias argentinas, Buenos Aires y San Pablo –Brasil–. Y cuando se logró grabar un disco, en el Teatro El Globo en Capital Federal y en el Aula Magna de la Universidad Nacional del Nordeste, ella dijo presente, y su voz solista se distingue en ‘Messe onhe credo’ de Otto Rehm, la cuarta composición del álbum.
Margarita era solista en el coro de Resistencia, y al decir de su director, el maestro Pedro Muscar, ‘un color de contralto difícil de encontrar’. Él agrega:
‘Era muy disciplinada, porque tenía que serlo para cantar en latín o francés, idiomas que no le eran familiares. Pero además de su especial cuerda, era excelente persona y buena amiga, participaba en la Comisión Directiva, y si tenía que enfrentarse conmigo para defender a algún compañero, lo hacía. Era admirada por su voz, pero también querida por su forma de ser.’
Pero un día se fue casi sin planearlo; casi sin despedirse. Como quien se va de gira para llevar su voz y sentir el aplauso de la gente.
Hoy sigue siendo admirada y extrañada por su familia y sus amigos. Por sus compañeros del Coro Polifónico de Resistencia donde dejó su impronta después de 23 años de ensayos y actuaciones. Por el público incondicional que aun espera oírla en cada presentación.
Y en cada presentación ella está. De alguna forma está. Porque sus cuarenta años de canto coral en el Chaco la hacen formar parte de la historia cultural de esta provincia.
Margarita y su esposo Cacho Sanabria. Foto familiar.
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