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María Ana Sanz (1868-1936)

Mujer adelantada a su tiempo, logró una relevancia que fue ampliamente reconocida por sus contemporáneos como pionera en educación y acción social, durante el primer tercio del siglo XX.

María Ana Sanz nace el 29 de abril de 1868, en Irañeta, valle de Arakil, en la casa natal de los Huarte. Dos días después, será bautizada en la parroquia de San Cernin. Recibirá los nombres de María Ana Petra, y será madrina su abuela materna, Josefa Callís.

En su ascendencia familiar se constatan claras tendencias liberales, educativas y artísticas. Por línea materna es nieta de Juan Bautista de Huarte que abandonó los estudios para luchar junto a Javier Mina “El Estudiante”, y, después, con Francisco Espoz y Mina, en la Guerra de Independencia. En la Campaña de Cataluña contra los absolutistas, en 1822 conoce a Josefa Callís con la que contraerá matrimonio en la catedral de Vich, en 1823. Posteriormente tendrán que exiliarse a Bayona donde morirá su primera hija. De nuevo en España, participará en la primera Guerra Carlista, muriendo en Estella en 1834. Sus hijos Francisco de Asís, José María y Mercedes crearán el prestigioso colegio Huarte de Pamplona situado en la Calle Mayor. Mercedes Huarte Callís dirigió durante cerca de medio siglo las aulas de niñas. Se casó con Mariano Sanz Tarazona, que dedicó su vida a la pintura. Fue profesor, junto a sus hermanos, de la Escuela municipal de Dibujo, y sustituyó a su padre, Miguel Sanz y Benito, que fue el primer Director de la primera Escuela Publica de Dibujo, fundada en Pamplona en 1828. Mariano Sanz Tarazona y Mercedes Huarte Callís tuvieron siete hijos, ocupando María Ana el quinto lugar.

Mariano Sanz y Mercedes Huarte padres de María Ana Sanz

Mariano Sanz y Mercedes Huarte padres de María Ana Sanz, óleo de Mariano. col. familiar.

Formación y estudios

María Ana realizó sus estudios en Pamplona y Zaragoza. Acudió al Colegio Huarte y cursó estudios de Magisterio en los grados Elemental, Superior y Normal con brillantes calificaciones.

Durante su época de alumna de la Universidad de Zaragoza y en Madrid, se pondrá en contacto con movimientos de renovación intelectual y educativa y, muy en especial, con la Institución Libre de Enseñanza.

Su formación tanto en el campo familiar como en el académico, sin dejar de lado otros factores –genéticos, circunstancias históricas– influirán en el carácter y personalidad de María Ana Sanz.

Su matrimonio

De nuevo en Pamplona, a los 22 años contraerá matrimonio, en 1890 en la Parroquia de San Lorenzo, con Teodoro Navaz, técnico de Obras del Ayuntamiento de Pamplona. Nacido en Pamplona, en 1858, es hijo de Juan Navaz, natural de Pamplona, y Leona Huici, natural de Goizueta. Será muy estimado en la Pamplona de su época como persona cordial y amante de la música. Entusiasta del Orfeón Pamplonés, será miembro de su Junta Rectora. Durante los largos años de matrimonio, formarán una amplia y unida familia. María Ana tendrá en su marido el respaldo, la estabilidad afectiva y emocional tan necesaria para su actitud positiva ante la vida. En los primeros años de matrimonio, no se tiene conocimiento de actividades relevantes fuera del hogar, aunque compagina sus frecuentes maternidades (en este periodo nacen sus hijos: Teodoro, Mercedes, Carmela, José María y Juan) con una intensa preparación intelectual –será siempre lectora asidua– y la preparación para opositar a profesora de escuela Normal.

En su estancia en Madrid, presentándose a las oposiciones, sintió intuitivamente la muerte de su hijo pequeño Juan, antes de que recibiera la triste noticia.

Su vida activa

Los tres hijos mayores de Teodoro Navaz y María Ana Sanz:Teodoro, Mercedes y Carmela

Los tres hijos mayores de Teodoro Navaz y María Ana Sanz:Teodoro, Mercedes y Carmela.

Su intensa vida profesional se inicia al ser nombrada, en virtud de oposición, profesora Numeraria de la Sección de Letras de la Escuela Normal de Pamplona, en el año 1901.

A partir de este momento, compaginará su vida laboral con la familiar, y nacerán sus hijas María Juana, María Ana, Amelia, Isabel y Esther.

En 1906, será nombrada Directora de la Escuela Normal iniciando una intensa vida activa que la convertirá en pionera de actividades de liberación de la mujer y de renovación educativa.

Su gran obra fue la Escuela Normal de Maestras, que transformó, como se trata en mi artículo recientemente publicado en Ikastaria (n.º 16), en un Centro innovador para la educación de maestras y en Centro neurálgico de la actividad cultural de Pamplona. Efectivamente, durante su dirección se transformó la Escuela Normal de Elemental en Superior, y se establecieron reformas educativas que permitieron la creación de nuevas cátedras –como la de euskera– y la introducción de corrientes pedagógicas nuevas en la línea de la Escuela Nueva, método Montessori... introducción de métodos nuevos de educación física y un largo etc. Durante su dirección, en la sedes de la Escuela y en la Escuela Aneja de San Francisco se celebraron congresos, ciclos de conferencias, conmemoraciones de Centenarios: Lope de Vega, Concepción Arenal, Pestalozzi... y solemnes fiestas del Libro. También será la sede de obras creadas bajo su influencia: Asociación de Antiguas Alumnas, Escuela de Hogar para mujeres obreras, entre otras.

Un capítulo aparte lo constituyen las obras llamadas por ella “benéficas”: Cantinas, Colonias de Verano, Ropero Escolar y Escuela de Verano (1909-1931), que creó en Navarra y de las que se ha informado recientemente en Euskonews (n.º 483), en un artículo realizado para conmemorar el Centenario de las Cantinas Escolares de Pamplona.

Sus actividades educativas se completarán con otras de rehabilitación de los niños delincuentes, a través de su acción como Vocal del Primer Tribunal del Menor, en 1923. El contacto con estos niños le llevará a una acción directa con ellos y a una participación en foros diversos, aparte de su cátedra de Pedagogía, para prevenir el problema de la delincuencia infantil.

Siguiendo los pasos de Concepción Arenal, a la que tanto admiraba, prestará una atención especial a los débiles y marginados: enfermos, ancianos y, sobre todo, a los presos a los que visitará y atenderá. En alguna circunstancia se implicará profundamente para evitar la ejecución de un reo, sin conseguirlo.

Como miembro que era de la Cruz Roja, tratará de mejorar las condiciones de los soldados durante la guerra de Marruecos.

En 1931, con la llegada de la República, María Ana será confirmada en su puesto por la administración, gracias al voto unánime del claustro de profesores. No obstante, al unirse las dos escuelas de magisterio, hasta ese momento divididas por sexos, la Administración cesará a María Ana como Directora mostrándose favorable a la dirección masculina del Director, Mariano Sáez Morilla.

María Ana Sanz

María Ana Sanz.

Ni el cese de la dirección, aunque fue nombrada vicedirectora en 1934, ni la muerte de su marido en 1932 paralizarán la actividad de Maria Ana, que seguirá incansablemente sus actividades como miembro del Consejo Provincial de Primera Enseñanza, profesora de Pedagogía, miembro del Patronato de Honor, junto con Campión, del Ateneo de Navarra desde su fundación en 1932, conferenciante y articulista. Participará, como presidenta, en diversos tribunales de oposiciones y presidirá certámenes literarios. A destacar, en esa línea, que fue ella quien presidió el Tribunal que otorgó un primer premio a Blas de Otero.

También continuará luchando con energía en el mantenimiento de las instituciones benéficas del niño así como en la rehabilitación de menores. Contribuirá al buen funcionamiento de instituciones como la Escuela de Hogar, de la que será presidenta honoraria.

A lo largo e su vida, será una infatigable viajera, a pesar de los precarios medios de comunicación de la época. Son habituales sus viajes de estudios con las alumnas de la Escuela a diversos lugares de Navarra y provincias vascas. Viajes, por motivos de Congresos, a diversas ciudades españolas y, muy especialmente, a Zaragoza. Repetidos desplazamientos a Madrid por razones de estudios, culturales y familiares. Sus escritos familiares son una demostración de que conoce esta Ciudad, donde debió pasar largas estancias y donde se relaciona con figuras relevantes del mundo de la intelectualidad. Y, sobre todo, viajes frecuentes a San Sebastián, donde vive Carmela, su hija, casada en 1916, con Rufino San Martín. Encuentra allí, junto al cobijo de una acogedora casa, el gran atractivo de los paseos y lecturas al lado del mar, que le permiten un necesario descanso y tiempo para fomentar su afición al cine ya que sus múltiples ocupaciones se lo impedían en su vida ordinaria.

Frecuentemente también, por motivos de atención a Las Colonias y como necesario descanso, hará repetidas visitas a las Ventas de Arraiz donde encuentra el calor de la amistad de la familia de la Venta Juan Simón. Compaginará sus largos paseos en un medio natural privilegiado con sus lecturas. Apasionada lectora, le interesa la literatura española, los autores clásicos y, muy en especial, la pedagogía, el ensayo y la filosofía. Serán frecuentes en sus escritos las citas de los grandes filósofos de la Historia.

Su valoración del libro queda mostrada en muchos de sus escritos. Se selecciona aquí lo incluido en una conferencia que, con el título “Comentario de libros pedagógicos”, pronunció en Pamplona para inaugurar la feria del libro del Ateneo de Pamplona :

El libro, se ha dicho; el mejor amigo del hombre “silencioso cuando no se le inquiere; elocuente cuando se le pregunta; sabio, como que jamás sin fruto se le pide consejo; fiel que nunca vendió un secreto de quien le trata; regocijado con el alegre, piadoso con el dolorido, y tan humilde que nada pide ni ambiciona” nada más que una suave caricia de vuestras manos y en vuestra biblioteca un rinconcito acogedor.

Las solemnes celebraciones del día del libro en la Escuela Normal, la creación de las bibliotecas volantes, la afición a la lectura de muchos de sus alumnos y de su familia, todos compulsivos lectores –una hija, Karmele Saint Martín, escritora de reconocido prestigio– son indudables muestras de su pasión por la lectura.

Su muerte

Hasta unos días antes de su muerte, que tuvo lugar el 25 de mayo el 36, estuvo impartiendo sus clases. Su mayor preocupación, cuando cayó gravemente enferma, era la calificación justa de sus alumnos. Por ello, estuvo dictando las notas a una de sus hijas para que fueran evaluados correctamente. Su vida durante las semanas anteriores fue de gran actividad ya que, durante el mes de mayo, dio varias conferencias, haciendo real la frase “murió, como los héroes, al pie del cañón”, que aparece en una de las muchas necrológicas que se escribieron. Murió, como vivió, rodeada de las atenciones y del cariño de sus hijos y nietos a los que tanto había amado.

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