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Cuando no educamos nuestros sentidos... Todo es mentira. Una mentira que otros modelan para provecho propio.
Asistimos a una sociedad en la que se aplica de un modo sistemático la supremacía audiovisual y la mutilación de tres de nuestros cinco sentidos, sin ser conscientes del grave peligro que ello conlleva: El desconocimiento, el analfabetismo, la incultura.
Vivimos en una sociedad, donde el mundo “noolor” es una virtud y el simple hecho de rozarse por accidente está mal considerado, una sociedad donde los sabores y texturas se uniformizan en aras de la globalización y donde los besos y caricias, las sensaciones y la misma sensorialidad se evitan.
Nuestros niños y niñas, nuestro futuro, a los que legaremos este mundo, están faltos de curiosidad, de querer saber, de querer investigar el porqué de las cosas. Y no es que ahora nazcan con una tara que les impida ser niños, es que a los que ahora somos adultos, nos “cansa” mucho educar en sensualidad.
¿Hasta cuándo estamos dispuestos a seguir consintiendo de modo sistemático la mutilación de los sentidos?
Foto: bonus1up.
¿Dónde comienza nuestro espacio y dónde el del prójimo? Cuando dejamos un rastro de olor, cuando dejamos huellas dactilares, cuando dejamos una zona cálida en la cama al levantarnos... ¿dejamos una parte de nosotros aunque no seamos visibles?
El Ser Humano es un ser sensible y plástico y según nos han enseñado, son cinco los sentidos, los canales por los que nos comunicamos con el resto del mundo: Gusto, olfato, tacto, vista y oído.
Es a través de ellos que, en circunstancias normales (puesto que hay ocasiones extraordinarias en las que no podemos hacer uso de los cinco), nuestro cuerpo recoje las informaciones del exterior y las transforma en conocimiento.
Existe una única Realidad, pero son 6000 millones de realidades las que conviven en la Tierra.
La Realidad se comunica con nosotros. Somos conscientes de la parte de Realidad que percibimos a través de ondas y moléculas.
Dicen los estudiosos que el mayor trabajo del cerebro se centra en discriminar estímulos para poder relacionarnos con nuestro entorno de modo inteligible. Eso hace posible que surja esa 6000 millonésima parte de realidad que nos acompaña a lo largo de nuestra vida.
Pero, quizás en lugar de eliminar estímulos de todo aquello que nos rodea, el cerebro acumula en algún lugar recóndito todas aquellas cosas que creemos no percibir, aquello que no recordamos.
Así pues, todos los besos, caricias, miradas amorosas, canciones y susurros que recibimos desde nuestra concepción quedan “grabados” de un modo plástico en nuestro ser ¿Lo mismo sucede con las cuestiones negativas?
Foto: circo de invierno ~.
Todos los sentidos son importantes, todos tienen su porqué. Debiéramos evitar las supremacías sensoriales puesto que al único lugar al que conducen es al de la parcialidad y discriminaciones. Si desarrollamos los sentidos de modo similar, sin supremacías, la percepción de la realidad se realiza de modo armónico y por tanto el aprendizaje resulta sencillo.
Imaginemos que los sentidos sujetan en sus testas un plano perceptivo de trabajo, de memorización y proyección, un plano cognitivo y emotivo.
Si uno de los sentidos se subdesarrolla o falta, se produce un desequilibrio en este plano, en la percepción. Si esta descompensación sucede ¿Los otros sentidos se sobrecargan para compensar? ¿Se llega a equilibrar? ¿Se pierde el equilibrio perceptivo, y por consiguiente surgen disfacultades cognitivas y dificultades para el aprendizaje? ¿Por qué existen gafas y audífonos para quienes no ven u oyen de una manera “normalizada” y sin embargo, no nos planteamos “correctores” para los otros sentidos?
Cuando se percibe un estímulo se invaden todos los sentidos, pero uno de los receptores captará con mayor intensidad la onda o molécula y exitará un sensor determinado. Se dice que existe una sinestesia cuando percibimos el color de un sonido, o el olor de un color...
Lo que está claro es que la misma imagen acompañada de uno u otro sonido se ve diferente, e incluso un sonido concreto resulta determinante a la hora de degustar un sabor.
Pero ¿y si resultara que en realidad es posible ver el sabor, saborear la música o... sentir el amor?