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¿No oyes el relinchar de los caballos, el sonido de los tambores, el batir de las espadas...?, le dice a Sancho, que replica: No oigo otra cosa sino muchos balidos de ovejas y carneros. Don Quijote de la Mancha
Para Ellacuría, un filósofo se define como aquél que busca la verdad, que critica las falsas ideologizaciones que ocultan la verdad tras una idea interesada, aquel que ayudado por la reflexión, se libera de los engaños que le oprimen. El filósofo critica, fundamenta y crea.
A través de la crítica, el filósofo desenmascara la ideología dominante diferenciando entre ideologías, que ayudan a estructurar la reflexión humana e ideologizaciones que son visiones de la realidad que en vez de manifestarla la esconden, en razón a intereses creados de ciertos grupos.
Esta reflexión liberadora se debe sustentar en pilares que la sostengan que correspondan a formas de pensar lógicas y correctas, que pasen la prueba de realidad. Y por último el filósofo además debe iluminar, interpretar, y transformar la realidad. Aquí radica la función liberadora de la filosofía y este es el meollo del quehacer de Ellacuría, como hombre, como sacerdote, como Rector de la Universidad de Centroamérica “José Simeón Cañas”: Poner a la Universidad al servicio de la liberación de las mayorías populares, donde mejor se conociera la realidad salvadoreña, que tuviera la mejor biblioteca sobre los temas nacionales, el mejor foro, el mejor debate, el pensamiento más adecuado a la realidad y así ser la voz ilustrada de aquellos que no tienen voz.
Una universidad cuyo quehacer fuera el pensamiento y la búsqueda de la verdad como pilar sólido de cualquier proceso de liberación, y no la voz ni la sede de ningún partido político.
La reflexión filosófica de Ellacuría continuó los caminos de Xavier Zubiri, cuya filosofía se centraba en el análisis de la realidad en cuanto a realidad y en el análisis de la inteligencia sentiente.
En su obra Filosofía de la Realidad Histórica, Ellacuría presenta la realidad histórica como aquella que comprende todas las demás: la realidad física, la realidad orgánica, la realidad animal, la realidad humana. De ahí se sigue la pasión de Ellacuría por la historia, porque abarca todo lo real y es la creación continua de posibilidades; pasión por interpretar la historia y por influir en ella, porque la realidad la construimos entre todos y está abierta por hacer. Se hace camino al andar, como dice el poeta. Y está en nosotros el construir esa eu-topía que es un “lugar bueno”, creando conciencia, o dejar la construcción del mundo a la famosa mano invisible del mercado, o a la sumatoria de las acciones primitivas y reactivas y generalmente depredadoras de los seres humanos.
Foto: Lin Pernille Photography.
http://www.flickr.com/photos/linnybinnypix/1189891134/
Y en este quehacer de influir en la historia, usa categorías filosóficas del marxismo para analizar la realidad en que se mueve y pone como objetivo general de su quehacer, sus objetivos fundamentales, los que emanan de su esencia: su pasión por la Justicia, así con mayúscula, y su Compasión por los pobres y oprimidos llevados ambos objetivos a una práctica de Servicio para la humanidad, objetivos que se identifican con el mensaje de Jesús.
De esa reflexión filosófica se desprende la idea de la necesidad para los cristianos del tercer mundo, de hacer reflexión teológica iluminando con el mensaje del evangelio ciertas realidades dolorosas evidentes de este tercer mundo para revertir una historia de inhumanidad que no es evidente para el primer mundo: los que quedan excluidos del banquete en esta civilización mercantil, los pobres que son mayoría, versus los que ganan a costa de los empobrecidos; las culturas que quedan enterradas y ninguneadas versus la cultura europea como realidad triunfante; las razas e idiomas, genero y colores que quedan despreciados versus los que quedan dueños de todo, de la verdad, de la belleza , del poder y del dinero.
Todo esto lo vivió Ellacuría a conciencia y al límite de sus fuerzas y en medio de una guerra que duró quince años.
La reflexión teológica a partir de esta realidad pone nerviosos a los que profitan de ella, léase los países del norte, que fueron los primeros en poner el grito en el cielo por los acuerdos que los Obispos de América habían tomado en el encuentro de la CELAM en Medellín en 1968. ¡Cómo, en su propio patio trasero, la Iglesia Católica dejaba que sus curas hicieran tambalear con sus ideas la placidez de sus buenos negocios!
El lobby, palabra equivoca que va desde el susurro en el oído, hasta la pistola al pecho pasando por el soborno, hecho por USA en tiempos de Reagan, que envía por primera vez en la historia un Embajador al Vaticano, Mr. William Wilson en 1984 y la presión para que la Iglesia tomara partido en la Guerra Fría, tuvo su efecto. La cúpula tomó la opción de anatemizar estas formas de pensamiento, acusándolas de marxistas, sin darse cuenta que la reserva de adeptos estaba justamente en los países del Tercer Mundo y que la mayoría eran pobres, mujeres, indios, negros y mestizos.
En 1984 se filtró a la prensa el texto preparatorio de un documento vaticano acerca de la Teología de la Liberación, atribuido al entonces Prefecto de la Congregación de la Fé y la Doctrina, Joseph Ratzinger, en que se hablaba de esta Teología como “la gran herejía de nuestro tiempo”. El texto salió modificado, pero esa es la idea que esgrimen aún ciertos círculos de la Iglesia cuando quieren acallar esta reflexión.
Desgraciadamente con este tipo de acciones, se farrearon las mentes más pensantes y más fieles al mensaje evangélico y ahora veintitantos años después están tratando, en forma bastante ambigua de volver a lo que, entre otros, postulaba Ellacuría: una Iglesia cuya opción fueran los pobres, un método de ver, juzgar y actuar, para enfrentar la realidad y la evangelización. Pero todo esto se ha hecho junto con el desprestigio y la demonización de los teólogos que han mantenido estas posturas, mostrándolas como herejías producto de una moda, como si la situación hubiera cambiado mucho en el intertanto, cosa que no es verídica, porque las modas corresponden a situaciones cambiantes, pero la pobreza se ha hecho permanente y ningún teólogo ha podido demostrar, entre sus pares, la supuesta herejía, aunque lo han intentado por la vía autoritaria. Y si en algún momento, en la efervescencia de este quehacer humano, haya podido desajustarse su mirada, no ha sido el diálogo fraterno ni la caridad el método usado, y como los medios son tan importantes como los fines, nadie ha quedado bien parado.
Foto: Dani Morell.
http://www.flickr.com/photos/danimorell/1861764640/
La consecuencia es el desaliento de muchos de los que se han mantenido dentro de la Iglesia, y la deserción de millones de personas a las que no dieron cabida y la fueron a buscar a otra parte. Esa otra parte la financió USA, promoviendo el avance de otras denominaciones cristianas, consideradas menos peligrosas ya que consolaban y predicaban la salvación en otro mundo y no estimulaban a hacerse cargo de éste. O de movimientos que enseñan la santidad en el orden, el trabajo y la obediencia al orden establecido, pero no estimulan a crear una realidad mejor para todos por la vía de la conciencia.
A Ellacuría lo acusaron de marxista, que era la ideología predominante de la izquierda, solamente por usar categorías filosóficas marxistas para analizar la realidad, por ser las más adecuadas para el tema.
Además, lo acusaron de comunista en su praxis, cosa que no se desprende en absoluto de sus escritos. Lo acusaron de fomentar la guerrilla, cuando de hecho y muy temprano en la guerra de El Salvador, profetizó que la única salida posible al conflicto era una paz negociada que incluyera a todos los actores y partidos políticos.
Varias veces tuvo que exiliarse de El Salvador, pero volvía a pesar de las advertencias de los que hubieran preferido que se quedara en España completando sus escritos filosóficos, dónde hubiera tenido un destino académico brillante. Pero dejó todo eso, en aras del llamado a estar donde debía estar, junto a su pueblo en El Salvador. Poco antes de morir, donó toda su biblioteca a la UCA, quizás sintió que el tiempo se acababa.
Ellacuría fue ante todo un espíritu muy libre y muy radical y para él lo único no negociable, fue el horizonte de su quehacer, centrado en la persona y el mensaje de Jesús y en el establecimiento del Reino de Dios.
Esto no significa que fuera acertado en todo, que no se equivocó nunca. La realidad no está hecha de seres angélicos, sino de humanos falibles, pero en su quehacer hubo honestidad, valentía y consecuencia hasta el final. Lo que está claro es que él buscaba la verdad y no el agradar al mundo, de modo que levantó la alfombra y miró el polvo oculto detrás de los cuadros del salón y lo denunció.
Su reflexión abrió una ventana dentro del pensamiento eclesial, que permite atisbar la “sombra” (jungiana) de la Iglesia, la sombra de la civilización europea, la sombra de la civilización del capital e incluso nuestra propia sombra de espectadores pasivos e irreflexivos ante la historia de nuestros países.
Existen innumerables testimonios sobre su muerte y la de sus compañeros, de Elba y Celina, dos inocentes mujeres ametrallados todos por el Batallón Atlacatl, un 16 de noviembre de 1989, que tenía la orden expresa de matarlos. Este asesinato no fue una calentura de cabeza de los soldados en medio de una guerra civil, fue una orden premeditada y fría en medio de un proceso de negociación en que Ellacuría intervenía como mediador propiciando una paz negociada. Un asesinato con la orden de no dejar ningún testigo, para poder aparentar una confrontación dónde los curas portaran armas. Así los teólogos de la liberación quedarían desprestigiados y también sus ideas y sus utopías. Como siempre, hubo testigos, pero los culpables gozan de buena salud.
“Lo dejaron hecho un Cristo”, dicen sus biógrafos, con esa expresión tan castiza española. Yo creo que le hubiera gustado la comparación. Le destrozaron el cráneo y su cerebro quedó esparcido. Ahí radicaba el peligro, en un cerebro vehículo de una conciencia que veía la realidad y se hacía cargo de ella. Las descripciones de Ochoa son escalofriantes.
Foto: sk8all.
http://www.flickr.com/photos/alexprofi/2974501720/
Este asesinato fue un mensaje para aquellos que tienen la pretensión de cambiar el mundo, no importa que no sea con las armas, sino por el pensamiento, que es un arma aún más peligrosa. Tan peligrosa que el Imperio, que tiene los tentáculos muy largos, contraatacó y lo eliminó. Y a los que no los mataron, los callaron.
El asesinato fue la respuesta de la sociedad mercantil a la utopía de concebir una civilización liberadora, que permitiera al ser humano dar lo mejor de sí creando una realidad más justa y humana. Porque Ellacuría era cien por ciento filósofo, pero ante todo cristiano comprometido con la persona y el mensaje de Jesús percibidos directamente de los evangelios.
La energía, la valentía y la persistencia que este hombre puso en su misión, pueden ser atribuidas a su competitividad deportiva, a su tozudez vizcaína, a su ego o a su temperamento avasallador, características que estuvieron al servicio, o al deservicio de su obra, pero no fueron el motor último de ella.
Era un hombre muy reservado en su vida espiritual, pero Jon Sobrino, su amigo y compañero de ruta, señala que en todas sus manifestaciones siempre aludía a lo cristiano, pero sin sentimentalismos ni frases melifluas, a las que por naturaleza no era nada aficionado. Es decir, su fe era su forma de vida y no necesitaba rellenarla con manifestaciones públicas de piedad. Hubo una ocasión, dice Sobrino, que analizando la vida de Jesús de Nazaret ante una audiencia, de pronto se le fue su racionalidad y se le desbordó el corazón y dijo: “Es que Jesús tuvo la justicia para ir hasta el fondo y al mismo tiempo tuvo los ojos y entrañas de misericordia para comprender a los seres humanos” Ellacuría se quedó callado y concluyó con estas palabras: “fue un gran hombre”.
Ellacuría fue un fascinado por la personalidad de Jesús, dónde reconoce que la benignidad de Dios pasó por la tierra. Y eso es lo que le da la fuerza, es su ideal, es el motor básico de su acción, de su vida de servicio.
Así también, sintió admiración por Monseñor Romero, su visión del pueblo crucificado, como los preferidos de Dios quienes nos traen salvación por ser tan sufridos, sacrificados, y tan creativos en su miseria; su fe en un Dios de vida y no de muerte, su entrega sin cuestionamientos a lo que creyó su deber, su sabiduría innata. Este fue su último Maestro, el que le mostró las profundidades de la fe y la entrega incondicional a Dios.
No era, por lo tanto, un cultor vacío del intelecto, ni un voluntarista ególatra, sino que se sintió atraído por realidades y lenguajes que no son lógicos y que rebalsan cualquier lógica mundana, como la fe en Jesús y el establecimiento del Reino de Dios, el misterio del amor y de la misericordia, y también el de la poesía. Pero claro, por su educación tan austera y racional, que no dejó espacio a la manifestación de los sentimientos ni para los fenómenos que se perciben sólo con el corazón, estos aspectos quedan más ocultos y sólo sus compañeros de ruta pudieron percibirlos.
La fuerza de su pasión por la justicia y la verdad a riesgo de su vida y en perfecta conciencia, sugiere que no era el ego el que empujaba el carro en ultimidad, sino la fuerza que brotaba de su esencia, el misterio más grande que enfrentamos los seres humanos. Y en este buscar y tratar de develar la realidad, y entre esas realidades la realidad última del ser humano, se nos aparece en el fondo, en última instancia, la esencia de la persona, de dónde emanan estos valores que guían y que trascienden a los egos, a las motivaciones psicológicas o biológicas o sociológicas o histórica y que conducen a la humanidad por caminos inesperados y son la fuente de nuestra esperanza. Porque todas esas motivaciones, no agotan la complejidad del ser humano, no lo explican totalmente en sus grandezas ni en sus miserias. Y ante el misterio de la esencia, para mí lugar de origen divino dónde se manifiesta la voluntad de Dios para cada uno, y del llamado de la conciencia, donde se hace sentir ese llamado en nuestra materialidad, hay que mantenerse humilde, reverente y esperanzada, ya que “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que lo que tu filosofía sueña” como dijo Hamlet”.
Fuentes:
Antonio González; Aproximación a la obra filosófica de Ignacio Ellacuría.
Etorritakoak/Los que vinieron Testimonio de Alfredo Aldao niño
de Portugalete
Sacado por la Cruz Roja Internacional.
Ignacio W. Ochoa; El Salvador 1989: Two Jesuits Standards and the Final Offensive. Tesis de MA, San Diego State University.
Jon Sobrino; Ignacio Ellacuría: el hombre y el cristiano. “Bajar de la cruz al pueblo crucificado” Cuaderno 9, Centro Monseñor Romero UCA.
José Sols Lucia; El legado de Ignacio Ellacuría para preparar el decenio de su martirio.
Jesuitas.es Compañía de Jesús, España. Ignacio Ellacuría (1930-1989).