En Euskonews nos interesa su opinión. Envíenosla!
¿Quiere colaborar con Euskonews?
Arbaso Elkarteak Eusko Ikaskuntzari 2005eko Artetsu sarietako bat eman dio Euskonewseko Artisautza atalarengatik
On line komunikabide onenari Buber Saria 2003. Euskonews y Media
Astekari elektronikoari Merezimenduzko Saria
El 18 de julio de 1936 estalló un movimiento sedicioso de tinte fascista comandado por el general Franco, a pesar de haber ganado democráticamente las elecciones el Frente Popular ese mismo año. Se inició entonces una guerra civil que duraría tres años, con una cifra de muertos estimada en un millón de personas, y dando lugar a una dictadura que duraría casi cuarenta años.
Desde comienzos de los años ‘30 se venía dando una difícil situación política, con desbordes sociales espontáneos a los que el gobierno republicano no podía controlar. Entre estos, estaba el ataque a la iglesia —conventos, escuelas, etc.—, sacerdotes, religiosos y laicos. El estallido de la revuelta militar intensificó la acción de estos grupos de ultra izquierda, dividiendo la posición de los católicos en toda la península. La notable excepción a esta situación se dio justamente en Euskadi, cuyos sacerdotes serían perseguidos por los sublevados por el hecho de ser nacionalistas y manifestarse a favor de la legalidad imperante.
La jerarquía eclesiástica —que no debería haber
tomado posición en una contienda bélica civil de este tipo—,
se pronunció inmediatamente a favor de los revolucionarios fascistas;
actitud que en definitiva terminaría perjudicando a muchos inocentes.
Fue justamente el Cardenal Gomá —Arzobispo de Toledo y Primado
de España— quien redactó la Carta Colectiva del Episcopado
Español, convirtiendo a Franco en una suerte de cruzado. Había
manifestado en un estado de alienación: ¿La guerra
de España es una guerra civil? No; una lucha de los sin Dios [...]
contra la verdadera España, contra la religión católica.
España y la anti-España, la religión y el ateísmo,
la civilización cristiana y la barbarie.
El mismo Gomá escribió al primer lehendakari vasco, José Antonio de Aguirre, ante la posición del nacionalismo vasco en la contienda: ‘El amor al Dios de nuestros padres ha puesto las armas en mano de la mitad de España aún admitiendo motivos menos espirituales en la guerra; el odio ha manejado contra Dios las de la otra mitad... De hecho no hay acto ninguno religioso de orden social en las regiones ocupadas por los rojos; en las tuteladas por el ejército nacional la vida religiosa ha cobrado nuevo vigor... Cuente los miles que han sido villanamente asesinados en las tierras todavía dominadas por los rojos. Es endeble su catolicismo en este punto, señor Aguirre, que no se rebela ante esta montaña de cuerpos exánimes, santificados por la unción sacerdotal y que han sido profanados por el instinto infrahumano de los aliados de usted; que no le deja ver más que una docena larga, catorce, según lista oficial —menos del dos por mil— que han sucumbido víctimas de posibles extravíos políticos, aun concediendo que hubiese habido extravío en la forma de juzgarlos’.
Finalizada la guerra con la caída de Madrid en 1939, el papa Pío XII pronunció un discurso radial en el que expresaba su beneplácito por el resultado de la confrontación. El 20 de mayo, el dictador Franco hizo entrega de la espada de la victoria al Cardenal Gomá, en la Iglesia de Santa Bárbara.
Por suerte, hay ejemplos a resaltar, como la actitud del cardenal Vidal y Barraquer, quien propuso mantener una posición imparcial en la contienda, lo que le valdría tener que exiliarse hasta su muerte.
Cabe mencionar que en noviembre de 2007, el obispo de Bilbao y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, pidió públicamente perdón en nombre de la Iglesia católica por su papel durante la Guerra Civil (1936-1939). Este pronunciamiento fue hecho a contrapelo de la posición que asume hoy en día la mayoría de la iglesia española, que tiene como principal exponente al cardenal Antonio María Rouco Varela, que niega reconocer el papel de la responsabilidad que le cupo a la institución en la guerra, pero que además utiliza el púlpito para apoyar a los partidos de la derecha española.
Sabino nació el 29 de diciembre de 1912 en Aretxabaleta, Gipúzkoa, Euskadi —País Vasco—. Sus padres fueron Eulogio Aiastui, que fallecido siendo él apenas un niño, y Matiasa Errasti. Tuvo cinco hermanos varones y una mujer.
Aretxabaleta se ubica en el suroeste de la provincia de Gipúzkoa, posee una extensión de 26 kilómetros cuadrados y está a 235 metros sobre el nivel del mar.
Pueblo de Escoriaza.
La actividad económica hasta mediados del siglo XX estaba concentrada en la producción agropecuaria. La familia Aiastui arrendaba un campo, en el cual cultivaban maíz y trigo fundamentalmente, verduras y hortalizas para consumo personal, y criaban unos pocos animales para aprovechar la leche y los huevos.1
Comenzó sus estudios primarios en la escuela municipal del pueblo. La familia era de profundas raíces cristianas, pero según dichos de su propia madre, nadie influyó en Sabino en su ingreso como aspirante a sacerdote cuando contaba apenas con 10 años, a la escuela marianista de Escoriaza. Esto fue el 28 de septiembre de 19222, y lo hizo en un curso reducido y exclusivo para quienes solamente hablaban euskera. Poco a poco, iría aprendiendo el castellano. Escoriaza es un pequeño pueblo que se ubica a pocos kilómetros de Aretxabaleta, a 273 metros de altura, junto las montañas Alaita, Bolívar, Kruzeberri y Aitzorrotz, y está bañada por el río Deba. Pertenecía al valle de Léniz, como Aretxabaleta, separándose ambos territorios en 1630.3
Durante los cinco años que Sabino estaría estudiando en Escoriaza, daban cuenta sus maestros de su carácter rebelde que le valdrá más de un castigo, pero siendo a la vez sumamente humilde, estudioso, y con una vocación religiosa fuera de toda duda.
Francisco Lasagabaster, director del establecimiento educativo, brindó un informe sobre Sabino Aiastui: ‘Hemos tenido que probarlo bien por su falta de dominio sobre sí mismo. Una gran vivacidad natural… Tiene buenas cualidades: piadoso, espíritu de familia... Muy buena inteligencia, generoso... es el primero de la clase’.4
Elorrio es una pequeña localidad, que fue fundada en 1356 con el objetivo de defender el Señorío de Bizkaia, por lo cual está estratégicamente ubicada en una depresión natural del río Zumelegi.5 Se encuentra a 20 kilómetros de Escoriaza, y es allí donde Sabino debió seguir sus estudios de noviciado entre 1927 y 1928.
Los informes de sus maestros en esta etapa adolescente, sostienen que no le fue nada fácil modelar su carácter rebelde por naturaleza. Pero su vocación sacerdotal hacía que se esforzara y sus estudios académicos le depararían ser el mejor calificado de su grupo.
Para la realización de estudios universitarios, la Congregación Marianista poseía una casa en Vitoria, que no era suficiente para albergar a todos los alumnos que terminaban el noviciado. Así fue que en 1929 se adquirió una casa en Segovia, donde Sabino continuaría sus estudios a partir del 6 de septiembre de ese año. Los exámenes que rendía en el Instituto de Segovia y en la Universidad de Valladolid los iría aprobando con excelentes notas.
Palacio de Mendivil, donde funcionó el noviciado de Elorrio.
En septiembre de 1931, todos los estudiantes egresados en Segovia, recibieron nuevos destinos para trabajar en la educación de niños. A Sabino se lo envió nuevamente a Escoriaza, donde estaría durante el curso escolar 1931-32 dando clase a los postulantes del 3º curso. Sus superiores evaluaron su trabajo: ‘Don Sabino hace la catequesis a los niños en su lengua. Va bien de autoridad; lleva bien el diario de clase. Buena voluntad y deseo de superarse. Nada mal para un principiante.’6
Para el curso 1932-33 destinaron a Sabino a Donostia, donde debía presentarse para hacer el servicio militar, que finalmente no realizó porque lo favoreció el sorteo. Fue justamente este año, 1933, que presentó su petición al Superior de su orden para ser sacerdote: ‘Bien se que no merezco tal gracia y favor pero deseo tanto pertenecer de una manera completa, absoluta e irrevocable a María Santísima... las mismas circunstancias difíciles por las que atraviesan las Congregaciones religiosas en España me mueven a unirme de un modo más completo a la Compañía de María... Además, tengo un deseo ardiente, que alimento desde hace ya siete años, y es el ser sacerdote de la Compañía, si los superiores lo permiten.’7
Es de destacar la valiente actitud de Sabino Aiastui en estas circunstancias y momentos, en los cuales consagrarse sacerdote traía aparejado serios riesgos. Pero su actitud temeraria lo hacía enfrentarse a grandes retos, como cuando se encontraba herido en una pierna y descuidaba por completo su salud. A la indicación de un compañero de la posibilidad de infección, contestó: ‘Que se cure si quiere y si no, ya nos moriremos... un poco antes o un poco después ¡qué mas da!’ En 1934 admitieron a Sabino sus votos perpetuos con orientación sacerdotal, mientras seguiría estudiando Licenciatura en Historia, dando materias libres en al Universidad de Zaragoza y de Madrid. En una carta dirigida a su hermano Seberiano, le decía: ‘Este año creo que no habrá más remedio que abandonar el querido nido de Escoriaza...’
En septiembre de 1935 fue enviado al Colegio Nuestra Señora del Pilar de Madrid, para dar clases en cursos de segunda enseñanza. Durante el resto del año y principios del siguiente, en la capital del estado se sucedían quemas de iglesias y ataques a colegios religiosos. Sabino tuvo la oportunidad de ver a Seberiano a fines de junio de 1936, cuando se realizaban los ejercicios espirituales a los que concurrió este último, recién terminado su servicio militar en Madrid.
Producido el levantamiento subversivo de Franco el 18 de julio, muchos sacerdotes pagarían las consecuencias del apoyo brindado por la cúpula eclesiástica española al fascismo. Sabino y otros compañeros debieron dejar el colegio por seguridad personal, y se trasladaron a una casa particular de la familia Bazán Brig que les dieron refugio.
El domingo 13 de septiembre de 1936, al ser denunciados por el mismo portero del edificio, milicianos armados irrumpieron en la casa y detuvieron a Sabino y otros cuatro sacerdotes. A las 3 de la madrugada del lunes 14, fueron sacados de su lugar de encierro —convento de las Salesas Nuevas—, llevados a la carretera del Pardo y, en el kilómetro 7, junto al puente de San Fernando, asesinados a balazos. Esto se sabría algunos años después y finalizada la Guerra Civil; mientras tanto, los cinco sacerdotes estarían desaparecidos.
Madrid cayó el 28 de marzo de 1939 ante las tropas de Franco apoyadas por Italia y Alemania, iniciando en consecuencia una dictadura fascista que duraría casi 40 años, con persecuciones y asesinatos en toda España.
En mayo de ese mismo año, el superior de la Compañía Marianista daba cuenta de la desaparición de 15 mártires pertenecientes a la Orden. Pero recién el 2 de noviembre, un empleado de un juzgado, que conocía a Sabino y Seberiano, vino a ver a éste para decirle que creía haber visto las fotos —tomadas por agentes de seguridad— de los asesinados junto al puente de San Fernando. Seberiano corroboró que las fotos pertenecían a su hermano.
Al otro día se dirigió al pueblo de El Pardo donde consiguió ver el cuaderno que llevaba el enterrador del pueblo. En el mismo se encontraba la siguiente anotación: ‘El día 14 de septiembre de 1936 di tierra a cinco hombres, hallados muertos en el km. 7, cerca del puente de San Fernando, carretera de Madrid, lado derecho viniendo desde El Pardo, los dos atados juntos, con distintos trajes. Uno de mono azul –Hermano Teófilo Montes—, dos de azul de lana —padre Manuel Álvarez y don Joaquin Ochoa—, uno de traje color café —Sabino Aiastui— y otro de negro —don Florencio Arnaiz—, que son cinco. De treinta a cuarenta años de edad. Con cruces y medallas, dos crucifijos... Dos identificados, tres no. Los fotografiaron los agentes de la Dirección de Seguridad. Los enterré en la fosa grande del centro y derecha, donde había catorce, y cinco son 19 y se llenó’.8
Seberiano, luego de comunicar la noticia a su familia en Aretxabaleta, se abocó a la difícil tarea de identificar los restos de su hermano y demás sacerdotes muertos. Para ello, luego de preceder a la inhumación, se enviaron los cadáveres al gabinete de Identificación de Medicina Legal de la Facultad de Medicina de Madrid, donde se procedió a los estudios de rigor, y comprobación de las identidades. En 1966 los restos de estos sacerdotes fueron colocados en el Mausoleo Marianista de Carabanchel, hasta que en la década del ’90 y con motivo de iniciarse el proceso de beatificación de cuatro mártires marianistas se los trasladó a la capilla del Colegio del Pilar en Madrid.
La palabra beatificación viene del latín beatificatio, que significa ‘el estado de ser bendito’; y beatus, feliz. Consiste en una declaración papal que sostiene que una persona ejerció las virtudes cristianas en grado heroico y se le atribuye un milagro, o bien tuvo una muerte de mártir sin haber sido constatado un milagro. Se permite el culto público del beato pero con ciertas limitaciones. Esta declaración se realiza después de un riguroso proceso que llevan adelante distintos estamentos de la Iglesia.
Los quince marianistas muertos en la Guerra Civil española, fueron considerados mártires desde un primer momento, entendiendo como tal a quien ha brindado su vida por convicción de fe y por un acto agresivo que viene desde afuera.
El caso de los cuatro mártires de Madrid, entre los que se encuentra Sabino, fue estudiado junto con un grupo de 38 mártires dominicos, también muertos en esta ciudad. El proceso de estudio duró cinco años, y fue llevado a cabo por un tribunal que realizó 274 sesiones, y que entregó la documentación en Roma el 3 de noviembre de 1966.
En mayo de 2004 se reunieron los consultores teólogos —nueve en total— con todo el informe, nombrados por la Congregación para las Causas de los Santos. Luego de haber estudiado los expedientes todos ellos, que no se conocían entre sí, se reunieron y concluyeron que en los 38 casos estudiados se comprobaba el martirio, lo que fue confirmado en enero de 2006 por la Asamblea de Cardenales y Obispos. Como consecuencia de ello, el 26 de junio de ese mismo año, el papa Benedicto XVI autorizó la promulgación de un decreto de martirio de más de cuarenta sacerdotes asesinados en 1936, entre quienes estaba Sabino Aiastui Errasti. El 28 de octubre de 2007 se llevó a cabo en Roma la beatificación de sacerdotes y laicos considerados mártires, entre quienes estaban los vascos José Miguel Elola Arruti, de Errezil; María Zenona Aranzabal, de Elgeta; José Joaquín Esnaola Urteaga, de Idiazabal; el azkoitiarra José María Celaia Badiola y los aretxabaletarras Miguel Léibar Garay y Sabino Aiastui Errasti.
Sabino Aiastui Errasti, natural de Aretxabaleta, manifestó su vocación religiosa desde muy niño, ingresando a la Compañía de María con apenas 10 años de edad. Tuvo que pasar por dificultades porque hablaba solamente euskera, debió modelar su temperamento rebelde, y estudiar para ser docente y sacerdote. Escoriaza, Elorrio, San Sebastián, Segovia y Madrid fueron sus puntos de estudio y servicio.
Los años difíciles de la República no lo hicieron retroceder en su vocación. No sucumbió tampoco cuando se inició la revuelta fascista en 1936. Finalmente fue arrestado, torturado y asesinado en la madrugada del 14 de septiembre de 1936, sólo por ser sacerdote y no haber claudicado en su fe.
La cúpula eclesiástica española tiene mucha responsabilidad en lo sucedido a Sabino y muchos otros religiosos en esos difíciles años. Algunos sectores de ella lo admiten y piden disculpas a la sociedad por el papel que jugaron. Pero muchos todavía se empeñan en mantener el pensamiento retrógrado y no admitir errores.
Sin embargo, Sabino está al margen de ello. En vida cumplió con los requisitos necesarios para ser un buen cristiano, y pasó sus últimos momentos como un verdadero mártir según los preceptos de la iglesia. Como tal, fue justamente beatificado.
A nosotros nos sirve su ejemplo de lucha, de entrega. El ejemplo de dar la vida por un ideal y una causa.
1 - Fundación Vasco Argentina “Juan de Garay”. “Los vascos en Argentina. Familias y Protagonismo.” Lara Producciones Editoriales. Buenos Aires, 2000.
2 - http://www.colegiomarianista.edu.ar
3 - http://es.catholic.net/santoral
4 - http://www.enciclopediacatolica.com/c/canonizacion.htm
5 - http://www.jornada.unam.mx/2007
6 - http://www.periodismoenlared.com/iglesia-espanola-perdon
7 -http://www.noticiasdegipuzkoa.com/ediciones/2007
8 - http://www.revistaecclesia.com
9 - http://www.durangaldea.com
10 - http://www.ingeba.euskalnet.net
11 - Majuelo, Emilio. “Siglo XX. Del particularismo a la nacionalidad.” En: Módulo 5° —Historia— Coordinador: Juan Madariaga Orbea. Jakinet 03-04.
12 - Montero, Manuel ‘Historia del País Vasco. De los orígenes a nuestros días’. Editorial Txertoa, San Sebastián.
13 - Salaverry, José María. ‘Madrid, verano 1936. Miguel Liébar y compañeros. Marianistas – Mártires.’ PPC Editorial. España, 2007.
1 Testimonio de Severiano Aiastui Errasti.
2 En: Salaverry, José María. ‘Madrid, verano 1936. Miguel Liébar y compañeros. Marianistas – Mártires.’ PPC Editorial. España, 2007.
3 En: http://www.ingeba.euskalnet.net
4 Citado por Salaverry, J.M. Op.Cit.
5 http://www.durangaldea.com
6 Citado por Salaverry, J.M. Op.Cit.
7 Citado por Salaverry, J.M. Op.Cit.
8 Citado por Salaverry, J.M. Op.Cit.