Isusko VIVAS ZIARRUSTA
Fotografía: Isusko VIVAS ZIARRUSTA
1. De la arquitectura de la necesidad a la arquitectura de la imagen
Abordamos esta modesta contribución desde una óptica que concibe la arquitectura no como un ‘espacio de habitar’ y ‘techo para guarecerse’, sino más bien con los ojos puestos en la representatividad de la imagen arquitectónica. Imagen portadora de unas idiosincrasias particulares, a la vez que generadora del impulso creador que cambia y se transforma con el tiempo. Por la temática que nos concierne, hemos considerado valorar un reducido marco de acción, determinado en el siglo XX por el influjo de las vanguardias artísticas. Nos interesará enfatizar una visión centrada en la imagen que se proyecta (resultado, así mismo, de la organización interna de las estructuras en la cuidada composición arquitectónica y no de la mera apariencia), más que en cuestiones de incidencia puramente profesional e histórica.
Partimos del hecho de que, bajo la etiqueta del racionalismo arquitectónico se propició la construcción de multitud de complejos de viviendas e incluso se propusieron grandes anteproyectos y proyectos de planeamiento urbanístico en la Europa vanguardista; fruto de unos modos constructivos derivados de la necesidad, sobre todo en ese trecho temporal que se extiende entre las décadas de 1920 y 1930. Entre otros, es destacable el Plan Macià para Barcelona y, ya en el País Vasco, no podemos dejar sin mencionar los planos trazados por García Mercadal para la urbanización del barrio de San Inazio en Bilbao, o las propuestas de Aizpurua en Donostia-San Sebastián. Lo que, a la postre, nunca prosperaría del papel, engrosando el archivo de todas esas grandes ideas de la arquitectura dibujada. A ello hay que añadir, lo constatado antes de ahora en cuanto al ocultamiento de múltiples formas tradicionales de construcción ‘bajo el barniz de la modernidad’. Si bien nombres importantes en la esfera internacional como Walter Gropius, Mies Van der Rohe, Le Corbusier o Gerrit Rietveld, citando algunos de los más conocidos, sí recurrieron a la utilización de materiales prefabricados y producidos de manera industrial y seriada. Aún así, en última instancia serían otra vez las obras paradigmáticas las que concitarían la mayor atención pública de las propuestas racionalistas, plasmadas en las creaciones individuales. Curiosamente, son todas ellas ‘unidades testimoniales desgajadas’ del modelo conjunto y comprometido de entender la ciudad moderna como totalidad unitaria planificada. La ‘nueva arquitectura’ consigue así, sin pretenderlo, ser valorada como emblema estético de la modernidad, ciertamente depurada de sus ideales originarios.
Al cabo de los años, si el racionalismo constituyó uno de los pilares de la modernidad en arquitectura, se pone de relieve que aquello que consideramos neo-racionalismo será uno de esos renovados vértices que le confieren perspectivas fragmentarias a la arquitectura de la post-modernidad. Aunque, ahora ya, como ilusión recuperada de la imagen arquitectónica. Teniendo en cuenta que los referentes, quizás como imágenes puramente simulácricas y sucedáneas, o como excrecencias de la modernidad pasada, siguen focalizándose al final del siglo XX en modelos susceptibles de experimentación como las escuelas, las fábricas y las viviendas que gozan de cierta protección por parte de los poderes públicos. A lo que habitualmente se suman los museos de última generación, sintonizando con esas novedosas pautas del neo-racionalismo.
2. Una breve mirada hacia el panorama del País Vasco
Tras los primeros conatos de modernidad que en la década de 1930 llegan al País Vasco, asimilando los presupuestos racionalistas cargados de localismos, el racionalismo se expresaría subsidiariamente en aquellas arquitecturas no significativas para el régimen autárquico instaurado después de 1939. Las fábricas se convertirían entonces en los terrenos propicios de acción para los arquitectos más inquietos o menos acomodaticios. Las escuelas o las promociones de viviendas obreras, sin embargo, requerían fundamentos mucho más marcados de beligerancia con las directrices impuestas por la Dirección Nacional de Arquitectura. Como enseña propagandística de la dictadura, la arquitectura debía de ser emblemática y representar, fielmente, las esencias nacional-católicas reinantes en el ‘nuevo imperio’. El edificio industrial seguiría siendo así el núcleo principal de experimentación arquitectónica de una vanguardia periclitada que, sin embargo, pronto daría paso a la difusamente llamada arquitectura internacional, durante las siguientes décadas ‘desarrollistas’. Desarrollismo que, no obstante, tuvo sus incidencias determinantes en la concepción urbanística de las ciudades, en unos tiempos especialmente azotados por la densificación de la población urbana y la decadencia del movimiento moderno. El cual entró en declive, entre otras muchas causas consabidas, por su ineficacia en la praxis de la ciudad moderna como elaboración práctica de un ideal teórico, sociopolítico e ideológico. Lo que igualmente resuena en la reflexión que quisieron rescatar, de otro modo, los neo-racionalistas en su ‘enfasis por la ciudad’, antes que por su desplazamiento hacia la arquitectura unipersonal y singular.
De hecho, tras un período intermedio del siglo XX dominado básicamente por la llamada arquitectura internacional, deudora de los movimientos modernos, surge un renovado énfasis por un tipo de arquitectura que: “podría provenir de la esencia misma de la tradición cultural en la que están insertas”. Así es como el neo-racionalismo: “difiere del racionalismo en su creencia en que la base de la arquitectura radica en la comprensión de los patrones urbanos de las ciudades europeas tradicionales antes que en su estructura o su forma”1 abstracta. Vemos que esta línea vuelve a poner el empeño sobre la ciudad en vez de ensalzar la arquitectura como pieza única, desde la vertiente de las persistencias pervividas de lo urbano, que se construye y se transmuta a lo largo de la historia. Lo que difiere sustancialmente de la radical renovación sin miramientos defendida por el racionalismo más rompedor de la ortodoxia vanguardista. La obra de Oswald Ungers o Aldo Rossi constituye una forma de atisbar y reinterpretar esas ‘analogías con el pasado’, a modo de ‘presencias abstractas’ que rechazan la imitación estilísticas de moldes pretéritos. En el País Vasco, jóvenes arquitectos que entonces consolidaban su trayectoria tomaron prestados todos esos elementos fundamentales de racionalidad, geometría y austeridad. Ya inmersos en las dos últimas décadas del siglo XX, siguen vigentes las influencias neo-racionalistas provenientes de los decenios anteriores. Las primeras reacciones críticas que encuentran suelo abonado en las escuelas de arquitectura procedían de personalidades como Robert de Venturi o el citado A. Rossi, cuya influencia repercutirá en el País Vasco hacia la década de 1980.
Figura 1. Ampliación ICE de Deusto (E. Mas, J. Bengoa, E. Fernández, 1983-1984). |
Es evidente que junto con las fábricas la arquitectura de la enseñanza (uno de los ‘campos’ propios de investigación racionalista), se ha desarrollado históricamente en torno a tipologías básicas que se han ido paulatinamente depurando. Cuerpos principales con elementos secundarios adosados, un sistema conciso de colocación de las aulas a lo largo de bloques lineales con varias alturas o plantas con pórticos, accesos principales y vestíbulos más o menos monumentales han instaurado la tónica general de las corrientes estilísticas en vigor. Si un ejemplo a destacar sería la ampliación del Instituto de Enseñanzas Medias de Deusto en Bilbao (Avenidad de las Universidades, realizado entre 1983 y 1984 por los arquitectos Elías Mas, Javier Bengoa y Ernesto Fernández)2 (fig. 1), las semejanzas con el movimiento racionalista reaparecen en un esquema adaptado que se ha practicado recientemente en el colegio para Bilbao La Vieja, ubicado en la remodelada plaza de Corazón de María del histórico barrio bilbaíno (fig. 2). Consta de dos alas contiguas independientes, ordenadas según las necesidades del centro en cuanto a diversificación de edades, de forma pareja a como se ha organizado el programa educativo en el restaurado edificio de las escuelas Luis Briñas (magistral ejercicio racionalista del Arquitecto Pedro Ispizua, edificado en 1933). Se aprovecha, para ello, la disposición arquitectónica muy avanzada con respecto a las propuestas pedagógicas que ya presentaba el edificio originario.
Figura 2. Colegio público de Miribilla, solución dada por los arquitectos Sola, Vidaurrazaga y Torres. |
El colegio de Bilbao La Vieja-Miribilla inaugurado hacia el año 2005, reproduce la disposición longitudinal estructurada en tres niveles interconectados mediante rampas interiores para facilitar la accesibilidad. Como en el caso de Briñas, la planta baja aloja elementos comunes (accesos, conserjería y administración, despachos, cocina, almacén y gimnasio); mientras que en el segundo y tercer piso se ubican los aularios para escolares de diferentes cursos. Se prevén, como suele ser común en estos edificios, adaptaciones para la actividad educativa en el futuro. El equipo de arquitectos conformado por Sola, Vidaurrazaga y Torres ha tenido en cuenta el desnivel del terreno como efecto equilibrador de la topografía, lo cual nos retrotrae, otra vez, a la construcción en ladera que resolvió Ispizua en las escuelas de Briñas, así como a la diferenciación cromática con el entorno residencial circundante, recuperada en este edificio de aspecto neo-racionalista.
3. Resurgimiento de la estética racionalista en la ciudad del siglo XXI
La primera ‘oleada’ de la ‘ortodoxia’ racionalista, con clara ascendencia centroeuropea, pronto adquirió connotaciones localistas, incluso antes del período político de la autarquía. Si las promociones de vivienda pública y las escuelas constituían, en el primer tercio del siglo XX, el acicate necesario para la arquitectura de vanguardia, la construcción fabril acabaría siendo casi el único reducto donde ciertas reminiscencias del movimiento moderno tendrían cabida, como actividad constructiva de alto voltaje productivo, pero tenue representatividad para el régimen dictatorial. A partir de la segunda mitad del siglo XX, lo que se ha venido definiendo como arquitectura internacional (‘liberada’ de todo atisbo de ideología), y la nefasta asimilación de las propuestas del movimiento moderno en la planificación urbana, hacen mella en casi todas las aglomeraciones, conurbaciones y áreas metropolitanas que van ocupando el escueto y angosto territorio del País Vasco; a raíz del impulso generado por la industrialización. Conformando así periferias y suburbios con verdaderas carencias y graves problemas de habitabilidad.
Figura 3. Manzanas de casas en Noain-Pamplona y pabellones industriales de reciente edificación en Bizkaia, 2006-2007. |
Ya en el último tercio del siglo XX se perfilará un enfoque distinto tratando de enlazar, aunque de manera un tanto sui géneris, con esa restitución neo-racionalista que decimos. Los edificios públicos como los centros educativos seguirán siendo las ocasiones propicias para actualizar, incluso en los años preliminares del siglo XXI, aquellas opciones innovadoras adoptadas por los Ispizua y otros, que siguieron unos pasos aleccionadores con mayor o menor convicción y/o determinación. Empero, la situación en nuestros días nos muestra cómo esos grandes museos, edificios administrativos, estadios deportivos, parques tecnológicos y demás equipamientos infraestructurales han de destilar imágenes significativas que caracterizan las formas institucionales (en su sentido amplio) y empresariales del poder cívico y/o económico del capitalismo globalizado. Una vez apagada o agotada ya la euforia de la construcción utópica de la ciudad moderna-racionalista, o inclusive, ‘post-histórica’ neo-racionalista. Mientras tanto, las anheladas viviendas de protección oficial, que sustituyen a las antiguas ‘viviendas sociales’, en algunos casos continúan ofreciendo un marco aún digno para ensayos experimentales de razonable interés, aunque no excesivamente comprendidos por la ciudadanía. Otras veces, los polígonos residenciales junto con los pabellones industriales, son ‘investidos’ externamente con todo tipo de elementos superfluos; inútiles e incluso desproporcionados, haciendo gala de la moda insulsa que rescata los socorridos colores neoplasicistas (fig. 3). Los cuales ya no responden a ninguna necesidad de tipo constructivo o estructural, sino única y exclusivamente a la imagen arquitectónica totalmente ornamental y ‘estetizada’, en los prolegómenos del siglo XXI.
1 MELVIN, Jeremy. ...Ismos. Para entender la arquitectura. Madrid (edición española): Turner, 2006, 134 p. (Primera edición; Gran Bretaña: Herbert Press, 2005).
2 Recogido en libros y trabajos recopilatorios de catalogación y crítica sobre arquitectura vasca. Véase: VV. AA. 50 años de arquitectura en Euskadi. Vitoria-Gasteiz: Gobierno Vasco. Departamento de Urbanismo, Vivienda y Medio Ambiente, 1990.
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