La década de los 50 es el momento en el que tres personalidades del arte coinciden y traban una relación que se extenderá hasta el final de sus días. Encuentros y desencuentros trufan los cuarenta-cincuenta años en los que comparten amistad y apoyo mutuo. El recorrido de Pablo Palazuelo (Madrid, 1916-2007) abarca la pintura y la escultura, desde su sólida formación como arquitecto técnico. Por su parte, Rafael Ruiz Balerdi (Donostia, 1933-Elche, 1992) destacó por su extensa creación pictórica, en la que gustaba de un empleo profuso del colorido y de su progresivo alejamiento del arte figurativo. El triángulo se completa con Eduardo Chillida (Donostia, 1924-2002), escultor y grabador. La interrelación del trío de artistas irá más allá de la simple amistad, trascendiendo a su desarrollo creativo y abriendo nuevas sendas en lo profesional. Por ello, la influencia del entramado Palazuelo, Balerdi y Chillida se traducirá en los avatares del arte español en las últimas décadas del siglo XX.
Espacio de Paz de Eduardo Chillida Juantegui en el centro Txillida Leku de Hernani (Gipuzkoa), obra en Lund, Suecia. Foto: Ainhoa Arozamena Ayala |
Pablo Palazuelo, el gurú formado en Oxford
El artista madrileño Pablo Palazuelo se establece en Oxford, de 1933 a 1936, donde amplía su formación en la School of Arts & Crafts, obteniendo la titulación de arquitecto técnico. Allí, coincide con la eclosión del mundo universitario inglés en el que confluyen personajes como el pintor y escultor Ben Nicholson (1894-1982) y el también escultor Henry Moore (1898-1986), entre otros. Con todo ese bagaje, Palazuelo retorna a Madrid, en vísperas de la Guerra Civil. Ya nunca obtendrá la licenciatura de Arquitectura.
Palazuelo y Chillida trabaron amistad en París, entre 1947 y 1948. Debido a ello, Chillida se interesó por el arte abstracto, dejando de lado sus inicios naturalistas. En los inicios de su amistad, Eduardo Chillida fue debidamente presentado al poderoso e influyente matrimonio de galeristas Maeght. Si el arte moderno tiene una “primera familia” ésa es la Maeght, cuya galería en París fue uno de los centros de operaciones de los maestros del siglo XX. Artistas como Matisse, Braque, Duchamp, Miró, Chagall, Calder, Kandinsky, Giacometti y los mismos Palazuelo y Chillida expusieron en sus galerías.
En toda esa dilatada relación, la amistad entre el artista madrileño y el donostiarra tuvo sus altibajos. Especialmente destacable es el enfriamiento de su trato a partir del momento en que Palazuelo se interesa por la escultura, campo en el que el guipuzcoano prodigaba su arte. La primera obra escultórica del madrileño data de 1957, aunque no fue hasta 1976 cuando se dedicó a ello de manera sistemática, sin olvidarse de su faceta pictórica. Este hecho creó malestar entre el gurú Palazuelo y su discípulo Chillida, quien, al menos, le debe su interés por la abstracción escultórica, que tan buenos resultados le reportaron al donostiarra.
Sin título, óleo sobre tela, obra de Rafael Ruiz Balerdi. |
Balerdi, el tercer ángulo del triángulo
En otro contexto un tanto menos mítico y glamouroso como París, se conocieron Chillida y Balerdi, en la Donostia de los años 50, en plena posguerra civil española. Siempre mantuvieron una estupenda amistad. Chillida quiso recomendar a Balerdi a los Maeght por medio de una carta de presentación, pero bien fuera por la personalidad de Balerdi, o por su obra de de la época, la intermediación de Chillida no cuajó de la manera en que Balerdi soñaba: en forma de contrato para exponer en París, en la década de los 60. La relación entre Balerdi y Palazuelo fue a través de persona interpuesta, es decir, por medio de Chillida. Sin embargo, más duradera e intensa fue la amistad entre los donostiarras. Por medio de Chillida Balerdi pudo absorber parte del conocimiento de Palazuelo. No obstante, Palazuelo y Balerdi no hicieron buenas migas, especialmente tras el desencuentro público producido entre ambos en ARCO, en 1983. El artista madrileño, en un arranque de sinceridad, le espetó al pintor donostiarra que regresaría a la figuración, como si fuera un pecado bíblico. Pese a todo, no perdieron la relación, llegando a coincidir en diferentes espacios y actividades públicas.
Balerdi siempre fue muy independiente en lo personal, y nunca resultó tan meticuloso como Chillida para aprovechar las relaciones sociales. Aún así, hay que comprender al escultor donostiarra, ya que sus monumentos necesitan de apoyos institucionales para ser erigidos. La amistad entre Balerdi y Chillida se mantuvo hasta su desaparición, si bien su contacto obtuvo pocos frutos en el intercambio artístico, quedando, sobre todo, en un mero trueque informativo curricular. En un contexto político complicado, como fue la dictadura franquista, Pablo Palazuelo supo ser el tamiz de ideas diferentes y el nexo de unión entre artistas de ideologías diferenciadas, en pro de la vanguardia creativa española, con un importante foco ubicado en el País Vasco.
«Mural» (1956), por Néstor Basterrechea. |
Basterretxea, de pintor a mecenas de la danza
Néstor Basterretxea (Bermeo, 1924) y Balerdi gestaron su amistad, y por parte del primero, y en un arranque de generosidad, el bermeano consiguió el primer trabajo profesional para Balerdi, que consistió en la colaboración del guipuzcoano en la elaboración de los murales en la Universidad Laboral de Tarragona. Más tarde, el pintor donostiarra marchó a Madrid, entre 1963 y 1972, gracias al mecenas Huarte, y, así cimentó gran parte de su fama fuera del País Vasco, aunque siempre será más conocido dentro de los límites de Euskal Herria.
En sus últimos años Balerdi acabó siendo mecenas. Apoyó económicamente a la bailarina de danza contemporánea Mentxu Medel cuando ésta dejó de bailar en la compañía Anexa –la primera de contemporáneo fundada en el Estado español– para dedicarse a la docencia, en 1976. Esta colaboración formó parte de un proyecto vanguardista docente para que los niños y niñas de Lasarte-Oria aprendieran a apreciar la pintura y la danza, allá por los años 70. Incluso crearon un concurso de pintura en el que Palazuelo y Chillida formaron parte del jurado, momento en el que, aparcaron sus discrepancias por el buen desarrollo de esta iniciativa.
Rafael Ruiz Balerdi. |
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