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Andrés de Urdaneta Cerain. |
Resulta inexplicable que un pueblo al que la historia más reciente ha atribuido estereotipos, consentidos y nunca comprobados, de analfabeto, cerrado y montaraz haya podido producir, como por arte de magia, un elenco tan importante de secretarios reales, contables de altas responsabilidades y marineros audaces y respetados. Caro Baroja atribuye esta desconexión a que se ha producido una distorsión interesada de la historia vasca, que ha incidido en los aspectos políticos de los dos últimos siglos, y no ha prestado atención suficiente a la economía de principios de la Edad Moderna, precisamente la de Urdaneta. La incidencia de la historiografía en estos temas que han resultado conflictivos ha sido interesada, y si la interpretación de los hechos viene soportada por criterios de motivos no confesables, la confusión está servida.
La presencia, sobre todo en el siglo XVI, de eminentes marinos, no es en absoluto casual, sino fruto sazonado de un caldo de cultivo bien aderezado en el que no sólo estuvo implicada la costa vasca, sino el conjunto de Euskal Herria. Urdaneta y Legazpi, entre otros, muestran que también la Gipuzkoa alejada del mar participó en un proyecto de gran calado con personajes irrepetibles, muchos de ellos todavía por descubrir, otros en fase de entrar en la galería de figuras de nuestra historia. No resulta fruto de la casualidad que vayan apareciendo biografías de nuevos personajes como Domingo de Zavala, paisano de Urdaneta, al que se sitúa en Lepanto junto a Juan de Austria y Luis de Requesens, quien lo llevó a Flandes como su hombre de confianza. La historiografía no ha hecho justicia al conjunto de esta época fascinante ni a la sociedad que contribuyó decisivamente a posibilitarla y sustentarla.
Cuando Caro Baroja habla de la flota que, en julio de 1525, salió de La Coruña bajo el mando de García Jofre de Loaysa, saca relucir aspectos que, por desgracia, se suelen comentar sólo de pasada, y sin dar relieve a la noticia: por ejemplo, la participación en la expedición del ya famoso Elcano, quien por cierto se limitó a ejercer de capitán del “Sancti Spiritus”; o el hecho de que varias decenas de marineros vascos tomaran parte en la expedición, así como que gran parte de los pertrechos de los barcos utilizados habían sido adquiridos en Euskal Herria. En relación a la presencia del personaje que motiva estas líneas, adelanta el siguiente comentario: “Andrés de Urdaneta, de Villafranca, que luego había de adquirir mayor renombre”.
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Llegada de Miguel López de Legazpi a Cebú, según óleo de Gregorio Hombrados Oñativia. |
Las familias y los pueblos que actuaban como trampolín de aquella generación irrepetible no sólo participaban en los magnos proyectos que protagonizaban sus marineros, sino que también soportaban sus riesgos e incertidumbres. Las mujeres, en particular, representaban la parte más vulnerable de una sociedad volcada hacia el exterior. Maridos de los que ni siquiera se vislumbra la fecha de vuelta a casa, noticias de naufragios, pérdidas y muertes, etc.
Sin embargo, “hacer las Américas” se muestra como un término apropiado también en la época de Urdaneta. La presencia al otro lado del Atlántico, en otros casos en Oriente, se asociaba a la posibilidad de recabar ganancias, de hacer fortuna. América significaba dinero, y la gente estaba atenta a los avatares de los parientes presentes en la aventura ultramarina. Las noticias del fallecimiento de algún familiar ponían en movimiento los mecanismos precisos para recuperar los bienes que habían quedado a su muerte.
Urdaneta no se significa como un astro solitario y pasajero, sino como parte integrante de un inigualable colectivo de hombres esforzados y de gran pericia que hizo factible el pasajero fulgor del Imperio de los Austria. Pero este sustantivo apoyo a la Corona, sincero y no correspondido, ha sido sistemáticamente mantenido en el anonimato. Celebraciones como el aniversario del insigne cosmógrafo y navegante de Ordizia se muestran propicias para reivindicar la decisiva presencia de una sociedad, en este caso representada por la marinería, cuya grandeza y entrega no ha suscitado el eco que le corresponde.
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