Riesgos del deporte en la infancia desde un punto de vista educativoEscuchar artículo - Artikulua entzun

Luix Mari ZULAIKA, Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte
Fotografía: Julian TOKERO
Traducción: BELAXE. ITZULPEN ZERBITZUA
Jatorrizko bertsioa euskaraz

1. Introducción

A lo largo de la historia, siempre se ha reconocido el valor educativo del deporte. Para comprobarlo, no tenemos más que analizar las culturas clásicas europeas. Los ciudadanos relacionan al deportista con rasgos positivos como: hábitos saludables, rechazo de las drogas, personalidad equilibrada, gran fuerza de voluntad, capacidad de enfrentarse al fracaso y respeto de las normas sociales.

El efecto pedagógico que la actividad deportiva tiene sobre la formación de la personalidad es ampliamente aceptado, así como su influencia en el desarrollo ético y moral de la persona y sobre el desarrollo de sus capacidades sociales.

2. Sin embargo, ¿el deporte infantil siempre es educativo?

Si bien el deporte permite trabajar numerosos valores educativos, debemos saber que no siempre se asimilan. La realidad diaria nos muestra que, muchas veces, la práctica deportiva no es de color de rosa y que para los niños participantes en una actividad, ésta no siempre resulta tan positiva ni tan beneficiosa.

Los criterios, puntos de vista y objetivos barajados a la hora de preparar una práctica deportiva condicionarán los efectos que ésta tenga en los participantes. Por ello, el gran potencial educativo de la práctica deportiva debe superar numerosos riesgos y variables perjudiciales desde un punto de vista pedagógico. Analicémoslos.

2.1. Competitividad excesiva

Una característica definitoria del deporte es superar al contrario en la competición o prueba, pero siempre dentro de unos límites. El criterio educativo no incluye ganar a toda costa o darle demasiada importancia al resultado.

La victoria como fuente única de satisfacción puede producir sensaciones de frustración, decepción, desconsuelo y fracaso. En muchos casos, estos sentimientos negativos se aplican también a otros ámbitos de la personalidad. Es decir, no se limitan a impregnar el modo en que el deportista se ve a sí mismo como tal, sino que hacen que la persona se sienta fracasada en su totalidad.

No podemos imponer objetivos que sean inalcanzables para la mayoría. No es lícito afirmar que la actividad deportiva ayuda al desarrollo de la personalidad y que posee beneficios psicológicos, si luego generamos situaciones de frustración y fracaso continuamente. La existencia de un único ganador y muchos perdedores y la necesidad de hacer fracasar a otros para triunfar uno mismo no son características adecuadas desde un punto de vista educativo.

2.2. Objetivos inadecuados

En las actividades deportivas organizadas con un objetivo educativo debemos tener mucho cuidado con los objetivos y las motivaciones de los distintos participantes.

En algunos casos se marcan objetivos muy exigentes (y no alcanzarlos implica un fracaso total): lograr la victoria, ser titular, lograr ser primeros en la clasificación, conseguir un puesto en la selección, etc. Sería conveniente fijarnos objetivos que estén a nuestro alcance y que no dependan de otros. Objetivos que nos permitan mejorar individualmente, aprender, disfrutar y no motivaciones basadas en los resultados, en la victoria y en el rendimiento. Fijar al todos objetivos que sólo están al alcance de unos pocos implica que, a la larga, el grupo se sentirá decepcionado.

Continuamente oímos hablar de las virtudes y de lo positivo que resulta ser deportista de élite, pero se nos oculta el otro lado de esa situación. No sabemos cómo vive ahora esa gente tan famosa en el pasado, ni sabemos qué ha sucedido con tantos y tantos niños que se han quedado en el camino hacia la cumbre sin lograr alcanzarla. Hay un gran número de niños que se lanza a la aventura de lograr ser deportistas de primera, pero muy pocos lo consiguen realmente. Por eso debemos ayudarles a adaptar sus expectativas, para evitar ese sentimiento de fracaso tan común más adelante.

2.3. Presión excesiva del entorno

En las competiciones deportivas suele haber demasiada presión porque se fijan expectativas de rendimiento demasiado altas (aunque no sea imprescindible ganar, como ocurre en muchas ocasiones) que hacen surgir una especie de lucha interna en el niño. Entre los indicadores de esta situación encontramos estrés, inseguridad y duda, inestabilidad psíquica y angustia. Debemos tener en cuenta la importancia que los niños de esta edad otorgan a las habilidades deportivas y su sensibilidad frente a las influencias externas.

2.4. Comparación social

En las competiciones deportivas se realiza una evaluación social muy rigurosa que puede tener un efecto importante en el desarrollo del concepto de uno mismo. Por otra parte, esta valoración se realiza en un momento de especial desarrollo psicoafectivo del niño, en el que otorga un gran valor a la destreza para las actividades físicas y en el que existe una gran sensibilidad hacia los mensajes externos. Este efecto negativo será aún más visible entre niños con nivel inferior a la media y se observará en distintos ámbitos: motivación en las actividades escolares, comportamiento, personalidad, relaciones, nivel de aceptación personal, etc.

2.5. Especialización temprana

Si un niño siempre juega en el mismo puesto o al mismo deporte estaremos limitando su riqueza motora y sus posibilidades de desarrollar el hábito de practicar varios deportes en el futuro. Asimismo, desde un punto de vista educativo, no es lo más correcto dar prioridad únicamente al rendimiento puntual y a un resultado concreto.

En la infancia debemos lograr un desarrollo psicomotor completo en el niño. El adecuado desarrollo de sus capacidades básicas le servirá de buena base para el futuro, ya que será capaz de adaptarse a cualquier deporte.

2.6. Criterios rigurosos que afectan al proceso de avance

Muchos organismos privados y asociaciones deportivas cada vez acuden antes a los centros escolares en busca de niños porque son capaces de distinguir a los mejores a una edad muy temprana. Aunque elijan a un número muy reducido de niños, esa decisión afectará a todos los demás, reduciendo su autoestima y motivación para continuar practicando ese deporte, lo que se traducirá en una reducción drástica del número de participantes en las actividades deportivas.

3. Conclusiones

La práctica deportiva puede ser fuente de importantes beneficios físicos, psicológicos, sociales y educativos. Nos ofrece una oportunidad única de crecimiento en valores, si bien para lograr ese efecto positivo debemos respetar varias condiciones, como los criterios seguidos y los objetivos marcados por los organizadores y otros agentes. En este sentido, las personas más significativas para el niño -entrenadores, padres y amigos- tendrán una gran influencia.

Debemos valorar si para lograr unos pocos campeones merece la pena crear un gran grupo de personas que se sienten fracasadas y frustradas como tales. Las decepciones vividas en el ámbito deportivo pueden extenderse a otros niveles, por lo que puede que estemos creando personas que, además de odiar la práctica deportiva, no se sientan realizadas y tengan un bajísimo concepto de sí mismas. Deberíamos tener en cuenta continuamente a quiénes están dirigidas las prácticas deportivas y qué efectos pueden tener sobre ellas.

Tras sopesar los riesgos y los beneficios del deporte, creemos que existen argumentos suficientes para apostar por un modelo educador. Es decir, un modelo abierto más allá de la clase que permita fomentar el desarrollo de las capacidades del niño en su totalidad y la práctica de hábitos saludables a través de actividades lúdicas y bajo el control del centro escolar (que garantizará el cumplimiento de los objetivos educativos).

Si actuamos así en su infancia, las posibilidades posteriores del niño serán mucho mayores, ya que continuará aplicando esa cultura y esos hábitos asimilados donde la participación es lo importante. Quienes posean una mayor capacidad y facilidad en un deporte determinado podrán adoptar nuevos objetivos y pasar a una intensidad superior, si los cimientos logrados mediante la práctica deportiva así se lo permiten. Creemos que este sistema debería ser aceptado sin ningún problema, ya que vela por los intereses de todos los niños. El futuro de las generaciones más jóvenes merece que estemos de acuerdo en ello.

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