![]() | José Ramón Anda Escultor |
Koldo LARREA
Itzulpena euskaraz
Nació en una familia de ebanistas, factor que ha marcado la obra de este veterano y reconocido escultor navarro, que ama su cultura y su trabajo, y que sueña con ese futuro de paz tan anhelado.
Bronce, aluminio, hormigón, hierro, piedra, entre los materiales que utiliza, pero ante todo la madera. ¿Por qué? ¿Por influencia paterna?
No ante todo, aunque en cierto modo, sí. La madera es el material más utilizado. Es al que más acceso he tenido. He conocido la técnica y los entresijos. Me ha resultado más fácil por toda la infraestructura que tenía alrededor. Pero trabajar con la madera es más complicado que con otras materias, porque da muchos más problemas. Es un material vivo, estable hasta cierto punto. En la madera, lo que está ajustado con el tiempo deja de estarlo, se ladea, se tuerce... algo que no ocurre con la piedra o el metal. A veces da quebraderos de cabeza.
¿Qué le dice la madera?
Lo que mantengo con ella es una especie de pulso, por esos problemas que he comentado. Sé lo que quiero conseguir con ella. No es que la doblegue pero intento controlarla.
¿Es usted quien la modela o la madera le marca el camino?
Marca el camino hasta cierto punto. Cada tipo de madera tiene unos límites físicos y adecuas esos límites a la idea que tienes. Buscas un tipo de madera determinado. En otros casos, es el tipo de madera el que te sugiere una idea. Esto me pasa sobre todo con los árboles huecos. Estos son los que me dan la idea e intervengo en ellos.
José Ramón Anda y la madera. ¿Se puede hablar de una relación amor-odio?
Un poco sí. A veces digo que no voy a hacer más cosas en madera. Pero las sigo haciendo. El roble, por ejemplo, ya me está desesperando. Es muy problemático, el que más. Es algo parecido a lo que nos sucede con algunas personas. Sé que voy a tener problemas, pero pese a ello me meto en faena. De nuevo, aparece ese pulso, en el que no busco salir vencedor. Esto no me ocurre con otros materiales.
¿Su predilección por las formas curvas no contrasta con el concepto de mueble-escultura?
Puede que la tenga por esas formas, que también son más problemáticas. Son líneas de experimentación. En los muebles, también aparece ese sentido y en la mayoría interviene la curva.
¿Le han tildado de artesano antes que de escultor?
Sí, y con muy mala leche, con suficiencia y desprecio. Vivimos una época muy confusa. Óscar Tusquets dijo en un libro que todo es comparable. Si estudias la historia del arte, comparas obras de otras épocas y ves el grado de sutileza alcanzado, yo sería un manazas. Pero ahora a algunos se les llena la boca con la idea de concepto. Y algunos se empeñan en denominarme así, artesano, despectivamente. Si me lo dijeran en otro tono, podría entenderlo. Para esa gente debo estar bastante trasnochado. Pero, por otro lado, me tranquiliza y hoy, la verdad, me da completamente igual.
Se mueve entre la abstracción y la figuración. ¿A qué se debe tal versatilidad?
Yo tengo una formación bastante clásica, venida desde San Fernando. Partiendo de ahí, avancé hacia la abstracción, por querer llegar a lo sustancial, a la síntesis. Sin embargo, desde hace muchos años estoy ansioso de retomar la figuración. Pero las ideas avanzan más rápido y no la alcanzo. Espero llegar a ella algún día.
¿La influencia de artista suizo Max Bill y de su geometría ha sido tal?
En otras épocas, como el Renacimiento o el Barroco, esto se aceptaba con naturalidad. En esos periodos, la técnica y los temas difieren muy poco. Ahora, parece que todos somos muy originales. Prima el yo, yo, yo. Es una especie de esquizofrenia por el yo, una espiral de locura. Pero siempre ha habido influencias de contemporáneos o anteriores a ellos. Max Bill me parece interesantísimo, y sin duda me ha influenciado. Pero también lo ha hecho la escultura vasca y muchos de sus artistas. Cuando estudiaba en Madrid, hubo una eclosión de esta forma de arte. En el fondo, es una cuestión de afinidad. Bill pertenece a una época muy interesante, como es la de la Bauhaus.
¿Y qué le dice el nombre de Jorge Oteiza?
Es un personaje crucial. Le conocí en Madrid. Y he tenido la suerte de tener con él una relación estupenda. Siempre me ha motivado, me ha sugerido. ¡Era un tipo tan extraordinario...! En mi obra tal vez no haya una influencia evidente de él pero aseguro que ésta existe.
Más de treinta años como escultor. Numerosos premios. Su obra es ya reconocida. ¿Le preocupa la fama?
En absoluto. Cuando eres más joven, tienes más perspectivas pero a estas alturas de la vida... Estás inmerso en lo que haces y te ves siempre limitado, al límite. Por eso, la fama no me quita el sueño. Además, la escultura es algo que no interesa a casi nadie. Sólo nos interesa a cuatro “pirados”.
Enero de 1989 fue la fecha de un atropello que le dejó inválido durante una larga temporada (casi cinco años y cuatro operaciones). Tras el accidente que sufrió, ¿aprecia más la vida?, ¿ha cambiado el concepto que tenía de ella?
Sí. Te das cuenta que estamos aquí de paso. Tras el accidente, pasé cuatro años de mala manera, con operaciones... Pero, a pesar de todo, eso no me impidió pensar en la escultura, hacer pequeños bocetos. El taller siguió en marcha con dos amigos que trabajaban. Seguí en la brecha. Ves que, de la manera más tonta, puedes dejar de ser y de estar. El 25 de enero pasado murió un hermano de manera fulminante, de un infarto. Brutal. Este septiembre ha muerto mi madre, que era coetánea de Oteiza. No por esperado, dejó de ser duro. Siempre te queda la sensación de vacío, de pérdida. Esto te hace ver que no se debe ser tan obstinado.
Desde entonces, ¿mira al pasado o al futuro?
No sé si tiene que ver con el accidente o con los años que uno va cumpliendo, pero ahora miro más hacia atrás. Ya acumulas un recorrido que te obliga a ello. Una llamada de teléfono, encontrarte con amigos que no veías, te llevan a esa época vivida.
¿Qué importancia tiene en su vida, en su obra, las palabras “euskara” y “pelota vasca”?
Muy grande. La pelota la he practicado, soy un apasionado de ella. Es el deporte que más me gusta con diferencia. Cuando lo has experimentado, valoras más todo lo que se hace. Otros deportes los veo con más indiferencia, posiblemente por no haber tenido esa experiencia. A Roma me llevé una pelota y jugaba con ella en cualquier pared. En homenaje a este deporte he hecho tres esculturas. Respecto al euskara es una batalla que ya la doy prácticamente por perdida. Lo he estudiado todo lo que he podido pero ya no doy más de sí. Me quedo corto con el nivel que tengo. Lo practico, pero cuando quiero decir algo más complejo me tengo que ir al castellano.
Tras
su pasos académicos por Madrid y por Italia, ¿qué sentido
le otorga a los nacionalismos?
Ahora mismo es un concepto totalmente denostado, demonizado. Le ha venido muy bien a cierta gente que haya aquí unos bárbaros pegando tiros para denostar. Pero yo soy nacionalista y no tengo temor a decirlo. Me doy cuenta de que hay gente que critica el nacionalismo vasco y luego, ¡cuidado!, que no le toquen España, como si ésta hubiese existido desde el principio de los tiempos. Se cuestiona a quien es nacionalista vasco y no al que es nacionalista español. Pero también soy nacionalista a pesar de ciertos nacionalistas vascos, con los que tengo muy poco que hablar.
¿Y a Navarra?
La veo como algo desgajado de lo que entiendo que debía ser un país. Somos una provincia que está en este sentido un poco a la deriva, con planteamientos retrógrados y reaccionarios. Como dijo Unamuno en referencia a España, yo diría que Navarra me duele. Y me duele desde los extremos, desde el del navarrismo hasta el otro del nacionalismo cerril.
De haber nacido en otra tierra, ¿habría sido escultor?
No te lo puedo contestar a ciencia cierta. Pero quizá más que la tierra, tuvo mayor influencia el taller de mi padre, los muebles que hacía. A partir de ahí, tomo conciencia de querer esculpir.
Por la tranquilidad de su trabajo, ¿se considera alguien a contracorriente en este rápido siglo, marcado por la velocidad y por las prisas?
Totalmente. De joven tienes más prisas, por llegar, por ser. Pero ahora me cuesta más hacer las cosas entre que las pienso, las ideo, y esto tiene que ver muy poco con los tiempos que corren. Hoy se produce cualquier útil a todo meter, cada vez más acelerado. Yo me dejo llevar por lo que quiero hacer y sé que esto tiene el ritmo que tiene, que pueden ser años.
Su próximo proyecto.
El año que viene voy a hacer una exposición en Hospitalet, en un sitio extraordinario, una antigua fábrica textil, Tecla Sala se llama. Los catalanes en esto nos llevan mucha ventaja. Son más cuidadosos con su historia, con su patrimonio. Han reconvertido esa vieja fábrica en un gran centro cultural, sencillo pero fenomenal. Por otro lado, ahora estoy empezando, pasada la fase de estudios previos, una escultura a la cantautora vasca Lourdes Iriondo, que murió el año pasado.
Su último sueño.
Como sueño colectivo, el más inmediato e importante es la ansiada paz y expresar cada uno libremente lo que piense, con total libertad. Que todo el mundo tenga sus opciones de expresarse. A nivel individual, continuar teniendo interés por la escultura, poder seguir esculpiendo, hacer lo que me gusta y apasiona. Y esto también es un sueño.
José
Ramón Anda (Bakaiku, 1949)
José
Ramón Anda Goikoetxea nació en 1949, en la localidad navarra
de Bakaiku. Creció en el taller de carpintería familiar, donde
su padre destacó no sólo como un gran maestro ebanista sino
también como un tallista de primer orden. En este ambiente, adquirió
el concepto de esculpir.
Entre 1970 y 1974 residió en Madrid. Estudió en la Escuela de
San Fernando, muy importante tanto en lo personal como en su formación
académica5. Allí realizó precozmente sus primeros balbuceos
creativos, tanto en el ámbito de la abstracción como en el de
la figuración.
La concesión de la Beca de Roma en 1974 y su estancia en la Academia
española de Roma no hizo sino acrecentar sus vínculos con Italia,
ya que allí tuvo ocasión de ver, por primera vez y de primera
mano, el arte romano y la escultura de maestros como Donatello, Miguel Ángel
y Bernini.
Desde muy pronto, mediados de los años setenta y casi toda la década
de los ochenta del siglo pasado, su escultura alcanzó una gran celebridad,
sobre todo en el País Vasco. Sus esculturas se publicaron en multitud
de catálogos y fue el ganador del primer premio de la Bienal de Escultura
de San Sebastián en 1983 y del premio Gure Artea en la sección
de escultura, también en 1983. Fue ese mismo año primer premio
de la segunda Bienal de Escultura de Jaca y expuso varias veces, individual
o colectivamente, en Barcelona.
Sin embargo, un atropello que sufrió el 20 de enero de 1989 en el trayecto
entre su taller y su casa –apenas 300 metros-, cuando estaba preparando
una exposición para el Museo de Bellas Artes de Bilbao, que finalmente
no se hizo, estuvo a punto de dejarlo totalmente fuera de juego. Tenía
entonces 39 años. Sin embargo, se superó a sí mismo y
continuó trabajando en su verdadera pasión, la escultura. Hoy,
acumula ya más de treinta años de maestría en este arte.
Algunas de las más renombradas esculturas públicas de este artista
navarro son:
- Homenaje a Juan de Antxieta (1979-1986) situada
en el parque de Hiru-Bide en Pamplona, a partir de un cubo levemente girado
de 2 x 2 x 2 metros en piedra caliza de Lastur .
- Argi izpia eta oreka (Un punto de luz y equilibrio)
(1979-2003) situada en el Campus de la Universidad de Navarra a partir de
un cubo de 1,10 metros de granito negro y con un brazo de 1,80 metros.
- Haizean (En el aire) (1978-2002), de hierro y
aluminio, instalada en Tolosa.
- Zeharki, escultura de hormigón, ubicada
en el paseo de Ondarreta, en San Sebastián.
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