Antón ARBULU ORMAECHEA, Vicetesorero de Eusko Ikaskuntza. Alcalde de Zumarraga
A
Pío Baroja cuando llegó a Vera de Bidasoa en 1912. |
Políticamente Baroja es de nadie, pero culturalmente debiera serlo de todos en un país sanamente reconciliado con su pasado y que se acepte a sí mismo en toda su complejidad identitaria. Porque desde la esfera política nadie puede reclamar parentescos ideológicos con el viejo de Itzea.
Baroja no comulgó con las ideas nacionalistas, aunque tampoco puede decirse que las combatiera: «Yo no soy enemigo del nacionalismo, sino de la misma idea de patria -afirma en ‘Las horas solitarias’-. “El mundo para todos los hombres”, este sería mi lema, y si este pareciese demasiado amplio, me contentaría con este otro: “Europa para los europeos”». Internacionalista, pues, pero dejando claro que el suyo era un internacionalismo de la cultura.
Portada de la revista Novedades 27-4-1913. |
Pero los socialistas tampoco salen mejor parados en los textos barojianos: «Siento una antipatía profunda por esa doctrina y por ese partido», al que acusaba de «supeditar y subyugar el individuo en beneficio de la sociedad y del Estado». El anarquismo (con el que en algún momento flirteó) lo veía como una «mezcla de misticismo y de criminalidad», y al fascismo y al comunismo los metió en el saco de las «arbitrariedades despóticas». ¿Sería acaso don Pío un demócrata radical? Tal no parece: democracia «es la palabra más insulsa que se ha inventado. (...) Nunca he creído en el valor absoluto de la democracia y del número». Y respecto a la condición de liberal que habitualmente se le ha colgado, creo que la reciente biografía de Sánchez Ostiz ha venido ha demostrar que no hay tal desde una perspectiva política, sino que de un Baroja liberal sólo puede hablarse en la medida que fue un antidogmático sin pelos en la lengua, en una época dominada por las exaltaciones dogmáticas de toda clase.
Una de las últimas fotos de Pío Baroja. |
Baroja fue hombre de opiniones contradictorias, arbitrarias unas veces, demasiado contundentes otras, un personaje de claroscuros. Pero más que por sus triquiñuelas, vanidades, mezquindades, inconsistencias, más que por sus conclusiones del momento nos interesa por su posición, por su actitud ante la vida. Ahí hay un Baroja que nos define. Y hay un Baroja en el que nos encontramos: el de un hombre con profunda querencia por su tierra hacia la que, siguiendo la tradición ilustrada de los Caballeritos de Azkoitia o la más moderna representada por Eusko Ikaskuntza, nos anima a «estudiar las ideas, las costumbres, los oficios, las artes; pensar en la vida de sociedad, en el embellecimiento de los pueblos, en el cuidado de los paisajes... Seguirla significaría intentar una vida nueva, bella, amable...». En este Baroja sí que nos podemos encontrar si de verdad queremos crear un país para todos.
Audiolibro
de la obra Miserias de la Guerra de Pío Baroja
Juan AGUIRRE SORONDO
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