Anari Cantante |
Unai BREA
Traducción: Koro GARMENDIA IARTZA
Jatorrizko bertsioa euskaraz
En
octubre de 2004, una publicación de un municipio de Bizkaia recogía
una entrevista realizada a Anari. No se trataba de una entrevista al uso,
sino de una relación de preguntas estándar que se suele realizar
a los famosos sobre sus filias y fobias. “¿Con qué animal
se identificaría?”, le preguntaron a la cantante azkoitiarra,
a lo que respondió: “En estos momentos, con la cebra, que no
es ni blanca, ni negra, sino todo lo contrario”.
Un año después, el pasado mes de noviembre, Anari editaba el
disco Zebra. Blanco y negro, sin trampas. En la canción que lleva por
título el nombre del disco, la cantante manifiesta “no gustarle
el gris”, y, en efecto, así se muestra ella, sin tapujos, hablando
claro. Nos hemos citado junto a la iglesia de Azkoitia, y hemos tomado asiento
en un bar cercano. Escucha las preguntas mirando a los ojos del periodista,
pero, al contestarlas, desvía su mirada a través de la ventana,
aunque no parece que esté viendo la calle, sino algo mucho más
lejano. Antes de dar comienzo a la entrevista, nos ha confesado no tener muchas
ganas de concederla; ni ésta, ni otras muchas. Hacia el final de nuestra
conversación hemos ahondado algo en este aspecto.
Nacida en Azkoitia en 1970, su partida de nacimiento la presenta como Ana
Rita Alberdi Santesteban, pero mucha gente ni tan siquiera conoce su primer
apellido. Estudió Filología Románica en Vitoria/Gasteiz,
“en una época entre el paleolítico y el neolítico”,
y actualmente imparte en Ordizia clases de francés, filosofía
y otras materias en ESO y en Bachiller. Zebra es su tercer disco, tras Anari
(1997) y Habiak (2000).
Empezó tocando la batería...
Sí, con unos amigos que forman parte del grupo Akauzazte.
Y luego decidió pasarse a la guitarra...
Sí. Cuando me fui a Vitoria/Gasteiz, al no poder toca la batería, me compré una guitarra española, por 5.000 pesetas. Y empecé a tocarla. También escribía...
¿Sabía tocar la guitarra?
No, y ahora tampoco. Sólo me sé siete acordes, y poco más...
Lo suficiente como para salir a un escenario...
Sí. Pero se puede salir sin saber absolutamente nada.
Retrocediendo en el tiempo, ¿cómo se adentró en el mundo de la música?
Creo que de dos maneras. Por una parte, a través de la academia, estudiando piano, solfeo, etc., y, por otra parte, a través del rock, que por entonces era para mí la música. Creo que esa relación con el rock empezó cuando tenía quince o dieciséis años. En esos momentos, me parecía que rompía con algo. Puede que estos dos aspectos me parecieran muy distintos entre sí, pero ahora me doy cuenta de que tienen mucho que ver. Y como yo no era ni mezzosoprano ni violonchelista, me adentré en el rock.
En su juventud se movería por aquí, por Azkoitia...
Sí. Algunos movimientos eran muy populares; grupos como BAP! tenían una gran aceptación. Había también un gaztetxe donde se tocaba música de culto, con grupos de fuera. Creo que aquella variedad nos ha influido mucho.
Entonces, no sólo ha bebido del RRV (Rock Radical Vasco)...
No, aunque también. A los quince años, yo era una fan total de Hertzainak, como todo el mundo. De todos modos, aquí el RRV no tuvo tanto éxito. Azkoitia, Oñati y Bergara han sido mucho más poperos.
Sin embargo, teniendo en cuenta que canta en euskara, lo más normal es pensar que sí guarda alguna relación...
Creo que con este disco he demostrado que yo no provengo de la tradición lírica vasca, como tampoco proviene Ruper, aunque ahora se empeñen en decir que sí. Cuando escucho a Benito Lertxundi, le noto un gran parecido a Leonard Cohen, pero su manera de cantar, los instrumentos que le acompañan, y la imagen que transmite refuerzan mucho su carácter euskaldun.
Al parecer, es imposible hablar sobre un músico sin hacer referencia a las influencias que ha recibido. Puede que sea una manía de los periodistas...
Ya he tenido alguna movida con esa pregunta, por haber respondido siguiente pregunta. Es una trampa. Cuando saqué mi primer disco, un periodista escribió, sin que me conociera de nada, una crítica en la que se inventó diez discos que supuestamente yo tenía en casa. De todos modos, pienso que también se puede hacer trampa respondiendo a preguntas como ¿qué es lo que más nos influye? ¿Lo que nosotros queramos? Siempre estamos oyendo música. Ahora mismo, estamos oyendo esto [una suave música tirolesa]. Yo creo que todo nos influye: lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Al final, ya no sabes a quién te pareces o a quién te gustaría parecerte. Y se puede hacer trampa. Puedo decir que me he comprado el último disco de Madonna, o que he oído un montón a Bisbal. En la vida, algunos referentes sirven de modelo, y otros no. O sea que, a saber. Dando la vuelta, yo también le puedo preguntar como quién escribe, o como quién viste.
He leído sobre usted que, aunque pueda resultar paradójico, no ha bebido de fuentes vascas.
A los diecinueve años, era una fan incondicional de Ruper y de Hertzainak. En sus conciertos solía estar en primera fila, gritando... Desde luego que fui una fan. Pero, a veces, el árbol genealógico puede ser demasiado corto. Comparan a las chicas con las chicas, y al rockero con los rockeros. Pienso que BAP o Dut pueden tener una gran influencia de Mikel Laboa. Y es cierto que durante un tiempo he recibido la influencia de la música de fuera, pero bueno... ¿qué es ser de fuera? A fin de cuentas, todos estamos en el mundo, no somos extraterrestres. Muchas veces se habla de Músicas del mundo; pero, a ver, ¿de dónde somos pues? ¿De Marte?
¿Cuándo se despertó en usted el deseo de ser cantante? ¿Cuándo se dijo eso de “¡adelante!”?
Al año de marcharme a Vitoria/Gasteiz. Para entonces ya andaba tocando la guitarra. Pensé que, en vez de ir a una academia, podía aprender a tocarla yo sola.
Pero ¿estaba decidida a actuar en público?
No, de ninguna manera. Un compañero de piso organizó un concierto, y me dijo: "a que no tocas". Había preparado cinco canciones, y toqué las cinco. Al hacer las pruebas para aquel concierto, grabé una maqueta, y pedí al técnico que me hiciera el favor de grabar una de las canciones, y la mandé al concurso de maquetas de la emisora Euskadi Gaztea. Fue todo muy rápido.
Aquél sería el embrión de su primer disco...
Sí. Fue cuestión de meses.
Y, en un momento dado, se vería a sí misma inmersa en el mundo de las discográficas, pese a que en Euskal Herria sea un mundo bastante reducido...
Sí, pero con el primer disco no te das cuenta de eso. Con el primer disco flipas, eres más inocente, y lo vives de otra manera. Ahora tengo otra perspectiva. Veo que hay muchos intereses en juego y que, como todas las cosas del mundo, también tiene su lado negativo. Hay que saber moverse.
Usted, al menos, conserva su ritmo...
Al menos lo intento.
En la mayoría de las entrevistas que le han realizado con motivo de la presentación de Zebra, lo primero que le preguntan es el motivo por el cual han tenido que pasar cinco años desde su último disco...
(Asiente con la cabeza) Bueno, es mi ritmo... El primer disco fue fruto de la casualidad; el segundo, no voy a decir que lo fuera, pero bueno. He hecho muchas cosas durante ese tiempo. Además, también trabajo.
¿Se siente obligada a sacar un disco cada cinco, diez o equis años?
No, de ninguna manera. Al publicar Habiak dije no estar segura sobre si grabaría otro disco o no, y en estos momentos pienso lo mismo. A fin de cuentas, ¿por qué canto? ¿Por qué creo? ¿Por qué escribo? Es difícil de contestar. En este disco sí que me he sentido presionada, pero yo no veo esto como una carrera, sino como un deseo de expresarme. A veces dicen que no me gusta tocar en directo. Se equivocan, me encanta; por eso quiero seguir pensando. Todo tiene un final, todo terminar por caerse; de modo que hay que llevar bien el ritmo, ir controlándolo, realizando pequeñas ilusiones... Lo que pasa es que, en este mundo, parece que para poder avanzar tienes que crecer en todo. Y yo no estoy de acuerdo con eso. Para ir avanzando, hay que fijarse en otras cosas.
Ahora que todo se derrumba, usted asciende. Siempre ha recibido excelentes críticas, sobre todo con el disco Zebra...
Sí. Bueno, yo también las leo y...
¿Le presionan de algún modo?
¿Presionarme?
“En el próximo disco también tendré que dar la talla”...
En el segundo disco sí que me dio una especie de mareo, pero fui muy consciente del peligro de sentirme demasiado orgullosa de mí misma. Te dicen que lo haces muy bien, y te quedas estancada. Creo que en este disco he corrido un riesgo; hay un cambio, he cogido otro camino, que es el que realmente me gusta. Tenía muy claro que lo yo quería hacer era esto, gustara a la gente o no.
Más rockero..
Sí, si lo más ruidoso es rockero...
O guitarrero...
Sí, podría ser. Pienso que el primer disco es también muy rockero.
Sí, se diría que ha regresado a ese estilo...
Creo que sí. Puede que el segundo disco sea lírico y el primero rockero. No sé, ¡hay tantas definiciones...! Desde luego, no es folk.
Los músicos de su entorno -en especial, algunos miembros del grupo Inoren Ero Ni- han colaborado en Zebra...
Sí. En el primer disco participó Mikel (batería). El bajo entró después de grabar el primer disco. Creo que en el primer disco hicieron lo que yo quería que hicieran, y en el segundo también, pero en este tercero, desde el punto de vista musical, se han mostrado mucho más tal como son. A veces, durante la grabación, decíamos: “¡Joder, pero si esto parece Inoren Ero Ni!”. Es normal; ellos son así. En ese sentido, siempre doy libertad a los músicos, que aporten lo que ellos quieran aportar.
De todos modos, usted siempre ha intervenido en la producción de los discos...
Claro, desde luego que sí. Además, soy muy cabezota. Cuando saqué el disco Habiak, por ejemplo, uno de los más graves de la historia del rock, la gente de mi alrededor me decía: pero, Anari, ¿cómo es posible? Y yo respondía: tocando grave. Llevando la contraria a todo el mundo. Ahora, cuando lo escucho, me digo, ¡ay madre, qué grave! Pero era lo que sentía en aquel momento. Y ahora lo mismo. Bueno, en esta ocasión le he dado mucha importancia al hecho de mostrarme con claridad... Necesitaba aire. En Habiak, por ejemplo, no me paré a pensar en esas cosas.
Muchas veces, se suele emplear el término "oscuro" para definir su música y letra. No sé si en el último disco ha habido cambios en este sentido. Han pasado diez años.
Sí, las letras son muy distintas, pero no le voy a negar que sean oscuras...
¿Puede resultar más adecuado decir que resultan incómodas?
Puede ser. Además, he buscado la tensión. Reconozco que son letras tristes, pero este tercer disco tiene más de indignación que de tristeza.
¿Y afecta eso a las palabras?
Para mí sí. Mucho.
¿En cuanto a la temática?
No precisamente en cuanto a la temática, sino en cuanto a la perspectiva desde la que se enfocan, y a la forma de escribir.
No le gusta que la definan como cantautora...
Mi madre siempre dice que soy como Rosana, pero en euskara. Pero ¿qué es ser cantautora? ¿Una acústica? ¿Canciones protesta? ¿Canciones de amor? Está claro que no es mi caso. Yo no tengo nada en contra del calificativo cantautora, pero siempre que se utilice en un sentido amplio, porque Michael Jackson y Prince también son cantautores.
¿No es su idea protestar?
Yo protesto un montón en mis letras, sobre todo en este disco. Más que canciones-protesta, creo que son canciones de indignación. Una de las letras del disco dice “zerbaitengatik borrokatu ordez, beti zerbaiten kontra” ("en lugar de luchar por algo, se lucha contra algo"). ¿En contra de qué? No sabría decirlo. Contra todo. Depende de cómo funcionen las cosas.
Antes ha mencionado a Rosana. Dicen que las comparaciones son odiosas...
Depende de la comparación.
No sólo la comparan con Rosana, debido en parte a su madre...
Sí, creo que es debido a mi madre...
...sino que, con frecuencia, la comparan también con Suzanne Vega o con PJ Harvey. ¿Cómo acepta estas comparaciones, y todas en general?
Me parece demasiado simple hacer esas comparaciones. ¿Suzanne Vega? No la he escuchado mucho. ¿PJ Harvey? Su primer y segundo disco me gustan mucho; el tercero me gusta; los siguientes ya no tanto. Puede que este disco tenga algo suyo, e incluso de Patti Smith, pero yo no he escuchado tanto a esta última. Creo que es demasiado simple hacer esa comparación. Lo más sencillo es comparar a las chicas con otras chicas. Si, así como somos lo que comemos y bebemos, tuviéramos que ser lo que oímos, debería tener mucho más de Mikel Laboa, por ejemplo. Cuando saqué mi primer disco, en Euskadi Irratia me preguntaron sobre Lourdes Iriondo, y yo no sabía ni quién era [casualmente, esta entrevista fue realizada la víspera de su muerte], y un periodista lo interpretó como un desprecio por mi parte a la tradición vasca. Yo no desprecio la tradición vasca. Lo que pasa es que mis alumnos tampoco saben quién es Gari, de Hertzainak. Tienen quince años.
En la fase de promoción se suelen tener que conceder muchas entrevistas, algo que a usted no le agrada demasiado. Hace poco, Sorkun declaraba que los periodistas formulamos con frecuencia preguntas que no tienen respuesta, y que planteamos temas sobre los que no hay mucho que decir. Que tampoco hay tanto que decir sobre la música...
No voy a empezar a explicar mis letras. Las letras están ahí para expresar unas ideas. Estoy de acuerdo con Sorkun; ya me ha llegado a pasar: sacas un disco y... No quiero conceder mil entrevistas. En mi caso, además, no se me suele interpretar bien. Quizás no sea muy importante lo que yo tenga que decir. Pero, muchas veces, la humildad se convierte en soberbia: "mirad a ésta, que no quiere conceder entrevistas...".
Además, los periodistas no están especializados. El entrevistador llega con prisas, después de haber estado con el Ministro de Consumo, y antes de acudir a la inauguración de no sé qué polideportivo. A mí eso me duele. Para este disco, puse una condición muy sencilla: no voy a conceder ninguna entrevista a los periodistas que no hayan escuchado mi disco. Creo que es lo mínimo que se puede pedir. Yo no estoy para vender discos; para eso está la promoción. Y tampoco se trata de que no quiera conceder entrevistas; todo lo contrario. Pero, ¿qué pasa si usted no ha escuchado mi disco? No voy a empezar a explicarle de qué va. Y luego está el tipo de periodismo en el que el periodista es más importante que... (se detiene, tratando de buscar la palabra más adecuada).
...¿que la "víctima"?
Sí, en efecto, que la víctima. Y tienes que entrar en su juego, porque si no lo haces, eres un puto borde.
¿Se considera más escritora que música?
Yo creo que no soy nada; ni escritora, ni música, ni...
Pero las palabras le importan. Se nota en sus canciones.
Sí, de lo contrario no voy a poder decir nada. Paso la mayor parte del tiempo escribiendo. La música y la melodía son espontáneas; las palabras son resultado de una reflexión más profunda. Además, la letra de una canción envejece, pero la música no; de modo que hay que pensar mucho, porque si no, cuando la oyes por la radio te entra una vergüenza que no sabes dónde meterte. Eso me pasa con algunas canciones de mi primer disco. Pero, bueno, era joven.
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